miércoles, 30 de septiembre de 2009

Por eso no quiero acostumbrarme.

Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra.
Simone de Beauvoir.
A tomar con naturalidad la noticia de que el ADN analizado por el FBI de Nora Dalmasso y de la escena del crimen corresponde a su marido, diciendo “era cantado”. Y nada…
A asumir como “pasión” o “amor sin frenos”, que este pibe acuchillara a su novia y a la madre de ella que intentó defenderla…
A que Mirtha Legrand hable de la Ley de Medios durante dos programas seguidos, cuando aclara antes de empezar a hablar que no la leyó “porque es un mamotreto”. Pero igual habla… Y una audiencia adormecida escucha aún a sabiendas…
A un ex – gobernador de la Provincia de Buenos Aires, copiando a la diva, explicándole profusamente a un movilero por qué está en contra de la Ley en cuestión, pero aclarando ante una pregunta concreta sobre el articulado que en realidad no la leyó. Podría haberlo dicho antes de empezar a guitarrear, pero no porque se ve que le gusta el folklore.
Al mismo sujeto que dice defender la institucionalidad, gritando desde un palco en Quilmes que el actual gobernador es “un nabo”. Yo quiero exigir apreciaciones de tono político.

No quiero acostumbrarme a que algunos sectores de izquierda habiliten a la derecha con sus búsquedas permanentes de represión. Estoy harta de escucharlos arrepentirse veinte años después de que se mandaron una de esas que paga el pueblo trabajador. La revolución no comenzará pidiendo alcohol en gel, ni suspendiendo actividades por una “peste” que es muy probable hayan desencadenado laboratorios multinacionales que buscan vender la droga específica que ya producen.
Tampoco quiero acostumbrarme a los shows televisivos anti-corrupción, como el que me presenta a un Macri implacable en la sanción de una Jueza y en la reivindicación de dos empleadas que “cumplen con su deber”.
Porque no me trago esto de que cada vez que se habla de corrupción, lo único que encuentre la Justicia sean mujeres. Por una cuestión de proporciones, nada más.
Para simplemente no acostumbrarnos a que hubo sólo tres corruptos – en verdad corruptas- en la función pública: María Julia Alsogaray, Felisa Miceli, ahora esta Jueza.
Porque sería realmente acostumbrarme al escándalo, y por lo tanto escandaloso, no asumir que el horrendo abuso de poder en el que incurrió la funcionaria no es excepcional. Prefiero seguir creyendo que es la regla, y que los hombres en el poder practican entre sí una “fraternidad” que jamás deja salir a la luz sus abusos.
También me resulta escandaloso verme representada como mujer por congéneres que están alteradas, místicas, desbordadas, alienadas por el miedo a envejecer, aterradas por dejar de estar en el centro del escándalo. Quiero desacostumbrarme a la naturalización de la inestabilidad emocional de mi sexo.
Me resulta escandaloso también escuchar por los medios enumerar los bienes a que tenían acceso unos presos vip de Ezeiza. Con comas separando unos de otros –como si se tratara de elementos equivalentes: “computadoras, teléfonos, módems para conectarse a internet, dinero, alicates, prostitutas”.
Al escándalo también de ver en cada pobre un presunto delincuente, y a alguien que vive en un barrio cerrado y amasó fortuna en cinco años como un ser que “tomó buenas decisiones”.
A no investigar quién habla y desde dónde.
Cuando uno se acostumbra al escándalo, naturaliza todas y cada una de las barbaridades con que se enfrenta a diario. Es escandaloso.

martes, 22 de septiembre de 2009

Coyuntura política y mujeres.


