martes, 13 de diciembre de 2011

¿Contradicciones del sistema?

Cuando de mujeres se trata, el fundamentalismo aflora

Una escucha y respeta las opiniones de aquellos que tienen creencias o concepciones del mundo diferentes. Atiende a sus consideraciones. También una tiene sus propias opiniones encontradas, y debe sesudamente analizar sus posturas. Por ejemplo, no es tan sencillo como decir “soy del lobo”, decir “estoy a favor del aborto”.
Hay sectores que creen fervientemente en las determinaciones de “la naturaleza”, en que los genitales con que se nace determinan un solo modo de vivir la sexualidad, que la vida humana existe desde que se unen un óvulo y un espermatozoide, que un ser superior decide cuando debemos dejar este mundo y que en esa decisión, por lo tanto, no tenemos injerencia, que no amar a un hijo es antinatural y execrable, y que hay que escuchar a “las ciencias en serio” – como si estuvieran exentas de ser influidas por ideologías – antes de tomar decisiones en estas cuestiones.
Al desafío de confrontar lo acepto, el debate siempre aporta. Pero se puede debatir cuando el otro es consecuente con sus posturas. Cuando muestra coherencia. Si todos sus argumentos desaparecen cuando las mujeres salimos del ojo de la tormenta en el debate, sospecho que más que defender la vida, venerar a Dios y a la naturaleza, o apoyar una versión de la medicina, lo único que persiguen es que la subordinación de las mujeres se perpetúe: sólo eso.
Mónica Tarducci, antropóloga social grossa (perdón, pero los términos que usan lo más jóvenes son cortitos y contundentes), sostiene en un trabajo que vale la pena leer y debatir, que los fundamentalismos que emergen en las distintas religiones a finales del siglo XX no responden tanto a cuestiones políticas, económicas, geopolíticas o sociales; sino más bien a los temores que desatan las luchas de las mujeres y sus logros.
En torno a esa idea, hago mi balance de fin de año en lo que a leyes respecta.
Si tomo las consignas que usaron para movilizar – hasta a los niños – en contra de la legalización del aborto, encuentro:


- que toda mujer naturalmente desea ser madre;
- que cuándo viene o se va la vida no es decisión nuestra;
- que no hay una postura única de la ciencia médica;
- que apoyan la postura “posta”: que hay vida desde la unión del óvulo con el espermatozoide;
- que no amar a un hijo es deleznable;
- que el libre albedrío en este caso no es tal, y que los poderes deben interferir en la toma de decisión.

Podríamos llegar a respetar estas visiones, y dejar de lado que me griten “asesina” o “inhumana”.
Pero sucede que se trataron otras leyes este año, y que algunos de los argumentos esgrimidos para no estar a favor de la legalización del aborto, serían perfectamente aplicables a las conductas que se pretende normar. Pero, misteriosamente, no dieron lugar a movilizaciones televisadas, a suspensión de clases en los colegios confesionales, o a debates planteados hasta en programas de chimentos con la mediática Cynthia Hotton.
¿Será casual? ¿O será que no importa tanto dar esos debates porque no aluden en forma directa y contundente a la autonomía de las mujeres?
Con la Ley de Muerte Digna no se atrevieron a decir los disparates que dicen frente al aborto: a nadie se le ocurrió interpelar públicamente a las madres que piden que se termine con los tormentos que prolongan artificialmente la vida de sus hijos.
Tampoco se dijo que la decisión “debe estar en manos de Dios”. Que Dios dotó al ser humano de la capacidad de hacer ciencia, y que si esa ciencia puede mantener la vida, tal vez se trate de un designio divino.
Curiosamente también, en ese punto no hubo diferentes visiones respecto de hasta cuando –en vez de desde cuándo- hay vida: la corpo médica ahí no tiene objetores de conciencia. Hay acuerdo.
Y que decida “la familia”. Claro, en este caso no es “que decida la mujer”. Comprendido.
En lo que respecta al amor al hijo, esos sectores no presentaron proyectos para excomulgar a los varones que abortan cuando no reconocen a un hijo, cuando abandonan a la madre, cuando los abandonan al divorciarse y dejan de darles su apoyo afectivo y material… Mientras la madre esté, eso no reviste mayor importancia. Por algo siguen hablando de “maternidad adolescente”: en las cuestiones de amor filial, el papel del padre es de reparto, jamás protagónico.
Tampoco cortaron calles cuando se trató la Ley de Identidad de Género, eso que sostienen que la naturaleza, y la complementariedad, y el orden correcto…Celebro que estén abriéndose a nuevas visiones. Pero, por favor, revisen todas.
También festejamos la media sanción de la Ley de Fertilización Asistida. Pero enseguida me preocupé pensando que movilizarían a la puerta de los laboratorios en que se practica la fecundación poniendo un óvulo con un espermatozoide en un tubito de ensayo. Como se sabe que hacen varios “huevos” para implantarle “los mejores” a la madre y el resto se descartan, supuse que querrían linchar a los empleados de esos laboratorios por asesinos seriales. Pero no… Sucede que la decisión de acceder a la fertilización asistida es de “la familia”, no de la mujer. Comprendido.
Además, también curiosamente sucede que los médicos no presentan mucha disquisición en torno al tema.
A estas alturas, y ante la contundencia de los hechos, no me cabe duda de que nuestras luchas son lo más indigesto que puede haber para el sistema: es evidente que negarnos autonomía y autodeterminación constituye un objetivo primordial.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Extrañezas en torno al “género”

Como “incluir” sin afectar las estructuras de poder

Cuádruple femicidio nuevamente en La Plata. Tal vez debamos repensar eso de “la ciudad de las diagonales”. Cifras que espantan las de mujeres muertas sólo por su sexo. Violencia y crímenes de género, bien separados discursivamente de los temas “de inseguridad”.
Cientos de dependencias, reparticiones, jornadas, congresos y simposios. ONGs y funcionarios abocados al esfuerzo de revertir estas situaciones, sin tomar demasiado en cuenta que se trata de una situación: la violencia estructural que se ejerce sobre nosotras.
Verlo de este modo no es cómodo ni sencillo, resulta indigesto porque invita a revisar todos los aspectos de nuestra cultura y puede sonar inquietante, hasta desestabilizador.
Soy de las que creen que las prácticas sociales son “textos” pasibles de ser “leídos”. Y en la respuesta del gobernador de la provincia ante la masacre percibo que se consolida la tendencia de mostrar consternación mientras se hacen cosas que refuerzan la subordinación de las mujeres. El gobernador alude al tema acompañado por un varón que preside una ONG que “trabaja” en la temática. Así, queda tercerizada la responsabilidad de brindarnos a todos los ciudadanos condiciones que tiendan al cuidado de nuestras vidas. Las mujeres organizadas desconocemos qué control hace el estado provincial del uso de los fondos que se le asignan a esa ONG: las condiciones de vida reales de todas las mujeres que están en los refugios que administran. Tampoco se explicita la ideología que sustenta las prácticas y las políticas que esta ONG lleva adelante. No tenemos posibilidad de apoyar o discutir porque sencillamente se “hace algo” cuyo objetivo se ignora. O queda horriblemente expuesto, pero hay que entrenarse para poder verlo.
Las mujeres organizadas estamos de acuerdo con el proyecto de expropiar la casa que fuera del asesino Barreda para convertirla en un espacio de memoria y militancia: lo que no compartimos es que ese espacio quede en manos de un sector, al que se le asigna la potestad simbólica de representar y expresar la lucha contra la violencia de género.
Evidentemente, la incorporación de la perspectiva no resulta provechosa para las mujeres.
En el mismo momento coyuntural, sucede que se da media sanción a la Ley de Identidad de género que, junto a la de Matrimonio Igualitario, vendrían en cierto modo a coronar el esfuerzo puesto en que se visualice al género como producción cultural, desnaturalizando la heteronorma. Pero las batallas culturales son prolongadas y complejas, y queda mucho por deconstruir.
Otra vez Susana invita a Flor de la V. Susana no hace mucho derrapó sosteniendo que “las lesbianas le dan asco”. Hubo repercusiones, le exigieron una disculpa. Hubo debate sobre lo dicho y el pedido, debate que se minimizó porque a lo que se apunta no es a escuchar una disculpa pública sino a reflexionar acerca de los dichos que como sociedad no podemos dejar pasar.
Florencia de la V consuela a la ¿diva? diciendo entre risotadas que las tortas son terribles. Nadie le pregunta como es que ella, exponente público del desafío a la dicotomía impuesta por los sexos, hace una afirmación tan discriminatoria, esencialista y fundamentalista. Su comentario resulta ser macho y facho.
Otra evidencia más de que el hecho de que se haya puesto de moda el término “género”, su uso no está siendo acompañado por el cambio cultural necesario para terminar con la desigualdad.

martes, 8 de noviembre de 2011

Mentiras peligrosas

Legalización del aborto

Me encuentro con un documento escrito por un nucleamiento de iglesias en contra de concedernos a las mujeres la gracia de poder decidir sobre nuestros cuerpos, nuestra salud y nuestra vida.
Los firmantes, a la sazón dos varones, objetan el modo en que se realizó la reunión de Comisión de Derecho Penal en Diputados de la Nación. Obviamente, aducen cuestiones formales que ellos interpretan como un avasallamiento institucional cuyo fin es desoír a la democracia, que ellos dicen ver representada en esa cámara legislativa.
Este avasallamiento, sostienen, pretenden hacerlo grupos minoritarios con fines perversos, como por ejemplo bregar por los derechos de las mujeres.
Nuestra Presidenta la semana pasada en la reunión del G-20 dio cátedra, entre otras cosas sugiriéndoles a los gobiernos de los países centrales que entiendan que sus desaguisados llevan a que los pueblos pongan en duda a la Democracia misma como forma de gobierno.
Yo hago mía su advertencia a todos los que tenemos un compromiso político, más aún si ese compromiso nos lleva a un cargo de toma de decisión: el pueblo argentino mayoritariamente quiere que se legalice la interrupción voluntaria del embarazo. Los “grupos minoritarios” están del otro lado.
Son los que siempre legitimaron cualquier gobierno aunque no surgiera del voto popular, ahora admiradores del poder legislativo.
Piden respeto por las normas de funcionamiento de ese poder, porque sobre él pueden operar, “hacer lobby” como se puso de moda decir en la década neoliberal. Pueden amedrentar a nuestros representantes amenazándolos con el infierno o con la quita de apoyo político en sus distritos, lo mismo les da.
Sacaran la cuenta de a cuántos de los integrantes de esa Comisión pueden convencer de no dar quórum, de abstenerse o de votar en contra. Capaz que les sale bien su estrategia, capaz que no. Como les pasó con el Matrimonio Igualitario, vaya a saber.
Porque los legisladores sí suelen estar en contacto con su pueblo, y cuando deben levantar la mano en una sesión televisada recuerdan que están ahí no para imponer sus creencias sino para representarnos: “El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus Representantes”.
Si realmente consideran que la no legalización es lo mejor que nos puede suceder, que salgan a militar su postura como todos los demás, Que convenzan, que persuadan, que dialoguen. Esos sectores, que viven estigmatizando a los pobres al criticar el “clientelismo político”, que no obliguen a los niños y jóvenes de sus colegios –subvencionados por el Estado- a movilizarse en contra de algo que no saben bien que es. Que dejen de convertir a nuestros jóvenes en violentos fundamentalistas. Que les enseñen que Dios, según sus creencias, nos dotó de libre albedrío, y que eso significa capacidad de decidir.
Quienes los sigan, decidirán libremente no hacer uso del Derecho que la ley nos reconozca. Quienes no, también podrán decidir en libertad, sin esconderse por estar haciendo algo ilegal.
Tan simple como eso. Tan difícil de comprender para las almas autoritarias.

