martes, 28 de junio de 2011

Sonia

Viene, abraza.
Irrumpe, subvierte.
Obliga al silencio de pensar y pensarnos.
Empieza interpelando, tensa. Nos tensa…
Termina invitando a construir desde la amorosa rebeldía… Y esa es la cuestión.
Nada simple: nos habla de salirnos del guión escrito con sangre de mujeres por el patriarcado. De salirnos de los ghetos armados para que hagamos catarsis las académicas, las trabajadoras, las médicas, las taxistas, las putas, las violadas, las que sufren violencia, las amas de casa, las lesbianas, las maestras, las panaderas, las locas…
Con su claridad meridiana nos está diciendo a los gritos que el sujeto de transformación política imprescindible para las mujeres es en verdad una sujeta que no se quede quieta en un lugar legitimado por el patriarcado. Q ue lo que sin dudas escapará al control del gran hermano será ese intercambio casi a escondidas entre todas.
El desafío es grande, enorme. ¿Cuántas podremos mirarnos en silencio y arrancar desde nuestra experiencia?
No resulta sencillo correrse de lugares que por adaptación nomás ya quedan cómodos.
Tampoco resulta sencillo analizar si las batallas las damos en los momentos en los que deseamos darlas o simplemente cuando nos habilitan a hacerlo.
Miles de nosotras ya colaboran “desde nuestra perspectiva” con proyectos de inclusión tanto en el sector público como en el privado. Pero con la lógica del “hasta donde se puede”, que es en realidad la lógica del “hasta dónde nos dejan”.
Como la palabra inclusión –tan de moda- silencia a los nadies excluídos, los encausa y ordena para que adormecidos no alteren el orden establecido; también silencia los reclamos de las mujeres atrapadas en políticas públicas apoyadas merced a que peor es nada. Y que nos mantienen divididas en buenas o malas. Pero siempre asistidas, incapaces por nosotras mismas. Sujetas del cambio, cuidado y progreso de otros, de los que el patriarcado se encargó endilgarnos como responsabilidad.
Sonia nos convoca a no ser más las elegidas. Para casarse, para puta, para madre-de-sus-hijos, para legisladora, funcionaria o cajera; siempre alguna mano alza a una mujer y la coloca en un estante. Sea cómodo o no, no hace al caso.
Nos convoca a elegir nosotras. A juntarnos saltando de nuestros estantes, a rebelarnos, querernos y apoyarnos. A elegir otras reglas de juego, a que ninguna intente liderarnos para subirse al estante de arriba y desde allí traducir nuestros dolores, nuestra experiencia, nuestros reclamos.
A dejar el rol de “fiolo” libre para los que realmente desean ocuparlo.
Grita que ninguna mujer nace para puta. Y con su grito lo que nos está diciendo a todas es que ninguna nació con un destino marcado del que no pueda escapar. O desde el que no pueda luchar por la igualdad.
Juntas y hermanadas, apartándonos del guión escrito por otros. Empezando a escribir uno propio más humano, más igualitario, más parecido al amor que a la violencia.
Porque Sonia, con la fuerza increíble de su rebeldía, convoca a armar desde el amor.

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