Cuando la animalización se entiende como libertad
Las mujeres tenemos muy claro que la normatización y disciplinamiento de nuestra sexualidad constituye una de las principales herramientas con las que cuenta el patriarcado para que nuestra opresión en tanto sexo perdure en los tiempos.
El terror a ser estigmatizadas por vivir una sexualidad plena ha venido siempre de la mano con un nulo debate acerca de qué significa para nosotras ser libres. Tan es así que –aún hoy- se aplican los términos “liberada” o “liberal” para referirse a las prácticas específicas de mujeres que reproducen sin objetar ni los estereotipos ni los lugares en que nos colocan los sistemas dominantes.
Por estos días aparece en televisión una vedette que parece haber tenido relación con un genocida argentino. El horror de todo lo que se opina al respecto tal vez lo aborde en otra ocasión. Para pensarnos las mujeres en clave de sexualidad, cito una frase de la vedette: “desde los 21 años me metí en la cama con quien quise”.
Fue pronunciada como una reivindicación de la libertad de la emisora. Como una oda a la decisión autónoma. Y sonaba tan irónica…
Ya en un ámbito bien doméstico, una mujer muy mayor comenta a una vecina con espanto que esa afirmación era producto de la “liberación femenina”. Y esa apreciación, intuyo, es bastante extendida y merece revisarse.
Porque lejos de resaltar la libertad en la toma de decisiones por parte de las mujeres marca claramente el sometimiento a los patrones dentro de los que se nos habilita a movernos.
La mayoría de las vedettes hasta hace algunas décadas eran mujeres que lucían espléndidas. Pero también bailaban, cantaban, actuaban. Eran artistas que obviamente ejercerían el derecho a una sexualidad plena conjuntamente con el derecho a ser respetadas. No recuerdo a Nélida Lobato, ni a las hermanas Rojo, ni a Zulma Faiad, ni a Norma o Mimí Pons dejándose bastardear por ningún cómico, iniciando discusiones estériles, o vociferando acerca de su vida sexual.
Hoy parece que asistimos a un retroceso, vemos a muchas mujeres colocándose solitas en el lugar que se reserva para las “malas”. Y eso poco tiene que ver con haber roto cadenas.
El “con quien quise” es válido para nosotras cuando no hay diferencias de jerarquía o de poder. Cuando se nos obliga a hacer algo para acceder al trabajo o a ciertos bienes ya poca libertad queda.
Cuando se nos reduce a seres que exhiben su cuerpo para ser ridiculizadas tampoco nos queda demasiado espacio para la libertad.
Tampoco se percibe libertad de elección de un estilo. Como salidas de una línea de producción de barbies miles de mujeres se transforman en rubias, se someten a operaciones para parecer eternamente jóvenes, evitan expresarse por miedo a que hacer oír sus voces les juegue una mala pasada.
Justamente, la llamada “liberación femenina” nos invita a todas a romper esos moldes.A poder decir que no. A cambiar esclavitud por libertad.
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