miércoles, 10 de noviembre de 2010

Alerta mujeres: rebrote de la misoginia.


Los sesudos análisis a que dio lugar la muerte del ex –presidente Néstor Kirchner son parte del legado que nos deja a quienes nos interesa bucear en las profundidades de lo discursivo. Aparecen saltos semánticos, metáforas, desplazamientos, negaciones, rasgos que es relevante estudiar en muchos casos. En los casos en que las opiniones están expresadas desde una posición analítica digna. Es decir, si quien las manifiesta parte de una postura ideológica consistente y respetable aunque antagónica.
Los otros casos, los que nos muestran a una oposición desarticulada simplemente por la desaparición física de su razón de ser, también plantean múltiples interrogantes desde lo discursivo como soporte material de sus expectativas. Las aparentemente desconcertantes loas a la situación económica del país por parte de quienes hasta hace poco sostenían que el panorama era catastrófico dejan claro con contundente crudeza que, en realidad, lo que les resultaba catastrófico era simbólico, no concreto.
La coherencia ideológica, y la postura ética de quienes hoy opinamos quedan también al desnudo. Silencios, palabras, gestos muestran quien es quien. Dirigentes que hablan de “capitalizar” la empatía popular por el duelo confiesan, sin saberlo, que ellos serían capaces de cosa semejante. Del mismo modo que, al reconocer que su dolor es el mismo que sentirían ante la muerte de cualquiera nos grita a los que debemos decodificar el mensaje que, para ese dirigente, Kirchner era “como cualquier otro ciudadano”. Increíble pero real… Si hasta Federico Pinedo se manifestó sorprendido por la magnitud de su figura vista a través de las condolencias y reconoció tener que repensar el punto. O Felipe Solá, en reunión con los disidentes.
De lo que se puede leer o ver en los medios surge que no hay demasiado asunto puntual que atacar, hecho que cubren con un simulacro de “respeto por el duelo”. Macanas lo del respeto, veamos por qué.
Al principio fue el pseudo-respetuoso “Kirchner no se cuidó”. Análisis que dejaban entrever una cierta irresponsabilidad de su parte al, sabiendo de su estado de salud, no haberse retirado a plantar begonias en el jardín. El argumento era tan poco sostenible ante una mayoría que claramente entiende qué es la pasión y cuál es el peso de una causa que después de algunos paneles armados para que opinen médicos y analistas políticos fue rápidamente descartado.
Y se vino la “segunda ola”. La misógina. La que surge sólo del hecho de que la Primera Mandataria no sea Primer Mandatario. De que sea mujer. Con eso, para varios sectores reaccionarios, ya hay bastante.
Dentro de esa ola hay vertientes. Una inmensa mayoría de los que la “surfean” elige la siempre efectiva idea de hacernos pasar a todas por locas, desequilibradas. En este grupo tenemos varias congéneres que se ve que no se plantean poder ser medidas con la vara que ellas usan. El podio de esta postura es para la rionegrina Alicia Miller que – además de usar la metáfora de la mesa a la que le faltan dos patas en alusión a la viudez de Cristina para beneplácito de los que suponen que las mujeres somos el “complemento” de los varones- desliza que puede ser cierto que la Presidenta sea “bipolar” como se dijo durante su campaña electoral. No me explayo más sobre el particular porque de las definiciones de bipolaridad que circulan por ahí deduzco que todos la padecemos.
Otro que se mete de psicoanalista idóneo es Fontevecchia. En dos artículos diferentes, para colmo. Uno de ellos es una monografía de secundaria acerca de cómo se elabora un duelo. Según él, hay una sola manera posible. Se ve que le agarró un ataque igualitario mal entendido: todos/as reaccionamos igual. Necesitamos superar algunas cuestiones del mismo modo. De haber sido su contemporáneo, podría haberle simplificado las cosas a Freud explicándole sus teorías. El duelo, según este Señor/Dogma, es dolor. En Cristina, siempre según él, enojo. La conclusión a la que arriba es obvia: será que “algo le funciona mal” a nuestra Presidenta.
