martes, 27 de abril de 2010

El show prostituyente.


Hasta no hace mucho, la prostitución estaba tapada: todos sabíamos de su existencia pero ni se mencionaba. Ni se discutía. Era “natural”: lo natural es “de Dios” y por lo tanto no está sujeto a interpelaciones.
Cosa parecida sucedía con el travestismo: era algo que pasaba en todas partes pero en ninguna, quedaba acotada su existencia al ámbito de lo privado.

Mucho se hizo para evidenciar y poner en discusión este tipo de situaciones. Para derrumbar mitos y frases hechas para dar cuenta de ellas. Enorme cantidad de personas que dedican su vida a investigar procesos sociales, desde distintas disciplinas, han aportado al debate.

En el tema prostitución, un debate que ha dado lugar a diferentes posturas: la reglamentarista y la abolicionista son las más difundidas como marco teórico en nuestro país.
También lugar a grandes avances. A nadie hoy se le ocurre pensar en la idea de sancionar o penalizar a las mujeres en situación de prostitución. Las penas, para aquellos sectores que creen en sus efectos, siguen recayendo en los proxenetas –visión más tradicional- o en los consumidores, clientes o prostituyentes, en una postura un poco más subversiva.
Otro avance que se puede percibir es la escasa argumentación que pueden dar los que aún hoy sostienen que se trata de un trabajo por el que las mujeres pueden optar con total libertad: les resulta difícil defender lo indefendible, la desigualdad de poder existente entre cliente y prostituta.
Las escalofriantes cifras de mujeres víctimas de redes de trata también obligan a volver permanentemente al tema prostitución: visibilizan en forma contundente la realidad de que, sin consumidores de prostitución, la trata de mujeres con ese fin sencillamente no existiría. Toda una definición política que marca muy claros los pasos a seguir. Un largo camino de deconstrucción de pautas patriarcales que ya se tendría que estar implementando para erradicar también otros flagelos como por ejemplo la violencia de género.

El travestismo por su parte también ha dado lugar a una cantidad de visiones teóricas: la desarticulación de las concepciones binarias de sexo/género abrieron el encuadre teórico que se le puede dar al tema. Algunos sostienen que se trata de un género más; otros creen que, al reconocerse a sí mismas como mujeres su visión es tan dicotómica como la división más conservadora.

Para no excederme más en las producciones teóricas, paso a explicar el porqué de este artículo: el atroz ninguneo que se hace en los medios de comunicación –sobre todo en televisión- de todo lo que se viene planteando como problemático de estas situaciones. Como si estuviéramos en Disneylandia, todas estas cuestiones se banalizan y se presentan a modo de nota de color.
Con un enorme grado de perversión, blanquean y naturalizan estas realidades y las reducen a los estereotipos que convienen al poder.

Con total desparpajo, un conductor estrella invita a la autora de un libro llamado “Hijos de putas” que se presentará en la Feria del libro. La autora, que dice haber investigado el tema prostitución en profundidad, ignora en su relato las situaciones de vulnerabilidad social que impactan en el grupo. Después de escucharla a ella y a la prostituta que lleva para ser observada, los espectadores pueden dormirse con la sensación de que no constituye problema alguno para esos niños el vivir la situación que “les toca”. Los televidentes/prostituyentes pueden quedar tranquilos con sus conciencias, tal vez sintiéndose hasta filántropos por consumir, ya que “esas mujeres”-que siempre son otras, no las de sus entornos- necesitan de su dinero para subsistir.

Y para qué hablar del show montado alrededor del travestismo, si todos lo vemos a diario. La televisión nos muestra personas que eligen esta opción siempre en el rol estereotipado de prostituta. Poca difusión se les da a las que son docentes, cocineras o amas de casa.
Cuando alguna entrevistada debe hablar de la violencia que sobre ellas se ejerce, reacciona como un varón, haciendo alusión a sus atributos biológicos muchas veces: se invisibilizan así todos los debates acerca del valor simbólico de esos atributos. De la diferencia que existe entre tener un pene, o sacar provecho de las ventajas que en nuestra cultura tiene poseer un falo.

Hay que estar alerta: el show puede no tener como único fin el esparcimiento. Las más de las veces tiene una finalidad aleccionadora, o esconde un intento por ridiculizar debates que podrían llegar a producir cambios en lo social.

martes, 20 de abril de 2010

De chefs y cocineras.



Les propongo el ejercicio de desprendernos por unos instantes de las pasiones políticas –o no tan políticas en realidad.

Les propongo que me acompañen por unos instantes a analizar la coyuntura actual desde el lugar de una mujer que lucha por que las mujeres alcancemos la igualdad, y que toma para sí las banderas históricas de los diferentes feminismos.

