martes, 13 de julio de 2010

Ley de Matrimonio Igualitario.

Por qué tan especial.

Verdaderamente la vida la va convenciendo a una de que las relaciones humanas se forjan con mucha frecuencia por fuera de los carriles institucionalizados. Se va aprendiendo que el inmenso valor de la familia y los lazos no necesariamente está dado por la legitimidad o falta de legitimidad que ellos ostentan.
También el intelectualizar qué es el matrimonio, a qué sistemas de ordenamiento social corresponde, qué intereses preserva te van alejando de la fantasía romántica que encierra.
Una se va convenciendo de que los verdaderos vínculos indestructibles se construyen con gran esfuerzo, mucha entrega y un compromiso que supera ampliamente la fórmula “en la salud y en la enfermedad, en la abundancia y en la necesidad”.
Por lo tan someramente expuesto es que desde hace ya tiempo podía parecer inútil tratar de expandir el “área de cobertura” de una institución que no se adecua en lo formal a los cambios que ha ido transitando con el correr de los tiempos.
Las feministas en general no salíamos a reclamar una Ley de Matrimonio Igualitario sencillamente por considerar al matrimonio en sí bastante anacrónico.
De hecho, son muchísimas las parejas que optan por emprender un proyecto de vida en común sin pasar por los requisitos legales ni los de las diferentes religiones.
Pero en el medio surgió este proyecto legislativo. Un proyecto largamente pensado por cientos de miles de personas que eligiendo una opción sexual que difiere de la normativa heterosexual, exigen acceder a los mismos derechos. Y ahí empieza a vislumbrarse por qué hay que salir a apoyar apasionadamente: exigimos para todo tipo de personas que sientan el amor en cualquiera de sus formas el mismo status jurídico. Después, cada quien hará uso o no de un derecho adquirido que nadie está en condiciones de negar.
Y nuestro compromiso de hacer pública nuestra postura ha ido creciendo con el devenir del debate, que empezó a mostrar crudamente la desinformación, la discriminación y los prejuicios que circulan por una sociedad que, tal vez, aún no había puesto el énfasis necesario en exigir la separación de la Iglesia de los intereses del Estado.
El inmenso poder de lobby que queda expuesto ante nosotros resulta sobrecogedor, máxime porque se trata de una institución que no ha sido clara en condenar las atrocidades que apañó desde el medioevo hasta hoy.
Entonces el debate se abre, excede ampliamente los límites del proyecto en sí. Pasa a ser un debate político-ideológico que se instala en el país en un momento sin precedentes en mi memoria en el que se pueden discutir muchas prebendas de muchos sectores con poder que hasta no hace demasiado eran imposibles de interpelar públicamente.
El mismo “plan B” que surge de la Comisión de Legislación General del Senado exhibe toda esta riqueza para el análisis político a la que aludo: se trata de crear una institución diferente para personas diferentes. Una apología de la discriminación, que como brillantemente define una amiga, hoy se disfraza de “tolerancia”.
Nosotras no queremos tolerancia, estamos convencidas de que todo lo humano goza del mismo status, de la misma jerarquía. De que nada de lo que viva o sienta nadie nos es ajeno.
Y exigimos…
A nuestros legisladores que cuando apelen a sus conciencias se encierren a pensar si las tuvieron en cuenta al votar a favor de otras cuestiones…
A los que sí la tuvieron, y hoy con respecto a este tema se les generan conflictos, que nada es compulsivo en un estado de derecho y nadie piensa en obligar a nadie a vivir contra sus principios…
A las Iglesias, que muestren antes de hacer pública su postura respecto de este proyecto, sus posturas con respecto a, por ejemplo, la pedofilia de algunos de sus miembros. O el rol que desempeñaron durante la última dictadura. No pueden seguir predicando desde una altura moral que viene en franco retroceso…
Y a la sociedad entera, que dejemos por un momento ese modelo de debate que nos lleva a vivir cualquier experiencia de profundización de las discusiones como quien asiste a un Boca-River.
También nos exigimos saber disfrutar de esta etapa de debate social comprometiendo nuestro mayor esfuerzo en estar a la altura de las circunstancias.

1 comentario:

Vanidosa dijo...

Brilliant! Qué complejo le resulta a algunas instituciones aceptar esta nueva realidad. Estoy muy de acuerdo que no necesitamos tolerancia sino más bien, aceptación. Aceptación de que existimos, aceptación de que no todos somos iguales y tenemos derecho a la heterogeneidad social.
Todavía estoy emocionada x este gran cambio. Te felicito x apreciación maravillosa y tan pero tan bien escrita! Saludos