Por si la barbaridad que enuncia no bastara, trata de que temamos por la capacidad de Cristina –recordemos que hasta bien entrada la década del ´60 para el Código Civil éramos incapaces todas las mujeres. Escribe, muy suelto de cuerpo, que “la pasión pasiviza el pensamiento”.
Cierro esta vertiente con lo que expone la Diputada Carrió, que se esfuerza en hacer una lectura psicoanalítica-católica del modo en que la Presidenta está atravesando su etapa de duelo. Habla de un tiempo y proceso “normal” de duelo que a su entender Cristina no respetó. Y, fiel a su estilo, cierra con un esbozo de amenaza: sostiene que lo va a pagar.
Otra modalidad de ataque sexista siempre disfrazada de piadosa, es la de hacerla ver como débil, viuda, sola. Sin dudas sexista: jamás se aludió a Perón como “el viudo de Evita”. O a Rosas como el de Encarnación Ezcurra.
De estas aguas anduvo abrevando Nelson Castro quien sostiene que ella necesita del respaldo de Scioli, a la vez que sostiene que “no va a poder levantar el teléfono y hablar con los intendentes como Néstor”. Sí, de locos…
Un tal Roberto García apela también a esto de la soledad-debilidad diciendo que hay grupos de centroizquierda que pretenden desarrollar una cúpula para rodearla. Siempre hay rastreros dispuestos a hacerle entorno a los políticos. Pero si son varones parece no generar tanto miedo. “Debilidad, tu nombre es mujer” decía Hamlet. Y García le cree.
Grondona también. La menciona como “la viuda de Kirchner”. Y Morales Solá derrapa por los mismos senderos: sostiene que su manera de hablar “dura y agresiva” la aprendió de Kirchner. Su maestro. También alude a su soledad al definirla como una mujer sin amigas ni agenda social propia. Siempre dedicada ella a su esposo e hijos. Pero para que nadie pueda valorarla por lo dicho, agrega “y a la mezquina política”.
La última modalidad de pegar-sin-que-se-note con la misoginia como arma la expresa Alfredo Leuco. Elige el viejo mito que equipara a la mujer con la madre. Nos cuenta una novela familiar que sabrá Dios de qué fuente le llegó, según la que Florencia Kirchner le habría pedido sollozante a su madre que lo deje todo por la familia. Y concluye que una mujer que ya llegó hasta dónde quiso, podría dejarse de jorobar y encerrarse a lavar los platos. Si así no lo hiciera…
Quisiera terminar con la ideología sexista-gorila-ilustrada, como el pequeño Larousse. Podio para -no puedo decirle congénere- Beatriz Sarlo, quien sostiene que Cristina es “una princesa peronista que hizo leyes cuando fue senadora, ama la escena internacional y lee algunos libros”. Luego aclara que “ahora tendrá que hacerlo en el tiempo libre que le dejen Moyano o Cariglino”. Alucinante la definición de la intelectual lectora de Cenicienta. Usa los términos “princesa” y “peronista” juntitos para que resulten chocantes, tal vez porque considera –y siempre se le nota mucho- que el peronismo no tiene nada de aristocrático. Y se ve que eso a ella le da asquito.
Doña: el peronismo no tiene princesitas. Tiene compañeras militantes. Que sí saben mucho, entre otras cosas, de legislar. Y, si leer “más” que “algún” libro reviste alguna virtud, debo decir que Ud., a quien tanto admiré de joven, es hoy prueba fiel de lo contrario. Se ha puesto ofensiva, arbitraria y antipopular.
Considero humildemente que todos los argentinos veremos durante el año que resta para las elecciones, caerse todos estos presagios sexistas. Que tendremos la posibilidad de presenciar como en manos de una mujer pueden unirse el ejercicio del liderazgo, la gestión presidencial y la conducción política del movimiento popular más significativo que haya surgido en nuestra patria.
Tranquilos. Las mujeres podemos caminar y masticar chicle.

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