Admito que es legítima esa sensación que tenemos muchas mujeres militantes de que poco podemos hacer dentro de las reglas de juego de la democracia para lograr alcanzar nuestros anhelos igualitarios.
En ocasiones nos sentimos desahuciadas ante una justicia que se rige por los patrones absolutistas del patriarcado, y cuyos fallos nos dejan atónitas. El último ejemplo de lo que está a mi alcance registrar es el de la joven que quedó imposibilitada de la cintura para abajo al ser atropellada por un auto. El tribunal en primera instancia fijó una indemnización de $ 200.000. Al apelar el fallo ante Casación, la joven expresó que su discapacidad le impediría ser madre, por lo que el nuevo fallo multiplicó por diez el monto de la compensación. Una posible madre vale diez veces más que una mujer. Clarísimo.
Desahuciadas también por poderes políticos que parecen no llegar a comprender nuestras demandas, o que temen enfrentar el statu-quo haciéndoles lugar. Pasan las legisladoras sin poder terminar con la difusión de imágenes que nos cosifican a las mujeres. O los gobiernos sin lograr hacer cumplir con la ley que prohíbe el proxenetismo con lo que cerrarían los cabarets dando comienzo a políticas activas para terminar con la trata de mujeres para esclavitud sexual, cuyas proporciones en el país avergüenzan.
Denunciamos cada vez que se incumple con la Ley de Cupo Femenino, cada acto de discriminación o abuso, a muchos docentes universitarios que dicen barbaridades desde sus cátedras…la mayoría de las veces sin resultados.
Denunciamos el femicidio como práctica habitual en nuestro país sin lograr que se reconozca que miles de mujeres mueren aquí por el solo hecho de ser mujeres.
Podríamos puntualizar cientos de situaciones que nos habilitan a bajar los brazos pensando que todo está perdido.
Pero sucede que nos queda mucho más por perder si no marcamos posición clara frente a algunos temas políticos que están hoy en el debate. Y que pasen a ser centrales está en nuestras manos.
Hace dos semanas puntualicé que el tratamiento de la nueva ley de medios audiovisuales abría oportunidades únicas para las mujeres.
Pero no es lo único que está pasando. La Ministra Carmen Argibay en el Senado de la Nación la semana pasada, invitó a debatir seriamente el tema aborto, condenando a los sectores sociales que se oponen hasta al dictado de Educación Sexual en las escuelas. Varias legisladoras de diferentes bloques que coinciden con su postura estaban presentes. Paradójicamente, el mismo sector político que tildó de “fascista” al proyecto de ley de medios, atribuyó las declaraciones de la Ministra al clima social que se está gestando por leyes como la aludida. Miren si no es para estar alertas…
En la Provincia también hay un clima propicio para empezar a discutir temas tabú. Sé de un legislador provincial interesado en lograr que la Legislatura Provincial recomiende incluir la figura de “Femicidio” en el Código Penal.
También se votó un paquete impositivo que tiene una clarísima impronta de redistribución de la riqueza. Y las mujeres sabemos que somos mayoría entre los pobres del mundo, es decir, que debemos apoyar toda iniciativa de redistribución ya que nos afecta en forma directa.
Son hechos trascendentes para nosotras, porque implican que al menos se empezarán a escuchar nuestros argumentos. Por eso, creo que debemos estar cerca para darlos.
Si no lo hacemos, dejamos que las mismas voces de siempre, con sus argumentos de raíz ancestral, sigan erigiéndose como la “opinión pública”. Así es que, ciudadanas, a las cosas.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Todo lo que siempre quiso saber sobre género y no se atrevió a preguntar.

Desventuras de una mujer en el poder.