martes, 25 de octubre de 2011

Mujeres quemadas

Cómo hacernos cargo


Otra noticia escalofriante: una mujer, embarazada, en La Rioja. Rociada con alcohol y prendida fuego. Los medios difunden el caso y, con asombro reiteran que el violento-femicida es funcionario del Inadi.
Me interesaría ahondar en las causas de tal asombro.
Pareciera que reina el pensamiento mágico: creer que la grave situación de violencia y desigualdad a que estamos expuestas las mujeres se soluciona enunciándola y creando reparticiones públicas y privadas que se ocupen del “área mujer”.
Es lo que hasta acá se hace, y lo que las mujeres que tenemos conciencia de nuestra situación –porque no hay coincidencia biológica entre ser mujer y haber tomado conciencia- interpelamos.
La violencia que contra nuestro sexo se practica es sistémica y estructural. Cruza todas las esferas de nuestra vida en forma permanente. La sentimos al vernos estereotipadas al prender la tele por las propagandas. Al leer revistas femeninas que nos recomiendan cómo no agotarnos por tener que trabajar fuera y dentro de nuestras casas, además de vernos bellas e impecables. Si nos violaron y el médico que debe practicarnos un aborto no punible pide que la justicia se expida sobre el tema. La sentimos también en un aula compartida sólo por mujeres en la que, cuando se genera debate, una profesora nos dice que al final es cierto que hablamos mucho. Cuando vamos a un médico que nos medica sólo por ser mujeres, sin ahondar demasiado en nuestra particular situación. Cuando manejando nos gritan “¡Tenías que ser mina!”. Cuando tenemos que soportar que nuestra apariencia genere comentarios que van desde el acoso leve a la grosería. Cuando llegamos del trabajo agotadas y tenemos que hacer la comida. Invito a mis congéneres a ir completando esta listita de violencias cotidianas.
Las personas crecimos y formamos nuestras subjetividades en esta realidad. Por ende, la sola creación de un organismo que se encargue de la discriminación en general o en particular, no indica que necesariamente quienes en él se desempeñen tengan conciencia y crean que existe una situación a revertir, o que sepan cómo encararlo.
Es decir, puede estar la inquietud pero no la capacitación específica para poder abordar políticas verdaderamente conducentes.
Y esto es lo que sucede muy a menudo: se ocupan los cargos con personas que están formadas en estas realidades que enumeré. Que no siempre son críticas de estas realidades. O que, pese a serlo, no tienen la capacitación necesaria para revertirlas. Constituye un caso más de violencia contra las mujeres ver que cualquier mujer, sólo por sus caracteres anatómicos, se considere como capacitada para conducir las políticas de una de estas áreas.
Así las cosas, y con el patriarcado sin ser puesto en cuestión, vemos que se propone hacer más refugios para mujeres. Encarcelar por mayor tiempo a los violentos.
Si esto es “lo que hay que hacer”, sin abordar lo estructural, terminaremos con un mundo transformado en refugio, y la mayoría de la población encarcelada. Porque no estaríamos yendo al fondo de la cuestión.
El mundo patriarcal-capitalista se dividió hace ya mucho en esferas pública y privada. Para las feministas, esa división es insostenible. Ambas esferas se entrecruzan permanentemente. Para nosotras, lo personal es político.
Tal vez, si nuestras voces no fueran silenciadas o ignoradas, una persona con reiteradas denuncias de violencia, de esa violencia que al patriarcado le gusta llamar “doméstica” para restarle importancia, no hubiera llegado jamás a estar a cargo de una repartición encargada de combatir la discriminación.
Tal vez también esa mujer que hoy es víctima hubiera tenido la posibilidad de visualizar que su pareja era un violento y hubiera podido elegir.
Tal vez si hubiera más voces feministas circulando, habría más amor, menos jerarquías, más igualdad… y menos violencia.

martes, 18 de octubre de 2011

Misoginia

Muchas gentes exaltadas defienden “la vida”. Una vida amenazada sólo, en sus pequeñitas perspectivas, por las mujeres que exigimos poder decidir sobre nuestros cuerpos, nuestros proyectos, nuestros sueños… nuestra vida. Que no es “vida” para los “pro-vida”. Tan iluminados son, que saben con exactitud cuáles vidas merecen defenderse y cuales no.
La de los chicos y chicas pobres, por ejemplo, no entran en la categoría de vidas a proteger. Son vidas a encarcelar, o a privar de derechos. Del Sel, conocido comicastro prostituyente, en un alarde de la misoginia que lo llevó a la fama, sostiene que las niñas pobres se embarazan más que antes merced a la asignación universal que alcanza a las mujeres después del tercer mes de embarazo. Es sencillo: para él, todas somos prostitutas. Todas las mujeres hacemos todo a cambio de dinero. Por unos pocos pesos nos dejamos insultar por él haciéndole de partenaire en la tele. Por otros pocos pesos algunas mujeres tendrán que satisfacerlo sexualmente. Por otros pocos pesos nos embarazamos. Porque todas a su entender somos idiotas y no podemos proyectar el impacto que tener un hijo tendrá en nuestras vidas.
No veo manifestaciones “pro-vida” tampoco en las puertas de sanatorios privados en los que se mata a mujeres que requieren “verse bien” y se someten a cirugías despiadadas para encajar en un molde estético que los defensores en cuestión no interpelan en lo más mínimo. Las iglesias, que nos amenazan a las mujeres con el infierno si deseamos interrumpir un embarazo, no ponen ningún énfasis en señalarnos que el camino de estar bellas para ser aceptadas también puede terminar en una muerte. Claro, es una de las muertes que no preocupa demasiado evitar.
Todos los poderes que disponen de micrófono acuerdan en sostener este modelo estético femicida. Florencia de la V se jacta ante Susana Giménez de cómo le quedó el cuerpo después de la maternidad. Más violencia contra nosotras, más mandatos.
Debemos ser madres a toda costa, y debemos quedar para la foto inmediatamente después de hacerlo.
Miles de mujeres morimos caídas en cumplimiento del deber que emana del sólo hecho de haber nacido mujeres. Y a pocos nos importa.
Por momentos pienso que el odio hacia nosotras terminaría en nuestro eficaz exterminio si pudieran lograr que fuéramos prescindibles en el proceso de reproducción de la especie.
Si el interés por defender la vida es genuino, los invito a todos a unirse a todas las batallas que hay que dar para que ese derecho –ya gastado de tan nombrado- se haga realidad.

martes, 27 de septiembre de 2011

La mamá de Candela

Idearios de la maternidad

Cuando estalló el caso “la mamá de Candela”, así, sin más identidad que la que le asigna el parentesco, podía decir cualquier cosa, avalada por su “dolor de madre”. Dolor inherente a la maternidad misma, esencializada. Instinto animal de las hembras que aflora “desde la concepción”.
Los medios, catalizadores del ideario colectivo, no paraban de exponerla. La sociedad la apoyaba en su búsqueda, sus interlocutores la respetaban.
Pasó el horror, vino una autopsia que marcaba hechos de los que “no se le pueden escapar a una buena madre”. Por el padre nadie se preguntaba, su rol jamás fue puesto en cuestión. Más aún, cuando se lo mencionaba como “pirata del asfalto” se le daba un halo de prestigio social: el tipo no es un chorro cualquiera.
Las primeras carroñadas en el entorno familiar derivaron en la puesta en cuestión de las mujeres de la familia. Una tía cuya vida no coincidía con la clase social a la que pertenece.
Volviendo a lo atroz del desenlace, ya en el entierro, la maternidad de la madre fue interpelada públicamente. A los gritos.
Para completar este paso de santa a turra, aparece la denuncia de que podría no tratarse de la madre biológica. Gran alivio para los que hacen del determinismo biológico una bandera: que fuera una turra y descuidara a su hija tiene una explicación, no era su hija.
Sé que muchos estarán sonriendo porque el relato parece exagerado, pero seguramente quienes prestaron atención a la evolución del tono de los comentarios sobre “la mamá de Candela” coincidirán conmigo en el lugar central que se le dio en el caso a las características del vínculo madre-hija.
Porque para nuestra sociedad es altamente subversivo del orden que tomemos conciencia de que no existen familias como los Ingalls. Que hay diversos tipos de familia con diversos modos de relacionarse. Eso altera los nervios de todos los que copiamos en la escuela que “la familia es la base de la sociedad”.
En síntesis, el caso sirvió para mostrar entrelíneas la cadena de significados: madre sufriente (buena-madre), madre descuidada (mala-madre), madre no-biológica (santificada si fue abnegada y buena; naturalizado que no haya sido buena). Las madrastras de los cuentos para ¿niños? siempre eran muy malas, porque sus hijos no eran sus hijos.
Ahora asistimos a un giro discursivo a favor de las madres no-biológicas. Son presentadas ante nuestros ojos como seres excepcionales capaces de dar amor aún a personas con las que no comparten ADN.
En los dos extremos de este discurso ya aceptado, quedan pues dos madres: la biológica (que pone el óvulo), y la de crianza o adopción, a la que las ciencias soporte de capitalismo y patriarcado titulan “madre”.
Asistimos perplejas las mujeres, por bastante ausentes en el debate de un tema tan caro a nuestra fisiología, a una deconstrucción de la maternidad en cuatro “pasos”, que pueden ser menos. Pero en el caso más complejo posible, cuatro.
La mujer que pone el óvulo, la que pone el útero y vive embarazo y parto, la que amamanta y la que cría.
Para algunos aparatos médico-jurídicos, recibirán el “diploma” de madre la primera y la última. Madre biológica y madre, respectivamente.
Las dos del medio quedan sin título. Supongo que al no tenerlo, con algunos derechos en riesgo de ser vulnerados.
Las dos del medio, mucho me temo, terminen siendo mujeres pobres, siempre expuestas a tener que ponerle el cuerpo a su subsistencia y la de los suyos. Florencia de la Vega, cuenta sonriente a la revista “Gente” que alquiló un vientre latino para que los pibes salieran con un aire a ella y su pareja. Lo dice sin inmutarse, es “natural” que en Estados Unidos sea una mujer latina la que debe alquilarse por unos meses para que otra mujer, que consume Chanel, pueda lucir pibes entre otras adquisiciones.
Porque no creo que en esta ingeniería de “maternidad boutique” todas las mujeres tengamos garantizada la participación el los dos lugares legitimados.
Y, en cuestión de maternidades, tendríamos que ser parte de las discusiones. Créannos, tenemos algunas cosas para decir.

