viernes, 17 de diciembre de 2010

martes, 7 de diciembre de 2010

IMPUNTUALIDAD

Lo personal es político


Constituye un enorme aporte teórico este concepto, ya hecho slogan por el feminismo. Nos permite abordar ciertos rasgos de la cotidianeidad de los individuos analizando el contexto que opera como posible marco discursivo subyacente.
En este caso, propongo analizar el tema impuntualidad. Conducta que hasta hace no mucho era condenada socialmente, altamente reprochable.
La virtud de la puntualidad se inculcaba en todas las instituciones, con el ejemplo de su prédica transformada en praxis por parte de los mayores de cada familia, de los educadores, de los funcionarios.
Siempre quedaba fuera de esta exigencia social la bohemia, que al interpelar en muchos casos lo establecido, marcaba su disconformidad no acatando –por ejemplo- esta práctica.
Este tipo de impuntualidad – también política- marcaba y marca un descreimiento en las normas nunca cuestionadas. Una no aceptación de jerarquías socialmente impuestas. Un estilo de vida diferente, con valores diferentes.
Esa impuntualidad siempre resulta simpática, inquietante, interpelante. Nos obliga a pensar ante qué se está produciendo. Cuál es el grado de importancia que el impuntual le asigna al acontecimiento ante el que se revela.
En realidad, estas y otras preguntas surgen en cada ocasión en la que uno se encuentra con la impuntualidad como estrella principal.
Y esta práctica, absolutamente extendida y hasta masificada en los tiempos que corren, se puede asociar con principios que surgen del neoliberalismo exacerbado que vivimos en los últimos años. A través de distintos mensajes.
Uno de ellos es “el tiempo es dinero”. Horrible traducción de un horrible concepto anglosajón que nos invita a alienarnos pensando que “perder” tiempo es “perder” algo muy valioso. En términos económicos, únicos términos de análisis para el modelo.
Trasladado este criterio al accionar cotidiano se observa que nadie quiere llegar puntual a nada, para no ser el primero y perder tiempo mientras espera a los demás. Temible cadena que no para de lograr que las obligaciones y el placer se demoren inútilmente.
Convocan a una conferencia a las seis, pero te aclaran “para empezar seis y media. Siete”. Obviamente, las multitudes que incorporaron que el tiempo es dinero, llegarán siete y cuarto para no sentir la pérdida.
Lo mismo sucede en los acontecimientos de la esfera afectiva. Partiendo de la base de imaginar que uno invita a su cumpleaños a gente extremadamente cercana a sus sentimientos, se puede uno quedar boquiabierto al ver que los elegidos, los invitados, tienen al que supuestamente desean agasajar esperando horas vestido para la ocasión. Con la mesa puesta, sentado solo mirando al infinito. Y dando a cada uno de los que van llegando posibles explicaciones-justificaciones para la impuntualidad del resto. Triste, lamentable, patético. No se puede de ningún modo tomar como un acto de amor cuando siempre la impuntualidad es la norma, nunca la excepción.
Se llega a escuchar en esos casos un “no quería ser el primero”, que si fuera registrado por quien lo recibe como explicación ameritaría romper la relación: si no querés llegar primero, deduzco que estar solo conmigo te desagrada. Fin del cuento.
También se puede pensar que tiene que ver con el ultra individualismo que nos hace ver como central nuestra propia satisfacción y nuestros propios compromisos, no pudiendo tener en cuenta a los demás. La excusa en estos casos es “tenía que hacer varias cosas antes de llegar acá”, y marca despiadadamente la concepción de lo de uno por sobre todo. Por sobre cualquier cosa. Por sobre cualquiera.
La prueba está en que las personas que hacen culto de esta práctica suelen ser muy puntuales en el gimnasio, el dentista o la peluquería. Cuando los “beneficiarios” de la puntualidad son ellos mismos, en definitiva. En ese caso, cuidado con hacerlos esperar. El tiempo de “ellos” sí merece ser respetado.
Porque otro rasgo de la cuestión es el de las jerarquías. Este neo impuntual globalizado aplica su rigor siguiendo una meticulosa escala de jerarquías que acata como si fueran los diez mandamientos. O la ley del gallinero, para ser más popular.
Se hace esperar al subalterno, o al que se visualiza como tal, o al que se pretende desjerarquizar. Suena horrible, pero así es.
Imagino a un docente entrando a clase veinte minutos después del horario establecido. No puedo imaginarlo demorando si fuera citado por el Ministro de Educación.
Imagino a un abogado haciendo esperar en su estudio a un pobre diablo que quiere consultar por su jubilación, pero parado con diez minutos de antelación frente al despacho de un Juez que lo recibiera para discutir alguna causa.
También a un Diputado al que le resulta imposible respetar el tiempo de alguien que a través de su voto le delegó la potestad de representarlo, esperando pacientemente sentado que el Gobernador de su provincia abra un encuentro.
Resultaría importante poder visualizar los mensajes que se reciben a través de las impuntualidades y obrar en consecuencia.
Ser capaces de desnaturalizarlos. De dejar de ver como “lógico” tener que esperar horas para ser recibidos por alguien. O para que comience una disertación. O para cantar el feliz cumpleaños.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

POR FAVOR, DESGENERARNOS

EL CONCEPTO DE GÉNERO, TAN ÚTIL PARA ACOMPAÑARNOS EN EL DESARROLLO DE LAS TEORÍAS FEMINISTAS NOS FUE COOPTADO. ROBADO, Y USADO COMO ESTANDARTE POR INTERESES QUE NO SON NUESTROS. NO SON INTERESES DE LAS MUJERES.
SIMONE DE BEAUVOIR NOS DIJO A TODAS “NO SE NACE MUJER. LLEGA UNA A SERLO”. DE AHÍ ARANCÓ ESTE CONCEPTO TAN ÚTIL PARA EXPLICARNOS Y HACER SENTIR NUESTRA SUBORDINACIÓN NO COMO HECHO NATURAL DERIVADO DE NUESTROS CARACTERES BIOLÓGICOS, SINO COMO CONSTRUCCIÓN SOCIAL. POR TANTO POLÍTICA E IDEOLÓGICA.
JOAN SCOTT PARE EL TÉRMINO “GÉNERO”, Y EL CONCEPTO YA ESTABA BAUTIZADO. NOS SIRVIÓ MUCHO, MUCHÍSIMO PARA FACILITAR LA TOMA DE CONCIENCIA.
PERO TANTO PATRIARCADO COMO CAPITALISMO LE ENCONTRARON –CAPACIDAD LES SOBRA A SUS CULTORES – UNA VUELTA QUE LES PERMITIÓ DESPOLITIZAR EL TÉRMINO. TAMBIÉN POR ENDE, VACIARLO DE SENTIDO EN ALGUNOS CASOS. DESVIARLO DE SU DIRECCIONALIDAD CONCEPTUAL DE ORIGEN EN OTROS.
YA SEÑALÉ EN OTROS ARTÍCULOS LO SOSPECHOSO QUE NOS RESULTÓ A MUCHAS QUE FUERA ACEPTADO, INCORPORADO Y REPRESENTADO EN TODAS LAS ESFERAS DE LA VIDA SOCIAL CON TANTA CELERIDAD. ALGO OLÍA A PODRIDO EN DINAMARCA…
LA UNLP SALIÓ A CONMEMORAR EL DÍA INTERNACIONAL POR LA ELIMINACIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER CON UNA CAMPAÑA EN LA QUE SE MOSTRABA A DOS CÉLEBRES JUGADORES DE FÚTBOL LUCIENDO REMERAS CON LA INSCRIPCIÓN “PEGALE A LA PELOTA”.
ME INDIGNÉ. MUCHA GENTE Y MUCHAS ORGANIZACIONES TAMBIÉN. DE HECHO LA CAMPAÑA FUE VELOZMENTE SUPRIMIDA Y DESAPARECIÓ LA GIGANTOGRAFÍA QUE DECORABA NUESTRA CASA DE “ALTOS ESTUDIOS”.
MUERTO EL PERRO…NO SE HABLÓ MÁS DEL TEMA. QUEDÓ AHÍ. MUCHOS PLATENSES NO LLEGARON A VERLO.
NO QUIERO QUE EL TEMA QUEDÉ AHÍ NOMÁS. QUIERO QUE LO USEMOS PARA REFLEXIONAR, SI PODEMOS HACERNOS UN TIEMPITO.
LA CAMPAÑA FUE PENSADA POR LA CONSEJERÍA PARA LA PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA.
ENTONCES, PIENSO, ¿NO ESTUVO BIEN PENSADA? SUBRAYO QUE NACIÓ DE UNA DEPENDENCIA AD-HOC QUE SE ENCARGA DE VIOLENCIA “DE GÉNERO”. NO DE VIOLENCIA “CONTRA LAS MUJERES”.
EL CONCEPTO DE GÉNERO NO SE REFIERE A NOSOTRAS ESPECÍFICAMENTE. CUBRE A TODAS LAS PERSONAS. AUNQUE TRATAN DE HACERLA REEMPLAZAR A LA PALABRA “MUJERES” O A “FEMINISMO”, SABEMOS QUE ES IMPOSIBLE QUE LO HAGA. COMO TAMBIÉN SABEMOS QUE NO DEBERÍA USARSE COMO CATEGORÍA BINARIA PARA REEMPLAZAR “SEXO”, QUE AÚN PONE NERVIOSO A LOS PODERES.
VOLVIENDO AL TEMA PLANTEADO LA CAMPAÑA TIENE UNA IMPRONTA DE “GÉNERO”, QUE ASÍ COMO SE LO INTERPRETA HOY, DARÍA COMO RESULTADO QUE ESTÁ BIEN PENSADA Y QUE ES SENCILLAMENTE GENIAL.
POR UN LADO, LA CATEGORÍA “GÉNERO” YA COOPTADA PERMITE ENCERRAR LAS LUCHAS FEMINISTAS EN COMPARTIMIENTOS ESTANCO, QUE GARANTIZAN QUE JAMÁS SE ABORDE LA SUBORDINACIÓN DE LAS MUJERES COMO PROBLEMA ESTRUCTURAL. HAY QUIENES HACEN SALUD Y GÉNERO, EDUCACIÓN Y GÉNERO, VIOLENCIA DE GÉNERO, TRATA, PROSTITUCIÓN –ASÍ, COMO SI FUERAN TEMAS DISTINTOS, DEPORTE Y GÉNERO, COMUNICACIÓN Y GÉNERO, SEXISMO EN EL LENGUAJE… INFINIDAD DE TEMAS SEPARADITOS, ACOMODADOS CADA UNO EN UN ESTANTE QUE GARANTICE SU INOCUIDAD Y LAS ENORMES GANANCIAS PARA MILES DE TÉCNICOS DE GÉNERO QUE COBRAN DEL ESTADO, LAS ONGS Y LAS EMPRESAS LAS GANANCIAS QUE DEVIENEN DE APROPIARSE LUCHAS. UNA MARAVILLA.
ESTA CAMPAÑA ME REMITE AL ESTANTE “VIOLENCIA”. QUE AL SER “DE GÉNERO” EN VEZ DE “CONTRA LAS MUJERES” PERMITE ELEGIR COMO DESTINATARIOS DEL ESFUERZO TRANSFORMADOR QUE LA MOTIVA A LOS VARONES. SI TENEMOS COMO NORTE “HACER GÉNERO” HAY QUE ACEPTARLO COMO OPCIÓN VÁLIDA. SIGO: LOS CULTORES DEL “GÉNERO” NO NECESARIAMENTE LUCHAN CONTRA LA SUBORDINACIÓN DE LAS MUJERES NI CONTRA EL SISTEMA PATRIARCAL. LA MAYORÍA DE LOS QUE PUEDEN HACER PÚBLICA SU “MILITANCIA DE GÉNERO” SE LIMITAN A HACER LISTADOS DE DIFERENCIAS ENTRE LOS SEXOS Y A PENSAR EN PARCHECITOS PARA QUE NO SE NOTEN. ESTOS LISTADOS, ADEMÁS, TERMINAN NATURALIZANDO LO FEMENINO Y LO MASCULINO. POR ENDE, LEGITIMANDO LA DESIGUALDAD. SI NO ME CREEN, ESCUCHEN A LA SICÓLOGA CHILENA QUE DISERTA ACERCA DE “GÉNERO” POR NUESTRA LATINOAMÉRICA, RELATANDO DE MODO PRETENDIDAMENTE GRACIOSO LOS PADECIMIENTOS Y LA REALIDAD DE LAS MUJERES Y SUGIRIENDO SALIDAS DE LA ANGUSTIA INDIVIDUALES, Y ENCIMA CONDUCTISTAS. NOS PROPONE ALGO ASÍ COMO QUE NOSOTRAS SOMOS COMO SOMOS, Y ELLOS SON COMO SON. Y QUE POR LO TANTO MEJOR NO SUFRIR. PARA MAÑANA, ESCRIBAN 1000 VECES: NO SUFRIRÉ MÁS.
YA LA CAMPAÑA DIJIMOS ELIGIÓ UN TARGET POSIBLE DE ENTRE LOS GÉNEROS: LOS VARONES. Y AGARRANDO UNO DE ESOS LISTADOS AD-HOC CONFECCIONADOS POR LOS EXPERTOS, SOSTIENEN SIN PUDOR QUE TODOS LOS VARONES TIENEN PULSIÓN POR PEGAR. DEBEN PEGAR SIEMPRE A ALGO. ESE ALGO, SIGUEN CONSULTANDO LISTADOS DE ESTEREOTIPOS, PUEDE SER UNA MUJER COSIFICADA POR UN SISTEMA QUE, SEGÚN VIMOS, LA CATEGORÍA DE GÉNERO NO NECESARIAMENTE INTERPELA. PODRÍAN HABER AGREGADO QUE EN REALIDAD ES MEJOR PEGARLE A UNA PELOTA PORQUE NO PUEDE DENUNCIARTE.
BROMAS APARTE, ESTA ATROZ CAMPAÑA ES DEFENDIBLE POR ALGUIEN AVESADO EN ESTUDIOS DE GÉNERO.
Y YO NO CREO QUE SE PUEDA SUBVERIR EL ORDEN PATRIARCAL MEDIANTE LUCHAS PUNTUALES Y AISLADAS. MENOS SI NACEN DE LAS MAYORÍAS QUE HOY SE DEDICAN A LA PERSPECTIVA DE GÉNERO.
MUJERES: MEJOR, DESGENERÉMONOS.