Al nombrarla ya empiezan a mostrar la hilacha. Se la nombra siempre sin el respeto con que se alude a un primer mandatario: es “Cristina” la mayoría de las veces.
No recuerdo noticias encabezadas por “Raúl”, “Carlos”, “Fernando”, “Eduardo” o “Néstor”.
Tampoco recuerdo –debo tener muy mala memoria- un titular que dijera “El Presidente viajó a…” En general, esos titulares dicen: “El Presidente + apellido viajó a…”
En cambio, todos los días desde 2007 veo o escucho que hizo, hace o hará “La Presidenta”. A secas.
Si quien escribe o comenta necesita de la comodidad que brinda el ser respetuoso, dirá “La Presidenta Kirchner” o “Cristina Kirchner”. ¿Será que las mujeres debemos asumir que no tenemos apellido?
¿O que no ejercemos la Presidencia de la Nación en forma unipersonal como los hombres? Porque según el decir de los comunicadores, transformado luego en decir popular, las decisiones las toma “la pareja presidencial” o “el matrimonio presidencial”, hecho inédito en nuestra historia comunicacional.
Y ni hablar de cómo le cuesta al Patriarcado asumir que estudiamos. También es la primera vez que se pone en tela de juicio el título obtenido por un funcionario público, y eso que hubo algunos cuyo nivel de instrucción podía plantear dudas.
Sin embargo, el único caso que tomó estado público que recuerdo-denunciado por una mujer- fue el del “Licenciado” que sucedió a Aníbal Ibarra en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma. Fácilmente se comprobó que ostentaba un título que no tenía, pero pidió disculpas. Y listo.
Muchos deberían pedirle disculpas públicamente a Cristina Fernández y a la Universidad Nacional de La Plata junto con todos los que de ella egresamos, por haber puesto en tela de juicio por un lado su nivel de capacitación-fácil de corroborar si se la escucha- y por otro el prestigio de una de las universidades de más renombre en el país.
Pero sucede que no se la escucha. Porque las mujeres “gustamos más cuando callamos, porque estamos como ausentes”.
Su voz de mujer molesta tanto que se comenta por allí que es autoritaria (habría que preguntarle a Cobos si podría seguir en el cargo si la Presidenta fuera autoritaria).
También comentan –como de toda mujer que sabe acerca de lo que habla- que es “soberbia”; “temperamental” –reforzando el mito de que las mujeres nos movemos por ataques hormonales; intolerante…
De todos modos, su personalidad no debería preocupar tanto a los que sostienen que, en realidad, hace lo que “le manda el marido”; que en realidad “hacía lo que ella quería” cuando ejercía él la presidencia. Suena a jueguito de palabras. O a misoginia.
No centímetros: metros de prensa describiendo su ropa, o sus carteras.
Burlas por cómo describió una plantita de soja. Pero de un calibre diferente de las que recibió el que dijo que se podía viajar de un lado a otro del país rápidamente previo paso por la estratosfera. Para la prensa, él era “pintoresco”, “descontracturado”. Gracioso.
Otros, como Macri haciéndose el preocupado por la pobreza, o por no permitir la formación de monopolios, no son objeto de ninguna burla. Ahí ya nos ponemos respetuosos, no vaya a ser que…
La oposición la ningunea y la invisibiliza: generalmente, recurren al desagradable recurso de confrontar con su marido cuando les ponen el micrófono cerca –cosa muy habitual. Así, dejan bien claro ante la sociedad que una mujer es incapaz hasta de equivocarse por sí misma.
Mujeres de la farándula, emblemáticas de la frivolidad y el glamour, nunca comprometidas con los procesos políticos o sociales de nuestra Patria se consideran habilitadas para opinar acerca de cualquier tema, porque consideran que si alguien que tiene las uñas pintadas nos gobierna, cualquier mujer puede hacerlo. Son las “muchachas machistas”, encabezadas por Mirtha y Susana que se sienten destronadas de un sistema monárquico al que creen tener derecho “natural”.
Todas las mujeres argentinas necesitamos que a la Presidenta Cristina Fernández se la escuche, se la apoye o combata con argumentos políticos sesudos que sin dudas podrá confrontar, y que se la reconozca ejerciendo el cargo de mayor poder en una democracia.

martes, 8 de septiembre de 2009

Una puerta se nos abre.

Las mujeres y la Ley de Medios audiovisuales.