martes, 30 de agosto de 2011

Pensándonos en clave de sexualidad

Cuando la animalización se entiende como libertad

Las mujeres tenemos muy claro que la normatización y disciplinamiento de nuestra sexualidad constituye una de las principales herramientas con las que cuenta el patriarcado para que nuestra opresión en tanto sexo perdure en los tiempos.
El terror a ser estigmatizadas por vivir una sexualidad plena ha venido siempre de la mano con un nulo debate acerca de qué significa para nosotras ser libres. Tan es así que –aún hoy- se aplican los términos “liberada” o “liberal” para referirse a las prácticas específicas de mujeres que reproducen sin objetar ni los estereotipos ni los lugares en que nos colocan los sistemas dominantes.
Por estos días aparece en televisión una vedette que parece haber tenido relación con un genocida argentino. El horror de todo lo que se opina al respecto tal vez lo aborde en otra ocasión. Para pensarnos las mujeres en clave de sexualidad, cito una frase de la vedette: “desde los 21 años me metí en la cama con quien quise”.
Fue pronunciada como una reivindicación de la libertad de la emisora. Como una oda a la decisión autónoma. Y sonaba tan irónica…
Ya en un ámbito bien doméstico, una mujer muy mayor comenta a una vecina con espanto que esa afirmación era producto de la “liberación femenina”. Y esa apreciación, intuyo, es bastante extendida y merece revisarse.
Porque lejos de resaltar la libertad en la toma de decisiones por parte de las mujeres marca claramente el sometimiento a los patrones dentro de los que se nos habilita a movernos.
La mayoría de las vedettes hasta hace algunas décadas eran mujeres que lucían espléndidas. Pero también bailaban, cantaban, actuaban. Eran artistas que obviamente ejercerían el derecho a una sexualidad plena conjuntamente con el derecho a ser respetadas. No recuerdo a Nélida Lobato, ni a las hermanas Rojo, ni a Zulma Faiad, ni a Norma o Mimí Pons dejándose bastardear por ningún cómico, iniciando discusiones estériles, o vociferando acerca de su vida sexual.
Hoy parece que asistimos a un retroceso, vemos a muchas mujeres colocándose solitas en el lugar que se reserva para las “malas”. Y eso poco tiene que ver con haber roto cadenas.
El “con quien quise” es válido para nosotras cuando no hay diferencias de jerarquía o de poder. Cuando se nos obliga a hacer algo para acceder al trabajo o a ciertos bienes ya poca libertad queda.
Cuando se nos reduce a seres que exhiben su cuerpo para ser ridiculizadas tampoco nos queda demasiado espacio para la libertad.
Tampoco se percibe libertad de elección de un estilo. Como salidas de una línea de producción de barbies miles de mujeres se transforman en rubias, se someten a operaciones para parecer eternamente jóvenes, evitan expresarse por miedo a que hacer oír sus voces les juegue una mala pasada.
Justamente, la llamada “liberación femenina” nos invita a todas a romper esos moldes.A poder decir que no. A cambiar esclavitud por libertad.

martes, 23 de agosto de 2011

Educación, sexo, géneros…

Aquello que ni se discute

Creo que como sociedad estamos obligados a revisar permanentemente aquellos debates que parecen ya saldados. Esas “verdades reveladas” que hemos hecho carne y hasta nos da temor poner en cuestión por llegar a ser mal interpretados. O tildados de retrógrados.
Durante la especialización en estudios de mujeres y género presté particular atención a la naturalización de estereotipos de comportamientos, actitudes y capacidades atribuidos “naturalmente” a los sexos en el ámbito educativo.
Lo que surge de la observación no es nada que no hayamos visto o escuchado todos, pero sí dogmas que nunca discutimos.
Al entrar a una escuela cualquiera, por ejemplo, durante el recreo vemos un “natural” uso del espacio: los niños el central en un porcentaje abrumadoramente mayor al de las niñas. Ellas quedan contra las paredes, charlando en grupo o reducidas a juegos o actividades que exijan de escaso o nulo desplazamiento, debido al riesgo de ser llevadas por delante por corredores amateur desbordados.
El personal dirá, sonriente, que los varones salen a los recreos llenos de vitalidad, que necesitan descargar y moverse. Que son “de naturaleza” inquieta.
Automáticamente, dos por uno, estarán naturalizando la concepción del sexo femenino como “quietito, calmo, pacífico”.
Mediante estas naturalizaciones asumirán que nada deben hacer para propender a un uso del espacio más igualitario, ya que las cosas son como deben ser.
Esto transportado al campo de la sexualidad nos da como resultado la tenaz dicotomía activo-pasivo de la que cuesta tanto escapar.
Ya dentro de un aula, podremos ver cómo se distribuye el uso de la palabra. Qué espacio concreto recibe cada uno de los sexos, y cómo se toman las intervenciones de los alumnos según su sexo. Los ejemplos, que siempre terminan en un “tenés razón, nunca lo había pensado” son demasiado extensos para esta ocasión.
A todo esto le podemos sumar el decálogo de características académicas que se asignan automáticamente por sexo: las niñas son más prolijas, los niños más inteligentes. Las niñas más aplicadas, los niños más revoltosos. Las niñas más expresivas, los niños más reservados.
Así las cosas, no veo con tanta claridad los beneficios que tiene la educación mixta.
Cuándo lo pregunto en voz alta, saltan a responderme que soy anacrónica, que eso ya constituyó un enorme avance.
Me responden que la escuela constituye una preparación para la vida. Y que la vida se desarrolla entre personas de distintos sexos. No tan claro como obvio…
Porque de no haber una escuela comprometida con vivir la igualdad, en realidad para lo que te prepara es para reproducir hasta el infinito las diferencias de jerarquías sin objetarlas, por naturales nomás.

martes, 2 de agosto de 2011

PRO machismo

Duhalde, en un spot publicitario, sostiene que “tiene lo que hay que tener para ser presidente”. Lo contundente de su afirmación consideré que sin dudas sería lo más misógino que podría escuchar durante la campaña. La sola presencia de una mujer en la contienda hace que no se esfuercen demasiado en la sutileza de sus dichos: basta con una descalificación biologicista y parece que ya está. Algo así como el “andá a lavar los platos” del que podemos ser víctimas al manejar un auto.
Yo lo llamaría la genitalidad habilitante: capacidades de hacer algo bien o mal ligadas en forma directa e irreversible al “equipamiento” con que vinimos de fábrica.
Pero me quedé corta. Corta y perpleja.
Aparece en la tele Macri, recién triunfante en el ballotaje, brindando una conferencia de prensa.
Alguien de los presentes le pregunta por el llamado de la Presidenta de la Nación para felicitarlo, y comienza con un relato escalofriante: cuenta que estaba en el comedor de su casa en calzoncillos y remera, cuando la hija de su mujer le avisó que sonaba su teléfono. Y lo escalofriante no radica sólo en imaginarlo en calzoncillos…
Quedé largas horas tratando de ver qué era lo que me resultaba repugnante de la anécdota. Pensé que cómo podía estar en ropa interior ante una niña que no es su hija…
Advertí que seguramente le aconsejarían mostrarse como “un ciudadano común” y que eligió describir una escena poco feliz sin darse cuenta…
Pero ni aún así.
Empecé a preguntarme si hubiera sucedido algo similar con un presidente varón llamándolo. Algo así como “me estaba sacando un moco y sonó el teléfono”.
Pero me di cuenta automáticamente que jamás se hubiera atrevido. O que hubiera sido severamente juzgado por hacerlo.
En este caso no. Porque llamó Cristina. Que es mujer y, por tanto, fácil de incorporar a una escena doméstica. Del más privado de los ámbitos posibles.
Su relato es, por un lado, irrespetuoso. No hace falta puntualizar que se encontraba en calzoncillos para marcar lo cotidiano del asunto. Pensemos en una Ministra admitiendo que recibió un expediente en bombacha y corpiño…Absurdo. Impensable.
Pero por otro lado no tiene nada de ingenuo o descuidado. Parece guionado, como todo lo que este hombre dice públicamente.
Deja clara sensación de poner a la Presidenta en una posición no acorde con las jerarquías. Como un personaje más de los que circulan por su cotidianidad.
Aclarando que tuvo que buscar el teléfono porque no lo tenía encima, cosa obvia pues no hay calzoncillos con bolsillos, marca que ni siquiera estaba ansioso por la posibilidad de que el llamado existiera.
Como suele decir Macri, “está bueno” tomarnos un tiempito para pensar. Para ver si estas cosas que pasan en campaña serían así de tratarse de una puja sólo entre frates. Entre varones. Entre “iguales”.
Y “no está bueno” ser machistas. Es agresivo. ¿No es PRO?

martes, 19 de julio de 2011

Veinticinco víctimas más de violencia machista


A raíz del combate a la trata de mujeres para explotación sexual hace unos días clausuraron una whiskería platense, de esas en que todos sabemos que en realidad se dedican a prostituir mujeres. Empezaron a caer las fichas y la cuestión se pone interesante, aunque harto predecible.
La cosa comenzó con una denuncia ¡del municipio! Que sospechó, después de años de habilitar el local que tal vez se trataría de una pantalla para otra clase de negocio. Conmueve la sagacidad del Intendente. Y jode que nos tomen por estúpidas…
Y es que es tan sabido el control permanente del municipio hacia los locales nocturnos, que cuesta creer en tamaño hallazgo así, tan de repente…
Pero vamos a suponer que han tomado conciencia de la situación. Que se han sensibilizado. Que han descubierto que desde el poder se puede hacer algo para revertir las situaciones de injusticia milenarias.
Denuncian, y el poder judicial allana el local en cuestión. Descubren veinticinco mujeres, una treintena de clientes-consumidores-prostituyentes, y dos ramitas de perejil: una señora que administraba el lugar y un señor “de seguridad”. Léase que les daba a los consumidores la seguridad de que por unos pocos pesos podrían proceder a humillar y violar mujeres sin poner en peligro su respetable condición de padres de familia.
Por suerte, ya no se les ocurre detener a las mujeres. Sólo arrestaron a los perejiles, que igual salieron rápidamente, merced al accionar de excelentes abogados que cabría analizar quién paga, porque no son de los que la gente de escasos recursos tiene oportunidad de contratar.
Misteriosamente, parece no habérseles ocurrido, por ejemplo, hacer participar del allanamiento a personal capacitado como el del Consejo Municipal de la Mujer. En ese caso, las psicólogas que allí se desempeñan junto con asistentes sociales podrían haber comenzado un trabajo serio con las mujeres que allí se encontraban. Tomar nota de sus situaciones personales y brindarles una oportunidad laboral que les permitiera salir del circuito de la explotación sexual.
Pero claro, ese hubiera sido el accionar si el objetivo del show montado fuera la defensa de los derechos de las mujeres. Y nada más lejos de las intenciones del poder.
Porque nadie sabe que pasó en las vidas de esas veinticinco mujeres durante los días de la clausura. No sabemos si sus hijos tuvieron lo necesario. O si las hicieron ir a otros de los tantos “boliches” para que sigan en el circuito macabro.
Tampoco sabemos si tienen la lista de los demás lugares que han habilitado –y los que no pero todos sabemos dónde están- para verificar si la buena fe del municipio no está siendo violada en otros casos similares.
Extraño accionar, que deja muchas dudas, demasiadas preguntas…
Y una certeza: el respeto por las mujeres no está en las agendas de gestión.

