Humildes aportes conceptuales del feminismo.
En un mismo lodo, todo manoseao. El verso de Discépolo no pierde vigencia, y ya empieza a causar ansiedad observar tanta pobreza de análisis. O tanto objetivo político oscuro e inconfesable disfrazado de pobreza analítica. No se sabe, está “en un mismo lodo, todo manoseao”.
La ensalada conceptual cuando remite a reclamos históricos de las mujeres adquiere tintes desopilantes, porque nos vamos acostumbrando cada vez más a exposiciones muy cortas –de 140 caracteres tipo twitter – que no permiten descifrar el andamiaje teórico-político de quienes las emiten. O que hay que estar extremadamente atentos para poder verlo.
El Matrimonio Igualitario es un ejemplo de esta mezcolanza conceptual. Por un lado, la Iglesia no claudica en mostrar la ley y los efectos que traerá consigo como la antesala del Apocalipsis. Ya no recurre al contenido de la ley para su prédica, sino que ataca el material distribuido por el Ministerio de Educación de la Nación sobre educación sexual para sugerir que se “adoctrinará” a niños y niñas en el lesbianismo o la homosexualidad. Una clara sugerencia de que “es lo mismo” educar en el respeto y el conocimiento acerca de la diversidad que formatear multitudes en otro sentido. Inverso, para esta gente. Nada más errado: se está en contra de la heterosexualidad normativa. No de la heterosexualidad, sino de la adopción de modelos únicos ordenadores y prescriptitos. Se entiende… Quienes así se expresan también lo entienden. Pero es más útil a sus fines políticos mezclar conceptos, intentar apabullar y asustar a la sociedad. Son sectores que han crecido mucho merced al manejo del miedo y la culpa.
Apelan entonces a la biología –ciencia denostada por ellos mismos hasta hace poco – para predicar una naturaleza inherente, diferenciada y jerarquizante a “lo femenino” y “lo masculino”. Según esta gente, hay algo “natural” en un autito de juguete que hace que un niño –varón – se sienta atraído a jugar con él. Y mucho de “natural” en la relación de una niña con una cacerolita de lata. Desopilante… No es lo mismo “natural” que “cultural”, obvio. Pero naturalizar también ha traído enorme rédito a los poderes del mundo.
Otra mezcolanza interesante se percibe en la concepción de la ley para penalizar el consumo de prostitución. Esta moda de intentar crear figuras penales para dar respuesta a grandes problemas viene ligada a otras situaciones cotidianas ante las que se exige “mano dura”, pero hay que ser prudente.
Si bien está claro para el feminismo que la incorporación del cliente – prostituyente es indispensable en el análisis de la cuestión de fondo, no queda claro que el miedo que pueda generar la sanción termine con el problema: todos sabemos que cruzar con un semáforo en rojo está penalizado, y no por ello deja de suceder habitualmente. Como se ve, y como en tantos otros temas, se requiere de lograr una convicción social al respecto que a largo plazo destierre ciertas conductas y comportamientos. Es más difícil. Menos efectista. Pero más serio también.
La presentación del proyecto también genera opiniones que confunden, al equiparar situaciones de distinta índole. Por ejemplo, que sería “lo mismo” penalizar a quien consume prostitución que a quien consume drogas. Y no, no es lo mismo. Diría Minguito, “no se igual”.
El consumidor de drogas sólo se daña a sí mismo. Es una persona vulnerable que requiere apoyo y asistencia. Por consumir drogas, no está humillando a nadie, ni ejerciendo violencia y poder sobre nadie, ni apropiándose del cuerpo de nadie Quien consume prostitución sí lo está haciendo. No es lo mismo.
Como tampoco es lo mismo militar activamente por algunas causas que sacar provecho coyuntural de algunos debates que la sociedad instala, nunca las dirigencias. Porque no es lo mismo considerar que las dirigencias crean opinión, que considerar que están para recibirlas, interpretarlas, y cristalizarlas.
