Hasta no hace mucho creía en la posibilidad de lograr un mundo más justo a través de, por ejemplo, revoluciones que cambiaran radicalmente los órdenes establecidos.
Hoy ya no.
Pienso y repienso cómo se podría alcanzar el cambio social, y lo veo extremadamente complejo si no se empieza por cambiar las prácticas individuales privadas primero. Dicho de otro modo, no creo posible pretender cambiar el mundo si arrastramos con nosotros toda la carga cultural con que nos han -y hemos- cargado el rígido.
Leyendo no hace mucho “La mujer, el estado y la revolución” pensaba en las condiciones materiales que hicieron que a poco de andar la revolución rusa tuviera que dar marcha atrás con los enormes avances que proponía para las mujeres: divorcio, libertad sexual, socialización de los roles tradicionales de las mujeres. Wendy Goldman, la autora, las explica detalladamente desde la historia. Pero también nos advierte acerca de esto que deseo marcar: que es imposible pensar una nueva sociedad sin pensar en nuevos modos de relacionarse.
Y, con su agudeza y gracia María Galindo grafitea que no hay nada que se parezca más a un machista de izquierda que uno de derecha…
Es decir, si los individuos que deben llevar adelante en lo cotidiano los cambios no tienen conciencia de la imperiosa necesidad de conquistar la igualdad, será imposible que cualquier modelo se haga carne y prospere.
Pero nosotros hoy no tenemos ninguna revolución sangrienta o radical en el horizonte. Tenemos unas democracias que yo llamo “de libre mercado”. En ellas, al pueblo se lo llama “ciudadanos”. Que votan, pero a los que se considera consumidores de discursos diseñados por comunicadores, empresas de marketing o imagen.
En esos discursos aparecen frases absolutamente vacías de significado, para que cada quien interprete de ellas lo que le plazca. Algo así como un “talle universal”: no molesta ni inquieta a nadie, le cabe a todos.
La palabra “cambio” generalmente asociada a la juventud ¡cuando conocemos tanto joven viejo!
La frase “Gobernar bien”…
O “La seguridad se hace”…
Nosotras deberíamos tomarlas para digerirlas y ver si nos incluyen. Y - en caso de sentirnos incluidas- ver si estamos como sociedad listos para dar esas batallas para el cambio cultural indispensable para lograr cambios en lo social.
Podemos preguntarnos, al ver el cambio como slogan, si van a despenalizar el aborto. O a poner guarderías en todos los lugares de trabajo. O si piensan dejar de detener a prostitutas para detener a sus clientes. O si piensan terminar de un plumazo con la brecha salarial existente entre varones y mujeres. Pueden agregar todos los ejemplos que quieran a esta lista…
Eso, para nosotras, podría ser “Gobernar bien”.
Cuando hablan de hacer seguridad, podrían agregar a la lista de secuestros express, robos de cajeros y asaltos a mano armada que tanto les gusta reiterar, las golpizas a mujeres en sus propias casas. O sus muertes a mano de parejas o ex - parejas. Y ver a las violaciones como producto lógico del orden patriarcal. Si lo hicieran, se los podría empezar a escuchar en tanto personas capaces de demostrar algún tipo de comprensión de la cuestión social. Pero están tan lejos… como cerca nosotros en tanto pueblo de interpelarlos.
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