Si bien es cierto que una ley por sí sola no puede solucionar los problemas sociales o culturales, el proyecto de ley presentado en el Congreso de la Nación no constituye un hecho menor para toda la sociedad en principio, y para las mujeres en particular.
Parece muy extraño no escuchar más voces de franco apoyo al debate propuesto, cuando continuar sosteniendo una ley de la dictadura debería darnos vergüenza.
La misma vergüenza que deberían sentir los legisladores que dicen no poder abordar el tema en los tiempos que se plantean, ya que sería de esperar que alguien que tiene militancia política y se postuló para cubrir un cargo legislativo, antes de asumir incluso tendría que haber estado al tanto del contenido de la ley vigente, y con algo que proponer al respecto. Sólo una opinión formada, dudo que sea mucho pedir.
Porque esta propuesta no nos remite a cualquier ley, cuya sanción impacta a un determinado sector. Se trata de una de las pocas áreas en que una nueva legislación sí nos puede ayudar a resolver deudas sociales y culturales de larga data.
No hace mucho releía el libro de Claudia Laudano “Las mujeres en los discursos militares”. Su libro toma las construcciones discursivas tanto hegemónicas como de contraste, desde el ´76 hasta el ´83, año en que recuperamos la democracia.
Lo releo con frecuencia porque no deja de sorprenderme que pasados tantos años, y habiendo sido capaces como sociedad de descartar de lleno muchos de los preceptos autoritarios, las representaciones acerca de las mujeres sigan estando tan asociadas con las de aquellos tiempos.
Siguen gozando de absoluta vigencia los discursos que exaltan las virtudes femeninas, nuestro particular modo de ver el mundo, y todos los etcéteras de rigor. Pero acompañados, como entonces, de una imagen banalizada de nuestros intereses y denigrantes por donde se las mire.
Madres abnegadas y desveladas por el bienestar de sus hijos, pero a la vez culpabilizadas si sus hijos muestran mal desempeño escolar, o son adictos, o delinquen.
Adorables, en síntesis, si están calladas y quietitas. Locas, si defienden a viva voz sus derechos. Aunque sólo sea el de opinar.
Supongo que si no vemos grandes avances en esto de “cómo se nos describe”, se puede deber en parte a que el manejo de los medios no se ha democratizado en la medida en que se debiera haber hecho.
El texto del nuevo proyecto es auspicioso en varios aspectos. Abre la posibilidad de difundir no sólo “lo que es rentable”. Abre la posibilidad a nuevos colectivos de expresarse. Propone organismos de control democráticos, con diversos sectores representados- obviamente en proporción acorde con los votos que obtienen, si no dejaría de ser democrático. Define un rol activo del Congreso. Seguramente servirá para que conozcamos a los dirigentes políticos que no cuentan con el apoyo de los medios y, por lo tanto, sus nombres jamás circulan entre el menú de opciones.
Y para nuestro colectivo, el de las mujeres, implica tener la posibilidad de mostrarnos de un modo diferente, que nos haga más justicia.
Tal vez podamos empezar a ver a nuestras hermanas militantes en los espacios que manejen los movimientos sociales.
Tal vez veamos a las miles de voluntarias de las ONGs del país- la mayor parte del trabajo voluntario es realizado por mujeres.
Tal vez logremos que ante un femicidio los medios dejen de hablar de “crimen pasional” o destrozar a la víctima difundiendo detalles de su vida para disciplinar a nuestro sexo.
Tal vez logremos que se entienda que las mujeres mayoritariamente no soñamos con ser “botineras”, ni con ropas “hot”, ni con lacios “ultra lacios”.
En síntesis, todo lo que proponga subvertir un orden comunicacional autoritario y patriarcal debe dar lugar a nuestro más ferviente apoyo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

La mala prensa del feminismo.