En un mismo lodo, todo manoseao. El verso de Discépolo no pierde vigencia, y ya empieza a causar ansiedad observar tanta pobreza de análisis. O tanto objetivo político oscuro e inconfesable disfrazado de pobreza analítica. No se sabe, está “en un mismo lodo, todo manoseao”.
La ensalada conceptual cuando remite a reclamos históricos de las mujeres adquiere tintes desopilantes, porque nos vamos acostumbrando cada vez más a exposiciones muy cortas –de 140 caracteres tipo twitter – que no permiten descifrar el andamiaje teórico-político de quienes las emiten. O que hay que estar extremadamente atentos para poder verlo.
El Matrimonio Igualitario es un ejemplo de esta mezcolanza conceptual. Por un lado, la Iglesia no claudica en mostrar la ley y los efectos que traerá consigo como la antesala del Apocalipsis. Ya no recurre al contenido de la ley para su prédica, sino que ataca el material distribuido por el Ministerio de Educación de la Nación sobre educación sexual para sugerir que se “adoctrinará” a niños y niñas en el lesbianismo o la homosexualidad. Una clara sugerencia de que “es lo mismo” educar en el respeto y el conocimiento acerca de la diversidad que formatear multitudes en otro sentido. Inverso, para esta gente. Nada más errado: se está en contra de la heterosexualidad normativa. No de la heterosexualidad, sino de la adopción de modelos únicos ordenadores y prescriptitos. Se entiende… Quienes así se expresan también lo entienden. Pero es más útil a sus fines políticos mezclar conceptos, intentar apabullar y asustar a la sociedad. Son sectores que han crecido mucho merced al manejo del miedo y la culpa.
Apelan entonces a la biología –ciencia denostada por ellos mismos hasta hace poco – para predicar una naturaleza inherente, diferenciada y jerarquizante a “lo femenino” y “lo masculino”. Según esta gente, hay algo “natural” en un autito de juguete que hace que un niño –varón – se sienta atraído a jugar con él. Y mucho de “natural” en la relación de una niña con una cacerolita de lata. Desopilante… No es lo mismo “natural” que “cultural”, obvio. Pero naturalizar también ha traído enorme rédito a los poderes del mundo.
Otra mezcolanza interesante se percibe en la concepción de la ley para penalizar el consumo de prostitución. Esta moda de intentar crear figuras penales para dar respuesta a grandes problemas viene ligada a otras situaciones cotidianas ante las que se exige “mano dura”, pero hay que ser prudente.
Si bien está claro para el feminismo que la incorporación del cliente – prostituyente es indispensable en el análisis de la cuestión de fondo, no queda claro que el miedo que pueda generar la sanción termine con el problema: todos sabemos que cruzar con un semáforo en rojo está penalizado, y no por ello deja de suceder habitualmente. Como se ve, y como en tantos otros temas, se requiere de lograr una convicción social al respecto que a largo plazo destierre ciertas conductas y comportamientos. Es más difícil. Menos efectista. Pero más serio también.
La presentación del proyecto también genera opiniones que confunden, al equiparar situaciones de distinta índole. Por ejemplo, que sería “lo mismo” penalizar a quien consume prostitución que a quien consume drogas. Y no, no es lo mismo. Diría Minguito, “no se igual”.
El consumidor de drogas sólo se daña a sí mismo. Es una persona vulnerable que requiere apoyo y asistencia. Por consumir drogas, no está humillando a nadie, ni ejerciendo violencia y poder sobre nadie, ni apropiándose del cuerpo de nadie Quien consume prostitución sí lo está haciendo. No es lo mismo.
Como tampoco es lo mismo militar activamente por algunas causas que sacar provecho coyuntural de algunos debates que la sociedad instala, nunca las dirigencias. Porque no es lo mismo considerar que las dirigencias crean opinión, que considerar que están para recibirlas, interpretarlas, y cristalizarlas.
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