miércoles, 6 de julio de 2011

Despabílate amor


Por qué dejar que te usen como mascarón de proa para dificultarnos a todas el acceso a nuestros derechos…
Por qué dejarte fotografiar la panza, involucrando también a tu futura hija…
Por qué permitir que las fotos sean de alto contenido erótico cuando la cuestión aparenta ser otra…
Por qué expresión de placer mezclada con sangre, lágrimas y jeringas…
Por qué siempre, una y otra vez, en el lugar de cosa deseable…
Por qué escandalizar no para producir cambios sino para perpetuar la subordinación de las mujeres…
Por que tanto berretín por figurar, caiga quien caiga…
Si cuando comienzan a caer las fichas de este dominó horroroso al que le pusiste el cuerpo, las primeras dos llevan tu nombre y el de tu hija…
Por qué permitirle a una diputada proxeneta usar tu imagen…
Por qué no manifestar tu opinión respecto del aborto de una manera respetuosa para con todas las mujeres…
Por qué no informarte antes…
Por qué elegís desinformar mostrando un posible aborto practicado a los ocho meses de gestación…
Por qué no dejar de lado tu síndrome de Estocolmo y alguna vez plantarte y decirle que no a los voceros del patriarcado…
Por qué instalar un debate de farándula en torno a un asunto tan sensible para nosotras…
Por qué legitimar a los sectores para los que –sin dudas- representas una mujer inconveniente…
Querida Natalia Fassi: las demás inconvenientes, las demás cosificadas, las demás prostituidas, las demás que sufrimos violencia, las demás que estamos hartas de que nuestros derechos sean debatidos, las demás que agradecemos que finalmente la iglesia nos haya reconocido como seres con alma, las demás que peleamos para que no se nos mate como perras te esperamos con los brazos abiertos para que sumes tu cuerpo a los nuestros en la lucha. Los que te pagaron por esas fotos no lo valorarán. En pocos meses conseguirán a cualquier otra mujer joven para vampirizar y descartar. Nosotras, te doy mi palabra, no lo haremos.
Despabílate, amor.

martes, 28 de junio de 2011

Sonia

Viene, abraza.
Irrumpe, subvierte.
Obliga al silencio de pensar y pensarnos.
Empieza interpelando, tensa. Nos tensa…
Termina invitando a construir desde la amorosa rebeldía… Y esa es la cuestión.
Nada simple: nos habla de salirnos del guión escrito con sangre de mujeres por el patriarcado. De salirnos de los ghetos armados para que hagamos catarsis las académicas, las trabajadoras, las médicas, las taxistas, las putas, las violadas, las que sufren violencia, las amas de casa, las lesbianas, las maestras, las panaderas, las locas…
Con su claridad meridiana nos está diciendo a los gritos que el sujeto de transformación política imprescindible para las mujeres es en verdad una sujeta que no se quede quieta en un lugar legitimado por el patriarcado. Q ue lo que sin dudas escapará al control del gran hermano será ese intercambio casi a escondidas entre todas.
El desafío es grande, enorme. ¿Cuántas podremos mirarnos en silencio y arrancar desde nuestra experiencia?
No resulta sencillo correrse de lugares que por adaptación nomás ya quedan cómodos.
Tampoco resulta sencillo analizar si las batallas las damos en los momentos en los que deseamos darlas o simplemente cuando nos habilitan a hacerlo.
Miles de nosotras ya colaboran “desde nuestra perspectiva” con proyectos de inclusión tanto en el sector público como en el privado. Pero con la lógica del “hasta donde se puede”, que es en realidad la lógica del “hasta dónde nos dejan”.
Como la palabra inclusión –tan de moda- silencia a los nadies excluídos, los encausa y ordena para que adormecidos no alteren el orden establecido; también silencia los reclamos de las mujeres atrapadas en políticas públicas apoyadas merced a que peor es nada. Y que nos mantienen divididas en buenas o malas. Pero siempre asistidas, incapaces por nosotras mismas. Sujetas del cambio, cuidado y progreso de otros, de los que el patriarcado se encargó endilgarnos como responsabilidad.
Sonia nos convoca a no ser más las elegidas. Para casarse, para puta, para madre-de-sus-hijos, para legisladora, funcionaria o cajera; siempre alguna mano alza a una mujer y la coloca en un estante. Sea cómodo o no, no hace al caso.
Nos convoca a elegir nosotras. A juntarnos saltando de nuestros estantes, a rebelarnos, querernos y apoyarnos. A elegir otras reglas de juego, a que ninguna intente liderarnos para subirse al estante de arriba y desde allí traducir nuestros dolores, nuestra experiencia, nuestros reclamos.
A dejar el rol de “fiolo” libre para los que realmente desean ocuparlo.
Grita que ninguna mujer nace para puta. Y con su grito lo que nos está diciendo a todas es que ninguna nació con un destino marcado del que no pueda escapar. O desde el que no pueda luchar por la igualdad.
Juntas y hermanadas, apartándonos del guión escrito por otros. Empezando a escribir uno propio más humano, más igualitario, más parecido al amor que a la violencia.
Porque Sonia, con la fuerza increíble de su rebeldía, convoca a armar desde el amor.

martes, 14 de junio de 2011

Mujeres en campaña

Más allá – y más acá – de que la mayoría de las mujeres que acceden a espacios de poder se esfuerzan en aclarar que no son feministas, resulta ser un ejercicio muy interesante verlas actuar en campaña.
Porque todas sabemos que si se reconocieran especialmente preocupadas por la situación de las mujeres sería harto improbable que llegaran a puestos clave en la toma de decisiones.
Y a la minoría que sí ha manifestado en algún momento de su carrera un compromiso con nuestra causa también. Por caso Elisa Carrió, quien en su momento contaba entre sus filas con varias de las feministas más destacadas del país.
Pero en la cancha se ven los pingos… y en campaña se puede leer entre líneas claramente en qué lugar de su consideración ubican nuestros reclamos de igualdad.
Y tenemos que entrenarnos en este ejercicio de evaluar sus declaraciones en clave de género, para afinar la puntería y – al menos – no votar en contra de nuestros propios intereses.
Les propongo recorrer algunas expresiones que se repiten mucho – y ver qué puede haber detrás – y también repensar otras más puntuales.
El cliché de la mujer-como-complemento esconde a mí entender la preservación de nuestra subordinación. Pululan las candidatas a lo que sea que sostienen que “ni adelante ni atrás de ellos. A la par”. Remite a la teoría de que todos somos seres incompletos que necesitamos de un par del sexo opuesto para hacer las cosas “bien”. Estas candidatas, claramente influenciadas por la teoría de “la media naranja” - las feministas nos declaramos fruta entera- suelen hablar de lo enriquecedora que resultará su “mirada” de la realidad. Porque los varones sostienen ideas, principios. Mientras nosotras, tímidamente, sólo miradas.
Son las que se esfuerzan por mostrarse mujeres sólo en los casos en que verse así coincide con los lugares que el patriarcado asigna. El llanto, por poner un ejemplo.
No es objetado – más bien todo lo contrario – si es producido por la protección de “la familia”. Chiche Duhalde y Evangelina Salazar salieron ilesas de hacerlo públicamente, amparadas por la defensa de sus hijos.
Cristina Fernández, en cambio, que a veces se quiebra por la injusticia, o por bronca de haber perdido a “su compañero” – nunca dice “mi marido” – es muy criticada por ello. Y básicamente por mujeres como Carrió que sostienen lo hace especulando. Tal vez podrían elaborar un instructivo indicándonos a todas en qué casos podemos llorar y en cuáles no resulta conveniente.
Aunque lo sabemos… las únicas lágrimas permitidas son las de debilidad. Las otras mejor guardarlas. O mejor no, mejor animarse como la destacada científica que durante el lanzamiento del satélite argentino – y mientras se aguardaba su explicación técnica – dijo que se le estaban por escapar algunas lágrimas. Sencillamente gloriosa…
Para cerrar, un episodio reciente. La Presidenta Cristina Fernández, invitada por el INTA al lanzamiento de la ternera clonada que producirá leche maternizada, merced a la genética. Antes de asistir, ya se había negado a que la ternera en cuestión llevara su nombre, sosteniendo entre risas que sólo a un varón se le podía ocurrir cosa semejante.
Ya en el acto, instó a los científicos a seguir trabajando para lograr algún torito que pueda producir leche maternizada. Claramente invitándonos a todos a poner en cuestión el tema de la división de tareas socialmente asignadas por sexo.
Claramente invitándonos a construir relaciones entre los sexos más justas.
Quienes presenciaban el acto mostraron desconcierto. Curiosamente, no me resultó desconcertante.
Pese a que no se declara públicamente feminista, sus prácticas la hacen ver concientizada, empoderada y dispuesta a introducir nuestras luchas en la agenda pública definitivamente.

