martes, 27 de septiembre de 2011

La mamá de Candela

Idearios de la maternidad

Cuando estalló el caso “la mamá de Candela”, así, sin más identidad que la que le asigna el parentesco, podía decir cualquier cosa, avalada por su “dolor de madre”. Dolor inherente a la maternidad misma, esencializada. Instinto animal de las hembras que aflora “desde la concepción”.
Los medios, catalizadores del ideario colectivo, no paraban de exponerla. La sociedad la apoyaba en su búsqueda, sus interlocutores la respetaban.
Pasó el horror, vino una autopsia que marcaba hechos de los que “no se le pueden escapar a una buena madre”. Por el padre nadie se preguntaba, su rol jamás fue puesto en cuestión. Más aún, cuando se lo mencionaba como “pirata del asfalto” se le daba un halo de prestigio social: el tipo no es un chorro cualquiera.
Las primeras carroñadas en el entorno familiar derivaron en la puesta en cuestión de las mujeres de la familia. Una tía cuya vida no coincidía con la clase social a la que pertenece.
Volviendo a lo atroz del desenlace, ya en el entierro, la maternidad de la madre fue interpelada públicamente. A los gritos.
Para completar este paso de santa a turra, aparece la denuncia de que podría no tratarse de la madre biológica. Gran alivio para los que hacen del determinismo biológico una bandera: que fuera una turra y descuidara a su hija tiene una explicación, no era su hija.
Sé que muchos estarán sonriendo porque el relato parece exagerado, pero seguramente quienes prestaron atención a la evolución del tono de los comentarios sobre “la mamá de Candela” coincidirán conmigo en el lugar central que se le dio en el caso a las características del vínculo madre-hija.
Porque para nuestra sociedad es altamente subversivo del orden que tomemos conciencia de que no existen familias como los Ingalls. Que hay diversos tipos de familia con diversos modos de relacionarse. Eso altera los nervios de todos los que copiamos en la escuela que “la familia es la base de la sociedad”.
En síntesis, el caso sirvió para mostrar entrelíneas la cadena de significados: madre sufriente (buena-madre), madre descuidada (mala-madre), madre no-biológica (santificada si fue abnegada y buena; naturalizado que no haya sido buena). Las madrastras de los cuentos para ¿niños? siempre eran muy malas, porque sus hijos no eran sus hijos.
Ahora asistimos a un giro discursivo a favor de las madres no-biológicas. Son presentadas ante nuestros ojos como seres excepcionales capaces de dar amor aún a personas con las que no comparten ADN.
En los dos extremos de este discurso ya aceptado, quedan pues dos madres: la biológica (que pone el óvulo), y la de crianza o adopción, a la que las ciencias soporte de capitalismo y patriarcado titulan “madre”.
Asistimos perplejas las mujeres, por bastante ausentes en el debate de un tema tan caro a nuestra fisiología, a una deconstrucción de la maternidad en cuatro “pasos”, que pueden ser menos. Pero en el caso más complejo posible, cuatro.
La mujer que pone el óvulo, la que pone el útero y vive embarazo y parto, la que amamanta y la que cría.
Para algunos aparatos médico-jurídicos, recibirán el “diploma” de madre la primera y la última. Madre biológica y madre, respectivamente.
Las dos del medio quedan sin título. Supongo que al no tenerlo, con algunos derechos en riesgo de ser vulnerados.
Las dos del medio, mucho me temo, terminen siendo mujeres pobres, siempre expuestas a tener que ponerle el cuerpo a su subsistencia y la de los suyos. Florencia de la Vega, cuenta sonriente a la revista “Gente” que alquiló un vientre latino para que los pibes salieran con un aire a ella y su pareja. Lo dice sin inmutarse, es “natural” que en Estados Unidos sea una mujer latina la que debe alquilarse por unos meses para que otra mujer, que consume Chanel, pueda lucir pibes entre otras adquisiciones.
Porque no creo que en esta ingeniería de “maternidad boutique” todas las mujeres tengamos garantizada la participación el los dos lugares legitimados.
Y, en cuestión de maternidades, tendríamos que ser parte de las discusiones. Créannos, tenemos algunas cosas para decir.