martes, 29 de marzo de 2011

Para pensar la paridad

La Ley de Cupo Femenino –de Cuotas la llaman otros países- no terminó de aplicarse ni de debatirse. Sin embargo, ya se está comenzando tímidamente a discutir una Ley de Paridad. Para las mayorías, que claramente no están interesadas en el tema, la ley de cupo nacional y sus correlatos provinciales y municipales fue sancionada en la década del ´90. Establecía que debía haber un 30% de mujeres en las listas para cargos electivos. Se debatió bastante, sin mayores consecuencias para las mujeres en tanto colectivo: no importaba ninguna amenaza al patriarcado tal como estaba planteada. El impacto que tuvo sí fue relevante para las mujeres, que empezamos a estar representadas en bancas que excepcionalmente ocupábamos antes de la entrada en vigencia de la ley. Una ley que tiene sus trampas: se aplica a la presentación de listas, no a la conformación de los cuerpos. Es decir, aún no hemos logrado que efectivamente en todos los órganos legislativos municipales, provinciales y nacionales seamos un 30%. Tampoco aclara mucho qué se considera “puesto expectante”, hecho que ha dado lugar a que los señores a cargo de “hacer las listas” generalmente nos pongan en tercer término con suerte, si no en sexto y noveno lugar. Así, distritos como La Plata por ejemplo, no tienen una mujer ocupando una banca en Diputados de la Provincia, ya que hubo tres listas que obtuvieron votos suficientes para cubrir 2 de las 6 bancas en juego. Como las mujeres aparecíamos en el inexorable tercer lugar y la reglamentación de la ley omitió el detalle, así quedó la cuestión. Hasta ahora. En muchos países se sigue estudiando el tema, y ya hay consenso acerca de que hay que ir de las leyes de cupo o cuota a las de paridad. Es decir, que en las listas haya un 50% de mujeres. En nuestro caso, ya hay varios proyectos presentados en diferentes provincias y en nación. Aunque el debate no toma estado público, está instalado en parte de la dirigencia política y en nosotras, las mujeres. Y se abren muchas cuestiones que está bueno pensar y repensar. Escuchando a un legislador autor de uno de los proyectos en cuestión, expresó que quería “igualdad de representación para ambos géneros”. Es preocupante ver en qué se ha convertido la categoría analítica de género –cosa que ya he mencionado en otras oportunidades. La usan muchas veces para reemplazar a “sexo”, con las consecuencias inevitables de la dicotomización y naturalización de un ordenamiento cultural en función de lo biológico. A lo que él apunta, sin dudas, es a que ambos sexos tengan igual representación. Un concepto bien diferente del expuesto, que daría lugar a discusiones que evidentemente no estamos como sociedad listos para dar. Pero la discusión que se abre generalmente es la de qué implicancias tiene para el colectivo “mujeres” el hecho de que haya representantes de nuestro sexo en lugares de poder. A nivel simbólico, enormes: toda la sociedad ve ya hoy con naturalidad la presencia de mujeres con ambiciones políticas. Eso en sí ya es maravilloso. En el plano concreto, en general se sostiene que no nos ayudó demasiado a avanzar con nuestros reclamos por el modo en que las mujeres llegan a ocupar puestos en las listas. Habitualmente son elegidas por un sector al que le “corresponde” el cargo, y la mayoría de las veces no han tenido contacto con los movimientos de mujeres cosa que hace que sencillamente ignoren nuestra agenda. En otros casos, la pertenencia a un sector político determinado las lleva a responder en forma exclusiva a los intereses de ese sector, y no tienen espacio propio de decisión para proponer o acompañar las normas que reclamamos. También existe un “saber” popular que considera que una mujer –por el sólo hecho de serlo- tendrá mayor “sensibilidad” para abordar nuestros temas. Un gran disparate de enorme esencialismo biológico. Así, siempre hay una fémina al frente de las comisiones ad-hoc, que suelen armar un combo incomprensible, del tipo “Mujer, Minoridad y Familia”. Temas en los que evidentemente suponen que tener útero te transforma en experta. Muchas veces somos nosotras mismas las que planteamos este tipo de objeciones, sin dudas válidas. Pero al hablar del tema, debemos ser más piadosas con nosotras mismas. Para castigarnos ya están listos todos los poderosos del mundo. Debemos ser un poco menos exigentes para con las personas de nuestro sexo. Como ejemplo: ¿escucharon alguna vez que se debatiera en un sindicato si el legislador que ocupaba una banca por representarlo era absolutamente leal a los intereses de los trabajadores? ¿O si estaba lo suficientemente capacitado para hacerlo? Cuando un ex – presidente o ex – ministro de economía que hizo desastres en gestión legislan ¿alguien se pregunta acerca de su altura moral para hacerlo? Pues nosotras sí. Estamos criadas en un medio que nos exige ser perfectas en todo –de otro modo ni figuramos. A una legisladora se le exige capacidad, formación, buena presencia, ser una buena madre y saber hacer panqueques. Ser poco ambiciosa y tener “una mirada diferente”. Sabrá Dios que quiere decir ese cliché. Por el momento propongo que nos relajemos, apoyemos la búsqueda de paridad porque es justa para nosotras. La mitad de la humanidad. Y para quejarnos por la calidad de las mujeres que ocupan bancas, esperemos que los varones logren primero, si es que pueden, deshacerse de todos los impresentables e incapaces que los representan. La verdadera paridad la habremos alcanzado el día en que haya la misma cantidad de poco preparados que de poco preparadas.

jueves, 24 de marzo de 2011

Para las mujeres en lucha 35 años no son nada. Queda resto para seguir exigiendo Memoria, Verdad y Justicia.
Abrazo con mi alma a Madres y Abuelas.

martes, 15 de marzo de 2011

Flores para la dama…



En verdad el Día Internacional de la Mujer no hubo mucha cosa alusiva, nos salvó el feriado. La catástrofe prosiguió los días subsiguientes pero ya no nos vimos obligadas a escuchar los disparates todos juntos, en formato flores/reconocimientos/menciones a mujeres excepcionales. Porque para el patriarcado las que hacen algo bueno son “excepción”.
Pero hubo un acto, convocado por la vicepresidenta de la Mesa directiva de la Unión Cívica Radical, doctora Alejandra Lorden. El mismo 8, por eso invito a recorrer la visión de las mujeres y su causa que encerró este acto, ya desde su convocatoria.
Porque una convocatoria encierra una definición acabada de a quiénes se incluye, en este caso en la categoría “mujeres”.
La gacetilla de prensa ya desde el vamos aclara que se conmemorará el “Día de la Mujer Trabajadora”. Una pena que queden afuera las mujeres que el patriarcado considera no-trabajadoras. Por ejemplo, aquellas a las que al casarse sus parejas les impiden hacerlo.
Subraya la importancia de hacerlo en un feriado, ya que las mujeres “podrán dejar a los niños con sus maridos y enterarse de cuáles son los temas a tener en cuenta”. Como podemos ver, las mujeres convocadas pueden ser madres. Si lo son, deben vivir en matrimonio heterosexual e ignorar su propia situación, que les ha de ser revelada por mujeres que sí saben. O por Ricardito Alfonsín, que cerrará el acto siguiendo estrictas normas de ceremonial que indican que un acto lo cierra la persona presente de mayor jerarquía: que sea varón ya lo hace acreedor del honor. Aunque la convocatoria exprese que la idea es “comprometerlo a que esté concientizado”. Al menos, las mujeres radicales reconocen que el precandidato no tiene mucha idea de nuestras luchas…
Antes de dar la nómina de expositoras, se aclara que las mujeres “han acompañado a los hombres en la lucha desde hace mucho tiempo”. Para dejarles claro a los muchachos que no se inquieten, nomás. Que nuestro ideal de participación se limita a ser complemento ejecutor de las ideas de ellos. Porque desde Aristóteles hasta acá se sigue creyendo que el mundo de las ideas es propio de los varones solamente.
Hasta acá, lo que se desprendía del discurso “convocante”. Luego pude deleitarme con la actuación de comediante “stand-up” de Ricardito, que fue la única parte de la jornada rescatada por los medios.
Arrancó haciendo una lista puntillosa de las “virtudes” de que somos “naturalmente” portadoras las mujeres. Será que vienen dentro del útero.
Habló de la tolerancia, y de las capacidades diferentes. Nos instó a trabajar desde la diferencia. Es decir: que ni se nos cruce la peregrina idea de tener igualdad porque diferimos del metro patrón. Que es el varón, si no les queda claro. Había sido extremadamente androcéntrico el señor…
Sin embargo, tiene conciencia clara de que somos las que hacemos el trabajo duro. Lo dijo así nomás: trabajen. Primero para ganar la interna, luego para la general.
¡A caminar, doblar boletas y fiscalizar se ha dicho!
Y se vino nomás el mencionado paso de comedia, en el que verdaderamente lució todas sus dotes: el diálogo que él imaginó entre la Presidenta y el Jefe de Gabinete de Ministros.
Antes de ahondar en la petulancia y misoginia que de su libreto se desprenden, es preciso resaltar lo lamentable de la risa que provocó entre las mujeres asistentes. Tal vez no logren ver que no se estaba burlando de nuestra Presidenta, sino de todas las mujeres.
Petulancia porque se arroga la potestad de resaltar –desde la gramática- que no es “presidenta” sino “presidente”. Ojalá supiera tanto de gramática antes de “pensar de que…”. Ojalá pudiera ver que la lengua es una herramienta de expresión que los pueblos pueden apropiarse para ciertos fines. En este caso, por ejemplo, visibilizar la existencia de personas de nuestro sexo en lugares de poder. Y como la gramática ya no es prescriptiva, deberá tomar nota de este tipo de cambios surgidos del habla de una comunidad.
Y misoginia. Nos quiso hacer ver que la Presidenta no sabe qué es lo que debe hacer si no tiene a mano a un varón que le indique lo correcto o pertinente.
Pensando en todo esto junto, concluyo con tristeza que hubiera preferido el 8 de marzo escuchar un trillado “Flores para la dama”.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Caso Berlusconi

