martes, 8 de noviembre de 2011

Mentiras peligrosas

Legalización del aborto

Me encuentro con un documento escrito por un nucleamiento de iglesias en contra de concedernos a las mujeres la gracia de poder decidir sobre nuestros cuerpos, nuestra salud y nuestra vida.
Los firmantes, a la sazón dos varones, objetan el modo en que se realizó la reunión de Comisión de Derecho Penal en Diputados de la Nación. Obviamente, aducen cuestiones formales que ellos interpretan como un avasallamiento institucional cuyo fin es desoír a la democracia, que ellos dicen ver representada en esa cámara legislativa.
Este avasallamiento, sostienen, pretenden hacerlo grupos minoritarios con fines perversos, como por ejemplo bregar por los derechos de las mujeres.
Nuestra Presidenta la semana pasada en la reunión del G-20 dio cátedra, entre otras cosas sugiriéndoles a los gobiernos de los países centrales que entiendan que sus desaguisados llevan a que los pueblos pongan en duda a la Democracia misma como forma de gobierno.
Yo hago mía su advertencia a todos los que tenemos un compromiso político, más aún si ese compromiso nos lleva a un cargo de toma de decisión: el pueblo argentino mayoritariamente quiere que se legalice la interrupción voluntaria del embarazo. Los “grupos minoritarios” están del otro lado.
Son los que siempre legitimaron cualquier gobierno aunque no surgiera del voto popular, ahora admiradores del poder legislativo.
Piden respeto por las normas de funcionamiento de ese poder, porque sobre él pueden operar, “hacer lobby” como se puso de moda decir en la década neoliberal. Pueden amedrentar a nuestros representantes amenazándolos con el infierno o con la quita de apoyo político en sus distritos, lo mismo les da.
Sacaran la cuenta de a cuántos de los integrantes de esa Comisión pueden convencer de no dar quórum, de abstenerse o de votar en contra. Capaz que les sale bien su estrategia, capaz que no. Como les pasó con el Matrimonio Igualitario, vaya a saber.
Porque los legisladores sí suelen estar en contacto con su pueblo, y cuando deben levantar la mano en una sesión televisada recuerdan que están ahí no para imponer sus creencias sino para representarnos: “El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus Representantes”.
Si realmente consideran que la no legalización es lo mejor que nos puede suceder, que salgan a militar su postura como todos los demás, Que convenzan, que persuadan, que dialoguen. Esos sectores, que viven estigmatizando a los pobres al criticar el “clientelismo político”, que no obliguen a los niños y jóvenes de sus colegios –subvencionados por el Estado- a movilizarse en contra de algo que no saben bien que es. Que dejen de convertir a nuestros jóvenes en violentos fundamentalistas. Que les enseñen que Dios, según sus creencias, nos dotó de libre albedrío, y que eso significa capacidad de decidir.
Quienes los sigan, decidirán libremente no hacer uso del Derecho que la ley nos reconozca. Quienes no, también podrán decidir en libertad, sin esconderse por estar haciendo algo ilegal.
Tan simple como eso. Tan difícil de comprender para las almas autoritarias.