miércoles, 8 de junio de 2011

Revolución, política, patriarcado


Hasta no hace mucho creía en la posibilidad de lograr un mundo más justo a través de, por ejemplo, revoluciones que cambiaran radicalmente los órdenes establecidos.
Hoy ya no.
Pienso y repienso cómo se podría alcanzar el cambio social, y lo veo extremadamente complejo si no se empieza por cambiar las prácticas individuales privadas primero. Dicho de otro modo, no creo posible pretender cambiar el mundo si arrastramos con nosotros toda la carga cultural con que nos han -y hemos- cargado el rígido.
Leyendo no hace mucho “La mujer, el estado y la revolución” pensaba en las condiciones materiales que hicieron que a poco de andar la revolución rusa tuviera que dar marcha atrás con los enormes avances que proponía para las mujeres: divorcio, libertad sexual, socialización de los roles tradicionales de las mujeres. Wendy Goldman, la autora, las explica detalladamente desde la historia. Pero también nos advierte acerca de esto que deseo marcar: que es imposible pensar una nueva sociedad sin pensar en nuevos modos de relacionarse.
Y, con su agudeza y gracia María Galindo grafitea que no hay nada que se parezca más a un machista de izquierda que uno de derecha…
Es decir, si los individuos que deben llevar adelante en lo cotidiano los cambios no tienen conciencia de la imperiosa necesidad de conquistar la igualdad, será imposible que cualquier modelo se haga carne y prospere.
Pero nosotros hoy no tenemos ninguna revolución sangrienta o radical en el horizonte. Tenemos unas democracias que yo llamo “de libre mercado”. En ellas, al pueblo se lo llama “ciudadanos”. Que votan, pero a los que se considera consumidores de discursos diseñados por comunicadores, empresas de marketing o imagen.
En esos discursos aparecen frases absolutamente vacías de significado, para que cada quien interprete de ellas lo que le plazca. Algo así como un “talle universal”: no molesta ni inquieta a nadie, le cabe a todos.
La palabra “cambio” generalmente asociada a la juventud ¡cuando conocemos tanto joven viejo!
La frase “Gobernar bien”…
O “La seguridad se hace”…
Nosotras deberíamos tomarlas para digerirlas y ver si nos incluyen. Y - en caso de sentirnos incluidas- ver si estamos como sociedad listos para dar esas batallas para el cambio cultural indispensable para lograr cambios en lo social.
Podemos preguntarnos, al ver el cambio como slogan, si van a despenalizar el aborto. O a poner guarderías en todos los lugares de trabajo. O si piensan dejar de detener a prostitutas para detener a sus clientes. O si piensan terminar de un plumazo con la brecha salarial existente entre varones y mujeres. Pueden agregar todos los ejemplos que quieran a esta lista…
Eso, para nosotras, podría ser “Gobernar bien”.
Cuando hablan de hacer seguridad, podrían agregar a la lista de secuestros express, robos de cajeros y asaltos a mano armada que tanto les gusta reiterar, las golpizas a mujeres en sus propias casas. O sus muertes a mano de parejas o ex - parejas. Y ver a las violaciones como producto lógico del orden patriarcal. Si lo hicieran, se los podría empezar a escuchar en tanto personas capaces de demostrar algún tipo de comprensión de la cuestión social. Pero están tan lejos… como cerca nosotros en tanto pueblo de interpelarlos.

martes, 31 de mayo de 2011

El parto en casa

Muchas veces reflexionamos acerca de las ganancias que devienen de tratar las etapas evolutivas normales que atravesamos las mujeres a lo largo de nuestras vidas como si fueran enfermedades que necesitan inexorablemente de tratamientos costosos. En lo económico y para nosotras en lo personal también.
Vivimos deambulando por consultorios en los que se nos indican ecografías, mamografías, densitometrías, cultivos, análisis. Al recibir las indicaciones solemos preocuparnos demasiado. No tenemos en cuenta que se piden “por rutina”: por lo rutinario de lograr que sigan haciendo negocios aunque la situación nos genere una ansiedad e incertidumbre atroces que muy probablemente tengan impacto real en nuestra salud a la larga.
Tampoco podemos consolarnos pensando que toda esa artillería se despliega para la “prevención” porque día a día nos encontramos con otras mujeres que, haciéndose todos los controles indicados, aparecen de un día para otro con cáncer de mamas o de útero.
De todos modos, siempre reciben una profusa explicación acerca del porqué no fue detectado a tiempo.
Acerca de la prescripción de medicamentos de que también somos convidadas especiales no voy a detenerme en esta oportunidad.
Así las cosas, y como en otras esferas de nuestras vidas, muchas empezamos a tener registro de estas violencias de la medicina para con nosotras.
Y uno de los temas en los que más clara aparece ante nosotras es el del parto: una situación más en la que el patriarcado logró desplazarnos del rol protagónico.
Muchas anécdotas de las que circulan por nuestras entrañables charlas de mujeres nos hacen reír, temblar y tomar conciencia del nivel de vulnerabilidad y exposición que solemos experimentar al parir. En partos que están diseñados para que el personal de salud pase de la mejor manera posible, con nosotras acostaditas y quietas para que “se trabaje mejor”. En partos en los que debemos permanecer calladas para no incomodar, o recibir alguna acotación grosera del tipo “hubieras pensado antes”.
Pero a los negocios no se resigna sí nomás. Los estudiosos del mercado han tomado cuenta de esta tendencia nuestra de querer un parto menos intervenido, más cuidadoso de nosotras y nuestros niños. Y han diseñado una oferta –para mujeres pudientes – de parto en casa.
Todo un equipo médico se traslada al domicilio de la embarazada. Por supuesto con un costo altísimo.
A veces hay una ambulancia esperando en la puerta por si surge alguna complicación.
A veces también se considera la cercanía con un centro de salud equipado para actuar en esos casos.
Algunas mujeres toman esta opción, que es preocupante. Porque siempre queda la duda si en el momento de elegir se les informa claramente acerca de los riesgos que se corren en general, y en el caso de las características de su embarazo o partos anteriores en particular.
Siempre nos queda la idea de que podemos ser tratadas como eternas niñas al momento de pedir explicaciones ante los que detentan el poder de hablar en nombre de la ciencia.
Y la sensación amarga de haber sido una vez más burladas en nuestra buena fe.
Y, para colmo, pagar con nuestra salud física, psíquica y emocional. Como siempre.

martes, 24 de mayo de 2011

Un llamado a la inconsciencia

Verdaderamente no entiendo mucho al derecho. Sabrán los estudiosos disculpar…
Tampoco creo tener sentido común, así es que no puedo exponer cubierta por ese ambiguo paraguas lo que entiendo está pasando.
Mejor dicho, lo que entiendo no está pasando.
El artículo 86 del código penal indica en qué casos puede un médico interrumpir el embarazo de una mujer sin que su práctica sea punible. Y queda clarísimo.
Deduzco que las mujeres comprendidas por esos dos incisos que incluye el artículo –o sus representantes legales - pueden entonces presentarse y reclamar que se les realice la práctica.
Entiendo entonces que el Estado debe garantizar que las mujeres tengamos acceso a la práctica si es que se encuentra contemplada por la letra de esos dos incisos de ese artículo.
Interpreto, pues, que el Estado debe asegurarse contar con agentes dispuestos a cumplir la ley, más allá de visiones personales. Es decir, contar con personal sanitario y judicial del tipo poseedor de conciencia objetora, pero también incluir en sus filas a algunos inconscientes capaces de cumplir y hacer cumplir la norma.
El Estado argentino fue recientemente condenado por el Comité de Derechos Humanos de la ONU por no tomar las medidas necesarias para que no se obstaculice el acceso a la práctica de abortos no punibles.
Muchos organismos internacionales de Derechos Humanos hicieron recomendaciones a nuestro país que van en el mismo sentido.
En consecuencia, el Ministerio de Salud lanzó una guía técnica para informar a los agentes sanitarios los pasos a seguir para poder dar cumplimiento a lo establecido por el Código.
Pero la Justicia tiene tiempos que la razón no comprende… Y – en estos casos – el tiempo apremia. Siempre me queda esa extraña sensación de que el Poder Judicial procede como si no fuera parte del Estado.
Se comienza la solicitud con la esperanza de que comprenderán la premura del caso. Muchas veces se inicia así una cadena de obstáculos en la que a cada eslabón se le asignan plazos para expedirse que atentan contra la posibilidad de que la práctica sea realizada. En su desesperación, las sin derechos hacen que el caso tome estado público y se pasa al estado de asamblea permanente en el que cualquiera opina, sugiere, manda y pretende legislar sobre nuestros cuerpos.
Y la historia se repite varias veces por año. Y naturalizamos la idea de que se trata de un tema “complejo” cuando si leemos el artículo 86 de complejo no tiene nada.
Sabemos que un fallo contundente de la Corte daría sólido respaldo a la normativa y también seguridad jurídica a los profesionales de la salud que desean poder cumplirla sin temores.
En lo personal, creo que esta Corte que hoy tenemos puede hacerlo: puede ayudarnos a recuperar orgullo y confianza en nuestro Estado.

martes, 17 de mayo de 2011

Los planes del FMI para países subdesarrollados

La noticia es revulsiva. Otro Señorón primermundista abusando de su poder ante una mujer migrante, seguramente merced a las fórmulas neoliberales que él predica por el mundo como si se tratara del evangelio.
Lo peor es la certeza de que nada cambia, por más que pataleemos. Si no, ver en qué estado se encuentra la causa Berlusconi. O la escasa trascendencia que le damos a que dirigentes políticos consuman prostitución. O visiten asiduamente páginas web en las que la diversión consiste en denigrar y cosificar mujeres, niñas y niños. Un asco que no viene de moralina aplicada a la sexualidad: viene de una ética de respeto por las personas.
Sabemos que el episodio podría tratarse de una “emboscada” a Strauss-Kahn, de Estados Unidos nada asombra demasiado. Se trata de un país ficcional, entre otras cosas obsesionado por demostrarle al mundo que no respeta ninguna autoridad excepto la propia.
De todos modos, no viene al caso. Inventado no, un relato se construye con hechos verosímiles. Acá cabría acotar que lo único que resulta realmente increíble en todo esto es que este hombre sea socialista. Paradoja fácil de constatar: es el candidato a presidente de Francia por ese partido.
Que las circunstancias que se enumeran sean verosímiles espanta porque demuestra que mansamente hemos internalizado y naturalizado tantas, tantas situaciones…
Vemos natural que personas –generalmente mujeres- emigren de sus países pobres para ser mano de obra barata de otros países. Que desprecian a ellas y a sus culturas. Que las ven como amenaza a su bienestar altamente inestable.
Vemos natural que varones poderosos tomen todo lo que los rodea como si les fuera propio. Los cuerpos de las mujeres o la vida de pueblos enteros. Da lo mismo.
Vemos natural, por esa terrible división público/privado, que esos varones se consideren con autoridad para recetar fórmulas probadamente catastróficas. Todavía se discute si conviene o no incomodarlos.
Vemos natural la especulación que hacen muchos medios de comunicación en torno a la víctima.
Vemos natural que alguien se plantee si Strauss-Kahn no es en verdad “la víctima”.
Vemos natural que se aluda a la mujer trabajadora involucrada como “la chica”. Después de todo es el modo que se utiliza con toda “naturalidad” para definir a las trabajadoras de hogares ajenos. O para insinuar el valor que pueden tener los dichos de alguien cuya entidad queda puesta en cuestión al así nombrarla.
Vemos natural que la esposa del abusador viaje con un maletín repleto de dinero para poder salvarlo de la cárcel, fianza mediante. Ni se nos cruza pensar que podría ser solidaria para con otra mujer. O respetuosa de sí misma.
Vemos natural que las voces de mujeres que protestan por el caso en Estados Unidos sean migrantes como la víctima, la mayoría latinas.
Vemos natural que haya en el mundo explotadores y explotados. Y que siempre el hilo se corte por lo más delgado.
Y de tanto ver como natural, se nos van yendo las ganas de luchar por un mundo menos injusto.
No dejemos que eso nos pase. Al menos las mujeres.

