jueves, 25 de noviembre de 2010

25 de Noviembre

En 1999 Naciones Unidas resuelve que el 25 de noviembre se conmemore el “Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer”.
Mediante esta resolución los países miembro se comprometen a bla, bla, bla…
Los actos alusivos proliferan. Me resulta divertido observar en algunos abocados a su organización la más absoluta falta de idea del porqué de la fecha.
De las hermanas Mirabal, ni noticias. Enorme acto de violencia por invisibilización que tiene lugar año tras año.
Y ahí empiezo a reconocer las raíces de mi malestar crónico ante estas fechas.
En ellas se hace un recorte prolijo de lo que es “la violencia” contra “la mujer”: se hablará de “la mujer víctima de violencia familiar”. Todos evitaremos ponernos incómodos al asumir que vivimos en una sociedad patriarcal en la que a cada minuto estamos expuestas a todo tipo de violencias.
Los mismos encuentros para conmemorar la fecha constituyen muchas veces un enorme encadenado de actos violentos para con nosotras. Podemos encontrarnos con que nuestras voces son reemplazadas por voces de varones que gozan de mayor jerarquía. O con la instauración de la idea de que “la mujer” es víctima. Pasiva. O culpable por no abandonar esa condición.
“La violencia” contra nuestro sexo encapsulada en monstruos aislados que la sociedad trata de hacer pasar por locos: no son locos. Son varones que saben que serlos les da privilegios.
Pero la cosa así planteada nos coloca, como decía, a muchos en un lugar muy cómodo. Los varones con poder para hacer algo no son interpelados en tanto “no golpeen a sus mujeres”.
Las mujeres poniendo en otras la humillación, la impotencia, la falta de recursos de todo tipo: materiales, simbólicos, afectivos. Esto de lo que se habla los 25 de noviembre no me pasa a mí, les pasa a otras.
Sé que es duro verlo, la negación nos protege de sentirnos muy mal. Pero lo que se niega está igual inscrito en todas nosotras. Por qué no intentar decirlo.
Voy a empezar por decir yo misma las violencias que vengo padeciendo desde antes de nacer. Sé que otras mujeres unirán sus voces a la mía.
Debo decir que aunque no luzca moretones he sido duramente golpeada porque:
Debí tratar de ser callada. De no contestar mal.
Debí aprender a sentarme cruzando las piernas.
Debí aprender a jugar con juguetes diferentes a los de mi hermano.
Debí posponer inquietudes en clase cuando un compañero varón planteaba las suyas.
Debí ajustar mi cuerpo al gusto impuesto.
Debí arriesgar mi vida abortando en la clandestinidad, como si fuera una delincuente.
Debí tratar de no hacer enojar, de no molestar, o de hacerles la vida más grata a los varones que me rodean.
Debí incorporar la idea de que estaba en el mundo para ser agradable.
Debí, sin éxito, ocultar mis formas bajo ropas enormes a fin de poder laburar en paz, libre de varones acosadores.
Debí soportar chistes sexistas o charlas injuriosas acerca de mis compañeras de trabajo para no constituirme en la piedra de la discordia por salir a defenderlas.
Debí presenciar los asensos y recategorizaciones de muchos compañeros de trabajo con iguales méritos que los míos, pero cuyo merecimiento se priorizaba porque eran “padres de familia”.
Debí estudiar mucho, trabajar mucho, y ni aún así…
Debí soportar las postergaciones argumentadas siempre desde la esfera privada, como si el solo hecho de ser mujer hiciera imposible recibir explicaciones provenientes de la esfera pública.
Debo digerir flores y bombones para el “Día de la Mujer”.
Debo asumir el no poder encontrarme con muchas cuando leo historia.
Debo estar expuesta y rodeada por una publicidad y una televisión sexistas en las que nos muestran –me muestran- como si fuera un adorno.
Debo callarme cuando veo que a una niña o a una joven sus padres la someten a trato sexista, porque esgrimen que no estoy habilitada para ello por no tener una hija mujer. Olvidan que soy mujer.
