jueves, 28 de mayo de 2015

Ni una menos


No soy de la partida. Lo que opino no es simpático. Estoy acostumbrada a que no lo sea. Mi doble militancia – política partidaria y feminista – en estos contextos logra que a ninguno de los dos espacios le quede cómodo escucharme o leerme. En verdad, hasta a mí a veces me queda incómodo…

Surge la convocatoria como espontánea, armada por una red de periodistas que – hartas de cubrir femicidios – deciden decir basta. Algo así como un cacerolazo femenino masivo.

Las miles de mujeres en movimientos del país, acostumbradas como estamos a marchar, pedir y putear en soledad, desorientadas. Marcha…reclamo…exigencia. En principio, suena acorde a nuestros principios y praxis.

Ahora, escuchando en TN a algunas de las que convocan interrogadas por un Bonelli que no logra hilvanar un concepto, saltan al ataque. Ellas tienen claro quiénes son los responsables. ¿A qué no saben?

Acertaron. El Estado, encarnado en quienes hoy están en el gobierno.

Y ahí ya no me gusta. Me resulta simplista. Creo que en estos últimos años las mujeres como colectivo logramos que se concretaran varias de nuestras demandas históricas. Lo que se hace, muchas veces se hace con enorme seriedad. Sin ir más lejos, el gobierno nacional pidió a Ana María Fernández un estudio acerca de los femicidios en Argentina que ya está disponible.

Al frente del programa “Las víctimas contra las violencias” está Eva Giberti. En fin… Creo que convocar a mujeres que han dedicado sus vidas a estudiar la cuestión, y que están dispuestas a “embarrarse” en la gestión es para sacarse el sombrero. Ante ellas. Y ante quienes las convocan.

Ahora todo esto pertenece al plano nacional. En otros niveles del Estado no visualizo esos niveles de conciencia de la dimensión del problema al elegir funcionarios/as ad-hoc.

Generalmente se sigue recurriendo a un esencialismo biológico que interpreta que cualquier persona por el solo hecho de ser mujer está capacitada para asumir la gestión del área.

Así, se hace cualquier cosa bajo el paraguas de “género” que el neoliberalismo supo explotar tan bien para transformar las luchas y reivindicaciones de las mujeres en luchas equiparables con las de diferentes minorías. Son muchos/as los incautos que siguen creyendo que hablar de género es pensar en mujeres. Pero con mucha frecuencia vemos que las políticas concretas que se diseñan en esas áreas impactan – y en buena hora que lo hagan – más en las minorías.



Las mujeres en movimientos hace rato ya que mayoritariamente hablamos de políticas feministas en vez de políticas de género. Para evitar confusiones… Si de todos modos desde los feminismos siempre se impulsaron esas políticas enfocadas hacia las diversas minorías que hoy gestionan las áreas de género. Si a la categoría analítica de “género” la conceptualizó el feminismo…

Para estos gestores de género contemporáneos las mujeres somos víctimas de violencias. Dibujan en un círculo lo que nos pasa en la vida, nos lo explican, y creen estar militando una transformación.

Volviendo al “Ni una menos”: no creo que todo lo que se está haciendo deba ser incluido en una misma bolsa de puteadas. Es demasiado poco serio.

Y hablando de poco serio, también resulta serlo el desfile de celebridades – en el sentido en que las describe Bauman – que con un cartelito “cool” antecedido por un hashtag pretenden mostrar un compromiso que no sé si en todos los casos existe. Mirtha Legrand, Susana Giménez, policías en una comisaría, funcionarios/as de diversos niveles de gestión. Diría Discépolo “en un mismo lodo, todos manoseaos”.

El funcionariado – creo – fuera de foco. Es que su investidura debería impedirles manifestarse como “ciudadanos de a pie”. Son responsable – junto con toda la sociedad – pero hay algo que no sé bien cómo explicar que logra que me caiga muy mal que reclamen del mismo modo que los autoconvocados/as.

La farándula agrega show y circo banalizando un tema demasiado grave. Demasiado doloroso.

Los miembros del poder judicial y los de las fuerzas de seguridad con el cartelito me generan impotencia y violencia. Me están jodiendo.

Y etcétera. Porque en estos días hasta vi fotos de chongos violentos muñidos de cartelitos y caras de yo-no-fui. Hasta vi cartelitos cuya ilustración era una niña. Será para confundir.

Sucede que en realidad todos como sociedad reproducimos y legitimamos las violencias contra las mujeres. Aunque en distintos grados. Violencias que por estos días terminan con frecuencia en femicidios.

Vecinos y familiares que no denuncian ni acompañan.
Agentes de salud y educación que miran para otro lado con tal de no llenar formularios.
Grupos de pertenencia que buscan las razones en las víctimas.
Policías y miembros del poder judicial cómplices. ¡Cómo podrían no serlo si están formados en la misma cultura patriarcal que todo el resto!
Medios de comunicación que “informan” también bajo los parámetros sociales vigentes, que joder. Un “manual de estilo” que sugiere cambiar algunas palabras por otras es incapaz de transformar el ideario fundante de nuestra sociedad. No basta.

Hace años que luchamos (sin hashtag) para que no haya ni una menos. Años en los que nos siguen pagando menos sueldo que a los varones, atacando sexualmente, humillándonos de diferentes formas, desvalorizando, no incluyendo, negándonos hasta la identidad, matándonos.

Hoy somos muchos/as más en esa lucha gracias a nuestras apreciaciones disruptivas en todos los ámbitos en que nos desarrollamos. Ganándonos el mote de pesadas o poco relajadas. Porque hasta en una fiesta el sexismo nos subleva.

Por estas cosas – entre otras – es que no me saco la foto. Ni voy.





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