martes, 10 de mayo de 2011

Avanti Juanitas

“Dos varones y una nena”, respondés naturalmente cuando te pregunto si tenés hijos.
Y es que la tendencia a tomarlo naturalmente está ahí, a mano.
“De niña a mujer” cantaba Julio Iglesias y, naturalmente, emocionaba.
Y es que la tendencia natural a emocionarse está ahí, a mano.
“Ando como loca organizándole la fiesta de 15. Parece mentira: ya es una mujer”. Lo decís naturalmente cansada y conmovida.
Y es que cansarse y conmoverse con naturalidad ante “los 15 de la nena” está ahí, a mano.
“La ruptura no fue fácil, él la hizo mujer”, explicás para aclarar con naturalidad la tristeza de tu hija ante su divorcio.
Y es que estar triste por la ruptura con alguien que te dio entidad naturalmente está ahí, a mano.
No es que todas estas apreciaciones surjan de la convicción de que Simon de Beauvoir estaba en lo cierto cuando afirmaba “no se nace mujer, llega una a serlo”.
No nacen de la profunda certeza de que sobre el sustrato biológico presente cuando nace una niña se construirá una feminidad puramente cultural, que nada tiene que ver con su anatomía.
Provienen más bien de una idea ancestral de que una mujer puede considerarse tal cuando ya está lista para ejercer la capacidad reproductora que también hemos naturalizado asignarle como razón de ser en el mundo. Antes está incompleta, antes es nena. Varón ya se es desde el vamos.
Así las cosas, a veces me pregunto si las niñas se ven mujeres. No me refiero a la compulsión por Barbies y cosméticos: lo que me pregunto es si visualizan su lugar en la sociedad en tanto mujeres.
Me pregunto que siente, por ejemplo, una niña que ha tenido un hermanito al escuchar a sus padres decir emocionados que por suerte el apellido no morirá.
Sueño con escuchar a alguna de estas niñas ofrecerle a sus padres tener un hijo sola, con el fin de preservar el apellido.
Y me río pensando la reacción que esos padres pueden tener al ver complicada su posibilidad de explicar a qué se refieren con no querer el fin del apellido. Porque sabemos que lo que sostienen sin tenerlo muy claro, es que “el hijo es hijo del padre”. Así nomás, como sostiene el discurso religioso, formador si los hay. Disciplinador de la sexualidad femenina que hasta hoy es increíble asocie la virginidad con la pureza o la virtud.
Pocas veces encuentro respuestas tan contundentes a mi pregunta acerca de si las niñas tienen conciencia de género como la que me dio Juanita. Al hacerme una pregunta.
La primera sorpresa vino de que la pregunta fuera dirigida a mí, no a otra persona de las tantas presentes. No sólo conciencia de género, también claridad para decidir quién puede acompañarla en su necesidad de pensar a las mujeres. De pensarse a sí misma.
De la nada, las dos con manchas de crema causadas por el postre, me espetó un “¿Por qué las mujeres no podemos ser Intendentas?”
Ya tenía procesada la campaña electoral en curso, junto con el lugar que ocupamos las mujeres. Dos por uno.
Me causó gracia comenzar por la teoría de que todos tenemos los mismos derechos, todas también. Contarle la Ley de Cupos, que sentía sería ante sus oídos como un cuento de hadas más. Porque ella, claramente, no está viendo los avances en nuestra situación en tanto mujeres de los que nos quieren convencer.
Nunca me gustó mentirles a los niños, por eso terminé diciéndole que en estas democracias de iguales, algunos son más iguales que otros. Todos se rieron, ella me miró seria porque ya lo sabía, y se ve que la preocupa.
Estoy feliz de que Juanita esté en el mundo. Y voy por más: por un mundo lleno de niñas Juanitas.

martes, 3 de mayo de 2011

La casa de Barreda


Con estridentes voces masculinas el pasado martes se realizó un acto en la puerta de la casa del homicida Barreda para repudiar la “violencia de género”. Violencia que para nosotras es violencia contra las mujeres. Fue bastante difundido por los mismos medios de comunicación que jamás cubrieron las marchas de los movimientos feministas y de mujeres que terminaban o pasaban por el lugar.
La invisibilización y el silenciamiento- tradicionales formas que adquiere la violencia contra nuestro sexo- dieron el presente. Podrán aducir que era porque de la foto debían ser parte sólo varones, pero intuyo que se debió a que la mayoría de los que participaron no tienen contacto con el movimiento de mujeres, al que nunca acompañaron. Por eso, las mujeres en movimiento consideramos que nuestra presencia sobraba. Tampoco acompañaron los Varones Antipatriarcales, eso que hace tiempo trabajan en sintonía y cooperación con todas nuestras expresiones.
¿Qué estará pasando que quienes permanentemente militamos estas cuestiones decidiéramos no estar presentes?
Sencillamente una vez más sentimos que algunos se quieren apropiar de luchas que no les son propias –y no me refiero al hecho de la diferencia biológica claro está.
Sucede que lo que está en juego es altamente político, y como siempre se considera que no puede quedar en manos de gentes que puedan interpelar seriamente al patriarcado. Algo así como “hay que hacer algo con el creciente número de muertas por estas causas, pero dentro de ciertos parámetros”.
Claros parámetros: lo que hay que hacer debe hacerlo el poder a través de todos sus estamentos y sin convocar a la militancia involucrada. Y las mujeres ser beneficiarias de lo que se hace en función de su condición de víctimas. Y de tuteladas. Patético.
Por las declaraciones que circularon durante el acto, nos enteramos de que ya pidió una ONG la expropiación de la casa para utilizarla para su obra dado el alto valor simbólico que la propiedad ha adquirido. Ahí comenzamos a entender el porqué de la exclusión de las mujeres organizadas que tal vez desearían discutir con qué fines se utilizaría el lugar. Nosotras no queremos que se transforme en un sitio donde las “víctimas” reciben “asistencia”. Lo soñamos como un lugar en el que las mujeres adquieren conciencia y emprenden su lucha por la igualdad de derechos. Altamente político, ya lo dije. Tal vez hasta subversivo les resulte.
Lo curioso es que pese a la gran cantidad de representantes de los diferentes poderes del estado, ni siquiera se esbozó la idea de que pase a ser gestionado por el sector público. Serán coletazos del neoliberalismo de los `90 con su fe puesta en el “tercer sector”.
Lo cierto es que las autoridades que se hicieron presentes están a tiempo de recapacitar si es que la invitación los tomó desprevenidos, y lo puntualizado producto de la casualidad. Están a tiempo de hacer una convocatoria seria a todas las agrupaciones que trabajan el tema y ofrecerles el lugar para que puedan desarrollar todas las estrategias que ya se han puesto en marcha hace mucho tiempo para lograr un verdadero cambio social.
Todavía están a tiempo de demostrar si su condena a la violencia machista es legítima o solamente se peinaron para la foto.

martes, 26 de abril de 2011

Trata

Cuestión de mujeres

Pese a la falta de estadísticas oficiales sobre el tema, se avanzó bastante. Ya hay legisladores comprometidos en hacer lo que haga falta para revertir la situación de las mujeres atrapadas por las redes. También los medios empiezan a debatir la cuestión, aún sabiendo que se enfrentarán contra uno de los tres negocios que mayores ganancias dejan en el mundo. Sostengo que se avanzó bastante porque estoy convencida de que poder nombrar algo, más aún discutirlo, ya es mucho. Indica que el problema social ya no se niega.
El gran desafío sigue estando en visualizar la complejidad del tema trata. Y hasta ahora las voces que abordan el tema y gozan de gran difusión parecen ignorar algunas consideraciones previas.
En primer término, pretender abordar “trata” como algo separado de “prostitución” puede llevarnos a falsas soluciones.
Sin clientes dispuestos a comprar un cuerpo por un rato, no hay empresarios que lo vean como negocio digno de emprender. Sin estos comercios y sin sus clientes, no habría mujeres trabajando en ellos. Porque ninguna mujer lo vería como salida y ningún proxeneta secuestraría mujeres.
A veces me pregunto si algo tan sencillo no ha sido tenido en cuenta para empezar a hablar, o si es que enfrentar el tema prostitución se hace tanto más difícil porque ataca en forma directa a los dos sistemas de dominación incuestionables: capitalismo y patriarcado.
El no partir de esta base que propongo, complica todo lo que se quiera hacer al respecto. Por ejemplo, hace aparecer en los textos legislativos la palabra “consentimiento”. Mediante su uso, se nos quiere hacer diferenciar a las mujeres que aceptaron la situación de prostitución de las que no. Nada más descabellado: para poder consentir hay que ser libre y no estar bajo coerción. Basta con entrevistar a mujeres que son prostituidas para comprender que es impensable que alguna pueda estar de acuerdo con ser violada unas cuantas veces por día.
Otro disparate que se sostiene permanentemente y va por el mismo camino que el anterior es la disquisición acerca de la mayoría o minoría de edad de la mujer prostituida. La mayoría de edad de la víctima se ve como atenuante, como si el horror no fuera el mismo para cualquier mujer expuesta a esa realidad. Tal vez si insistimos en el punto, logremos que sólo se dediquen a secuestrar mujeres mayores de edad, y creamos haber solucionado algo.
De no visualizar a la trata como flagelo, tal vez jamás se hubiera planteado públicamente la necesidad de que no existan locales en los que se prostituye a mujeres. La sociedad estaba tranquila merced a estos locales que, junto con las “zonas rojas” dividen los espacios público y privado de cada ciudad en dos: los ocupados por “buenas mujeres” y los ocupados por “malas mujeres”. Celebro que a partir de ahora veamos cualquier frontera impuesta como amenazante. Que hayamos empezado a exigir a los gobiernos municipales la no habilitación de prostíbulos a los que el estado, hasta no hace mucho, sólo entraba a realizar controles sanitarios (por supuesto a las mujeres), o a buscar inmigrantes ilegales. Y siempre aclarando que no era intención “molestar” al señor consumidor, único ser autorizado a vivir y usar los dos espacios antes mencionados.
Es que la responsabilidad de los clientes se sigue invisibilizando en todo análisis que podamos escuchar o leer.
Ahora hay que estar atento y tener mucho cuidado. Si bien hay que desbaratar las redes y recuperar a las mujeres secuestradas, se debe ser cauteloso en el cómo hacerlo. Supongo que los allanamientos victimizan enormemente a las mujeres prostituidas, del mismo modo en que en épocas en que se realizaban escraches sentían que la sociedad las escrachaba a ellas y no a los dueños o clientes.
Supongo que también habrá que abordar la necesidad de crear, además de los lugares de recuperación que se están planteando, soluciones de fondo a la vulnerabilidad social y cultural a que estamos sometidas las mujeres.

