viernes, 26 de septiembre de 2008

Volver a la política.

Yo propongo, simplemente, volver a la política para resolver los males que nos aquejan. Hacer oídos sordos al descrédito que se ha instaurado acerca de la importancia de tener militancia activa, ideales y principios.
Propongo darles la espalda a los que quieren llegar al poder jactándose de no pertenecer a la clase política.
Propongo, a esa clase de gente, demostrarle que toda decisión es política. Que la vida de las personas no está dividida en compartimientos: que los problemas individuales son en realidad sociales y que en los que tenemos ideología estará la capacidad de visualizarlos primero y resolverlos después.
Propongo darle valor a la palabra, en las dos interpretaciones que surgen de inmediato: darle el valor de promesa por un lado; ser cuidadoso en la elección de los términos que usamos para nominar diversas cuestiones por otro.
Valor de promesa a las declaraciones que hacemos en campaña, no guiarnos más por los marquetineros circundantes, que nos dictan lo que es “apropiado” decir en un contexto dado. Exigir, como ciudadanos emancipados, coherencia post-electoral.
Cuidado en la elección de términos, porque mal que les pese a algunos, no es lo mismo hablar de “la mujer”, que hablar de “mujeres” o que hablar de “género”. Tampoco es indistinto el uso del término “niño” con el de “menor”; ni el significado de “proceso” que el de “dictadura”. Tampoco expresamos lo mismo si hablamos de “equidad” que si hablamos de “paridad”.
Con cada palabra, empeñada o elegida, exponemos crudamente nuestro posicionamiento ideológico, o lo que es aún peor, nuestra incapacidad de reconocer las diferencias.Por eso propongo volver a la política: para, entre otras cosas, empezar a verlas y a obrar en consecuencia.

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