Importancia de los Movimientos Feministas y de Mujeres


Cientos de veces las que participamos de los movimientos de mujeres o feministas, nos vemos interpeladas por otros movimientos políticos y sociales que cuestionan nuestro modus operandi.
Esas interpelaciones resultan verdaderamente enriquecedoras, nos obligan a cuestionar permanentemente nuestros dichos y nuestras acciones.
Nosotras no queremos estar en el lugar de víctimas del patriarcado. Ni en el de la queja permanente, por eso nuestras expresiones siempre tienen que ver con la alegría que nos da sabernos libres mas allá de la subordinación a que quieren someternos.
Esa alegría a la que aludo, muchas veces, hace que nuestras actividades sean vistas desde quienes no comprenden sus fundamentos como triviales.
Nosotras no vemos al Estado como “culpable” de todos nuestros asuntos: estamos convencidas de que es la cultura patriarcal, o lo que algunas teóricas llaman el sistema sexo-género, lo que reproduce y perpetúa nuestra subordinación. Así, el Estado queda en el lugar de un eslabón más entre todos los involucrados.
Sin embargo, hay variados indicios de que los temas que logramos instalar con nuestras luchas no han caído en saco roto.
Por un lado, vemos desde la década del ´90 un denodado esfuerzo por parte de los poderes hegemónicos para descremar y despolitizar nuestras luchas e institucionalizarlas usando a la categoría de “género” como herramienta. Sus cultoras y cultores no interpelan la cuestión de fondo y por lo general se limitan a ponernos a las mujeres en un pupitre para que algún o alguna iluminada nos capacite en lo que nuestra experiencia de lucha colectiva sabe de memoria. Se cuida muy bien eso de que las mujeres seamos asistentes, escuchas, beneficiarias o víctimas: jamás protagonistas. Esa necesidad de institucionalizarnos para volver a ponernos en rol pasivo me indica que entienden perfectamente el poder de nuestras luchas. Caso contrario no harían tanto esfuerzo.
Pero por otra parte, vemos que han tenido que dejar de oponerse a algunos de nuestros reclamos históricos justamente por la efectividad que se logró en el plano de la toma de conciencia. Así fuimos consiguiendo votar, ser eliminadas en el Código Civil del artículo que nos incluía junto a los menores e incapaces. Leyes contra la trata, la violencia, matrimonio igualitario, asignación universal por hijo. La intención de que podamos debatir sobre el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
Y esto de que nuestros reclamos no han caído en saco roto lo refuerza la situación que se vive en Italia con el caso Berlusconi. Todo su poderío e impunidad serán sometidos a juicio. Un juicio que será casualmente llevado adelante por un tribunal conformado por mujeres.
Pero lo que me deja pensando el caso puntual es el poder político del accionar de los movimientos de mujeres y feministas: lograron lo que desde hace años vienen intentando en vano los partidos políticos opositores, o simplemente todo lo “opositor” institucionalizado.
Las miles de mujeres que se autoconvocaron el todas las plazas de todas las ciudades de Italia empezaron a verse acompañadas en la lucha por ciudadanos y organizaciones que no encontraban canal de expresión.
No fueron ni son acompañadas por ningún funcionario o funcionaria de “políticas de género”, que están obligados a no sacar los pies del plato.
Ni siquiera por las legisladoras mujeres que quedan encorsetadas por haber entrado por las leyes de cupo o de cuotas, otro intento institucional de domesticarnos y hacernos callar.
Como vemos, nuestras luchas sirven. Y deben profundizarse hasta el punto de, por ejemplo, hacer que las instituciones al menos tengan voluntad de escucharnos y dialogar con nosotras.