martes, 19 de abril de 2011

Un poco de amor romántico


Todas sabemos que es uno de los mitos en que se funda nuestra subordinación como mujeres.
Es tal el acuerdo implícito que da nuestra sociedad para sostenerlo que pasa a hacerse, crianza y educación mediante, deseo propio de la mayoría de las mujeres.
La búsqueda del príncipe azul a muchas les lleva la vida. A otras les cuesta la vida el haberlo encontrado.
De esta construcción social de sentidos, obviamente no quedan al margen las plumas de los medios de comunicación ni sus voces expertas, que permanentemente reiteran el estereotipo de la mujer que es feliz porque encontró su media naranja.
Desde Cenicienta hasta los teleteatros nos muestran desde niñas esmeradas heroínas humildes que superan condiciones de vida patéticas merced al amor de un hombre; a la vez que muestran que el amor no conoce de limitaciones impuestas, por ejemplo, por la clase social. Así pretenden mantener a la mitad de la población –las mujeres- ajenas a luchas reivindicatorias de otra índole, con el machaque permanente de ser criaturas diseñadas para el amor.
Muchas mujeres dedican denodados esfuerzos para estar bellas para la ocasión del primer encuentro con su rescatista, porque parte del mito es la instantaneidad de la cosa, el “desde que te vi supe que serías para mi”.
Pero el punto es que las mujeres no habitamos en cuentos para niñas ni en teleteatros: nuestra vida sucede en relatos mucho más variados y diversos. Y en el preciso instante en que sucede un flechazo de novela, ya está toda una sociedad que lo había hecho deseable marcando los límites que ese amor debe respetar.
Ya en la realidad, el amor no vence todas las barreras como nos habían querido hacer creer.
Abro un número de la revista Noticias en el que aparece como nota de tapa –y con un desarrollo de seis páginas en el interior- el frustrado romance entre la vedette Luciana Salazar y el economista Martín Redrado. La leo, y pienso en lo perverso tanto del mito como del sexismo explícito de su tratamiento.
Al comenzar su lectura surge la imperiosa necesidad de ver quién la firma. Con espanto advierto que una mujer, devorada por el sistema e incapaz de mostrar piedad para con otra mujer.
Y es que la autora –que fue ayudada en la “investigación” por otros y otras periodistas- es capaz de enunciar y nombrar las situaciones a que da lugar una relación de estas características, pero sin interpelarlas. Queda la sensación de que toda la “culpa” de lo sucedido es de la mujer en cuestión.
La describen como una mujer neurótica que, al ver cercano el inicio de su decadencia física, desea un marido poderoso, casa y perros.
Alguien que es incapaz de ver que, en nuestra sociedad, hay dos tipos de mujeres: para divertirse o para casarse. Corriente sensual claramente diferenciada de la amorosa. Cero reflexión acerca de si eso es justo o no. También aparece la alusión a “la buena esposa” que se banca este desliz del pobre varón sorprendido en su buena fe.
Su nivel de educación y capacitación también son puestos en juego, como si el hecho de que no sean adecuados para aspirar al amor del economista fuera exclusiva responsabilidad de ella. Como si no hubiera toda una sociedad proponiéndonos a las mujeres ser sólo objetos de deseo y consumo para los varones.
Hipocresía al dejar entender que a la vedette le interesan mucho el dinero y el status social sin mencionar que son valores que gozan de consenso mayoritario.
En síntesis, creo que no debería haber una sola mujer que al leer algo así no reaccionara con indignación por el concepto que de nosotras se expresa.
La “buena” y la “mala” descriptas deberían desatar nuestra furia y nuestra más irrestricta solidaridad para con ellas.
Porque ya sabemos que los cuentos que nos contaron no se corresponden con la realidad: son mentirosos.
Los lobos te terminan comiendo y los príncipes azules destiñen.

martes, 12 de abril de 2011

Bicicleteando nuestros derechos

El 10 de abril salieron a pedalear por el centro de la ciudad de La Plata gentes de la asociación civil “Elegimos la Vida”, ONG del fundamentalismo católico.
En realidad, estaba prevista para el 3, pero el mal tiempo llevó a posponer. Militancia activa mientras quede cómoda.
La consigna era conmemorar el Día Internacional de los Derechos del Niño por Nacer, un derecho que todo un sector de la comunidad apoya desoyendo que hay tratados internacionales con rango constitucional en nuestro país que nos instan a legalizar el aborto. Sí, hablo de “aborto” porque es contra lo que se manifiestan. Pasa que los han hecho ver que no hay que ser “anti”, que es más convocante ser “pro”.
No quiero detenerme en la hipocresía de la gente que es capaz de salir a pontificar con nuestros derechos en tanto mujeres. Pero tengo que decir que me indigna que no hayan “estado a favor de la vida” en momentos en que una palabra de ellos hubiera bastado para salvarnos. Y que, seguramente, haya entre los manifestantes algún médico al que la conciencia sólo le hace objeciones si no puede cobrar por la práctica.
Y alguna familia integrada por personas que tal vez hayan recurrido a la opción de interrumpir un embarazo.
Y gente que no pedalea para terminar con el abuso de niñas y niños. O para rechazar la libertad de un tipo como Barreda. O para repudiar un fallo judicial sexista.
O que no pide a la iglesia que explique por qué expulsó a un sacerdote que se expresó a favor del matrimonio igualitario, y premió con un ascenso a otro que se expresó en contra.
No es eso lo que quiero remarcar, sencillamente porque la mayoría tiene todos estos puntos muy claros, basta observar como la iglesia católica pierde adeptos.
Lo que sí me interesa denunciar es lo falaz, ofensivo e irrespetuoso de la consigna convocante.
No admito que sostengan que “eligen la vida”.
En principio, porque nos pone a todos los que exigimos la legalización del aborto en el lugar de “personas que elegimos la muerte” cuando, en realidad, permanentemente la denunciamos.
Denunciamos las muertes causadas por el fanatismo de la inquisición.
Las causadas por el hambre que genera el ultra-capitalismo que bendicen.
Las causadas por las guerras que también bendicen.
Las causadas por distintas dictaduras antipopulares.
Las causadas por el machismo.
Las causadas por aborto clandestino.
Elegimos todas las vidas, no algunas. Porque a amar al prójimo nos han enseñado.
También la vida de las mujeres que quedan embarazadas en un momento inoportuno, en condiciones inoportunas. O que no tienen pensada la maternidad como proyecto de vida.
No proclamamos la “tolerancia” ni “el diálogo”. Practicamos la solidaridad para con todos los desfavorecidos, los olvidados, los Nadies. Y para con las mujeres.
Educación sexual para decidir.
Anticonceptivos para no abortar.
Aborto legal para no morir.

martes, 5 de abril de 2011

Ni terribles ni liberadas: alienadas

Muchas veces, al discutir la situación de las mujeres, vemos desconcierto en nuestros interlocutores. Cuesta visualizar, en una realidad plagada de imágenes fugaces, por dónde se filtra el sexismo. En un zapping desenfrenado, vemos mujeres en la cúspide del poder político. Nuestra experiencia nos encuentra rodeados de mujeres que trabajan, estudian, que a-priori parecerían poder realizar sus metas en igualdad de condiciones. Se requiere tomarse un tiempo para poder llegar a ver que las cosas no son tan simples como aparentan. Por lo general, una mínima reflexión conjunta lleva a esos interlocutores, por ejemplo, a admitir que en lo que a estudios y trabajo respecta, existe para nosotras lo que las feministas llamamos “techo de cristal”. Esas “leyes” no escritas ni dichas en voz alta que hacen que, a medida que crece la jerarquía de un empleo, cada vez seamos menos las mujeres con posibilidad de desempeñarlo. Esta vez propongo que reflexionemos juntos acerca de una frase que se escucha con mucha frecuencia referida a la libertad – para nosotras aún no alcanzada ya que tenemos cuerpos expropiados - de las mujeres a disfrutar de nuestro propio cuerpo. Al poner en debate esta cuestión de ser cuerpos-para-otros, salta un “pero si las mujeres están desatadas”. “están peores que nosotros, más zarpadas” (al menos el “peor admite que lo de ellos es “malo). “Te ponen incómodo con sus insinuaciones y uno teme quedar como un tarado”. Ese “hacerse cosa erótica” por parte de algunas mujeres es interpretado por quienes se expresan de este modo, como prueba de el nivel de “liberación” alcanzado por nosotras. Para pensarlo, yo lo situaría en el contexto sociológico y político. Porque no podemos intentar hablar de “la condición de las mujeres” aislada de la de los varones: la relación entre los sexos es tan radical que es el sustrato fundacional de nuestra organización familiar. Más aún, en esta estructura capitalista que determina la existencia de una clase dirigente/explotadora y otra dirigida/explotada, se proyecta en la relación entre los sexos. Admito que algunas mujeres hemos podido en mayor o menor grado vencer estas condiciones adversas. También es cierto que para lograrlo debemos poner más empeño en los obstáculos que en la realización de nosotras mismas y nuestras metas, y eso solo ya comprueba que el punto de partida no es igual. Pero la mayoría de las mujeres permanecen dentro del patrón enunciado. En ese contexto, la realización de los varones pasa por su capacidad de creación para competir para alcanzar sus metas. En cambio, muchas mujeres perciben la posibilidad de ascenso social, lo que algunos llaman “éxito”, renunciando a sus propios méritos y confiriéndose valor como objeto de atracción para el varón. No constituye ninguna liberación: más bien una embrutecedora forma de alienación. Una forma de relación prostituída, en la que interviene un varón prostituyente, que puede estar disfrazada bajo las más respetables e institucionalizadas formas que existen en nuestra sociedad. Reducidas a la elementalidad instintual, obligadas a poner sus esfuerzos creativos en la competencia con otras mujeres también reducidas a objeto. Esta alienación a la que me refiero trae múltiples consecuencias para la vida de las mujeres que pueden verse claramente en contextos de terapia. O en consultorios varios, porque un sinnúmero de veces el malestar que trae consigo esta alienación se transforma en problemas de salud. La lucha por la vida transformada en lucha por el varón las lleva a la negación de sí mismas, a la autodestrucción. Y a la larga –o no tan larga- el mismo varón encuentra en la forma en que “su mujer” ha llegado a ser, la justificación y racionalización de su idea clasista respecto de “las mujeres”. La mujer alienada pasa a ser también despreciada. Destruidas sus capacidades creadoras, puede llegar a convencerse de que esa realidad es inexorable y atribuírsela a algo esencial: la “naturaleza femenina”. Al comenzar, decía que no puede verse nuestra condición aislada de la de los varones. También alienados por este modo de relacionarnos imperante, que se impone subvertir en lo individual y en lo colectivo. Para poder llegar a comprender, como sociedad, que mostrar nuestro cuerpo casi desnudo para que alguien tenga pie sus chistes u otro alguien lo compre –aunque sea en matrimonio- no es prueba de liberación, sino de la más brutal dependencia.