Y desde este lugar –para nada cómodo- de la doble militancia, trato de despojarme yo también de mi ideología política para hacer un alto y ver que está pasando sólo como mujer.

Es que, en realidad, la vorágine informativa pocas veces nos da el tiempo necesario de digestión de lo que se comunica, la posibilidad de “ordenar” lo que sucede por tema.
Pongo como título en mi cabeza “mujeres”, recopilo datos y me invade un optimismo y una cierta alegría que a veces me hace falta…

Todos sabemos que la mayoría de los hogares monoparentales de nuestro país tienen como jefa a una mujer. Sabemos también del impacto directo de las crisis económicas en la situación de las mujeres que, ante el desempleo de su pareja o lo insuficiente de su salario, salimos a “tapar agujeros”. Y la mayoría de las veces en negro, a modo de changas que desgastan máxime teniendo en cuenta que todo el trabajo doméstico también recae mayoritariamente sobre nosotras.
Primera buena noticia para nosotras, pues: la asignación universal por hijo. Alivio económico importante, motivo para que un 25% más de niños vuelvan a la escuela. Otro alivio para muchas mujeres que de otro modo no lograban la tranquilidad de saberlos en la escuela mientras salen a buscar sustento.

Segunda buena noticia: el Día de la Mujer tomó estado parlamentario un proyecto de ley que nos permitiría obtener la soberanía de nuestros cuerpos. La ley de interrupción voluntaria del embarazo que cuenta ya con el apoyo de muchos legisladores y cuyo debate es inminente. Debate que indudablemente traerá aparejado un mayor compromiso estatal en la prevención de embarazos no deseados mediante el sistema educativo y el de atención primaria de la salud.

Tercera en el podio ubico a la noticia de que Lidia Mondelo, Presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres, informó que para el próximo mes estará terminado el decreto reglamentario de la Ley 26.485 para “prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. La Ley, perfectible como cualquier producción humana, implica un enorme avance con respecto a la anterior y su correlato provincial: sale del ámbito doméstico reconociendo que la violencia contra las mujeres es producto de la desigualdad de poder existente entre varones y mujeres. También es novedoso el proceso participativo que se está dando en la redacción del Decreto Reglamentario. Menudos avances…


El Ministro de Justicia de la Nación, Julio Alak, nos dio en estos días otra buena noticia: reconoció a la prostitución como “esclavitud”, y llamó a criminalizar a quienes recurren a las redes de trata de personas para obtener servicios sexuales. Reconoce, un Ministro de la Nación, que sin clientes no hay prostitución ni trata. Reconfortante noticia, sobre todo teniendo en cuenta que hasta hace muy poco, el neoliberalismo pretendía convencernos a las mujeres de que la prostitución era un trabajo, sujeto a las leyes “naturales” de la oferta y la demanda.

Para el final dejé, aunque la enumeración no corresponde a una asignación de importancia a los temas de mi parte, la Ley de Unión Civil de personas del mismo sexo, que también prometen tendrá tratamiento en este período legislativo. Este camino hacia la igualdad de derechos que ya está empezando a recorrerse en la ciudad autónoma de Buenos Aires, parece que por fin tendrá alcance nacional.

Me pregunto siempre por qué el calificativo de “gran estadista” le es asignado sólo a los varones que en ejercicio del poder logran muchos avances en un tema determinado. Como sucede también en la cocina, ámbito en el que si se destaca un varón es “chef”.

Y concluyo que, para el colectivo mujeres, Cristina Fernández es una gran cocinera. Supo crear las condiciones políticas para que se debatan nuestros temas, siempre postergados.

martes, 13 de abril de 2010

Morir por ser mujer.

El relato de la propia muerte.