jueves, 25 de noviembre de 2010

25 de Noviembre

En 1999 Naciones Unidas resuelve que el 25 de noviembre se conmemore el “Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer”.
Mediante esta resolución los países miembro se comprometen a bla, bla, bla…
Los actos alusivos proliferan. Me resulta divertido observar en algunos abocados a su organización la más absoluta falta de idea del porqué de la fecha.
De las hermanas Mirabal, ni noticias. Enorme acto de violencia por invisibilización que tiene lugar año tras año.
Y ahí empiezo a reconocer las raíces de mi malestar crónico ante estas fechas.
En ellas se hace un recorte prolijo de lo que es “la violencia” contra “la mujer”: se hablará de “la mujer víctima de violencia familiar”. Todos evitaremos ponernos incómodos al asumir que vivimos en una sociedad patriarcal en la que a cada minuto estamos expuestas a todo tipo de violencias.
Los mismos encuentros para conmemorar la fecha constituyen muchas veces un enorme encadenado de actos violentos para con nosotras. Podemos encontrarnos con que nuestras voces son reemplazadas por voces de varones que gozan de mayor jerarquía. O con la instauración de la idea de que “la mujer” es víctima. Pasiva. O culpable por no abandonar esa condición.
“La violencia” contra nuestro sexo encapsulada en monstruos aislados que la sociedad trata de hacer pasar por locos: no son locos. Son varones que saben que serlos les da privilegios.
Pero la cosa así planteada nos coloca, como decía, a muchos en un lugar muy cómodo. Los varones con poder para hacer algo no son interpelados en tanto “no golpeen a sus mujeres”.
Las mujeres poniendo en otras la humillación, la impotencia, la falta de recursos de todo tipo: materiales, simbólicos, afectivos. Esto de lo que se habla los 25 de noviembre no me pasa a mí, les pasa a otras.
Sé que es duro verlo, la negación nos protege de sentirnos muy mal. Pero lo que se niega está igual inscrito en todas nosotras. Por qué no intentar decirlo.
Voy a empezar por decir yo misma las violencias que vengo padeciendo desde antes de nacer. Sé que otras mujeres unirán sus voces a la mía.
Debo decir que aunque no luzca moretones he sido duramente golpeada porque:
Debí tratar de ser callada. De no contestar mal.
Debí aprender a sentarme cruzando las piernas.
Debí aprender a jugar con juguetes diferentes a los de mi hermano.
Debí posponer inquietudes en clase cuando un compañero varón planteaba las suyas.
Debí ajustar mi cuerpo al gusto impuesto.
Debí arriesgar mi vida abortando en la clandestinidad, como si fuera una delincuente.
Debí tratar de no hacer enojar, de no molestar, o de hacerles la vida más grata a los varones que me rodean.
Debí incorporar la idea de que estaba en el mundo para ser agradable.
Debí, sin éxito, ocultar mis formas bajo ropas enormes a fin de poder laburar en paz, libre de varones acosadores.
Debí soportar chistes sexistas o charlas injuriosas acerca de mis compañeras de trabajo para no constituirme en la piedra de la discordia por salir a defenderlas.
Debí presenciar los asensos y recategorizaciones de muchos compañeros de trabajo con iguales méritos que los míos, pero cuyo merecimiento se priorizaba porque eran “padres de familia”.
Debí estudiar mucho, trabajar mucho, y ni aún así…
Debí soportar las postergaciones argumentadas siempre desde la esfera privada, como si el solo hecho de ser mujer hiciera imposible recibir explicaciones provenientes de la esfera pública.
Debo digerir flores y bombones para el “Día de la Mujer”.
Debo asumir el no poder encontrarme con muchas cuando leo historia.
Debo estar expuesta y rodeada por una publicidad y una televisión sexistas en las que nos muestran –me muestran- como si fuera un adorno.
Debo callarme cuando veo que a una niña o a una joven sus padres la someten a trato sexista, porque esgrimen que no estoy habilitada para ello por no tener una hija mujer. Olvidan que soy mujer.
Debo escuchar –todavía- que hay varones que matan por pasión.
Debo acostumbrarme a que no hay estadística específica y acabada sobre nuestra situación en ningún área de estudio: ni salud, ni educación, ni trabajo, ni distribución del ingreso, ni riqueza, ni…
Debo seguir adaptándome. Ahora a la categoría de “género” así, a secas. Aislada de todo posible análisis, o cruce con otras categorías como etnia, clase, discapacidad…
Debo seguir descomponiéndome al ver como bastardean nuestros reclamos.
Debo ver pocas mujeres representándonos y aceptarlo como natural.
Debo también comprender que –de esas pocas que me representan- la mayoría considere que soy una exagerada. Que las mujeres “hemos mejorado mucho nuestra situación”. Y sí, ahora por lo menos quemarnos en la hoguera está mal visto.
Debo también presenciar como usan nuestras luchas y nuestra movilización para fines que, aunque compartamos, no son los nuestros.
Debo terminar de asumir que a pocos les importa lo que pienso/siento.
Lo que pensamos/sentimos. Todas. Las que nos animamos a hacer una lista de las violencias que nos atraviesan y las que acaso aún no pueden.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Alerta mujeres. La historia continúa.

Lamentablemente no todas las voces gozamos de igualdad de oportunidades al momento de expresarnos. Hace sólo una semana, en un ensayo quise alertar a las mujeres ante un rebrote de misoginia. Un recrudecer que no sucede “de casualidad”, no es ingenuo ni inesperado.
Si en algo coincidimos la inmensa mayoría de las feministas es en nuestra lucha contra todos los sistemas de dominación: el capitalismo en su versión salvaje actual en lo político-económico, y en el precedente patriarcado en lo político-cultural.
Las que tratamos de teorizar acerca de la situación real de las mujeres en el mundo y los posibles cambios hacia la igualdad sabemos que inexorablemente debemos dar pelea contra ambos sistemas.
La realidad argentina nos pone, en este caso sí “de casualidad” ante una situación de ataque a dos frentes. El modelo económico instaurado por Néstor Kirchner y profundizado por la Presidenta Cristina Fernández – que dista de ser un modelo de extrema izquierda, pero sí a todas luces intenta achicar las brechas sociales, molesta a los poderes de larga injerencia en la escena nacional.
Coincido con los que opinan que la molestia deviene más de cuestiones simbólicas que de políticas económicas concretas que los perjudiquen: “el campo” gana como nunca y no hay señales de querer llevar adelante la reforma agraria; la iglesia se debe fumar la posibilidad de que las divergencias sexuales se visibilicen pero sigue siendo sostenida económicamente por el Estado; las fuerzas armadas deben soportar que se juzgue a los miembros que cometieron delitos o que se descuelguen los cuadros de aquellos que asaltaron el poder ejecutivo en algún momento de la historia, pero pueden marchar entre los demás ciudadanos siendo respetados en una fiesta popular.
Los empresarios están percibiendo pingues ganancias merced a políticas que no paran de aumentar el consumo interno, aunque pese a ello, se muestran siempre “preocupados” por la reorganización de los sindicatos o por las protestas sociales que tratan de poner coto a su proverbial avaricia.
No es poca cosa para transformar un país que lleva más de treinta años de neoliberalismo a rajatabla, y de renuncia a la independencia económica, a la soberanía política y a la justicia social.
Y yo hablaba de un “ataque a dos frentes” porque todo este cambio viene a encarnarse en lo que los poderes hegemónicos consideran “otro”. El cambio quedó encarnado en una mujer. Demasiado para que se nos presente así, todo junto. Los “enemigos” que focaliza el poder son, entonces, este Neo- Keynesianismo y las mujeres, ya que apuntan al corazón del capitalismo y al patriarcado respectivamente.
El stablishment, entonces, elige una vocera. Mujer. Que no hace mucho presagiaba que a la Presidenta la presionarían para intentar torcer el rumbo económico mediante el tratamiento de la Ley de Presupuesto 2011.
Para cumplir con lo anunciado, la Diputada Carrió monta lo que hoy resulta una obvia operación política para impedir su tratamiento. Curiosamente, todas las personas que selecciona como actores de reparto, son mujeres. Patéticas mujeres que operan tanto para desprestigiar la política y lo político - tal como necesita imperiosamente el ejército de reserva neoliberal - como en desprestigiar a nuestro sexo – que está peligrosamente bien visto a través del accionar público de nuestra Presidenta.
Carrió, ayudada por otra obediente inescrupulosa como Patricia Bullrich, seleccionan como actrices de reparto invitadas a dos impresentables: Cynthia Hotton y Elsa Álvarez. Dos personas que no pueden sostener sus denuncias más que con un lamentable “me sentí perturbada” que refuerza el estereotipo de género que nos ubica a las mujeres en el lugar de “emocionalmente inestables”. Dos zonzas que hablan de sus sentimientos “me sentí presionada” en un ámbito público en el que se transformarán en el hazmerreír de toda una sociedad. La oposición, al darse cuenta de la poca habilidad de estas dos mujeres para esgrimir una postura, o sostener lo que habían denunciado, debe recurrir a sentar a Álvarez al lado de la perversa Silvana Giudici para que conteste en forma un poco más consistente a los periodistas. No se puede hacer hablar a Chirolita si no está Chascan a mano.
Muy lamentable.
Como actriz invitada de “mala” eligen a la Diputada Patricia Fadel – a la sazón otra mujer – a quien por suerte le sobran recursos y experiencia política para desautorizar por completo lo esgrimido por Hotton.
Ya a estas alturas, también quiero reivindicar el accionar político de otras dos congéneres: las Diputadas Laura Alonso y Margarita Stolbizer quienes dieron cátedra de cómo se trabaja en el Congreso Nacional. Explicaron con paciencia y contundencia que dialogar no es sinónimo de transar. Y que no se puede siendo Legislador Nacional denunciar irresponsablemente porque a “una le parece”, porque “sintió”, o estuvo “ perturbada”.
La vergonzosa operación puesta en escena cierra con un cuadro de pugilato que también viene como anillo al dedo para el poder: mujer, y esposa de sindicalista demonizado. Cierra por todos lados. Debo reconocer la habilidad y poca hombría de bien (perdón, no existe el femenino del concepto) de la Carrió y la Bullrich: saben con exactitud a quién poner a hacer cada cosa.
La trompada cierra la idea que se trató de construir: el ámbito de discusión política es un mamarracho, un conventillo donde se “chusmea” sin sustento. Las mujeres somos desequilibradas, muchas veces por sobre todo “esposas de”, capaces de poner a los varones en situación de víctimas de violencia física a la que ellos – pobres – no pueden responder.
Un gran asco. En lo personal un día para sentir vergüenza ajena, y también puestas en riesgo mis públicas luchas por reivindicar la política y la participación de las mujeres.
Sigamos en alerta, porque no se trata de un hecho aislado. Pocos días hace que el monopolio mediático difundió los dichos de Hilda González de Duhalde después de “romper el silencio del duelo”. Poco hay para analizar de su discurso, en realidad hubiera resultado mejor prolongar ese silencio impuesto por su propio bien. Deja clarísimo esta mujer que tiene una absoluta incapacidad a la hora de leer la realidad. Pero “el poder” deja claro que ahora que el destino de la patria está en manos de una mujer, sus voceros no se piensan exponer a la situación de debatir con alguien a quien no consideran par. Mandan a “sus mujeres”. Ellas se prestan, y pasan papelones.
Por fortuna atravesamos un momento en el que estas movidas son interpretadas por un pueblo que está alerta y despabilado.
Estemos despabiladas nosotras, las mujeres también, para comprender que estas operaciones no van sólo en contra del modelo económico. También vienen por nosotras.

martes, 16 de noviembre de 2010

La inseguridad bien entendida empieza por casa.

