No soy de la partida. Lo que
opino no es simpático. Estoy acostumbrada a que no lo sea. Mi doble militancia
– política partidaria y feminista – en estos contextos logra que a ninguno de
los dos espacios le quede cómodo escucharme o leerme. En verdad, hasta a mí a
veces me queda incómodo…
Surge la convocatoria como
espontánea, armada por una red de periodistas que – hartas de cubrir femicidios
– deciden decir basta. Algo así como un cacerolazo femenino masivo.
Las miles de mujeres en movimientos
del país, acostumbradas como estamos a marchar, pedir y putear en soledad,
desorientadas. Marcha…reclamo…exigencia. En principio, suena acorde a nuestros
principios y praxis.
Ahora, escuchando en TN a algunas
de las que convocan interrogadas por un Bonelli que no logra hilvanar un
concepto, saltan al ataque. Ellas tienen claro quiénes son los responsables. ¿A
qué no saben?
Acertaron. El Estado, encarnado
en quienes hoy están en el gobierno.
Y ahí ya no me gusta. Me resulta
simplista. Creo que en estos últimos años las mujeres como colectivo logramos
que se concretaran varias de nuestras demandas históricas. Lo que se hace,
muchas veces se hace con enorme seriedad. Sin ir más lejos, el gobierno
nacional pidió a Ana María Fernández un estudio acerca de los femicidios en
Argentina que ya está disponible.
Al frente del programa “Las
víctimas contra las violencias” está Eva Giberti. En fin… Creo que convocar a
mujeres que han dedicado sus vidas a estudiar la cuestión, y que están
dispuestas a “embarrarse” en la gestión es para sacarse el sombrero. Ante
ellas. Y ante quienes las convocan.
Ahora todo esto pertenece al
plano nacional. En otros niveles del Estado no visualizo esos niveles de
conciencia de la dimensión del problema al elegir funcionarios/as ad-hoc.
Generalmente se sigue recurriendo
a un esencialismo biológico que interpreta que cualquier persona por el solo
hecho de ser mujer está capacitada para asumir la gestión del área.
Así, se hace cualquier cosa bajo
el paraguas de “género” que el neoliberalismo supo explotar tan bien para
transformar las luchas y reivindicaciones de las mujeres en luchas equiparables
con las de diferentes minorías. Son muchos/as los incautos que siguen creyendo
que hablar de género es pensar en mujeres. Pero con mucha frecuencia vemos que
las políticas concretas que se diseñan en esas áreas impactan – y en buena hora
que lo hagan – más en las minorías.
Las mujeres en movimientos hace
rato ya que mayoritariamente hablamos de políticas feministas en vez de
políticas de género. Para evitar confusiones… Si de todos modos desde los
feminismos siempre se impulsaron esas políticas enfocadas hacia las diversas
minorías que hoy gestionan las áreas de género. Si a la categoría analítica de
“género” la conceptualizó el feminismo…
Para estos gestores de género
contemporáneos las mujeres somos víctimas de violencias. Dibujan en un círculo
lo que nos pasa en la vida, nos lo explican, y creen estar militando una
transformación.
Volviendo al “Ni una menos”: no
creo que todo lo que se está haciendo deba ser incluido en una misma bolsa de
puteadas. Es demasiado poco serio.
Y hablando de poco serio, también
resulta serlo el desfile de celebridades – en el sentido en que las describe
Bauman – que con un cartelito “cool” antecedido por un hashtag pretenden
mostrar un compromiso que no sé si en todos los casos existe. Mirtha Legrand,
Susana Giménez, policías en una comisaría, funcionarios/as de diversos niveles
de gestión. Diría Discépolo “en un mismo lodo, todos manoseaos”.
El funcionariado – creo – fuera
de foco. Es que su investidura debería impedirles manifestarse como “ciudadanos
de a pie”. Son responsable – junto con toda la sociedad – pero hay algo que no
sé bien cómo explicar que logra que me caiga muy mal que reclamen del mismo
modo que los autoconvocados/as.
La farándula agrega show y circo
banalizando un tema demasiado grave. Demasiado doloroso.
Los miembros del poder judicial y
los de las fuerzas de seguridad con el cartelito me generan impotencia y
violencia. Me están jodiendo.
Y etcétera. Porque en estos días
hasta vi fotos de chongos violentos muñidos de cartelitos y caras de yo-no-fui.
Hasta vi cartelitos cuya ilustración era una niña. Será para confundir.
Sucede que en realidad todos como
sociedad reproducimos y legitimamos las violencias contra las mujeres. Aunque
en distintos grados. Violencias que por estos días terminan con frecuencia en
femicidios.
Vecinos y familiares que no
denuncian ni acompañan.
Agentes de salud y educación que
miran para otro lado con tal de no llenar formularios.
Grupos de pertenencia que buscan
las razones en las víctimas.
Policías y miembros del poder
judicial cómplices. ¡Cómo podrían no serlo si están formados en la misma
cultura patriarcal que todo el resto!
Medios de comunicación que “informan”
también bajo los parámetros sociales vigentes, que joder. Un “manual de estilo”
que sugiere cambiar algunas palabras por otras es incapaz de transformar el
ideario fundante de nuestra sociedad. No basta.
Hace años que luchamos (sin hashtag)
para que no haya ni una menos. Años en los que nos siguen pagando menos sueldo
que a los varones, atacando sexualmente, humillándonos de diferentes formas,
desvalorizando, no incluyendo, negándonos hasta la identidad, matándonos.
Hoy somos muchos/as más en esa
lucha gracias a nuestras apreciaciones disruptivas en todos los ámbitos en que
nos desarrollamos. Ganándonos el mote de pesadas o poco relajadas. Porque hasta
en una fiesta el sexismo nos subleva.
Por estas cosas – entre otras –
es que no me saco la foto. Ni voy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario