viernes, 26 de septiembre de 2008

Igualdad de oportunidades.

Se ha puesto de moda, quedando como parte de un sistema democrático que ya a muy pocos representa, hablar de “igualdad de oportunidades” y de “equidad de género”. Abundan asesores y expertos que, cooptados por la perversidad imperante, legitiman las políticas públicas que pocos resultados dejan a la vista.
A priori, ni las mismas mujeres visibilizan la diferencia salarial existente entre nosotras y los hombres, por supuesto hablando de “igual trabajo”, como reza nuestra Constitución Nacional.
Resulta increíble que la permanencia de las niñas y adolescentes en nuestro sistema educativo público siga estando tan a merced de problemas sociales cuya solución queda en manos de la sociedad, ya que el Estado sigue ausente. Tomo por ejemplo, las “hermanas cuidadoras” o las “mamás adolescentes”, que difícilmente puedan pagar una guardería para continuar estudiando.
Las mujeres en situación de maltrato o violencia tampoco reciben solución a sus problemas: el sistema de “protección” por medio del estímulo a denunciar prueban a diario su ineficacia, recordemos la joven muerta la semana pasada en Tucumán. No sólo dio los pasos que se recomiendan, sino que puso en alerta a la sociedad toda yendo a los medios de comunicación a plantear su historia. Murió, dejándonos con la vergüenza de no saber que hacer.
Para se “beneficiaria” de alguna política social, debemos tener hijos. Tantos como podamos a fin de garantizarnos el acceso, burocratizado al máximo. Si no, con “ser parte” de alguna ONG veremos allanado el camino, ya que algún “voluntario” se encargará de entregar las toneladas de requisitos exigidos para cualquier cosa que necesitemos.
La bendita “equidad política” muchas creen estar viviéndola, ya que existe y está en vigencia la “Ley de Cupos”. Otras, no queremos “equidad” sino “paridad”. Y dicha ley, que parecía ser un buen comienzo, debería hace rato haber sido reemplazada por una que nos garantice el 50% de presencia en la presentación de listas electorales, y en la conformación de los cuerpos legislativos. De más está decir, que también deberíamos a estas alturas tener un espacio similar al de los hombres para todos los cargos de la Administración Pública.
Existe un organismo estatal encargado de observar el contenido de lo que se difunde. Y nada hace respecto de cómo se nos trata y considera a las mujeres. Como devotos del Dios Mercado, se conforman con sancionar mediante multas que causan gracia a los productores a los múltiples programas que denigran a nuestro sexo. Para nuestra desgracia, queda en el imaginario colectivo una imagen de nosotras que poco nos conforma.
No hace falta que proclamemos tanto en los discursos el “alumnos y alumnas”, “ciudadanos y ciudadanas”. Para sentirnos parte, o tenidas en cuenta al menos, necesitamos que se cumpla con la frase “mejor que decir es hacer; y mejor que prometer es realizar”.


Prof. Delia Añón Suárez

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