martes, 19 de julio de 2011

Veinticinco víctimas más de violencia machista


A raíz del combate a la trata de mujeres para explotación sexual hace unos días clausuraron una whiskería platense, de esas en que todos sabemos que en realidad se dedican a prostituir mujeres. Empezaron a caer las fichas y la cuestión se pone interesante, aunque harto predecible.
La cosa comenzó con una denuncia ¡del municipio! Que sospechó, después de años de habilitar el local que tal vez se trataría de una pantalla para otra clase de negocio. Conmueve la sagacidad del Intendente. Y jode que nos tomen por estúpidas…
Y es que es tan sabido el control permanente del municipio hacia los locales nocturnos, que cuesta creer en tamaño hallazgo así, tan de repente…
Pero vamos a suponer que han tomado conciencia de la situación. Que se han sensibilizado. Que han descubierto que desde el poder se puede hacer algo para revertir las situaciones de injusticia milenarias.
Denuncian, y el poder judicial allana el local en cuestión. Descubren veinticinco mujeres, una treintena de clientes-consumidores-prostituyentes, y dos ramitas de perejil: una señora que administraba el lugar y un señor “de seguridad”. Léase que les daba a los consumidores la seguridad de que por unos pocos pesos podrían proceder a humillar y violar mujeres sin poner en peligro su respetable condición de padres de familia.
Por suerte, ya no se les ocurre detener a las mujeres. Sólo arrestaron a los perejiles, que igual salieron rápidamente, merced al accionar de excelentes abogados que cabría analizar quién paga, porque no son de los que la gente de escasos recursos tiene oportunidad de contratar.
Misteriosamente, parece no habérseles ocurrido, por ejemplo, hacer participar del allanamiento a personal capacitado como el del Consejo Municipal de la Mujer. En ese caso, las psicólogas que allí se desempeñan junto con asistentes sociales podrían haber comenzado un trabajo serio con las mujeres que allí se encontraban. Tomar nota de sus situaciones personales y brindarles una oportunidad laboral que les permitiera salir del circuito de la explotación sexual.
Pero claro, ese hubiera sido el accionar si el objetivo del show montado fuera la defensa de los derechos de las mujeres. Y nada más lejos de las intenciones del poder.
Porque nadie sabe que pasó en las vidas de esas veinticinco mujeres durante los días de la clausura. No sabemos si sus hijos tuvieron lo necesario. O si las hicieron ir a otros de los tantos “boliches” para que sigan en el circuito macabro.
Tampoco sabemos si tienen la lista de los demás lugares que han habilitado –y los que no pero todos sabemos dónde están- para verificar si la buena fe del municipio no está siendo violada en otros casos similares.
Extraño accionar, que deja muchas dudas, demasiadas preguntas…
Y una certeza: el respeto por las mujeres no está en las agendas de gestión.

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