viernes, 26 de septiembre de 2008

El único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Así se define al ser humano. No se quién acuñó la frase, pero ahí está, al alcance. Y viene a mi cabeza en estos días con insistencia pertinaz. Y por dos temas que parecen ser dos temas, pero en realidad desembocan en uno, como todo. Como casi todo lo que se discute desde hace tiempo y se refiere a procesos sociales.
El conflicto con el campo, muestra que no aprendimos nada de nuestra historia. Con horror, descubrimos que los que decían defender la democracia habían sido cómplices en el derrocamiento del único movimiento real y abrumadoramente representativo en nuestra Patria. Radicales, izquierdistas de laboratorio, progresistas retrógrados, fachistas que no soportaban al Pueblo en la calle, Santa Iglesia, clase trabajadora que no se había enterado de que lo era…. En un mismo lodo, todos manoseaos… Con la misma sangre trabajadora, todos salpicados. Por acción o por omisión.
Dijeron “Viva el Cáncer”; pese a su “cristiandad y buenas costumbres” violaron un cadáver porque aún era, y es, cuerpo para nuestro Pueblo. Incendiaron cosas que los pobres necesitaban. Se callaron hasta en los libros de historia cuando bombardearon Plaza de Mayo para cometer magnicidio. Fusilaron a mansalva hasta a gentes que no se dejaron vendar los ojos, quizás para tratar de reconocer en los de los que le apuntaban el rostro humano de un compatriota.
Con lo del campo, para muestra me basta un botón, compruebo que todo sigue igual. Todavía ninguna de las partes fundantes del gorilismo vernáculo hizo un mea culpa.
Como feminista, hoy recibí por correo electrónico una convocatoria de agrupaciones feministas de izquierda para debatir – ni amplia ni pluralmente – si la Presidenta Cristina Fernández sabe de qué habla cuando usa el término “género”. Montones de mujeres que nos convocan a un encuentro nacional para planificar estrategias superadoras de nuestra atroz desigualdad, arrancan con una convocatoria que nos descalifica a los millones de mujeres que votamos a la Presidenta. Por haberlo hecho, ya no podemos opinar. Quieren destituir, porque sí nomás, a una mujer sin siquiera evaluar lo que para todas nosotras sería una catástrofe: si a la Presidenta le va mal, años nos va a llevar a las mujeres reinstaurar la idea de que podemos ocupar espacios de poder. Pero, es que en el fondo, no les importa a estos grupos que miles de mujeres pobres mueran de aborto clandestino, que ganemos menos que los hombres, que vivamos peor. Como a las que militamos en partidos “patronales”, como ellas nos dicen despectivamente; ellas son mano de obra de agitación de machos ultra fachos que se quieren imponer a la voluntad popular sabiendo que son minoría – nada se parece más a un machista de derecha que un machista de izquierda.
Tal vez estas mujeres jóvenes podrían aprender de la historia. Como Castells podría darse cuenta de que los ruralistas no harán una revolución para instaurar la reforma agraria, ellas podrían sospechar que, aún en el hipotético caso en que la clase trabajadora ganara el poder, difícilmente las mujeres seríamos reivindicadas en forma automática.
No tropecemos más con la misma piedra… Preparémonos para cuando aparezcan otras.


Delia Añón Suárez

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