Charlo con una mujer que profesionalmente se ocupa de políticas de género. Sus años de experiencia en trabajo de campo la hacen ver con claridad la situación de vulnerabilidad social de las mujeres. Me relajo, y manifiesto que sé de qué habla porque soy feminista. Inquieta, aclara que ella no, porque “no le agrada ninguna postura que sea muy radical”.

Me callo, como siempre nos callamos las mujeres. Pero no por otorgar…

Como según el común entender es imposible cambiar nada muy de fondo –pese a que la humanidad ha podido con otras proezas, esta de cambiar de perspectiva no se por qué se ve tan imposible- empiezo a escuchar que se puede cambiar “un poquito” con el tema prostitución concientizando a los clientes acerca de que no hagan “uso del servicio contratado” si ven que la mujer comprada es menor de edad. Es decir, el último día de sus diecisiete años el cliente no la someterá, deberá volver si le gustó la mercancía ya que al día siguiente podrá disfrutar de ella resguardando el honor y las buenas costumbres.

Sigo escuchando ya como de música de fondo las posibles políticas públicas de género, pero en realidad mi cabeza no para de pensar que habrá hecho el pobre feminismo para ser tan resistido como teoría filosófica, praxis política, y modo de estar de las mujeres en el mundo.

Y me veo obligada a revisar qué es lo que se nos quiere hacer creer que el feminismo es.

Revisemos juntos algunas de las definiciones o descripciones de amplia divulgación y, por añadidura, consenso.

El Diccionario de la RAE nos “enriquece” con dos acepciones: en la primera dice que se trata de una “doctrina social favorable a la mujer, a quien concede la capacidad y derechos antes reservados a los hombres”.

En la segunda se refiere al movimiento que, sostiene las Rae, exige para las mujeres los mismos derechos que para los hombres”.

Dejando de lado el esencialismo de la primera –la mujer/los hombres- las dos tienen el vicio oculto nada inocente de ser androcéntricas.

Las mujeres no luchamos por “los mismos derechos” sino por los que surgen de nuestra condición de mujeres. De ser correcta la apreciación de la Academia, la defensa del derecho a interrumpir el embarazo estaría fuera de lo posible ya que no es un derecho del que gozan los hombres, vara y medida de lo que se debe tener en cuenta.

Observando ya que se dice acerca del feminismo –cuyas diferentes corrientes se ignoran- en los discursos populares lo que encontramos es patético.

Las mayorías dicen detestarlo tanto como al machismo, demostrando haber incorporado ese falso par de antónimos con el que siembran horror mediante el discurso. El feminismo no es hembrismo: la lucha de las mujeres no consiste en dejar el estado de cosas tal como está pero con el poder -con todos sus abusos incluidos- en manos de las mujeres. Nosotras reclamamos un mundo diferente, pacífico, tolerante, no jerarquizado, inclusivo. Nuevamente, el usar a los hombres como medida única y válida lleva al error de entender que nuestras luchas giran en torno a ejercer el poder y el dominio tal como se viene haciendo.

También se nos acusa de estar en contra de la familia, con la desopilante conclusión de que estamos en contra del “amor”.

Y nadie se ocupa de aclarar que lo que combatimos es esa idea de qué por amor se sufre, se renuncia y hasta se muere. Nada sería más sano para “la familia” que interpretar el amor a nuestro modo, amor como ejercicio de libertad, como praxis del respeto por los demás.

Tampoco es casual que la Iglesia en diferentes documentos lo equipare al “cuco” de lo que ellos llaman neomarxismo. Dedicada a sostener los dos sistemas de dominación hegemónicos –patriarcado y capitalismo- jamás podrían omitir nombrarlo entre las acechanzas del mundo.

Muchos opinan que desde la obtención del derecho al voto, las mujeres hemos quedado sin banderas de lucha que logren arrancar de su letargo a millones de mujeres para hacerse oír.

Y no es así. Somos muchas en el mundo tratando, por ejemplo, de que se entienda que ser feminista no es repudiable. Es, simplemente, luchar por no ser cómplices.