Debo escuchar –todavía- que hay varones que matan por pasión.
Debo acostumbrarme a que no hay estadística específica y acabada sobre nuestra situación en ningún área de estudio: ni salud, ni educación, ni trabajo, ni distribución del ingreso, ni riqueza, ni…
Debo seguir adaptándome. Ahora a la categoría de “género” así, a secas. Aislada de todo posible análisis, o cruce con otras categorías como etnia, clase, discapacidad…
Debo seguir descomponiéndome al ver como bastardean nuestros reclamos.
Debo ver pocas mujeres representándonos y aceptarlo como natural.
Debo también comprender que –de esas pocas que me representan- la mayoría considere que soy una exagerada. Que las mujeres “hemos mejorado mucho nuestra situación”. Y sí, ahora por lo menos quemarnos en la hoguera está mal visto.
Debo también presenciar como usan nuestras luchas y nuestra movilización para fines que, aunque compartamos, no son los nuestros.
Debo terminar de asumir que a pocos les importa lo que pienso/siento.
Lo que pensamos/sentimos. Todas. Las que nos animamos a hacer una lista de las violencias que nos atraviesan y las que acaso aún no pueden.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Alerta mujeres. La historia continúa.

Lamentablemente no todas las voces gozamos de igualdad de oportunidades al momento de expresarnos. Hace sólo una semana, en un ensayo quise alertar a las mujeres ante un rebrote de misoginia. Un recrudecer que no sucede “de casualidad”, no es ingenuo ni inesperado.
Si en algo coincidimos la inmensa mayoría de las feministas es en nuestra lucha contra todos los sistemas de dominación: el capitalismo en su versión salvaje actual en lo político-económico, y en el precedente patriarcado en lo político-cultural.
Las que tratamos de teorizar acerca de la situación real de las mujeres en el mundo y los posibles cambios hacia la igualdad sabemos que inexorablemente debemos dar pelea contra ambos sistemas.
La realidad argentina nos pone, en este caso sí “de casualidad” ante una situación de ataque a dos frentes. El modelo económico instaurado por Néstor Kirchner y profundizado por la Presidenta Cristina Fernández – que dista de ser un modelo de extrema izquierda, pero sí a todas luces intenta achicar las brechas sociales, molesta a los poderes de larga injerencia en la escena nacional.
Coincido con los que opinan que la molestia deviene más de cuestiones simbólicas que de políticas económicas concretas que los perjudiquen: “el campo” gana como nunca y no hay señales de querer llevar adelante la reforma agraria; la iglesia se debe fumar la posibilidad de que las divergencias sexuales se visibilicen pero sigue siendo sostenida económicamente por el Estado; las fuerzas armadas deben soportar que se juzgue a los miembros que cometieron delitos o que se descuelguen los cuadros de aquellos que asaltaron el poder ejecutivo en algún momento de la historia, pero pueden marchar entre los demás ciudadanos siendo respetados en una fiesta popular.
Los empresarios están percibiendo pingues ganancias merced a políticas que no paran de aumentar el consumo interno, aunque pese a ello, se muestran siempre “preocupados” por la reorganización de los sindicatos o por las protestas sociales que tratan de poner coto a su proverbial avaricia.
No es poca cosa para transformar un país que lleva más de treinta años de neoliberalismo a rajatabla, y de renuncia a la independencia económica, a la soberanía política y a la justicia social.
Y yo hablaba de un “ataque a dos frentes” porque todo este cambio viene a encarnarse en lo que los poderes hegemónicos consideran “otro”. El cambio quedó encarnado en una mujer. Demasiado para que se nos presente así, todo junto. Los “enemigos” que focaliza el poder son, entonces, este Neo- Keynesianismo y las mujeres, ya que apuntan al corazón del capitalismo y al patriarcado respectivamente.
