El pasado 3 de junio nuestro país
vivió algo que las feministas nunca olvidaremos: multitudes salieron a las
calles con el reclamo ni una menos. Se debatió mucho la convocatoria, hubo
diferentes posturas, y un resultado contundente. El tema “mujeres” pareciera
ser ya parte vital de las agendas políticas.
Ninguna fuerza que aspire a
llegar al poder puede omitir hacer referencia a diversas cuestiones puestas en
agenda por las históricas luchas feministas. Hoy se discute llevar la ley de
cupo a una ley de paridad, se interpelan los estereotipos sexistas producidos y
reproducidos discursivamente, se admite que la violencia contra las mujeres es
una cuestión de estado, también que la legalización del aborto es una deuda de
las democracias contemporáneas.
Sin embargo, a este “estar en
agenda” de la cuestión lo considero riesgoso: obliga a toda persona pública a
brindar pareceres respecto a las diversas aristas que presenta el tema
“mujeres” que se pronuncian sin haberse puesto a profundizar, y producidos
desde un “sentido común” lógicamente patriarcal-capitalista. La matriz
conceptual de las muchas gentes que se expiden, aunque se esfuercen en que las
palabras suenen neutras usando arrobas, equis o una barra que separe las “os”
de las “as” lo demuestran.
A una semana de la
“esperanzadora” marcha, y dejando de lado los femicidios que tuvieron lugar, me
encontré con diferentes estímulos para la reflexión.
Una nueva propaganda de Mr
Músculo, en la que un bebé varón, cansado de jugar solito porque su madre está
limpiando, decide crear productos que le simplifiquen a su madre esa tarea, para que le quede más tiempo
para la otra tarea. Jugar con él.
Obviamente, presentado por los publicistas como tiempo libre para ella.
El 11 de junio la humorista y
candidata del Pro Anita Martínez concede una entrevista radial en la que se la
invita a evaluar lo sucedido en la marcha, y a contar a los oyentes sus
propuestas. Comienza su respuesta diciendo no ser fundamentalista y – según su
razonamiento – por eso incapaz de definirse feminista. Continúa explicando que
los temas que la cuestión involucra son “muy delicados” (quizás porque son “de
mujeres”), y que por lo tanto hay que abordarlos sin doctrinas, convocando a una mesa muy grande. Capaz que pensó en
la de Mirtha Legrand…En esa mesa grande imagina deberían sentarse las ongs, las
“distintas religiones”, las fundaciones, etc. Con el fin de “forjar consensos”.
En la línea de lo manifestado por mi amiga La Karen , sólo faltaría convocar a futbolistas
agremiados y defensores de las ballenas. Gran consenso gran.
Mientras tanto en ciudad Gótica…
Muchas agrupaciones y mujeres
sueltas que participaron fervientemente del
“Ni una menos” difunden notas publicadas en una página siniestra – facemama.com
– que en formato adecuadamente modernizado para despistar refuerza lo
trascendente de la maternidad para las mujeres. Eso sí, tratando de aliviarles
un poco la culpa del abandono que causa en los niños el hecho de trabajar para
la subsistencia. Del capitalismo, claramente.
El 14 de junio se publica una
encuesta en Tiempo Argentino, y reproducida por varios portales. Lo que se
medía – la hizo la consultora Aurelio – era la imagen de las esposas de los
candidatos a Presidente Scioli, Macri y Massa. El resultado era una alta imagen
positiva de Karina Rabolini, un gran desconocimiento de Juliana Awada, y una
alta imagen negativa de Malena Galmarini. Quedé pensando varias cuestiones…
¿Qué es lo que lleva a medir a
las posibles primeras damas? ¿A alguien se le ocurriría hacer lo mismo con las
parejas de Bulrich, Stolbitzer, Estenssoro, Vidal, Libertino, etc.? ¿Será que
las mujeres somos atributos de los varones y no al revés? Un asco. Y una prueba
de la inconsistencia de todos los sectores – aún los progres – al tratarnos. Ya
el jueves previo había visto en televisión a los conductores de Código Político
comentar que a Scioli los candidatos provinciales le pedían que “mandara a
Karina” que “trae suerte”. Poniendo a una humana a la altura de un trébol de cuatro
hojas. O de una pata de conejo. Lo mismo da.
Volviendo a la infame encuesta,
también reflexiono acerca de los presuntos resultados. Siendo objetiva, veo
tres mujeres muy seguras del rol que han elegido.
Awada abstenerse y perfil super
bajo. Mayormente silenciosa.
Rabolini activa, acompañando
desde un perfil más vale social, absteniéndose de hacer declaraciones acerca de
temas para los que con total honestidad
dice no estar preparada por no provenir de la militancia política.
Galmarini también activa, pero
política. Viene de la militancia, la ha mamado desde pequeña merced a la
actuación de su padre y de su madre. Opina y se hace escuchar.
Si los resultados son los que
dicen, entonces estamos ante una sociedad a la que le molestan nuestras voces,
que nos prefiere ver como a meros adornos. Una sociedad a la que crispa que las
mujeres seamos políticas… Basta observar el tratamiento que le han dado los
medios de comunicación a la
Presidenta durante sus dos mandatos.
Vuelvo al principio. La sociedad
que masivamente se manifestó en contra de la violencia de género el 3, lejos,
muy lejos está de mirarse/nos detenidamente para analizar nuestras
perspectivas, puntos de partida analíticos y posicionamientos para erradicarla.
No se va a derrumbar lo construido
por el amo usando sus propias herramientas. No digo nada nuevo, ya en 1873
María Elena Walsh escribía una “Carta a una Compatriota” que amerita relectura.
Antes de que los feminismos plantearan la sororidad como meta, esbozaba el
concepto con su claridad habitual. Nos instaba al pensamiento y a la acción.
Ahora pareciera que estamos entrampadas en una acción poco pensada. Y, por lo
tanto, con magros resultados.
Para este repensar que nos
propongo, hay mucha producción de feministas jóvenes que aportan. Valeria
Flores me llegó por estos días con su texto “Tropismos de la disidencia. Una
fisiología excéntrica de la lengua sexual del presente”. Sólo a modo de
ejemplo, un material impresionante que aporta riquezas a un debate que no se
está dando tan masivamente como las acciones “en pos de las mujeres”.
Muchas personas involucradas en
estas acciones argumentan que “hay que hacer” urgente por la magnitud de los
hechos, y que detenerse en disquisiciones teóricas lleva a la inacción. Podría
ser si nos llevara demasiado tiempo ver no sólo el qué, sino el para qué.
De lo que sí no caben dudas, es
que por más impactantes que puedan ser nuestras acciones directas, si no
existen metas previas, quedan sólo en el nivel de intervenciones testimoniales.
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