Muchas películas desarrollan su trama mostrándonos en general varones que, por estar complicados con mafias, decisiones de “alta política”, o situaciones de gran trascendencia para la humanidad, son amenazados de muerte. El derrotero de esos héroes de película incluye la impotencia que les da el que nadie les crea cuando denuncian. Sin embargo, hasta en ese mismo tipo de película, el ser varón otorga una credibilidad mayor que el ser mujer. La palabra de unos y otras no goza del mismo valor: las mujeres somos tomadas por “locas” con mayor liviandad. Además de que, si estamos calladitas, agradamos más…
La semana pasada apareció finalmente el cuerpo de Mónica Bauzá, que había desaparecido en agosto del año pasado. Los medios, que nada dejan pasar sin que les sirva a sus pequeñitos intereses, equipararon el caso al de la familia Pomar para poder despacharse acerca de la incapacidad que muestra la policía para llevar adelante investigaciones y procedimientos. Y omiten, como siempre, hablar de lo que hay que hablar. No se trata de “la policía”. Se trata de una sociedad entera que no valora la palabra de las mujeres.
Mónica Bauzá – sólo por que se trata del caso de estos días, pero hay miles- había denunciado varias veces a su ex - marido por maltratos y amenazas.
También había iniciado un expediente de exclusión del hogar en el que constaban todas estas declaraciones previas.
Su hermana, otra mujer, de entrada nomás manifestó que Mónica le había contado que el asesino, cuando ella le pidió separarse, le había dicho que “si no era su mujer no sería mujer de nadie”. Parece que semejante declaración no fue lo suficientemente clara como para ser tenida en cuenta.
Luego de tantos meses se comprueba que, en sus denuncias, la víctima había relatado en forma precisa su propia muerte. Se ve que el ex-marido no ahorraba detalles cuando amenazaba…
Y me pregunto cómo nos podemos sentir ante esto todas las Mónicas posibles. Todas las que aún a sabiendas del poco crédito del que gozamos, igual insistimos en hacernos escuchar, en pedir ayuda, en recurrir a las instituciones que están para brindarnos algún tipo de garantía en estos casos…
El asesino, al ser detenido dicen, se quebró y confesó. “me dijo que se quería llevar a los chicos”, dijo. “Y le tapé la boca”.
Pido por favor que no nos quedemos con estas últimas palabras. Si lo hacemos, el efecto y el peso disciplinador que tienen será exitoso.

martes, 6 de abril de 2010

Oye que cosa más linda más llena de gracia…

La cosificación de las mujeres.

Cuando nos ponemos a reflexionar acerca de este tema aparecen ante nosotros, por ejemplo, bellísimas canciones populares que hemos repetido hasta el cansancio. Y que nos trataban de “cosas”. ¡Ay! cosita linda mamá soñaba…
O que nos consideran no como un ser total, sino como una sumatoria de “cosas/cositas”. Viene a mi memoria un maravilloso soneto de Shakespeare que, aunque innovador en un aspecto que aquí no viene al caso, describe a su amada como una sumatoria de pelos, dientes, manos, piel.
La publicidad que debería estar mucho más controlada, nos vive presentando mujeres que si se encargan de las partes milagrosamente lograrán un todo armónico: ya lograste reducir las arrugas de tu cuerpo, ahora encargate de las de tus manos que salió a la venta tal crema.
También nos muestra a una mujer mayor que se adecuo a los mandatos de los tiempos, y lo único que le queda por resolver es la blancura de su prótesis dental.
Pero no queda en los publicistas solamente la constante alusión a nosotras como cosas formadas a su vez por varias cosas. Los programas de televisión de la tarde últimamente hacen shows de muestra de cirugías estéticas en los que las mujeres invitadas lo son en función de sus pechos, o su cola, o sus labios. Todos sus seres quedan reducidos a la “cosa” que hizo posible que ellas fueran convocadas, que muestran sin problemas tal vez porque la confusión imperante las haga creer que esa parte no les pertenece a ellas, a sus cuerpos. Que es algo así como un collarcito nuevo.
Recuerdo que en la década del ´70 las revistas semanales mostraban en tapa a hermosas mujeres en general luciendo mallas de dos piezas, que sonreían mirando a la cámara. O mirándola con gestos muy sexies, generalmente con la boca entreabierta, como Claudia Sánchez o Susana Giménez. Pero esas mujeres tenían cara, mirada y gesto. No digo que no estuvieran exhibidas igual que hoy, pero su exhibición me resultaba menos lamentable que la actual porque era de frente. No de espaldas como muestran a las mujeres las mismas revistas por estos días. Al ver las caras se intuían sentimientos, actitudes, temores: se percibían personas.
La impúdica muestra de espaldas de mujeres se ve también escandalosamente en las publicidades de prostíbulos, que ofrecen colas aptas para el consumo masivo. Colas que no tienen cara, que no tienen alma, que no son personas. Mujeres exhibidas en el mismo estilo con que algunos diarios muestran fotos del ganado que entró a Liniers.
Y ahí es donde radica lo más terrible de la cosificación de las mujeres. Que “las cosas” están para ser consumidas de acuerdo con nuestras pautas culturales. Esta naturalización hace que pocos nos preguntemos por ejemplo por qué, si la existencia de prostíbulos está penada por la ley a nadie se le ocurre clausurarlos ya que sus domicilios y teléfonos aparecen a diario publicitados.
Será que en realidad a pocos nos importa. Será que la situación en que nos encontramos las mujeres es más grave de lo que aparenta.