El stablishment, entonces, elige una vocera. Mujer. Que no hace mucho presagiaba que a la Presidenta la presionarían para intentar torcer el rumbo económico mediante el tratamiento de la Ley de Presupuesto 2011.
Para cumplir con lo anunciado, la Diputada Carrió monta lo que hoy resulta una obvia operación política para impedir su tratamiento. Curiosamente, todas las personas que selecciona como actores de reparto, son mujeres. Patéticas mujeres que operan tanto para desprestigiar la política y lo político - tal como necesita imperiosamente el ejército de reserva neoliberal - como en desprestigiar a nuestro sexo – que está peligrosamente bien visto a través del accionar público de nuestra Presidenta.
Carrió, ayudada por otra obediente inescrupulosa como Patricia Bullrich, seleccionan como actrices de reparto invitadas a dos impresentables: Cynthia Hotton y Elsa Álvarez. Dos personas que no pueden sostener sus denuncias más que con un lamentable “me sentí perturbada” que refuerza el estereotipo de género que nos ubica a las mujeres en el lugar de “emocionalmente inestables”. Dos zonzas que hablan de sus sentimientos “me sentí presionada” en un ámbito público en el que se transformarán en el hazmerreír de toda una sociedad. La oposición, al darse cuenta de la poca habilidad de estas dos mujeres para esgrimir una postura, o sostener lo que habían denunciado, debe recurrir a sentar a Álvarez al lado de la perversa Silvana Giudici para que conteste en forma un poco más consistente a los periodistas. No se puede hacer hablar a Chirolita si no está Chascan a mano.
Muy lamentable.
Como actriz invitada de “mala” eligen a la Diputada Patricia Fadel – a la sazón otra mujer – a quien por suerte le sobran recursos y experiencia política para desautorizar por completo lo esgrimido por Hotton.
Ya a estas alturas, también quiero reivindicar el accionar político de otras dos congéneres: las Diputadas Laura Alonso y Margarita Stolbizer quienes dieron cátedra de cómo se trabaja en el Congreso Nacional. Explicaron con paciencia y contundencia que dialogar no es sinónimo de transar. Y que no se puede siendo Legislador Nacional denunciar irresponsablemente porque a “una le parece”, porque “sintió”, o estuvo “ perturbada”.
La vergonzosa operación puesta en escena cierra con un cuadro de pugilato que también viene como anillo al dedo para el poder: mujer, y esposa de sindicalista demonizado. Cierra por todos lados. Debo reconocer la habilidad y poca hombría de bien (perdón, no existe el femenino del concepto) de la Carrió y la Bullrich: saben con exactitud a quién poner a hacer cada cosa.
La trompada cierra la idea que se trató de construir: el ámbito de discusión política es un mamarracho, un conventillo donde se “chusmea” sin sustento. Las mujeres somos desequilibradas, muchas veces por sobre todo “esposas de”, capaces de poner a los varones en situación de víctimas de violencia física a la que ellos – pobres – no pueden responder.
Un gran asco. En lo personal un día para sentir vergüenza ajena, y también puestas en riesgo mis públicas luchas por reivindicar la política y la participación de las mujeres.
Sigamos en alerta, porque no se trata de un hecho aislado. Pocos días hace que el monopolio mediático difundió los dichos de Hilda González de Duhalde después de “romper el silencio del duelo”. Poco hay para analizar de su discurso, en realidad hubiera resultado mejor prolongar ese silencio impuesto por su propio bien. Deja clarísimo esta mujer que tiene una absoluta incapacidad a la hora de leer la realidad. Pero “el poder” deja claro que ahora que el destino de la patria está en manos de una mujer, sus voceros no se piensan exponer a la situación de debatir con alguien a quien no consideran par. Mandan a “sus mujeres”. Ellas se prestan, y pasan papelones.
Por fortuna atravesamos un momento en el que estas movidas son interpretadas por un pueblo que está alerta y despabilado.
Estemos despabiladas nosotras, las mujeres también, para comprender que estas operaciones no van sólo en contra del modelo económico. También vienen por nosotras.