Al menos, para las mujeres.



Parte importante de las dirigencias entienden que la inseguridad es un tema prioritario en nuestro país. De poco sirve que un Ministro de la Corte como Zaffaroni declare en forma contundente que lo que se define discursivamente a diario como “inseguridad” no constituye la principal causa de muerte en nuestro país. Recurriendo a la estadística de Naciones Unidas, expone que – en orden de importancia cuantitativa – las causas de muerte violenta serían por estas tierras los accidentes de tránsito, los suicidios y los homicidios entre conocidos. Bastante más abajo en esta lista aparecen las muertes por robo u otra situación de las que se agrupan bajo el término “inseguridad”.
Según esta estadística, somos el tercer país con mayor seguridad del mundo.
Sabemos que este dato se invisibiliza por cuestiones políticas. Por la necesidad de criminalizar la pobreza con el fin de restablecer las políticas neoliberales que justamente dejaron fuera del sistema a tantas miles de personas.
Pero hay otra cuestión política que opera como soporte del hablar del tema en el modo en que se hace: la necesidad de también invisibilizar las muertes que causa la violencia machista.
Seguramente esta violencia machista que empieza con la incorporación de roles estereotipados para cada sexo tiene algún grado importante de incidencia en los accidentes de tránsito - primera causa de muerte violenta en nuestro país. Pero en este caso no me detendré en el análisis de los posibles porqués.
Si quiero detenerme en la tercera causa de las que puntualiza la ONU. En los homicidios “entre conocidos” van encubiertos los femicidios. La muestra más brutal de que, para el patriarcado, no sólo los cuerpos de las mujeres pertenecen a otros. También sus vidas.
Ayer un canal de noticias pasaba las policiales del día. Las noticias eran tres: una niña secuestrada por un abusador que la había contactado via facebook; una mujer de 22 años abusada por su padre durante diez años y con cinco hijos producto del abuso; y una mujer argentina asesinada en España por su marido. Quedé frente al televisor esperando que al finalizar la exposición del horror se hiciera algún tipo de reflexión seria acerca del obvio y evidente punto en común entre las tres informaciones. Tres mujeres protagonistas. Tres víctimas de la violencia machista.
De más está decir que mi paciente espera fue inútil. Prosiguió un informe meteorológico.
Me quedé pensando qué es lo que se protege evitando prolijamente hablar de esto como corresponde. Por qué hablar de esto como corresponde resulta subversivo.
La respuesta es simple. Cualquier análisis serio incluye derrumbar mitos. De los fundantes. Está tácitamente acordado que el “lugar seguro” en cualquier sociedad es el remanso del hogar. Claramente, no para las mujeres. Si se quisiera hacer una guía para conducirse en forma segura para las nosotras, habría que indicarnos con precisión en qué momento el hogar pasa a ser el lugar más inseguro. Y decirlo no es “políticamente correcto”.
Habría que reconocer que el imaginario sobre lo “impulsivo” de la sexualidad masculina que inculcamos a los varones desde niños les provoca una sensación de poder y poca resistencia a la frustración ante el “no” que los lleva muchas veces a disponer de nuestros cuerpos, de nuestra potencialidad reproductora, de nuestras vidas en última instancia de manera autoritaria. También resulta incorrecto decirlo, en una sociedad que aún sostiene que debemos estar siempre listas para complacerlos. Para que el hogar sí sea un remanso, para ellos…
Parece mentira que a estas alturas ningún dirigente, ninguna dirigente, pongan en el centro de la agenda seria e integralmente el tema mujeres. Será que perciben que los resultados se verían a largo plazo, y nos hemos acostumbrado a plantear agenda en base a las urgencias. Será que incluyendo alguna “política de género” consideran que la cosa ya está resuelta.
Una pena.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Alerta mujeres: rebrote de la misoginia.


Los sesudos análisis a que dio lugar la muerte del ex –presidente Néstor Kirchner son parte del legado que nos deja a quienes nos interesa bucear en las profundidades de lo discursivo. Aparecen saltos semánticos, metáforas, desplazamientos, negaciones, rasgos que es relevante estudiar en muchos casos. En los casos en que las opiniones están expresadas desde una posición analítica digna. Es decir, si quien las manifiesta parte de una postura ideológica consistente y respetable aunque antagónica.
Los otros casos, los que nos muestran a una oposición desarticulada simplemente por la desaparición física de su razón de ser, también plantean múltiples interrogantes desde lo discursivo como soporte material de sus expectativas. Las aparentemente desconcertantes loas a la situación económica del país por parte de quienes hasta hace poco sostenían que el panorama era catastrófico dejan claro con contundente crudeza que, en realidad, lo que les resultaba catastrófico era simbólico, no concreto.
La coherencia ideológica, y la postura ética de quienes hoy opinamos quedan también al desnudo. Silencios, palabras, gestos muestran quien es quien. Dirigentes que hablan de “capitalizar” la empatía popular por el duelo confiesan, sin saberlo, que ellos serían capaces de cosa semejante. Del mismo modo que, al reconocer que su dolor es el mismo que sentirían ante la muerte de cualquiera nos grita a los que debemos decodificar el mensaje que, para ese dirigente, Kirchner era “como cualquier otro ciudadano”. Increíble pero real… Si hasta Federico Pinedo se manifestó sorprendido por la magnitud de su figura vista a través de las condolencias y reconoció tener que repensar el punto. O Felipe Solá, en reunión con los disidentes.
De lo que se puede leer o ver en los medios surge que no hay demasiado asunto puntual que atacar, hecho que cubren con un simulacro de “respeto por el duelo”. Macanas lo del respeto, veamos por qué.
Al principio fue el pseudo-respetuoso “Kirchner no se cuidó”. Análisis que dejaban entrever una cierta irresponsabilidad de su parte al, sabiendo de su estado de salud, no haberse retirado a plantar begonias en el jardín. El argumento era tan poco sostenible ante una mayoría que claramente entiende qué es la pasión y cuál es el peso de una causa que después de algunos paneles armados para que opinen médicos y analistas políticos fue rápidamente descartado.
Y se vino la “segunda ola”. La misógina. La que surge sólo del hecho de que la Primera Mandataria no sea Primer Mandatario. De que sea mujer. Con eso, para varios sectores reaccionarios, ya hay bastante.
Dentro de esa ola hay vertientes. Una inmensa mayoría de los que la “surfean” elige la siempre efectiva idea de hacernos pasar a todas por locas, desequilibradas. En este grupo tenemos varias congéneres que se ve que no se plantean poder ser medidas con la vara que ellas usan. El podio de esta postura es para la rionegrina Alicia Miller que – además de usar la metáfora de la mesa a la que le faltan dos patas en alusión a la viudez de Cristina para beneplácito de los que suponen que las mujeres somos el “complemento” de los varones- desliza que puede ser cierto que la Presidenta sea “bipolar” como se dijo durante su campaña electoral. No me explayo más sobre el particular porque de las definiciones de bipolaridad que circulan por ahí deduzco que todos la padecemos.
Otro que se mete de psicoanalista idóneo es Fontevecchia. En dos artículos diferentes, para colmo. Uno de ellos es una monografía de secundaria acerca de cómo se elabora un duelo. Según él, hay una sola manera posible. Se ve que le agarró un ataque igualitario mal entendido: todos/as reaccionamos igual. Necesitamos superar algunas cuestiones del mismo modo. De haber sido su contemporáneo, podría haberle simplificado las cosas a Freud explicándole sus teorías. El duelo, según este Señor/Dogma, es dolor. En Cristina, siempre según él, enojo. La conclusión a la que arriba es obvia: será que “algo le funciona mal” a nuestra Presidenta.
Por si la barbaridad que enuncia no bastara, trata de que temamos por la capacidad de Cristina –recordemos que hasta bien entrada la década del ´60 para el Código Civil éramos incapaces todas las mujeres. Escribe, muy suelto de cuerpo, que “la pasión pasiviza el pensamiento”.
Cierro esta vertiente con lo que expone la Diputada Carrió, que se esfuerza en hacer una lectura psicoanalítica-católica del modo en que la Presidenta está atravesando su etapa de duelo. Habla de un tiempo y proceso “normal” de duelo que a su entender Cristina no respetó. Y, fiel a su estilo, cierra con un esbozo de amenaza: sostiene que lo va a pagar.
Otra modalidad de ataque sexista siempre disfrazada de piadosa, es la de hacerla ver como débil, viuda, sola. Sin dudas sexista: jamás se aludió a Perón como “el viudo de Evita”. O a Rosas como el de Encarnación Ezcurra.
De estas aguas anduvo abrevando Nelson Castro quien sostiene que ella necesita del respaldo de Scioli, a la vez que sostiene que “no va a poder levantar el teléfono y hablar con los intendentes como Néstor”. Sí, de locos…
Un tal Roberto García apela también a esto de la soledad-debilidad diciendo que hay grupos de centroizquierda que pretenden desarrollar una cúpula para rodearla. Siempre hay rastreros dispuestos a hacerle entorno a los políticos. Pero si son varones parece no generar tanto miedo. “Debilidad, tu nombre es mujer” decía Hamlet. Y García le cree.
Grondona también. La menciona como “la viuda de Kirchner”. Y Morales Solá derrapa por los mismos senderos: sostiene que su manera de hablar “dura y agresiva” la aprendió de Kirchner. Su maestro. También alude a su soledad al definirla como una mujer sin amigas ni agenda social propia. Siempre dedicada ella a su esposo e hijos. Pero para que nadie pueda valorarla por lo dicho, agrega “y a la mezquina política”.
La última modalidad de pegar-sin-que-se-note con la misoginia como arma la expresa Alfredo Leuco. Elige el viejo mito que equipara a la mujer con la madre. Nos cuenta una novela familiar que sabrá Dios de qué fuente le llegó, según la que Florencia Kirchner le habría pedido sollozante a su madre que lo deje todo por la familia. Y concluye que una mujer que ya llegó hasta dónde quiso, podría dejarse de jorobar y encerrarse a lavar los platos. Si así no lo hiciera…
Quisiera terminar con la ideología sexista-gorila-ilustrada, como el pequeño Larousse. Podio para -no puedo decirle congénere- Beatriz Sarlo, quien sostiene que Cristina es “una princesa peronista que hizo leyes cuando fue senadora, ama la escena internacional y lee algunos libros”. Luego aclara que “ahora tendrá que hacerlo en el tiempo libre que le dejen Moyano o Cariglino”. Alucinante la definición de la intelectual lectora de Cenicienta. Usa los términos “princesa” y “peronista” juntitos para que resulten chocantes, tal vez porque considera –y siempre se le nota mucho- que el peronismo no tiene nada de aristocrático. Y se ve que eso a ella le da asquito.
Doña: el peronismo no tiene princesitas. Tiene compañeras militantes. Que sí saben mucho, entre otras cosas, de legislar. Y, si leer “más” que “algún” libro reviste alguna virtud, debo decir que Ud., a quien tanto admiré de joven, es hoy prueba fiel de lo contrario. Se ha puesto ofensiva, arbitraria y antipopular.
Considero humildemente que todos los argentinos veremos durante el año que resta para las elecciones, caerse todos estos presagios sexistas. Que tendremos la posibilidad de presenciar como en manos de una mujer pueden unirse el ejercicio del liderazgo, la gestión presidencial y la conducción política del movimiento popular más significativo que haya surgido en nuestra patria.
Tranquilos. Las mujeres podemos caminar y masticar chicle.

martes, 2 de noviembre de 2010

Detrás de cada gran mujer, un gran hombre que abre el espacio.

“Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer” nos dice la “sabiduría” popular, con esos refranes con los que nos taladran desde pequeñas. Con los que nos programan para que veamos como lógico o natural aquello que no lo es.
En lo personal, me da mucha rabia pensar que la humanidad se habría visto privada de disfrutar del brillante desempeño en la cosa pública de miles de mujeres que pudieron acceder sólo porque tuvieron el apoyo de algún hombre con poder que, conociendo las capacidades de ellas, consideraron importante habilitarlas para actuar.
De todos modos, y así las cosas, con la realidad como única verdad, debo decir que valoro inmensamente el coraje de estos hombres que se atreven a apoyarnos y dejarnos crecer en lo público. Son valientes, se exponen mucho. Arriesgan demasiado en un mundo patriarcal.
Lula da Silva deja su mandato en Brasil con un nivel de popularidad sin precedentes. Pese a ello, Dilma Rousseff no ganó en primera vuelta. Cortamos clavos hasta último momento apelando a la sabiduría del pueblo hermano para que pudiera ver en ella a la continuidad de un proyecto transformador. Por suerte, los pueblos son sabios y no es tan fácil torcerles la voluntad.
Los medios monopólicos de Brasil la mencionaron como ex – guerrillera, le preguntaron al aire si era lesbiana, la acusaron de haber abandonado a sus hijos. La forzaron a declararse públicamente en contra del aborto, a calificar al gobierno cubano de lamentable, a definirse como alguien que va a tejer consensos. La imagino cruzando los dedos por debajo del atril al hacer ese tipo de declaraciones tan caras a su ideología, tan repetidamente exigidas básicamente a las mujeres. Siempre expuestas a muchas más pruebas que los varones para acreditar capacidad.
Lula la acompañó siempre, buscando un perfil que no la opacara. Tenaz en la lealtad a su compañera que ve como capaz de continuar con lo que emprendió. No cabe duda de la enorme solvencia para desempeñar el cargo que tiene Dilma Rousseff, en otro caso una mujer no llega. Pero tampoco cabe duda de la justicia que hizo Lula al postularla, sabiendo que todo sería más difícil.
Sin dudas, otro gran hombre que se bancó apoyar a una gran mujer fue Néstor Kirchner. Miles de cosas se pueden decir - se han dicho – acerca de su modo de hacer política. A mí, como mujer, me conmueve su también tenaz apoyo a la participación y la gestión de Cristina Fernández. A veces me pregunto si gran parte del odio que generó en algunos sectores conservadores no se debió en algún punto a la visión de las mujeres que expresó al moverse como lo hizo. Al apoyarla como candidata primero, al pasar a estar detrás después. Al nombrarla como “compañera”, no como “esposa”. Al hacer pública su admiración. Al no responder jamás una pregunta que debiera ser respondida por ella en su carácter de Presidenta.
Estas grandes, enormes mujeres, están sobre exigidas.
Emocionada, Rousseff declara en conferencia de prensa a poco de ser electa que se trata de la misión más importante de su vida. También que espera honrar a su predecesor. No recuerdo haber escuchado ninguna de esas frases en boca de un varón electo. A lo sumo, manifiestan querer honrar la memoria de algún prócer. Es más, en general a poco de asumir destrozan la figura que los antecedió y los cargan con todos los males de la patria. Leales mujeres. Honestas mujeres…
Cristina Fernández, en su sincero y conmovedor discurso por cadena nacional después de la desaparición física de Kirchner, también expresa su deseo de estar a la altura de las circunstancias y honrar al ex – presidente.
Las dos reconocen esto de que les deben mucho simplemente porque las dejaron hacer.
Pero las dos deben saber también que brillan con luz propia. Que honran a nuestro sexo y a nuestros pueblos. Y que les sobra tela, militancia y capacidad para estar a la altura de los tiempos y a la altura de los mandatos de esos dos locos lindos que apostaron a mostrar – no sólo a decir – que las mujeres somos iguales.

jueves, 28 de octubre de 2010

Abrazo con mi alma a la Mujer, Compañera y Presidenta Cristina Fernández.

Delia Añón Suárez

martes, 26 de octubre de 2010

Encontradas.

Mujeres y filosofía política.

Muy poca es la difusión que se les da a los Encuentros de Mujeres. Son anuales, se producen desde hace ya veinticinco años. Son bien federales: año a año se realizan en diferentes ciudades. Este año le tocó a Paraná.
Son abiertos y plurales: concurren obreras, profesionales, políticas. Mujeres de pueblos originarios, lesbianas, travestis, trans. Trabajadoras rurales, mujeres de diferentes movimientos sociales de todo el país. Mujeres que pertenecen a ONGs. Mujeres que profesan diferentes religiones. Mujeres que representan instituciones como la Iglesia.
Treinta mil este año, gritando por nuestra igualdad de derechos en un sistema al que todavía le cuesta aceptar que somos pares. Consignas claras, reproducidas sólo por medios de difusión locales.
Teniendo en cuenta la historia de los encuentros, sus características y su poder de convocatoria; tal vez sean la expresión más contundente que existe en nuestra patria de que se pueden realizar encuentros políticos bien diferentes. Autoconvocados, autofinanciados, horizontales. Encuentros que, al romper con la lógica de la asamblea en la que “se vota y se gana por mayoría”, desarticulan el poder de los aparatos. Allí todas somos iguales. Todas valemos lo mismo. Todas tenemos la misma voz, con el mismo peso.
Más de ciento ochenta talleres en este encuentro, en los que se discuten estrategias a desarrollar durante todo el año en los puntos más diversos del país con respecto al tema que en ellos se debate. Las conclusiones de cada uno son multiplicadas en todo el territorio por las mujeres asistentes.
Muchas mujeres grandes. Muchísimas jóvenes. Música, color y alegría que se mezclan con firmeza y convicción ideológica.
Mujeres que nos acompañan de otros países de América Latina para decir no a los golpes de estado. No a la militarización de los pueblos. No a las guerras. No al uso indiscriminado de nuestro suelo. No a todo tipo de discriminación, no sólo por sexo. No al hambre, si a la distribución solidaria de la riqueza.
Mujeres que queremos recuperar la autoestima para nuestro sexo, la soberanía sobre nuestros cuerpos.
Temas que cubren todo el espectro social. El público y el privado, fieles a nuestras ideas. Debates que van desde cómo impartir educación sexual hasta qué estrategias desplegar para recuperar una fábrica para los trabajadores.
Discusiones teóricas del feminismo transformadas en pautas de trabajo, muestra concreta de su vigencia en tanto filosofía política y movimiento social. El feminismo se nutre tanto de lo académico como de lo que surge como producto de su militancia.
Cada mujer que asiste relata que por el solo hecho de participar, sale transformada. Conmovida, inquieta. Ya no es la misma, ya no somos las mismas.
Sin dudas, en todo lo enunciado está la clave de su silenciamiento. Sin dudas, esta manera de encontrarnos y esta manera de estar en el mundo resultan amenazadoras para los métodos de construcción política hegemónicos.
Pero, también sin dudas, sabemos que nuestros encuentros son el ejemplo a seguir para todo aquel que se proponga seriamente hacer del mundo un lugar mejor.

miércoles, 20 de octubre de 2010

No te va a doler.

Se acerca, gigante ante los ojos de una niña y un niño, hermanos ellos, una enfermera enarbolando una jeringa. El “no te va a doler” de rigor va para los dos sexos por igual. Pero a poco de invadidas las dos pequeñas corporeidades por el pinchazo aflora la diferencia.
“¡Qué guapo/valiente sos!”, recibe el niño de recompensa.
Y un “¿Viste que no era para tanto? Escucha la niña, perpleja, esperando tal vez alguna mención a su coraje manifiesto.
Coraje o heroísmo-hembra, nunca reconocidos suficientemente.
Porque en esto del sometimiento al dolor, larga es nuestra trayectoria. Tan larga como alevoso el hacer “como que no existe”. Como también alevosa la exageración y ridiculización de nuestros dolores, por ejemplo menstruales. O los producidos por la constipación.
Por un lado, la corpo médica insiste en hacernos sentir taradas por sentir dolores imposibles de ser padecidos. Hagan vuestra propia encuesta acerca de las mamografías y colposcopías, y verán que en ambos estudios el personal sanitario a cargo suele mirarnos como si estuviéramos desquiciadas ante la menor manifestación de dolor.
La frase célebre en el caso de la colposcopía es “esto no te puede doler de ningún modo”. Y está pronunciada desde las alturas de la ciencia ante una mujer desvalida, semidesnuda y abierta de piernas que en ese preciso instante se siente marciana –por estar viviendo algo que ningún humano puede- y fundamentalmente floja y zonza.
A veces optamos por hacernos las machas, y los costos físicos y anímicos del actuar como heroicas nos abandonan con suerte un par de días después del hecho.
En cambio, un varón que se digna a visitar a un proctólogo a fin de revisar su próstata es héroe nacional. Valentía digna de mencionar. Cuanta bravura, seguridad en sí mismo demuestra con el solo hecho de ir a hacerse los controles que todos deberían…
Salen relatando la humillación del momento recurriendo a algún chiste procaz sobre la situación, que de paso deje su hombría intacta. El saldo es, además de la mencionada valentía, la exaltación de su maravilloso sentido del humor.
Humor del que las mujeres carecemos, según parece. O que se altera naturalmente merced a la alquimia hormonal.
Y es que nos han hecho fama de quejosas, con lo que cualquier dolor que se nos ocurra manifestar quedará minimizado.
El único dolor que se nos asigna y reconoce como serio es el más abstracto “dolor de madre”. Ahí sí estamos autorizadas a sentirlo en forma desmedida o desopilante, aunque también ese dolor quedará opacado si alguna vez “un padre” se anima a asumirlo públicamente. El dolor de ese padre será medido por las implacables varas de nuestra cultura patriarcal como realmente importante.
Y es que ya resulta heroico en sí mismo un varón que se atreve a expresar lo que siente. Mucho más si lo hace público.
Así, el “no te va a doler”, o el peor “no te puede doler” circulan como música de fondo durante nuestras femeninas vidas fluyendo entre las esferas pública y privada con notable consenso.
Parece ser que también están claramente delimitados los dolores que tenemos permitidos y los que no. Cuales nos dan prestigio social – los del parto, los del puerperio- y cuales no nos lo dan. El de cabeza post-ingesta de alcohol en demasía no es apropiado para una dama. La resaca no es nuestra.
Nosotras, disciplinaditas, terminamos respondiendo a la expresión “¡Qué cara! ¿Te duele algo?” con un seco y tajante “Me está por venir”.
Aunque ya seamos menopáusicas. Porque, sabemos, ese dolor está en la lista de los permitidos.

martes, 12 de octubre de 2010

La violencia tiene cara de mujer…

La misoginia, de varón.


Gerardo Morales aparece como el vocero de esta neo inquisición encargada de establecer ante la sociedad las caras del mal. La vieja estrategia de encarnar en un enemigo todos los males que nos aquejan, cosa que ayuda a polarizar y a poner en otro, en este caso, toda “la violencia”. Extrañísimo que se visualice en nuestros pagos “la violencia” como algo tan lejano de los dictadores y tan cercano al pueblo.
Extrañísimo porque queda depositada toda la “violencia del gobierno que se manifiesta en crispación” en dos mujeres: Milagro Sala y Hebe de Bonafini.
La una, lideresa popular que pare nuestra pacha mama ante el retroceso inmundo de lo político en la década neoliberal. Luchadora cooperativista, gestora de las necesidades de los pueblos más olvidados por el poder central. Mujer que nace a la vida política cuando todavía algunos zánganos creen que los problemas nacen de que “lo político se mezcle” con lo cotidiano. Se “meta” en el medio.
Dios es argentino, pero vive en Buenos Aires…
Ella, más carnal, es Jujeña. Y trabaja desde ahí por los de ahí. No “atiende en Capital” como otros representantes de su provincia. El refrán que dice “Cocodrilo que se duerme, es cartera” últimamente me parece que alude a la dirigencia que no entendió que los reclamos que caceroleban y piqueteaban en 2000-2001 no terminaron. Siguen vivos en un germen de democracia asambleísta que los que creen que el título de político es otorgado por linaje aún siguen sin comprender. Allá ellos con su ignorancia para aprehender los procesos sociales.
La otra, madre de dos muertos por la dictadura, jamás instó a la anarquía. Siempre esperó a que la Justicia y las Instituciones de la Democracia actuaran. Años de espera caminando, mientras además abría una Universidad Popular, construía casas, apoyaba movimientos sociales, y daba amor. Amor, apoyo y templanza para seguir en la lucha a muchos que tenemos menos motivos que ella para bajar los brazos…
Sin embargo, hoy me quieren hacer creer que ellas dos son “la cara violenta del gobierno”.
Antes de entrar en la lectura de género en sí, quiero decir algo que me viene a la mente justo en vísperas del 12 de octubre: crecí creyendo, a través de la literatura y la pintura de la historia oficial, que era práctica habitual que los “indios” raptaran y violaran mujeres blancas. Años me llevó deconstruir ese discurso. Ver como, perversamente, se invertía la carga: unas pocas mujeres blancas víctimas de esa práctica instaladas propagandísticamente, sirvieron para ocultar la realidad. Para ocultar que cientos de miles de mujeres originarias habían sido sometidas a eso mismo que el conquistador y sus voceros demonizaban. A ver: presentan a la víctima como victimario. Al sojuzgado como sojuzgante.
Raro paralelismo el que acabo de puntualizar con el hecho de señalar a estas dos mujeres como “la cara” de la violencia. Las dos son, más vale, víctimas de violencia. De Estado, Social…
Y víctimas dos mujeres.
Lo que se puede leer de las declaraciones de Don Morales además de su gorilismo a prueba de Historia, ya desde la perspectiva de género, es su inocultable misoginia.
Por un lado, tiene incorporados en sus estereotipos de que corresponde a cada sexo, un esencialismo sociológico que lo lleva a ver en cada mujer individual a “la mujer”. Así de clarito lo deja. Las dos mujeres mencionadas son “la cara violenta”. Todos los fuegos, el fuego. No entiendo que simplificación absurda puede llevarlo a ver en estas dos mujeres una unidad de posición social, experiencia de vida, realidad concreta, fisonomía. A simple vista, sólo las une la lucha. Diferentes caras, en todo caso, de una misma lucha. O de una lucha que hoy por hoy coincide.
Tal vez, inconscientemente, trate de instalar la idea de que “todas las mujeres” somos “la mujer”. Tal vez eso sea útil a su deseo de señalar a nuestro sexo –como durante la inquisición- como el poseedor de todos los atributos malignos que hay sobre esta tierra.
Tal vez esto le sirva para instar a la sociedad a quemarnos en la hoguera.

martes, 5 de octubre de 2010

Los cuerpos expropiados.