martes, 8 de marzo de 2011

Abrazo a todas mis compañeras de lucha, y a las que se sumarán.
Hoy de 20 a 21 Hs. estaré en el programa radial MUJERÍO.
AM 530

martes, 1 de marzo de 2011

La puta y la madre

Pastillita para el análisis del sueldo docente


En virtud de los tiempos que corren con tanta frescura y apertura a debates que parecían impensables hasta ayer nomás, es que me atrevo a escribir mi humilde visión sobre la histórica postergación salarial de la docencia.
Porque creo que si nos animamos como sociedad a empezar a destronar a los que ejercen poder hegemónico en la comunicación, si nos animamos a decirle al “campo” que ya no queremos ser sólo el “granero del mundo” y hubo una determinación política tenaz para practicar estos cambios, cómo puede ser que –convencidos como estamos del rol fundamental que debe desempeñar la educación pública en la concreción de este modelo de país- no haya una verdadera recomposición salarial para el sector docente.
No me parece utópico en el contexto promisorio en que vivimos que se pudiera hacer algo así como decretar que a partir de tal fecha el salario básico de una maestra pasa a ser de x pesos y todo en blanco. Tudo bem, tudo legal…
Porque el 30 % de 0 es 0. Eso lo aprendí en la escuela pública.
Porque corresponde que si como sociedad nos rasgamos las vestiduras porque los jóvenes no quieren estudiar o tienen bajo rendimiento debemos predicar con el ejemplo y mostrarles que quienes estudiaron reciben una recompensa salarial digna. Tan simple como eso: raramente un joven tendrá ganas de esforzarse y estudiar para luego vivir con una suma que no cubre la canasta básica. Zonzos no son.
Y aquí viene la sanata de la vocación, y del altruismo exigible a los docentes que somos muy mal vistos por toda la sociedad cuando decimos que tenemos derecho a un salario similar al de cualquier otro profesional. Un médico, por ejemplo, ya que toda dirigencia en campaña sostiene que “salud y educación” son importantísimas. Pero a los médicos no se les exige voto de pobreza. Ahí va mi aporte…
A nadie se le escapará que hay profesiones y empleos feminizados. Por lo general, los peor remunerados: el trabajo doméstico, ciertas especialidades de la medicina, la docencia.
Todo esto se sostiene merced al mito de la mujer madre, uno de los más fuertes soportes discursivos del patriarcado: toda mujer tiene como misión más importante en la vida el ser madre, y el extender o proyectar todos los mandatos que se le asignan a la maternidad hacia el conjunto social. Entiéndase por esto el ser dulce, desinteresada, hacer todo por amor sin esperar nada a cambio, cuidar a los débiles, ser calladita y sumisa.
Todo esto que se exige a “la madre” se hace extensivo a lo que nuestra sociedad ha bautizado como “segunda mamá”: la maestra.
Cuando esta maestra reclama, por ejemplo, llaman oyentes a las radios preguntando si lo único que le interesa es la plata. Y que, de ser así, se dedique a otra cosa. A algo compatible con el no querer ser pobre. Porque, repito, se nos exige tácitamente un voto de pobreza. Y pureza. En el debate de la cuestión docente, tener plata está mal visto. Que Ricky Fort tenga plata no. Es “natural”. El es varón. Y empresario.
En el otro extremo de este mito-soporte en lo discursivo se ubica a “la mala mujer”: la puta.
La sociedad patriarcal nos tiene así divididas: la buena-mujer-madre-desinteresada, y la mala-puta-mujer-interesada.
En el mismo instante en que una mujer, o por extensión, una profesión feminizada hace un reclamo político –porque los reclamos reivindicatorios docentes son políticos y no económicos- el patriarcado hegemónico se lanza a disciplinar bajo amenaza de colocar a todo el sector en el banquillo, acusado de instalarse a sí mismo en el lugar reservado para las “malas mujeres”. Las putas.
Pero empiecen a visualizar –quienes tienen posibilidad de cambiar las cosas mediante hechos concretos- que toda esta construcción discursiva que hasta hace poco nos hacía callar hoy ya no nos asusta. No tenemos culpa: sabemos que podemos tener enorme vocación por enseñar junto con enorme vocación por hacer valer nuestros derechos.
Podemos ser madres-putas, o putas-madres. Como gusten.