martes, 29 de marzo de 2011

Para pensar la paridad

La Ley de Cupo Femenino –de Cuotas la llaman otros países- no terminó de aplicarse ni de debatirse. Sin embargo, ya se está comenzando tímidamente a discutir una Ley de Paridad. Para las mayorías, que claramente no están interesadas en el tema, la ley de cupo nacional y sus correlatos provinciales y municipales fue sancionada en la década del ´90. Establecía que debía haber un 30% de mujeres en las listas para cargos electivos. Se debatió bastante, sin mayores consecuencias para las mujeres en tanto colectivo: no importaba ninguna amenaza al patriarcado tal como estaba planteada. El impacto que tuvo sí fue relevante para las mujeres, que empezamos a estar representadas en bancas que excepcionalmente ocupábamos antes de la entrada en vigencia de la ley. Una ley que tiene sus trampas: se aplica a la presentación de listas, no a la conformación de los cuerpos. Es decir, aún no hemos logrado que efectivamente en todos los órganos legislativos municipales, provinciales y nacionales seamos un 30%. Tampoco aclara mucho qué se considera “puesto expectante”, hecho que ha dado lugar a que los señores a cargo de “hacer las listas” generalmente nos pongan en tercer término con suerte, si no en sexto y noveno lugar. Así, distritos como La Plata por ejemplo, no tienen una mujer ocupando una banca en Diputados de la Provincia, ya que hubo tres listas que obtuvieron votos suficientes para cubrir 2 de las 6 bancas en juego. Como las mujeres aparecíamos en el inexorable tercer lugar y la reglamentación de la ley omitió el detalle, así quedó la cuestión. Hasta ahora. En muchos países se sigue estudiando el tema, y ya hay consenso acerca de que hay que ir de las leyes de cupo o cuota a las de paridad. Es decir, que en las listas haya un 50% de mujeres. En nuestro caso, ya hay varios proyectos presentados en diferentes provincias y en nación. Aunque el debate no toma estado público, está instalado en parte de la dirigencia política y en nosotras, las mujeres. Y se abren muchas cuestiones que está bueno pensar y repensar. Escuchando a un legislador autor de uno de los proyectos en cuestión, expresó que quería “igualdad de representación para ambos géneros”. Es preocupante ver en qué se ha convertido la categoría analítica de género –cosa que ya he mencionado en otras oportunidades. La usan muchas veces para reemplazar a “sexo”, con las consecuencias inevitables de la dicotomización y naturalización de un ordenamiento cultural en función de lo biológico. A lo que él apunta, sin dudas, es a que ambos sexos tengan igual representación. Un concepto bien diferente del expuesto, que daría lugar a discusiones que evidentemente no estamos como sociedad listos para dar. Pero la discusión que se abre generalmente es la de qué implicancias tiene para el colectivo “mujeres” el hecho de que haya representantes de nuestro sexo en lugares de poder. A nivel simbólico, enormes: toda la sociedad ve ya hoy con naturalidad la presencia de mujeres con ambiciones políticas. Eso en sí ya es maravilloso. En el plano concreto, en general se sostiene que no nos ayudó demasiado a avanzar con nuestros reclamos por el modo en que las mujeres llegan a ocupar puestos en las listas. Habitualmente son elegidas por un sector al que le “corresponde” el cargo, y la mayoría de las veces no han tenido contacto con los movimientos de mujeres cosa que hace que sencillamente ignoren nuestra agenda. En otros casos, la pertenencia a un sector político determinado las lleva a responder en forma exclusiva a los intereses de ese sector, y no tienen espacio propio de decisión para proponer o acompañar las normas que reclamamos. También existe un “saber” popular que considera que una mujer –por el sólo hecho de serlo- tendrá mayor “sensibilidad” para abordar nuestros temas. Un gran disparate de enorme esencialismo biológico. Así, siempre hay una fémina al frente de las comisiones ad-hoc, que suelen armar un combo incomprensible, del tipo “Mujer, Minoridad y Familia”. Temas en los que evidentemente suponen que tener útero te transforma en experta. Muchas veces somos nosotras mismas las que planteamos este tipo de objeciones, sin dudas válidas. Pero al hablar del tema, debemos ser más piadosas con nosotras mismas. Para castigarnos ya están listos todos los poderosos del mundo. Debemos ser un poco menos exigentes para con las personas de nuestro sexo. Como ejemplo: ¿escucharon alguna vez que se debatiera en un sindicato si el legislador que ocupaba una banca por representarlo era absolutamente leal a los intereses de los trabajadores? ¿O si estaba lo suficientemente capacitado para hacerlo? Cuando un ex – presidente o ex – ministro de economía que hizo desastres en gestión legislan ¿alguien se pregunta acerca de su altura moral para hacerlo? Pues nosotras sí. Estamos criadas en un medio que nos exige ser perfectas en todo –de otro modo ni figuramos. A una legisladora se le exige capacidad, formación, buena presencia, ser una buena madre y saber hacer panqueques. Ser poco ambiciosa y tener “una mirada diferente”. Sabrá Dios que quiere decir ese cliché. Por el momento propongo que nos relajemos, apoyemos la búsqueda de paridad porque es justa para nosotras. La mitad de la humanidad. Y para quejarnos por la calidad de las mujeres que ocupan bancas, esperemos que los varones logren primero, si es que pueden, deshacerse de todos los impresentables e incapaces que los representan. La verdadera paridad la habremos alcanzado el día en que haya la misma cantidad de poco preparados que de poco preparadas.

jueves, 24 de marzo de 2011

Para las mujeres en lucha 35 años no son nada. Queda resto para seguir exigiendo Memoria, Verdad y Justicia.
Abrazo con mi alma a Madres y Abuelas.

martes, 15 de marzo de 2011

Flores para la dama…



En verdad el Día Internacional de la Mujer no hubo mucha cosa alusiva, nos salvó el feriado. La catástrofe prosiguió los días subsiguientes pero ya no nos vimos obligadas a escuchar los disparates todos juntos, en formato flores/reconocimientos/menciones a mujeres excepcionales. Porque para el patriarcado las que hacen algo bueno son “excepción”.
Pero hubo un acto, convocado por la vicepresidenta de la Mesa directiva de la Unión Cívica Radical, doctora Alejandra Lorden. El mismo 8, por eso invito a recorrer la visión de las mujeres y su causa que encerró este acto, ya desde su convocatoria.
Porque una convocatoria encierra una definición acabada de a quiénes se incluye, en este caso en la categoría “mujeres”.
La gacetilla de prensa ya desde el vamos aclara que se conmemorará el “Día de la Mujer Trabajadora”. Una pena que queden afuera las mujeres que el patriarcado considera no-trabajadoras. Por ejemplo, aquellas a las que al casarse sus parejas les impiden hacerlo.
Subraya la importancia de hacerlo en un feriado, ya que las mujeres “podrán dejar a los niños con sus maridos y enterarse de cuáles son los temas a tener en cuenta”. Como podemos ver, las mujeres convocadas pueden ser madres. Si lo son, deben vivir en matrimonio heterosexual e ignorar su propia situación, que les ha de ser revelada por mujeres que sí saben. O por Ricardito Alfonsín, que cerrará el acto siguiendo estrictas normas de ceremonial que indican que un acto lo cierra la persona presente de mayor jerarquía: que sea varón ya lo hace acreedor del honor. Aunque la convocatoria exprese que la idea es “comprometerlo a que esté concientizado”. Al menos, las mujeres radicales reconocen que el precandidato no tiene mucha idea de nuestras luchas…
Antes de dar la nómina de expositoras, se aclara que las mujeres “han acompañado a los hombres en la lucha desde hace mucho tiempo”. Para dejarles claro a los muchachos que no se inquieten, nomás. Que nuestro ideal de participación se limita a ser complemento ejecutor de las ideas de ellos. Porque desde Aristóteles hasta acá se sigue creyendo que el mundo de las ideas es propio de los varones solamente.
Hasta acá, lo que se desprendía del discurso “convocante”. Luego pude deleitarme con la actuación de comediante “stand-up” de Ricardito, que fue la única parte de la jornada rescatada por los medios.
Arrancó haciendo una lista puntillosa de las “virtudes” de que somos “naturalmente” portadoras las mujeres. Será que vienen dentro del útero.
Habló de la tolerancia, y de las capacidades diferentes. Nos instó a trabajar desde la diferencia. Es decir: que ni se nos cruce la peregrina idea de tener igualdad porque diferimos del metro patrón. Que es el varón, si no les queda claro. Había sido extremadamente androcéntrico el señor…
Sin embargo, tiene conciencia clara de que somos las que hacemos el trabajo duro. Lo dijo así nomás: trabajen. Primero para ganar la interna, luego para la general.
¡A caminar, doblar boletas y fiscalizar se ha dicho!
Y se vino nomás el mencionado paso de comedia, en el que verdaderamente lució todas sus dotes: el diálogo que él imaginó entre la Presidenta y el Jefe de Gabinete de Ministros.
Antes de ahondar en la petulancia y misoginia que de su libreto se desprenden, es preciso resaltar lo lamentable de la risa que provocó entre las mujeres asistentes. Tal vez no logren ver que no se estaba burlando de nuestra Presidenta, sino de todas las mujeres.
Petulancia porque se arroga la potestad de resaltar –desde la gramática- que no es “presidenta” sino “presidente”. Ojalá supiera tanto de gramática antes de “pensar de que…”. Ojalá pudiera ver que la lengua es una herramienta de expresión que los pueblos pueden apropiarse para ciertos fines. En este caso, por ejemplo, visibilizar la existencia de personas de nuestro sexo en lugares de poder. Y como la gramática ya no es prescriptiva, deberá tomar nota de este tipo de cambios surgidos del habla de una comunidad.
Y misoginia. Nos quiso hacer ver que la Presidenta no sabe qué es lo que debe hacer si no tiene a mano a un varón que le indique lo correcto o pertinente.
Pensando en todo esto junto, concluyo con tristeza que hubiera preferido el 8 de marzo escuchar un trillado “Flores para la dama”.