Una fecha de la agenda de las mujeres y la muerte de una joven actriz hicieron de la semana pasada un listado de consideraciones del patriarcado acerca de nuestros cuerpos. Los de las mujeres.
Evidentemente la necesidad de control de nuestros cuerpos por parte de los sistemas de dominación sigue indiscutiblemente vigente merced a la colaboración que brindan las tecnócratas de “género” insertas ya desde hace años en los diferentes estamentos del poder. Mujeres que muchas veces colaboran en acallar nuestros reclamos en pos de obtener los ansiados consensos que tan buena prensa tienen por estos días.
Pese a esto, hubo voces autorizadas a favor, como la de la Jueza Argibay Molina poniendo en jaque a las posturas dominantes. También algunas legisladoras intentaron reivindicar el derecho de las mujeres a decidir. Pero fueron voces minoritarias.
La mayoría de las expresiones que se difundieron ampliamente son las de las gentes cuyas conciencias objetan. Hasta se llegó a escuchar en reiteradas ocasiones que una mujer que esté embarazada y no lo desee, puede seguir adelante con el embarazo y luego dar al niño en adopción. Argumentos que nos dejan mudas. Mudas al comprender que, según ese criterio, no sólo nuestros cuerpos no nos pertenecen sino que están vacíos tanto de espíritu como de aparato psíquico.
De nuevo proliferaron las exhortaciones a impartir educación sexual. Otra hipocresía: que la haya ya es ley, y cuesta implementarla debido a las operaciones de los mismos sectores reaccionarios que la exigen. Por otra parte, cuando la hay las mujeres muchas veces no pueden aplicarla sobre sus cuerpos porque no les pertenecen. Somos cuerpos para los otros. Para que opinen, legislen y decidan los otros.
También alrededor de nuestros cuerpos cruzados y colonizados por mandatos circularon los discursos –lo dicho y lo que se omitió decir- acerca de la muerte de la joven actriz “que era madre” acotaban los medios. Es decir, su vida valía un poco más que la de cualquier otra mujer que no lo fuera.
Hija de ricos, famosos y poderosos. Su cuerpo no podía ser cualquier cuerpo: tenía que estar a la altura de los requerimientos para su sexo y su clase. Tenía que ser flaca.
La prensa nos bombardeó con reportajes a médicos que trabajan con el tema anorexia. Nos inundaron de recomendaciones acerca de cómo detectarla precozmente, y de cómo una autoestima sana salvaría a millones de mujeres en el mundo de esta situación.
Sin embargo se siguió reemplazando la expresión “hacer dieta” por “comer sano”. Y se evitó prolijamente discutir la cuestión de fondo, que es la permanente difusión de estereotipos corporales para las mujeres que poco tienen que ver con estar saludables.
Así pasamos la semana: yendo de la cama al living. Debatiendo si somos o no dueñas de nuestros cuerpos. ¡Al menos ya no se debate si tenemos alma o no!
Y evitando tratar de ponerle un freno a nuestra cosificación y adoctrinamiento en esto de ser cuerpos-para-otros.

martes, 28 de septiembre de 2010

28 de Septiembre

Día de lucha por la despenalización del aborto.



La consigna, muy apropiada para los tiempos que corren en los que por fin podemos poner el tema en debate, es expresar qué cambia con el aborto legal.

El aborto legal cambia mucho las cosas en algunos aspectos. En otros sabemos que una ley, por sí misma, no impacta demasiado en los comportamientos sociales. Al menos en el corto plazo.

Pero antes de responder en forma concreta a la consigna planteada, quiero expresar que la “bandera” a favor de la despenalización del aborto no nos resulta a muchas feministas tan fácil de alzar como, por ejemplo, la de reclamo de igualdad salarial con los varones. No es tan sencilla de enarbolar porque al hacerlo queremos siempre respetar la experiencia de vida de cada mujer, sus deseos, sus sentimientos.

También porque, sobre todo las que somos más grandes, hemos asistido a proyectos colonialistas de control de la natalidad –para nosotras de control de nuestros cuerpos y subjetividades- que venían financiados por organismos internacionales con visiones Malthusianas e incluían la despenalización del aborto con el único fin de intentar controlar las tazas de natalidad en nuestros países, los periféricos.

Por estas razones fundamentalmente, es que digo que no es una “bandera” que nos quede cómoda, sobre todo en una sociedad formateada en el Boca-River. Siempre la pregunta rápida, para top de noticias es ¿Estás a favor o en contra?
Y yo dudo de esas simplificaciones extremas, reduccionistas.

Aún así, y pese a la sensación de vértigo que me produce en lo personal responder a las preguntas así planteadas, me declaro pública e indudablemente a favor.

Con matices, obvio. Como nos pasó frente al debate de Ley de Matrimonio Igualitario. Una puede plantearse muchas disquisiciones, pero siempre teniendo claro con quiénes quiere estar. O, más claramente, al lado de quiénes NO quiere estar. O no podría nunca estar.

La despenalización del aborto cambia mucho el estado de cosas: expande derechos y ciudadanía. Iguala. Podemos políticamente estar a favor o en contra de tener más derechos dentro de este sistema liberal; pero sin oponernos a expandir sus alcances en tanto otras realidades no se subsanen.
Dicho más claro: de aborto clandestino mueren las mujeres pobres. Esa sola razón basta para despenalizar su práctica existente y extendida.

Porque estoy harta de escuchar que “Bueno, en realidad hay que impartir educación sexual antes, no llegar a la situación”. Quienes así lo ven me indignan, porque invisibilizan la situación de vulnerabilidad de TODAS las mujeres al momento de tomar la decisión de cuidarnos.

Otra cosa que va a cambiar mucho con la legalidad va a ser la situación de las mujeres que lo practiquemos: por fin podremos decidir sobre nuestras vidas sin sentirnos delincuentes que se deben esconder. De estar sometidas a los malos tratos de quienes lo realizan en la clandestinidad. Ahora, el maltrato y la violencia del personal de salud que nos asista podrá denunciarse.

Y las cosas que la ley sola, rapidito, no podrá cambiar son varias de nuestras otras banderas como feministas. Siempre iremos por más, hasta lograr alcanzar nuestra utopía de se consideradas iguales.

Utopía que nos lleva a luchar por no se tratadas como objetos; contra las violencias que –entre otras cosas- nos pueden llevar a esos embarazos no deseados; contra la feminización de la pobreza; contra la precarización laboral; por nuestro derecho a tener una vida sexual que nos plazca sin temores; por una verdadera igualdad de oportunidades en nuestras vidas de laburantes o estudiantes… En fin, por todos esos anhelos que miles de veces interrumpe un embarazo.

Por eso, francamente a favor.

Educación sexual para decidir,
Anticonceptivos gratis para no abortar,
Aborto legal para no morir.

martes, 21 de septiembre de 2010

Causas de las mujeres.

También esquizofrenia.

El sábado pasado, hojeando el diario, me detuve en un ensayo buenísimo del Profesor José Luis de Diego. El título “Política y esquizofrenia” no decía mucho acerca de cómo se desarrollaría la idea. A decir verdad, tampoco decía mucho acerca de la idea en sí. Podía esperarse que se centrara en un análisis de los discursos políticos circulantes, y es que en verdad a veces resultan esquizofrénicos. O en los discursos que producen los políticos, que ni hablar.
Pero no. Se detuvo en lo esquizo de toda una sociedad que muchas veces va de una punta a la opuesta en sus argumentos sin dejarnos mucha capacidad de reacción, ahogada por sus propias contradicciones. Comparto esa visión que la discursividad de los políticos y de la política no nace de un repollo.
Lo menciona a Roberto Arlt por “haber advertido esa curiosa lógica de funcionamiento de la sociedad argentina” en Los siete locos. Obra en la que “nadie hace lo que dice, nadie dice lo que hace”.
Quedé pensando mucho en los ejemplos del texto y en otros tantos, que venían a mí en borbotones. En, por ejemplo, comerciantes que compran y venden en negro para evadir mientras reclaman a los gritos más seguridad –en primer término- luego más salud, más educación…
Pero lo que más me asombró es el visualizar esta lógica de funcionamiento exacta para todas las causas “de las mujeres” que toman estado público. Y por ende dan que hablar.
A decir verdad, poco duró el asombro, ya que los temas en cuestión pertenecen a la esfera política aunque se empecinen en aludirlos como “personales” o “privados”. Dios los libre de dejar de dividir en esferas claramente delimitadas…
Pensaba en el “horror” que causa a la sociedad admitir que hay personas que practican la pedofilia. Seres a los que tranquiliza considerar “monstruos” o “enfermos”, con tal de no hacerse cargo de lo que nos toca. Y lo que nos toca es mirar un programa en el que baila una niña y se le pide “que haga más perreo”. O que compremos para esa misma niña ropa de una marca que en su gráfica publicitaria la muestra con tacos y collares. O que permitamos que la fotografíe un señor que le pide una mirada a la cámara “que lo provoque”.
También vivo en una sociedad que caracteriza a los femicidios como otro horror, pero que devoraba el teleteatro en el que Arnaldo André cacheteaba a Luisa Kuliok. O compra la revista de los que pertenecen, aunque exhiba a una ensangrentada mujer víctima de la violencia de su pareja. O pregunta ante la muerte de otra mujer a manos de su marido si ella le era fiel. O si lo esperaba con la mesa puesta y los chicos tranquilos.
En una sociedad que nos reclama inquietudes, actitud emprendedora, desarrollo pleno de nuestras capacidades, belleza incólume al paso de los años; pero nos achaca despiadadamente si los pisos no brillan, los niños no rinden, el “varón de la casa” se ve obligado a desempeñarse en el ámbito doméstico. Y no me digan que ya no es así. Porque me crispa la esquizofrenia. Y a más de una feminista incluso es capaz de sostener que su nuera “al nene no lo atiende”.
La misma sociedad que admite que seamos mayoría en los claustros universitarios. Que admite que egresemos con mejores promedios que los varones. Pero que cuando elige profesionales, en general los prefiere vestidos de celeste. Al rosa se lo sigue viendo cursi…
Sociedad con crucifijos en los juzgados que suelen determinar la parcialidad de la justicia para resolver el aborto en los casos en que no es punible. Pero con clínicas privadas que los practican a precio alto, muy alto para esos mismos sectores que cuelgan crucifijos.
También vino a título el bombardeo de relatos que nos muestran con una sociedad “avanzada en igualdad” por haber votado a una mujer para Presidenta, pero machista y misógina hasta llegar a la falta de respeto a la hora de juzgarla.
Sociedad que repudia la trata de mujeres y niñas para que ejerzan la prostitución, mientras consume prostitución literalmente o a través de sus múltiples “colectoras”: concurso para buscarle novia a un millonario, publicidad en los medios de mayor alcance.
Queda claro que en lo que respecta a nuestra agenda en tanto mujeres, también la brecha entre lo que se dice, se piensa y se hace se agranda.
Recapacitar con más frecuencia tal vez nos ayude a no caer en el abismo.

martes, 14 de septiembre de 2010

De mujeres y sindicatos.