martes, 16 de noviembre de 2010

La inseguridad bien entendida empieza por casa.

Al menos, para las mujeres.



Parte importante de las dirigencias entienden que la inseguridad es un tema prioritario en nuestro país. De poco sirve que un Ministro de la Corte como Zaffaroni declare en forma contundente que lo que se define discursivamente a diario como “inseguridad” no constituye la principal causa de muerte en nuestro país. Recurriendo a la estadística de Naciones Unidas, expone que – en orden de importancia cuantitativa – las causas de muerte violenta serían por estas tierras los accidentes de tránsito, los suicidios y los homicidios entre conocidos. Bastante más abajo en esta lista aparecen las muertes por robo u otra situación de las que se agrupan bajo el término “inseguridad”.
Según esta estadística, somos el tercer país con mayor seguridad del mundo.
Sabemos que este dato se invisibiliza por cuestiones políticas. Por la necesidad de criminalizar la pobreza con el fin de restablecer las políticas neoliberales que justamente dejaron fuera del sistema a tantas miles de personas.
Pero hay otra cuestión política que opera como soporte del hablar del tema en el modo en que se hace: la necesidad de también invisibilizar las muertes que causa la violencia machista.
Seguramente esta violencia machista que empieza con la incorporación de roles estereotipados para cada sexo tiene algún grado importante de incidencia en los accidentes de tránsito - primera causa de muerte violenta en nuestro país. Pero en este caso no me detendré en el análisis de los posibles porqués.
Si quiero detenerme en la tercera causa de las que puntualiza la ONU. En los homicidios “entre conocidos” van encubiertos los femicidios. La muestra más brutal de que, para el patriarcado, no sólo los cuerpos de las mujeres pertenecen a otros. También sus vidas.
Ayer un canal de noticias pasaba las policiales del día. Las noticias eran tres: una niña secuestrada por un abusador que la había contactado via facebook; una mujer de 22 años abusada por su padre durante diez años y con cinco hijos producto del abuso; y una mujer argentina asesinada en España por su marido. Quedé frente al televisor esperando que al finalizar la exposición del horror se hiciera algún tipo de reflexión seria acerca del obvio y evidente punto en común entre las tres informaciones. Tres mujeres protagonistas. Tres víctimas de la violencia machista.
De más está decir que mi paciente espera fue inútil. Prosiguió un informe meteorológico.
Me quedé pensando qué es lo que se protege evitando prolijamente hablar de esto como corresponde. Por qué hablar de esto como corresponde resulta subversivo.
La respuesta es simple. Cualquier análisis serio incluye derrumbar mitos. De los fundantes. Está tácitamente acordado que el “lugar seguro” en cualquier sociedad es el remanso del hogar. Claramente, no para las mujeres. Si se quisiera hacer una guía para conducirse en forma segura para las nosotras, habría que indicarnos con precisión en qué momento el hogar pasa a ser el lugar más inseguro. Y decirlo no es “políticamente correcto”.
Habría que reconocer que el imaginario sobre lo “impulsivo” de la sexualidad masculina que inculcamos a los varones desde niños les provoca una sensación de poder y poca resistencia a la frustración ante el “no” que los lleva muchas veces a disponer de nuestros cuerpos, de nuestra potencialidad reproductora, de nuestras vidas en última instancia de manera autoritaria. También resulta incorrecto decirlo, en una sociedad que aún sostiene que debemos estar siempre listas para complacerlos. Para que el hogar sí sea un remanso, para ellos…
Parece mentira que a estas alturas ningún dirigente, ninguna dirigente, pongan en el centro de la agenda seria e integralmente el tema mujeres. Será que perciben que los resultados se verían a largo plazo, y nos hemos acostumbrado a plantear agenda en base a las urgencias. Será que incluyendo alguna “política de género” consideran que la cosa ya está resuelta.
Una pena.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Alerta mujeres: rebrote de la misoginia.


