martes, 20 de julio de 2010

Argumentos que se esgrimen, debates que se eluden.

Cabos sueltos que nos dejó el Matrimonio Igualitario.

Una de las argumentaciones en contra de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario a la que recurrió la derecha vernácula fue la no urgencia del tratamiento de la ley. Era importante, no urgente. Eso sostenían muchos que se ve no leyeron a Mafalda, quien en una de sus memorables tiras hacía alusión a lo terrible que resulta en esta vida que lo urgente le robe espacio a lo importante.
Y es que, claramente, la diferencia entre los dos conceptos daría lugar a un debate en sí. En primer término, porque qué es “urgente” y que es “importante” depende de valoraciones de situaciones personales que ningún mortal está en condiciones de imponerle a la sociedad. Quien lo hace está ni más ni menos que intentando imponer su subjetividad al resto de la sociedad.
En segundo término, porque creo que se puede caminar mascando chicle. Es decir, tal vez se pueda caminar hacia la erradicación de la pobreza mientras se amplían los derechos civiles, se discute una ley que regule las explotaciones mineras que rodean los glaciares, y se declara de interés legislativo la “Quinta Jornada del Poroto de Soja”. La actividad política es desgastante justamente porque se trata de esto: de abordar la multiplicidad de lo social.
Debate que se podría ampliar solicitando a los legisladores que trajeron ambos conceptos al ruedo que expongan su propio accionar –en el caso de que ya hubieran ejercido la función pública- respecto de “lo importante”. Pobreza y jubilados es lo que mencionaron, se ve que han hecho un mea culpa respecto de su anterior accionar que sería interesante compartieran con la sociedad.
Otra consecuencia que podría darse después de escuchar lo escuchado sería la realización de un Congreso de la Lengua Española, donde profesores y académicos expliquen por qué “se debe” o “no se debe” decir “Presidenta”. En el marco de esa gloriosa discusión lingüística aún no acabada, se puede convocar a la senadora que dijo que nos gobierna “un imitador de Maquiavelo” a fin de que desarrolle en una conferencia el por qué del uso del masculino siendo hablante de una lengua que tiene terminación para el femenino, absolutamente apropiada para referirse a una mujer en el caso. La conferencia podría titularse “Por que no una imitadora de Maquiavelo”. Las feministas agradecidas, ya que la profusa fundamentación acerca de que el uso de “Presidenta” remite a una estrategia de visibilización de las mujeres en el poder y no a ignorancia de las “reglas” de uso de la lengua, quedó opacada por esta congénere que ¡pudiendo! hablar en femenino y ser “correcta” elude hacerlo.
Otro caballito de batalla fue el de objetar la ley porque garantiza la igualdad de derechos para adoptar a todas las parejas, cuando hay tantas trabas para adoptar por culpa del Estado burocrático.
Ese es un debate que también nos debemos como sociedad. Que expertas como Eva Giberti luchan por instalar para erradicar la simplificación y, sin embargo, sus razones no gozan de la difusión de que sí goza el argumento expuesto.
Sería propio de una sociedad madura hablar con cifras. Que se haga público el número de parejas que están en lista de espera para adoptar. El plazo de espera promedio de estas parejas. El porqué del número tan bajo de bebés en adopción. Los mecanismos “alternativos” que la justicia termina por convalidar: la compra de niños y niñas.
Que se hagan públicas también las explicaciones de las parejas que optan por esas vías: que hablen del amor que los inspira para recurrir a un intermediario que compra un niño a una madre pobre.
Que pongan en palabras que delinquen y se autoconvencen de que lo hacen “obligados” por un Estado que no es veloz. Que alguien que sepa mucho del tema ahonde en los aspectos que el Estado debe garantizar y que los traficantes no tienen necesidad de hacer, simplemente porque están ausentes en el debate. De ellos, al hablar de adopción, no se habla.
También sería de utilidad pública acceder a la cifra de parejas heterosexuales que adoptan por cada una de las dos vías posibles, y tener el mismo dato acerca de las parejas del mismo sexo. Ver en estadística qué camino eligen transitar. No porque considere que hay gente cuya elección sexual la hace “más ética”. Simplemente porque es agradable demoler mitos.

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