A veces me pregunto cómo reaccionaría una sociedad que se ha comprometido a cumplir con la Declaración de los Derechos del Niño si a alguna central obrera se le ocurriera sindicalizar a los niños y niñas que trabajan. En casi todos los casos en condiciones infrahumanas.
Si contestaran, ante alguna objeción a su proyecto, que se trata de una realidad de hecho y que hay que garantizar ciertas cuestiones hasta tanto no haya un cambio social que erradique el problema.
Si permanecieran mudos, sin saber qué responder, cuando se les requiriera información acerca de las acciones concretas que llevarían adelante para contribuir al cambio social.
Si pudieran visualizar en profundidad el problema aludido. Si tuvieran en claro la responsabilidad de cada actor social implicado.
Si mostraran a través del discurso su intención de no poner en cuestión a alguno de estos actores.
Si nos diéramos cuenta que están lejos, muy lejos, de cuestionar el modelo político-económico que opera de soporte del problema.
Si nos ofrecieran como argumento que brindarían algún tipo de asistencia a los niños y niñas que trabajan, pero esa asistencia estuviera ya cubierta por estamentos del estado. O, peor, fuera dirigida a optimizar su rendimiento laboral.
Si se hicieran oír las voces de esos niños y niñas sosteniendo que trabajan por propia voluntad, cosa que es probable que muchos asintieran. Porque saben que de ello depende parte del sostén de sus seres queridos, cuando no de todos.
Si sacaran del eje de debate el tema “derechos del niño” para intentar convencernos de que, en realidad, muchos otros grupos etarios trabajan.

Pues bien. Vivimos en un país cuya sociedad ha suscripto la Declaración de Beijing y Plataforma para la Acción, documento producido en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, en 1995.
La Convención de las Naciones Unidas sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), también la hemos suscripto tras arduos debates.
Ambos documentos coinciden en señalar a la trata, el tráfico de mujeres y niñas y la prostitución como prácticas incompatibles con la igualdad de derechos y con el respeto y la dignidad de las mujeres, aunque el Protocolo que surge de la CEDAW contemple la figura de la “prostitución voluntaria”. El sentido de la incorporación de esa figura lo veremos más adelante.
En nuestro país la prostitución, en efecto, existe. Y es una práctica de sometimiento y humillación para las mujeres que la ejercen de las más antiguas de la humanidad.
Comparto, pero no me resigno a que por antigua sea naturalizada e inamovible. Creo que su erradicación vendrá tras mucho tiempo de luchar por la reconstrucción de los discursos culturales que sostienen su vigencia.
Habrá que empezar a hablar seriamente de esto, nombrando cada uno de los que actúan en el tema. Los clientes –prostituyentes- incluidos siempre en cualquier análisis que se haga del problema. Su responsabilidad, su necesidad de tener relaciones sexuales basadas en el abuso y la disparidad de poder. Su rol protagónico en esto de seguir “consumiendo” mujeres perpetuando la desigualdad. Hay que dejar de proteger a los clientes para proceder a interpelarlos. Son mayoritariamente varones y pagan, comparto. Eso no los exculpa ante los que pensamos que las personas no somos mercancía.
Y sí, aunque difícil, en este punto se podría hacer visible para la sociedad la correlación existente entre la “moral” capitalista y la prostituyente. Se podría cuestionar al Dios Mercado que se autorregula mediante la ley de oferta y demanda. Se podría también poner en duda el “favor” que hacen los consumidores al sistema. Evidenciar que no siempre que se consume se está haciendo un bien a la humanidad. A veces, exactamente lo contrario.
No considero relevante en lo más mínimo que a las mujeres en situación de prostitución se las asista por medios diferentes a los que el estado utiliza para atender a todas las personas que tienen una condición de vulnerabilidad social. Creo que tanto los distintos planes sociales como la asistencia de salud pueden hacerse utilizando las mismas redes que para el resto de la población. Excepto que mediante esa asistencia se las intente estigmatizar. O que se utilice esta estrategia en salud para, por ejemplo, optimizar la prevención de problemas sanitarios en el resto de la sociedad. Claro, controlar su estado de salud para que no propaguen enfermedades al resto de la población. Sobre todo a sus clientes que, siguiendo la lógica de que son “empleadores” merecen cuidados especiales.
Si no fuera esta la concepción del tema, que alguien aclare el por qué de las especialidades médicas que se ofrecen en estos centros ad-hoc: ginecología, infectología, pediatría, medicina general. La última, si detecta alguna disfunción en alguna parte del cuerpo de la mujer en situación de prostitución que no sea inherente a su “profesión”, la deriva para su atención a un centro sanitario común. La misma enumeración de los “servicios” que se ofrecen desnuda lo vil del planteo.
Tampoco me parece desviar el centro del problema –el eje patriarcado/capitalismo- aduciendo que hay también varones en situación de prostitución. No hay estadística pero no creo que haga falta que la haya para percibir el problema como básicamente de mujeres. Si se tratara de un problema de varones la solución hubiera empezado a gestarse hace un par de siglos.
Menos aún acepto que exista una prostitución forzada y otra voluntaria. Si bien el protocolo de la CEDAW, por ejemplo, toma esta figura de la “voluntaria”, sin dudas lo hace para proteger a las mujeres de los países que suscriben la Convención y se encuentran en situación de prostitución de las acciones que cada país miembro pueda llevar adelante para cumplir con el mandato de erradicación que exige. Sin dudas un principio irrenunciable es el de defender a las mujeres en esa situación, aplicando estrategias que tengan como foco de acción a los demás actores involucrados. No revictimizarlas. Pero de ahí a sostener con liviandad que alguien puede elegir libremente ser humillada hay un largo camino.
Tan largo como el que debemos recorrer como sociedad para decidir si llamamos a la prostitución “trabajo”. A las prostitutas “trabajadoras/contribuyentes”. A los clientes sólo “clientes”. Y a los dirigentes del sector “defensores de derechos”.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Mi mamá me ama.

Naturalmente.


No decían “mi papá me ama”. Era mamá la que lo hacía, de rodete y batón, mientras cocinaba, cosía o tejía.
Papá, en cambio, siempre sentado en un sillón cómodo, a modo de premio por su diario trabajo. De acuerdo con el grado de antigüedad de los libros de lectura, leyendo o mirando ya tele.
Las mamás no se cansan, están dotadas por la naturaleza de ese instinto que las hace dar todo por amor a su cría. Sería algo así como el “agrandá tu combo” de la biología: un útero viene acompañado de instinto maternal. Así de simple.
En cambio, el amor paternal se construye, dicen, desde el contacto con ese otro que es el hijo. Se construye, es más racional. Así de complejo.
La sociedad se conmueve ante el dolor público de un padre: es que es extraño. El dolor se asocia más fácilmente con la maternidad. Hay dolor de madre, angustia de madre, desvelos de madre, intuición de madre. Recuerdo a la mía propia recitando


Tu tienes una pena y me la ocultas,
¿no sabes que la madre más sencilla
puede leer el alma de sus hijos
como tu lees la cartilla?

Así de todopoderoso ese amor natural.
La joven embarazada víctima de una salidera bancaria en la que sufrió disparos permaneció internada en grave estado. Durante ese tiempo, el bebé que había nacido por una cesárea prematuro, falleció. Según los dichos de su hermano, ella sabía cuál había sido el desenlace. Se lo dijo su instinto maternal. Y el instinto fue título de varias noticias.
La fuerza de madre, otro lugar común jamás puesto en cuestión, la ejerce por estos días la mamá de Gustavo Cerati. Y su fuerza también recibe la recompensa de otros varios titulares.
Estos son sólo dos ejemplos que la realidad nos mostró en los últimos días acerca de cómo esta naturalización del vínculo madre-hijo funciona como fundante del patriarcado. Con varias consecuencias claramente visibles para nosotras las mujeres.
Que “naturalmente” debido a nuestro “instinto” postergamos deseos personales.
Que, también naturalmente, debemos sufrir sin que nada se haga para mitigar nuestros dolores.
Que debemos en nombre de ese instinto luchar hasta que nuestros hijos se transformen en “personas de bien” para una sociedad que no se hace cargo en lo más mínimo de socializar la carga de la reproducción.
La dictadura nos culpabilizaba a las madres con la pregunta ¿Ud. sabe dónde están sus hijos en este momento?
Algunos docentes nos recriminan el bajo rendimiento escolar de nuestros hijos.
Los agentes de salud nos intiman a hacernos cargo obsesivamente de los esquemas de vacunación de la prole.
Los publicistas nos recomiendan cientos de productos cuyo consumo nos garantizará que crezcan sanos y en buenas condiciones de higiene.
¿No será suficiente para que estemos “naturalmente” agotadas?

martes, 31 de agosto de 2010

Había una vez…

Allanamientos a burdeles.

Son las siete de la tarde. Irrumpen en un prostíbulo gentes del poder judicial. Acompañados por la policía y grupos multidisciplinarios preparados ad-hoc para contener a las mujeres víctimas. No todos van por lo mismo, esperan lo mismo, sienten lo mismo. No todos visualizan la situación de la misma manera. Clarísimo.
Mujeres aterrorizadas. Muchas enmudecidas. Primero se trata de determinar cosas muy importantes para separar los tantos en nuestra nunca bien ponderada cultura patriarcal: quienes son menores y quienes no; quienes están allí brindando consentimiento y quienes son forzadas. Sólo que si la mujer es mayor tendrá ella solita que demostrar si está allí bajo presión. Y además, adjuntar la foto de un dinosaurio que esté vivo al expediente. Siempre así de sencillas las exigencias para con las mujeres.
Los grupos interdisciplinarios presentes tratan de contener a todas las mujeres, y además protegerlas de algún abuso de poder, maltrato o re-victimización por parte de los poderes y fuerzas actuantes.
Aunque extremadamente preparados todos en teoría, ver lo que se ve no ha de ser fácil, menos aún grato. Posible comparar la situación con gente preparada para trabajar rescatando víctimas de un derrumbe: una cosa es un simulacro. La realidad, muy otra.
En una piecita contigua, impacientes, los clientes. Los prostituyentes. Uno se levanta y le pregunta a un policía si la cosa va para largo. Le grita que se tiene que ir a cenar, que lo esperan la esposa y los hijos, que no hay derecho. El señor ciudadano tiene todos los derechos habidos y por haber. Es un “hombre de bien”, portador de un falo que le asigna un plus de ciudadanía.
Muchos saldrán a conmoverse por la situación del “pobre hombre”. Que les da trabajo a algunas mujeres. Trabajo que no encuadra en ninguna definición posible: las que lo ejercen no tienen acceso a ningún derecho de los que gozamos los demás trabajadores. Acá no hay aguinaldo, ni vacaciones pagas, ni horas extra.
Tampoco asignaciones familiares, o la posibilidad de reclamar respeto o denunciar abuso. Es un trabajo que, justamente, pone a las mujeres en situación de ser abusadas. De eso se trata.
Aunque el sindicato que las nuclea aclare que también hay algunos varones que están ejerciendo la prostitución, en un intento por despegar al tema de los reclamos feministas.
Aunque defiendan a los prostituyentes, colocándolos en el sitio preferencial de benefactores.
Aunque declaren no ver relación alguna entre prostitución y trata.
Aunque nieguen que sindicalizar esa práctica es sencillamente vil. Es la tranquilidad ¿moral? de que algo se hace al respecto, y el modo de que tributen y se incorporen a las estadísticas como empleadas.
Aunque los “consumidores” sostengan que no hay nada de malo en sus “hábitos de consumo”.
Simplemente cabe preguntarle a la sociedad a qué llama libertad. A qué llama consentimiento…
Y a los prostiyuyentes pedirles –si no es demasiado- que se imaginen qué sentirían si alguna hija, madre, hermana o pareja eligiera libremente esa “salida laboral”.

martes, 24 de agosto de 2010

La bárbara inquisición.

Mujeres quemadas.