Los sesudos análisis a que dio lugar la muerte del ex –presidente Néstor Kirchner son parte del legado que nos deja a quienes nos interesa bucear en las profundidades de lo discursivo. Aparecen saltos semánticos, metáforas, desplazamientos, negaciones, rasgos que es relevante estudiar en muchos casos. En los casos en que las opiniones están expresadas desde una posición analítica digna. Es decir, si quien las manifiesta parte de una postura ideológica consistente y respetable aunque antagónica.
Los otros casos, los que nos muestran a una oposición desarticulada simplemente por la desaparición física de su razón de ser, también plantean múltiples interrogantes desde lo discursivo como soporte material de sus expectativas. Las aparentemente desconcertantes loas a la situación económica del país por parte de quienes hasta hace poco sostenían que el panorama era catastrófico dejan claro con contundente crudeza que, en realidad, lo que les resultaba catastrófico era simbólico, no concreto.
La coherencia ideológica, y la postura ética de quienes hoy opinamos quedan también al desnudo. Silencios, palabras, gestos muestran quien es quien. Dirigentes que hablan de “capitalizar” la empatía popular por el duelo confiesan, sin saberlo, que ellos serían capaces de cosa semejante. Del mismo modo que, al reconocer que su dolor es el mismo que sentirían ante la muerte de cualquiera nos grita a los que debemos decodificar el mensaje que, para ese dirigente, Kirchner era “como cualquier otro ciudadano”. Increíble pero real… Si hasta Federico Pinedo se manifestó sorprendido por la magnitud de su figura vista a través de las condolencias y reconoció tener que repensar el punto. O Felipe Solá, en reunión con los disidentes.
De lo que se puede leer o ver en los medios surge que no hay demasiado asunto puntual que atacar, hecho que cubren con un simulacro de “respeto por el duelo”. Macanas lo del respeto, veamos por qué.
Al principio fue el pseudo-respetuoso “Kirchner no se cuidó”. Análisis que dejaban entrever una cierta irresponsabilidad de su parte al, sabiendo de su estado de salud, no haberse retirado a plantar begonias en el jardín. El argumento era tan poco sostenible ante una mayoría que claramente entiende qué es la pasión y cuál es el peso de una causa que después de algunos paneles armados para que opinen médicos y analistas políticos fue rápidamente descartado.
Y se vino la “segunda ola”. La misógina. La que surge sólo del hecho de que la Primera Mandataria no sea Primer Mandatario. De que sea mujer. Con eso, para varios sectores reaccionarios, ya hay bastante.
Dentro de esa ola hay vertientes. Una inmensa mayoría de los que la “surfean” elige la siempre efectiva idea de hacernos pasar a todas por locas, desequilibradas. En este grupo tenemos varias congéneres que se ve que no se plantean poder ser medidas con la vara que ellas usan. El podio de esta postura es para la rionegrina Alicia Miller que – además de usar la metáfora de la mesa a la que le faltan dos patas en alusión a la viudez de Cristina para beneplácito de los que suponen que las mujeres somos el “complemento” de los varones- desliza que puede ser cierto que la Presidenta sea “bipolar” como se dijo durante su campaña electoral. No me explayo más sobre el particular porque de las definiciones de bipolaridad que circulan por ahí deduzco que todos la padecemos.
Otro que se mete de psicoanalista idóneo es Fontevecchia. En dos artículos diferentes, para colmo. Uno de ellos es una monografía de secundaria acerca de cómo se elabora un duelo. Según él, hay una sola manera posible. Se ve que le agarró un ataque igualitario mal entendido: todos/as reaccionamos igual. Necesitamos superar algunas cuestiones del mismo modo. De haber sido su contemporáneo, podría haberle simplificado las cosas a Freud explicándole sus teorías. El duelo, según este Señor/Dogma, es dolor. En Cristina, siempre según él, enojo. La conclusión a la que arriba es obvia: será que “algo le funciona mal” a nuestra Presidenta.
