miércoles, 3 de diciembre de 2008

De qué habla el poder cuando habla de “género”.

Por estos tiempos, el término “género”- tomado a préstamo de la gramática por las feministas para diferenciar lo biológico de lo cultural por un lado, y para poder encarar alguna demanda sin incomodar demasiado en pos de avanzar - se usa para asuntos muy diversos. Una Gran Pancho Ibáñez con su “todo tiene que ver con todo”, al decir de una gran intelectual feminista platense.
Sucede que se usa como equivalente a “feminismo” o “temas de mujeres”. Para nombrar también las diferentes preferencias sexuales de grupos minoritarios. Para no hablar de “sexo” muchas veces, la palabra “género” sirve de taparrabos, a decir de otra gran feminista, en este caso europea.
Así las cosas, esta ambigüedad léxica esta invadiendo la gestión pública, los claustros académicos, y la calle misma: los diarios hablan de violencia de género, cualquier profesional de cualquier área que llegó a la conclusión de que las mujeres somos personas con derechos dice tener “perspectiva de género”, y se llenan los espacios en los que el tema se debate, tal vez con la esperanza de empezar a escuchar hablar de los temas que siguen sin abordarse.
A las feministas, nos han tenido por más de veinte años (que son mentiras que no son nada) debatiendo entre nosotras acerca de lo apropiado o no del término, de si el sexo es tan “natural” como parecía a priori y el género tan “cultural”. Los organismos internacionales empezaron a incluir programas sobre la temática aceptando bajo ese rótulo todo tipo de cuestiones relacionadas no sólo con temas de mujeres que poca relación muestran con lograr la paridad, sino también estudios de masculinidad ya que la categoría de “género” es relacional y dimórfica igual que la de “sexo”, y estudios y reivindicaciones de los derechos de diversas identidades sexuales.
En este encuadre, difícil se hace separar las cosas y verlas con claridad. En no pocas ocasiones el Estado trata nuestras justas reivindicaciones como mujeres como si se tratara de una minoría sexual. O se siente obligado ante un tema como “violación” a ofrecer políticas tanto a las víctimas como a sus agresores, para garantizar la ¿igualdad de oportunidades?
En medio de esta mezcolanza, cada vez menos voces de mujeres se escuchan. Diferentes grupos, con diferentes luchas reivindicatorias que por supuesto las feministas acompañamos, se adueñan de nuestra voz. Porque que otros sectores obviamente tengan derechos legítimos que reclamar, no implica en modo alguno que se trate de idénticos derechos.
Y esta mezcolanza sigue siendo, mujeres, servil a la hegemonía opresora del patriarcado. Que sigue sin tomar cartas en nuestros asuntos, y nos tiene entretenidas discutiendo el uso de una palabra cuya definición real no dista demasiado de la que da, por ejemplo, el diccionario de la Real Academia Española.


Prof. Delia Añón Suárez

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