Más allá – y más acá – de que la mayoría de las mujeres que acceden a espacios de poder se esfuerzan en aclarar que no son feministas, resulta ser un ejercicio muy interesante verlas actuar en campaña.
Porque todas sabemos que si se reconocieran especialmente preocupadas por la situación de las mujeres sería harto improbable que llegaran a puestos clave en la toma de decisiones.
Y a la minoría que sí ha manifestado en algún momento de su carrera un compromiso con nuestra causa también. Por caso Elisa Carrió, quien en su momento contaba entre sus filas con varias de las feministas más destacadas del país.
Pero en la cancha se ven los pingos… y en campaña se puede leer entre líneas claramente en qué lugar de su consideración ubican nuestros reclamos de igualdad.
Y tenemos que entrenarnos en este ejercicio de evaluar sus declaraciones en clave de género, para afinar la puntería y – al menos – no votar en contra de nuestros propios intereses.
Les propongo recorrer algunas expresiones que se repiten mucho – y ver qué puede haber detrás – y también repensar otras más puntuales.
El cliché de la mujer-como-complemento esconde a mí entender la preservación de nuestra subordinación. Pululan las candidatas a lo que sea que sostienen que “ni adelante ni atrás de ellos. A la par”. Remite a la teoría de que todos somos seres incompletos que necesitamos de un par del sexo opuesto para hacer las cosas “bien”. Estas candidatas, claramente influenciadas por la teoría de “la media naranja” - las feministas nos declaramos fruta entera- suelen hablar de lo enriquecedora que resultará su “mirada” de la realidad. Porque los varones sostienen ideas, principios. Mientras nosotras, tímidamente, sólo miradas.
Son las que se esfuerzan por mostrarse mujeres sólo en los casos en que verse así coincide con los lugares que el patriarcado asigna. El llanto, por poner un ejemplo.
No es objetado – más bien todo lo contrario – si es producido por la protección de “la familia”. Chiche Duhalde y Evangelina Salazar salieron ilesas de hacerlo públicamente, amparadas por la defensa de sus hijos.
Cristina Fernández, en cambio, que a veces se quiebra por la injusticia, o por bronca de haber perdido a “su compañero” – nunca dice “mi marido” – es muy criticada por ello. Y básicamente por mujeres como Carrió que sostienen lo hace especulando. Tal vez podrían elaborar un instructivo indicándonos a todas en qué casos podemos llorar y en cuáles no resulta conveniente.
Aunque lo sabemos… las únicas lágrimas permitidas son las de debilidad. Las otras mejor guardarlas. O mejor no, mejor animarse como la destacada científica que durante el lanzamiento del satélite argentino – y mientras se aguardaba su explicación técnica – dijo que se le estaban por escapar algunas lágrimas. Sencillamente gloriosa…
Para cerrar, un episodio reciente. La Presidenta Cristina Fernández, invitada por el INTA al lanzamiento de la ternera clonada que producirá leche maternizada, merced a la genética. Antes de asistir, ya se había negado a que la ternera en cuestión llevara su nombre, sosteniendo entre risas que sólo a un varón se le podía ocurrir cosa semejante.
Ya en el acto, instó a los científicos a seguir trabajando para lograr algún torito que pueda producir leche maternizada. Claramente invitándonos a todos a poner en cuestión el tema de la división de tareas socialmente asignadas por sexo.
Claramente invitándonos a construir relaciones entre los sexos más justas.
Quienes presenciaban el acto mostraron desconcierto. Curiosamente, no me resultó desconcertante.
Pese a que no se declara públicamente feminista, sus prácticas la hacen ver concientizada, empoderada y dispuesta a introducir nuestras luchas en la agenda pública definitivamente.
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