Dentro de poco ya va a quedar instalado que las mujeres no somos capaces de manipular alcohol. Máxime si se nos da por fumar mientras, por ejemplo, utilizamos el noble líquido para quitar un pegote.
Por suerte, parece que últimamente siempre hay algún conviviente –varón – que nos puede rescatar del fuego que por nuestra estupidez causamos. No muy a tiempo, coincido. Solemos llegar a la atención médica con un porcentaje de quemadura que demuestra que poco, o no muy hábil, fue el intento por salvarnos.
O será que no nos damos cuenta a tiempo de que nos estamos quemando vivas. Será que las mujeres creemos que el amor es un fuego abrazador, y esa creencia nos dificulta la percepción de lo que está ocurriendo.
Vaya una a saber…
Vaya una mujer a saber hasta dónde pueden llegar los celos, el menosprecio, la misoginia.
Esta última mujer que murió quemada nunca había denunciado violencia. Lo destacan, tal vez para adjudicarle algún tipo de culpa. Culpable mujer que no denuncia y merece lo peor.
Como también merecen lo peor las que sí denuncian - y que son desoídas con enorme asiduidad- que conviven con un varón violento que no ama a las mujeres.
Palos porque bogas, porque no bogas palos…
Misóginos convivientes. O misóginos no convivientes. O mundo misógino.
Puede que uno de esos, que mató a cuatro mujeres a las que no amaba de un plumazo quede en libertad. Puede que le brinden las garantías constitucionales para recuperarla merced a algún inciso de algún artículo. Puede que coincida con que las garantías son indispensables. Puede que lo único que querría, que me atrevo a pedir, a exigir, es que las mujeres tengamos alguna vez acceso efectivo también al goce de las garantías. Puede que alguna vez podamos por fin sabernos ciudadanas.
Que no se nos tenga en cuenta sólo cuando estamos a punto de dar a luz, de cumplir con la sagrada función reproductora.
El caso de esta última mujer prendida fuego conmueve: nos informan que estaba embarazada. Que se había realizado las primeras pruebas de embarazo ante un atraso. Subrayan el dato porque saben que agrega valor a la vida de una mujer que acaba de perderla.
A veces de quien menos se espera se puede llegar a escuchar algo sincero y coherente, no por eso menos atroz.
“Pimienta” –quien aclara no apodarse “Pimienta”, se disculpa de haber marcado a Carolina aduciendo que al verla de espaldas no percibió que estaba embarazada.
En buen romance, de sus dichos se puede colegir que según su entender –y el de la sociedad en que él vive – el mismo hecho no hubiera sido “tan” terrible si se hubiera tratado de una víctima mujer, no embarazada.
Sin duda, lo más brutalmente honesto que hemos podido escuchar en mucho tiempo, cuando hablamos de mujeres que son víctimas de violencias.

martes, 17 de agosto de 2010

No es lo mismo.

Humildes aportes conceptuales del feminismo.

En un mismo lodo, todo manoseao. El verso de Discépolo no pierde vigencia, y ya empieza a causar ansiedad observar tanta pobreza de análisis. O tanto objetivo político oscuro e inconfesable disfrazado de pobreza analítica. No se sabe, está “en un mismo lodo, todo manoseao”.
La ensalada conceptual cuando remite a reclamos históricos de las mujeres adquiere tintes desopilantes, porque nos vamos acostumbrando cada vez más a exposiciones muy cortas –de 140 caracteres tipo twitter – que no permiten descifrar el andamiaje teórico-político de quienes las emiten. O que hay que estar extremadamente atentos para poder verlo.
El Matrimonio Igualitario es un ejemplo de esta mezcolanza conceptual. Por un lado, la Iglesia no claudica en mostrar la ley y los efectos que traerá consigo como la antesala del Apocalipsis. Ya no recurre al contenido de la ley para su prédica, sino que ataca el material distribuido por el Ministerio de Educación de la Nación sobre educación sexual para sugerir que se “adoctrinará” a niños y niñas en el lesbianismo o la homosexualidad. Una clara sugerencia de que “es lo mismo” educar en el respeto y el conocimiento acerca de la diversidad que formatear multitudes en otro sentido. Inverso, para esta gente. Nada más errado: se está en contra de la heterosexualidad normativa. No de la heterosexualidad, sino de la adopción de modelos únicos ordenadores y prescriptitos. Se entiende… Quienes así se expresan también lo entienden. Pero es más útil a sus fines políticos mezclar conceptos, intentar apabullar y asustar a la sociedad. Son sectores que han crecido mucho merced al manejo del miedo y la culpa.
Apelan entonces a la biología –ciencia denostada por ellos mismos hasta hace poco – para predicar una naturaleza inherente, diferenciada y jerarquizante a “lo femenino” y “lo masculino”. Según esta gente, hay algo “natural” en un autito de juguete que hace que un niño –varón – se sienta atraído a jugar con él. Y mucho de “natural” en la relación de una niña con una cacerolita de lata. Desopilante… No es lo mismo “natural” que “cultural”, obvio. Pero naturalizar también ha traído enorme rédito a los poderes del mundo.
Otra mezcolanza interesante se percibe en la concepción de la ley para penalizar el consumo de prostitución. Esta moda de intentar crear figuras penales para dar respuesta a grandes problemas viene ligada a otras situaciones cotidianas ante las que se exige “mano dura”, pero hay que ser prudente.
Si bien está claro para el feminismo que la incorporación del cliente – prostituyente es indispensable en el análisis de la cuestión de fondo, no queda claro que el miedo que pueda generar la sanción termine con el problema: todos sabemos que cruzar con un semáforo en rojo está penalizado, y no por ello deja de suceder habitualmente. Como se ve, y como en tantos otros temas, se requiere de lograr una convicción social al respecto que a largo plazo destierre ciertas conductas y comportamientos. Es más difícil. Menos efectista. Pero más serio también.
La presentación del proyecto también genera opiniones que confunden, al equiparar situaciones de distinta índole. Por ejemplo, que sería “lo mismo” penalizar a quien consume prostitución que a quien consume drogas. Y no, no es lo mismo. Diría Minguito, “no se igual”.
El consumidor de drogas sólo se daña a sí mismo. Es una persona vulnerable que requiere apoyo y asistencia. Por consumir drogas, no está humillando a nadie, ni ejerciendo violencia y poder sobre nadie, ni apropiándose del cuerpo de nadie Quien consume prostitución sí lo está haciendo. No es lo mismo.
Como tampoco es lo mismo militar activamente por algunas causas que sacar provecho coyuntural de algunos debates que la sociedad instala, nunca las dirigencias. Porque no es lo mismo considerar que las dirigencias crean opinión, que considerar que están para recibirlas, interpretarlas, y cristalizarlas.

martes, 3 de agosto de 2010

A recorrer un largo camino, muchachas.

Ley 26.485

Festejando aún el texto de la Ley y el contenido del Decreto Reglamentario tropiezo con la realidad. Que castiga, ofende, duele.
Pienso en la tarea titánica que nos espera para poder intentar deconstruir lo que está establecido, encarnado y naturalizado en nuestra cultura respecto de lo que somos las mujeres. Pero si nosotras aún no hemos tomado cabal conciencia del lugar que ocupamos… Si todavía muchas mujeres consideran que ya no hay desigualdad…
Cuando nos presentan hechos de violencia contra nuestro sexo siempre se refieren a ellos como hechos aislados, perpetrados por un monstruo o un loco. La RAE define como “loco” al que ha perdido la razón; al de poco juicio, disparatado e imprudente; al que excede lo ordinario o presumible. Y como “monstruo” a lo producido contra el orden regular de la naturaleza; a un ser fantástico que causa espanto; a una persona muy cruel y perversa.
Palabras, palabras que ayudan a construir verdades distorsionadas. Las personas que ejercen violencia contra las mujeres ni exceden lo ordinario, ni consideran su accionar disparatado, ni son seres fantásticos. Son muy reales y concretas y actúan de acuerdo con un guión impuesto desde hace siglos por el patriarcado que habilita permanentemente su accionar. Ahí es donde radica la gran dificultad de la tarea a emprender.
Me pregunto cuántas personas se quedan pensando en la violencia y sus efectos cuando escuchan a la madre de un golpeador justificar a su hijo aduciendo que la nuera no lo esperaba con la comida lista al regresar del trabajo.
Cuando Tinelli, conmovido por las mujeres enfermas de Sida acota que la mayoría se contagió de una única pareja sexual.
Cuando muchas gentes manifiestan estar de acuerdo con que podamos abortar sólo en casos de violación, sin siquiera preguntarse y tratar de redefinir qué es una violación. Poniéndola como algo aislado e infrecuente.
Cuando se nombra a las mujeres en el poder usando adjetivos que siempre remiten a seres que padecen distorsión de la realidad o alteraciones psíquicas.
Cuando tienen micrófono mayoritariamente las que han decidido entregar su vida a ser, por ejemplo, botineras.
Cuando se presenta al tema prostitución como nota de color, y se entrevista y se registra lo que opinan acerca del tema seres que lo banalizan en el mejor de los casos. Que lucran con esta realidad en el peor.
Cuando, sigo con las notas de color, nos muestra la bendita tele la oferta de juguetes para el día del niño y un vendedor aprendiz de sociólogo sostiene que para las niñas tienen miles de Barbies. Para los niños el universo entero. Tecnología incluida, ya que acota que “a los niños les interesa mucho”.
Cuando por defender los derechos de todas, los partidos políticos en los que militamos nos acusan de ser difíciles de encuadrar.
Cuando sucede que nos encontramos rodeadas de varones que hablan de nuestras congéneres de un modo que nos incomoda. O hacen “chistes” ante los que, de no reírnos, seremos acusadas de amargas. Nuevamente, en el mejor de los casos. Porque de tratarse de varones que tienen poder sobre nosotras en un ámbito como el laboral, nuestra actitud tendrá como consecuencia directa la imposibilidad de crecimiento o hasta la separación del cargo.
Cuando se machaca hasta el hartazgo el excelente impacto que tiene en nuestros hijos una lactancia materna prolongada; una marca “hombre a hombre” durante su escolaridad; una persecución enfermiza durante la adolescencia; una actitud estoica y dedicada cuando ellos –a su vez- tengan hijos. Postergaciones infinitas que darán poco espacio para el deseo propio junto con enormes dosis de culpa al ver que estos deseos no se corresponden con el deber ser.
Cuando debemos velar por la salud de todos siguiendo los preceptos de la Biblia publicitaria: el postrecito para que los niños y niñas crezcan bien; el potecito para que al marido-que-hace-cosas-importantes no se le taponen las arterias; el tecito antigripal para el nono que se moja con la lluvia…
Si todo esto no es violencia… ¿la violencia dónde está?
Ahora, a ponerla en evidencia muchachas.

martes, 20 de julio de 2010

Argumentos que se esgrimen, debates que se eluden.

Cabos sueltos que nos dejó el Matrimonio Igualitario.

Una de las argumentaciones en contra de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario a la que recurrió la derecha vernácula fue la no urgencia del tratamiento de la ley. Era importante, no urgente. Eso sostenían muchos que se ve no leyeron a Mafalda, quien en una de sus memorables tiras hacía alusión a lo terrible que resulta en esta vida que lo urgente le robe espacio a lo importante.
Y es que, claramente, la diferencia entre los dos conceptos daría lugar a un debate en sí. En primer término, porque qué es “urgente” y que es “importante” depende de valoraciones de situaciones personales que ningún mortal está en condiciones de imponerle a la sociedad. Quien lo hace está ni más ni menos que intentando imponer su subjetividad al resto de la sociedad.
En segundo término, porque creo que se puede caminar mascando chicle. Es decir, tal vez se pueda caminar hacia la erradicación de la pobreza mientras se amplían los derechos civiles, se discute una ley que regule las explotaciones mineras que rodean los glaciares, y se declara de interés legislativo la “Quinta Jornada del Poroto de Soja”. La actividad política es desgastante justamente porque se trata de esto: de abordar la multiplicidad de lo social.
Debate que se podría ampliar solicitando a los legisladores que trajeron ambos conceptos al ruedo que expongan su propio accionar –en el caso de que ya hubieran ejercido la función pública- respecto de “lo importante”. Pobreza y jubilados es lo que mencionaron, se ve que han hecho un mea culpa respecto de su anterior accionar que sería interesante compartieran con la sociedad.
Otra consecuencia que podría darse después de escuchar lo escuchado sería la realización de un Congreso de la Lengua Española, donde profesores y académicos expliquen por qué “se debe” o “no se debe” decir “Presidenta”. En el marco de esa gloriosa discusión lingüística aún no acabada, se puede convocar a la senadora que dijo que nos gobierna “un imitador de Maquiavelo” a fin de que desarrolle en una conferencia el por qué del uso del masculino siendo hablante de una lengua que tiene terminación para el femenino, absolutamente apropiada para referirse a una mujer en el caso. La conferencia podría titularse “Por que no una imitadora de Maquiavelo”. Las feministas agradecidas, ya que la profusa fundamentación acerca de que el uso de “Presidenta” remite a una estrategia de visibilización de las mujeres en el poder y no a ignorancia de las “reglas” de uso de la lengua, quedó opacada por esta congénere que ¡pudiendo! hablar en femenino y ser “correcta” elude hacerlo.
Otro caballito de batalla fue el de objetar la ley porque garantiza la igualdad de derechos para adoptar a todas las parejas, cuando hay tantas trabas para adoptar por culpa del Estado burocrático.
Ese es un debate que también nos debemos como sociedad. Que expertas como Eva Giberti luchan por instalar para erradicar la simplificación y, sin embargo, sus razones no gozan de la difusión de que sí goza el argumento expuesto.
Sería propio de una sociedad madura hablar con cifras. Que se haga público el número de parejas que están en lista de espera para adoptar. El plazo de espera promedio de estas parejas. El porqué del número tan bajo de bebés en adopción. Los mecanismos “alternativos” que la justicia termina por convalidar: la compra de niños y niñas.
Que se hagan públicas también las explicaciones de las parejas que optan por esas vías: que hablen del amor que los inspira para recurrir a un intermediario que compra un niño a una madre pobre.
Que pongan en palabras que delinquen y se autoconvencen de que lo hacen “obligados” por un Estado que no es veloz. Que alguien que sepa mucho del tema ahonde en los aspectos que el Estado debe garantizar y que los traficantes no tienen necesidad de hacer, simplemente porque están ausentes en el debate. De ellos, al hablar de adopción, no se habla.
También sería de utilidad pública acceder a la cifra de parejas heterosexuales que adoptan por cada una de las dos vías posibles, y tener el mismo dato acerca de las parejas del mismo sexo. Ver en estadística qué camino eligen transitar. No porque considere que hay gente cuya elección sexual la hace “más ética”. Simplemente porque es agradable demoler mitos.

martes, 13 de julio de 2010

Ley de Matrimonio Igualitario.