Por si la barbaridad que enuncia no bastara, trata de que temamos por la capacidad de Cristina –recordemos que hasta bien entrada la década del ´60 para el Código Civil éramos incapaces todas las mujeres. Escribe, muy suelto de cuerpo, que “la pasión pasiviza el pensamiento”.
Cierro esta vertiente con lo que expone la Diputada Carrió, que se esfuerza en hacer una lectura psicoanalítica-católica del modo en que la Presidenta está atravesando su etapa de duelo. Habla de un tiempo y proceso “normal” de duelo que a su entender Cristina no respetó. Y, fiel a su estilo, cierra con un esbozo de amenaza: sostiene que lo va a pagar.
Otra modalidad de ataque sexista siempre disfrazada de piadosa, es la de hacerla ver como débil, viuda, sola. Sin dudas sexista: jamás se aludió a Perón como “el viudo de Evita”. O a Rosas como el de Encarnación Ezcurra.
De estas aguas anduvo abrevando Nelson Castro quien sostiene que ella necesita del respaldo de Scioli, a la vez que sostiene que “no va a poder levantar el teléfono y hablar con los intendentes como Néstor”. Sí, de locos…
Un tal Roberto García apela también a esto de la soledad-debilidad diciendo que hay grupos de centroizquierda que pretenden desarrollar una cúpula para rodearla. Siempre hay rastreros dispuestos a hacerle entorno a los políticos. Pero si son varones parece no generar tanto miedo. “Debilidad, tu nombre es mujer” decía Hamlet. Y García le cree.
Grondona también. La menciona como “la viuda de Kirchner”. Y Morales Solá derrapa por los mismos senderos: sostiene que su manera de hablar “dura y agresiva” la aprendió de Kirchner. Su maestro. También alude a su soledad al definirla como una mujer sin amigas ni agenda social propia. Siempre dedicada ella a su esposo e hijos. Pero para que nadie pueda valorarla por lo dicho, agrega “y a la mezquina política”.
La última modalidad de pegar-sin-que-se-note con la misoginia como arma la expresa Alfredo Leuco. Elige el viejo mito que equipara a la mujer con la madre. Nos cuenta una novela familiar que sabrá Dios de qué fuente le llegó, según la que Florencia Kirchner le habría pedido sollozante a su madre que lo deje todo por la familia. Y concluye que una mujer que ya llegó hasta dónde quiso, podría dejarse de jorobar y encerrarse a lavar los platos. Si así no lo hiciera…
Quisiera terminar con la ideología sexista-gorila-ilustrada, como el pequeño Larousse. Podio para -no puedo decirle congénere- Beatriz Sarlo, quien sostiene que Cristina es “una princesa peronista que hizo leyes cuando fue senadora, ama la escena internacional y lee algunos libros”. Luego aclara que “ahora tendrá que hacerlo en el tiempo libre que le dejen Moyano o Cariglino”. Alucinante la definición de la intelectual lectora de Cenicienta. Usa los términos “princesa” y “peronista” juntitos para que resulten chocantes, tal vez porque considera –y siempre se le nota mucho- que el peronismo no tiene nada de aristocrático. Y se ve que eso a ella le da asquito.
Doña: el peronismo no tiene princesitas. Tiene compañeras militantes. Que sí saben mucho, entre otras cosas, de legislar. Y, si leer “más” que “algún” libro reviste alguna virtud, debo decir que Ud., a quien tanto admiré de joven, es hoy prueba fiel de lo contrario. Se ha puesto ofensiva, arbitraria y antipopular.
Considero humildemente que todos los argentinos veremos durante el año que resta para las elecciones, caerse todos estos presagios sexistas. Que tendremos la posibilidad de presenciar como en manos de una mujer pueden unirse el ejercicio del liderazgo, la gestión presidencial y la conducción política del movimiento popular más significativo que haya surgido en nuestra patria.
Tranquilos. Las mujeres podemos caminar y masticar chicle.

martes, 2 de noviembre de 2010

Detrás de cada gran mujer, un gran hombre que abre el espacio.

“Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer” nos dice la “sabiduría” popular, con esos refranes con los que nos taladran desde pequeñas. Con los que nos programan para que veamos como lógico o natural aquello que no lo es.
En lo personal, me da mucha rabia pensar que la humanidad se habría visto privada de disfrutar del brillante desempeño en la cosa pública de miles de mujeres que pudieron acceder sólo porque tuvieron el apoyo de algún hombre con poder que, conociendo las capacidades de ellas, consideraron importante habilitarlas para actuar.
De todos modos, y así las cosas, con la realidad como única verdad, debo decir que valoro inmensamente el coraje de estos hombres que se atreven a apoyarnos y dejarnos crecer en lo público. Son valientes, se exponen mucho. Arriesgan demasiado en un mundo patriarcal.
Lula da Silva deja su mandato en Brasil con un nivel de popularidad sin precedentes. Pese a ello, Dilma Rousseff no ganó en primera vuelta. Cortamos clavos hasta último momento apelando a la sabiduría del pueblo hermano para que pudiera ver en ella a la continuidad de un proyecto transformador. Por suerte, los pueblos son sabios y no es tan fácil torcerles la voluntad.
Los medios monopólicos de Brasil la mencionaron como ex – guerrillera, le preguntaron al aire si era lesbiana, la acusaron de haber abandonado a sus hijos. La forzaron a declararse públicamente en contra del aborto, a calificar al gobierno cubano de lamentable, a definirse como alguien que va a tejer consensos. La imagino cruzando los dedos por debajo del atril al hacer ese tipo de declaraciones tan caras a su ideología, tan repetidamente exigidas básicamente a las mujeres. Siempre expuestas a muchas más pruebas que los varones para acreditar capacidad.
Lula la acompañó siempre, buscando un perfil que no la opacara. Tenaz en la lealtad a su compañera que ve como capaz de continuar con lo que emprendió. No cabe duda de la enorme solvencia para desempeñar el cargo que tiene Dilma Rousseff, en otro caso una mujer no llega. Pero tampoco cabe duda de la justicia que hizo Lula al postularla, sabiendo que todo sería más difícil.
Sin dudas, otro gran hombre que se bancó apoyar a una gran mujer fue Néstor Kirchner. Miles de cosas se pueden decir - se han dicho – acerca de su modo de hacer política. A mí, como mujer, me conmueve su también tenaz apoyo a la participación y la gestión de Cristina Fernández. A veces me pregunto si gran parte del odio que generó en algunos sectores conservadores no se debió en algún punto a la visión de las mujeres que expresó al moverse como lo hizo. Al apoyarla como candidata primero, al pasar a estar detrás después. Al nombrarla como “compañera”, no como “esposa”. Al hacer pública su admiración. Al no responder jamás una pregunta que debiera ser respondida por ella en su carácter de Presidenta.
Estas grandes, enormes mujeres, están sobre exigidas.
Emocionada, Rousseff declara en conferencia de prensa a poco de ser electa que se trata de la misión más importante de su vida. También que espera honrar a su predecesor. No recuerdo haber escuchado ninguna de esas frases en boca de un varón electo. A lo sumo, manifiestan querer honrar la memoria de algún prócer. Es más, en general a poco de asumir destrozan la figura que los antecedió y los cargan con todos los males de la patria. Leales mujeres. Honestas mujeres…
Cristina Fernández, en su sincero y conmovedor discurso por cadena nacional después de la desaparición física de Kirchner, también expresa su deseo de estar a la altura de las circunstancias y honrar al ex – presidente.
Las dos reconocen esto de que les deben mucho simplemente porque las dejaron hacer.
Pero las dos deben saber también que brillan con luz propia. Que honran a nuestro sexo y a nuestros pueblos. Y que les sobra tela, militancia y capacidad para estar a la altura de los tiempos y a la altura de los mandatos de esos dos locos lindos que apostaron a mostrar – no sólo a decir – que las mujeres somos iguales.