Por qué tan especial.

Verdaderamente la vida la va convenciendo a una de que las relaciones humanas se forjan con mucha frecuencia por fuera de los carriles institucionalizados. Se va aprendiendo que el inmenso valor de la familia y los lazos no necesariamente está dado por la legitimidad o falta de legitimidad que ellos ostentan.
También el intelectualizar qué es el matrimonio, a qué sistemas de ordenamiento social corresponde, qué intereses preserva te van alejando de la fantasía romántica que encierra.
Una se va convenciendo de que los verdaderos vínculos indestructibles se construyen con gran esfuerzo, mucha entrega y un compromiso que supera ampliamente la fórmula “en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la necesidad”.
Por lo tan someramente expuesto es que desde hace ya tiempo podía parecer inútil tratar de expandir el “área de cobertura” de una institución que no se adecua en lo formal a los cambios que ha ido transitando con el correr de los tiempos.
Las feministas en general no salíamos a reclamar una Ley de Matrimonio Igualitario sencillamente por considerar al matrimonio en sí bastante anacrónico.
De hecho, son muchísimas las parejas que optan por emprender un proyecto de vida en común sin pasar por los requisitos legales ni los de las diferentes religiones.
Pero en el medio surgió este proyecto legislativo. Un proyecto largamente pensado por cientos de miles de personas que eligiendo una opción sexual que difiere de la normativa heterosexual, exigen acceder a los mismos derechos. Y ahí empieza a vislumbrarse por qué hay que salir a apoyar apasionadamente: exigimos para todo tipo de personas que sientan el amor en cualquiera de sus formas el mismo status jurídico. Después, cada quien hará uso o no de un derecho adquirido que nadie está en condiciones de negar.
Y nuestro compromiso de hacer pública nuestra postura ha ido creciendo con el devenir del debate, que empezó a mostrar crudamente la desinformación, la discriminación y los prejuicios que circulan por una sociedad que, tal vez, aún no había puesto el énfasis necesario en exigir la separación de la Iglesia de los intereses del Estado.
El inmenso poder de lobby que queda expuesto ante nosotros resulta sobrecogedor, máxime porque se trata de una institución que no ha sido clara en condenar las atrocidades que apañó desde el medioevo hasta hoy.
Entonces el debate se abre, excede ampliamente los límites del proyecto en sí. Pasa a ser un debate político-ideológico que se instala en el país en un momento sin precedentes en mi memoria en el que se pueden discutir muchas prebendas de muchos sectores con poder que hasta no hace demasiado eran imposibles de interpelar públicamente.
El mismo “plan B” que surge de la Comisión de Legislación General del Senado exhibe toda esta riqueza para el análisis político a la que aludo: se trata de crear una institución diferente para personas diferentes. Una apología de la discriminación, que como brillantemente define una amiga, hoy se disfraza de “tolerancia”.
Nosotras no queremos tolerancia, estamos convencidas de que todo lo humano goza del mismo status, de la misma jerarquía. De que nada de lo que viva o sienta nadie nos es ajeno.
Y exigimos…
A nuestros legisladores que cuando apelen a sus conciencias se encierren a pensar si las tuvieron en cuenta al votar a favor de otras cuestiones…
A los que sí la tuvieron, y hoy con respecto a este tema se les generan conflictos, que nada es compulsivo en un estado de derecho y nadie piensa en obligar a nadie a vivir contra sus principios…
A las Iglesias, que muestren antes de hacer pública su postura respecto de este proyecto, sus posturas con respecto a, por ejemplo, la pedofilia de algunos de sus miembros. O el rol que desempeñaron durante la última dictadura. No pueden seguir predicando desde una altura moral que viene en franco retroceso…
Y a la sociedad entera, que dejemos por un momento ese modelo de debate que nos lleva a vivir cualquier experiencia de profundización de las discusiones como quien asiste a un Boca-River.
También nos exigimos saber disfrutar de esta etapa de debate social comprometiendo nuestro mayor esfuerzo en estar a la altura de las circunstancias.

martes, 29 de junio de 2010

Palabras más, palabras menos…

Eduardo Galeano grande, enorme, confiesa que sólo escribe aquellas palabras que vale la pena sean dichas.
Y lo hace a la perfección. Cada una está donde debe estar, y connota ni más ni menos que lo que él desea que connote.
Es un hombre de muchas palabras, que interpela esa veneración que refleja la frase hecha “es un hombre de pocas palabras” como si se tratara de una virtud. U otra peor: “es hombre de una sola palabra”, que en lo personal me remite más a testarudez junto con pobreza expresiva que a tener convicciones.
También se repite mucho que “a buen entendedor, pocas palabras”, cuando en realidad cuanta mayor elaboración tiene un concepto requiere de más – y bien evaluadas- palabras.
A las mujeres en general se nos niegan. Parece haber consenso en eso de que si estamos calladitas mejor. Las mujeres que hablamos molestamos, por más certeras que sean las palabras que elegimos para explicarnos.
Pienso en las palabras que se eligen cuidadosamente para describirnos a las mujeres que hablamos: está loca, delira, parece una maestrita –en diminutivo-, es violenta, o soberbia, está crispada.
A nosotras se nos juzga por el uso de la palabra y, en ese juicio, se nos califica con otras palabras cargadas. De prejuicios, de intolerancia, de saberes populares nunca cuestionados.
Miraba un video del personaje de Capusotto “Violencia Rivas”. Genial, muy divertido. Pero me quedé pensando por qué esa mujer llena de convicción y valores queda bautizada y definida como la encarnación de la violencia misma. Desnuda realidades injustas en forma apasionada, mientras repiten en sus videos su imagen pateando a sus mascotas. Un perro o un gato –a veces ambos- son revoleados por el aire. Sí, la imagen apoya esa idea de que es una mujer violenta.
No es la dulce imagen de una mujer movilizando a la sociedad en defensa de los animales. De eso, y mientras mantengamos una cierta dulzura “natural” en el tono podemos hablar. Aunque en esa alocución defendamos de la explotación a ¡los caballos de los cartoneros! En vez de a los humanos explotados por el sistema que deben recurrir a ese medio para subsistir. Que extraño uso reciben las palabras como “violencia”…
Las mujeres cuya voz interpela, las que hablan de eso que nosotras no podemos ni nombrar, las que denunciamos, somos reiteradamente invitadas a callar. O a encuadrarnos.
Quedamos como causantes de una discordia que, se interpreta en forma generalizada, está dada por un algo performativo que tiene nuestra palabra: pareciera que al enunciar ciertas ideas en realidad estuviéramos creando situaciones que no existen.
Ese silenciamiento de la palabra de las mujeres viene por el común acompañado por una disciplinadora hiper-difusión de discursos de mujeres cuyas palabras sirven para reforzar el concepto de que “mejor calladitas”. El poder no deja nada librado al azar.
Me gustaría poder escuchar y leer más palabras pensadas por más mujeres, más diversas. No sólo las voces de las muñecas del poder ventrílocuo.
Si no, me conformaría para empezar con que las voces hegemónicas –de varones y mujeres- fueran obligadas a usar las palabras responsablemente por una sociedad despabilada que pondere el peso de cada una de ellas, exigiendo un uso riguroso.
Muchas, muchas personas estamos fastidiadas con esto de tener que consumir palabras cargadas a las que no podemos poner en cuestión públicamente. No hace demasiado escuché decir a un comunicador estrella tres barbaridades seguidas: “el hijo de Moyano –dueño del sindicato de camioneros- se comporta como un indígena, un inadaptado, un energúmeno.” Como era hora del top de noticias, siguió con un comentario acerca del Indec, entidad que según él “Moreno maneja a las trompadas”.
Me quedé sentada, esperando que alguien le exigiera reemplazar la palabra “dueño” por las de “Secretario General”. O que algún otro alguien le exigiera aclarar por qué asocia la palabra “indígena” con las palabras “inadaptado” y “energúmeno”. O algún otro le cuestionara su independencia a la hora de informar sobre el modo en que los funcionarios se desempeñan. O que es él mismo quien “informa a las trompadas”.
O que todos en conjunto le preguntáramos a la conductora de almuerzos por qué usa la palabra en forma extemporánea, cuando su palabra hubiera podido ser de peso en momentos duros.
Y sí, Galeano no se equivoca. Hay palabras que no merecen ser dichas. Y una sociedad que no merece tener que soportarlas.

martes, 22 de junio de 2010

Androcentrismo.

Otro modelo para desarmar.

Me preguntas que quiere decir esa palabra. En realidad, muchos tienen la misma duda pero no se atreven a plantearla. Pero vos sí, con esa adorable impunidad que otorga la adolescencia.
Y es que, a decir verdad, cuesta visualizar un concepto tan arraigado en nuestra cultura. De tan reiterado, de tan hegemónico, quedó naturalizado.
Se me ocurre darte un ejemplo, y te digo que una mujer es “un varón pero con algunas deformidades, pelo más largo y pechos más grandes”. Te morís de risa, y me decís que estás hablando en serio, que no te tome el pelo.
Te pregunto por qué pensás que te tomo el pelo, y me contestás que lo que acabo de decir es burdo, que no es una respuesta seria. Que las ciencias, por ejemplo, no dirían jamás un disparate por el estilo.
Corro en búsqueda del Testut y el Rouviere. Me observas atónita cuando te leo que los ovarios “son como los testículos, están situados primitivamente en la región lumbar”. O que “el clítoris, homólogo del pene del hombre, es un órgano impar y medio, situado en la parte anterior y superior de la vulva”. O que su erección “completamente rudimentaria, aumenta algo estas dimensiones”. Dimensiones que acaba de exponer. La cursiva de “rudimentaria” corre por mi cuenta.
Atónita, reitero, me preguntás a qué apunto, si lo que te acabo de leer “es así”.
En primer término te aclaro que recurrí a la medicina, porque tenía esos libros a mano y porque se trata de una ciencia nada cuestionada: su palabra es palabra santa.
Después, agrego que tu “si es así” responde al androcentrismo en el que nuestra sociedad se ha desarrollado. Que para describir algo se podría empezar desde distintos puntos y, sin embargo, siempre se parte del “varón”- no “hombre” como insisten esos libros, aunque nos hayan querido hacer creer a las mujeres que esa palabra nos incluía.
Te propongo entonces crear el “perrocentrismo” como concepción filosófica para explicar este mundo. Siguiendo esta visión, un pájaro sería un perro pero que no es mamífero. Y que en vez de dos patas delanteras, tiene una “especie de patas”, pero que no son patas sino alas y le permiten volar. Con lo cual, su andar es rudimentario.
Te reís a carcajadas y decís “es cierto, nunca se me había ocurrido”.
Y a mí se me ocurre que si se nos ocurriera con más frecuencia hacernos algunas preguntas, revisar por qué usamos algunas palabras en vez de otras, o por qué definimos las cosas usando siempre un mismo criterio, tal vez nos costaría mucho menos esfuerzo convivir. Aceptar las diferencias simplemente como lo que son, en vez de considerarlas como se hace habitualmente “desviaciones de la norma”.