martes, 10 de mayo de 2011

Avanti Juanitas

“Dos varones y una nena”, respondés naturalmente cuando te pregunto si tenés hijos.
Y es que la tendencia a tomarlo naturalmente está ahí, a mano.
“De niña a mujer” cantaba Julio Iglesias y, naturalmente, emocionaba.
Y es que la tendencia natural a emocionarse está ahí, a mano.
“Ando como loca organizándole la fiesta de 15. Parece mentira: ya es una mujer”. Lo decís naturalmente cansada y conmovida.
Y es que cansarse y conmoverse con naturalidad ante “los 15 de la nena” está ahí, a mano.
“La ruptura no fue fácil, él la hizo mujer”, explicás para aclarar con naturalidad la tristeza de tu hija ante su divorcio.
Y es que estar triste por la ruptura con alguien que te dio entidad naturalmente está ahí, a mano.
No es que todas estas apreciaciones surjan de la convicción de que Simon de Beauvoir estaba en lo cierto cuando afirmaba “no se nace mujer, llega una a serlo”.
No nacen de la profunda certeza de que sobre el sustrato biológico presente cuando nace una niña se construirá una feminidad puramente cultural, que nada tiene que ver con su anatomía.
Provienen más bien de una idea ancestral de que una mujer puede considerarse tal cuando ya está lista para ejercer la capacidad reproductora que también hemos naturalizado asignarle como razón de ser en el mundo. Antes está incompleta, antes es nena. Varón ya se es desde el vamos.
Así las cosas, a veces me pregunto si las niñas se ven mujeres. No me refiero a la compulsión por Barbies y cosméticos: lo que me pregunto es si visualizan su lugar en la sociedad en tanto mujeres.
Me pregunto que siente, por ejemplo, una niña que ha tenido un hermanito al escuchar a sus padres decir emocionados que por suerte el apellido no morirá.
Sueño con escuchar a alguna de estas niñas ofrecerle a sus padres tener un hijo sola, con el fin de preservar el apellido.
Y me río pensando la reacción que esos padres pueden tener al ver complicada su posibilidad de explicar a qué se refieren con no querer el fin del apellido. Porque sabemos que lo que sostienen sin tenerlo muy claro, es que “el hijo es hijo del padre”. Así nomás, como sostiene el discurso religioso, formador si los hay. Disciplinador de la sexualidad femenina que hasta hoy es increíble asocie la virginidad con la pureza o la virtud.
Pocas veces encuentro respuestas tan contundentes a mi pregunta acerca de si las niñas tienen conciencia de género como la que me dio Juanita. Al hacerme una pregunta.
La primera sorpresa vino de que la pregunta fuera dirigida a mí, no a otra persona de las tantas presentes. No sólo conciencia de género, también claridad para decidir quién puede acompañarla en su necesidad de pensar a las mujeres. De pensarse a sí misma.
De la nada, las dos con manchas de crema causadas por el postre, me espetó un “¿Por qué las mujeres no podemos ser Intendentas?”
Ya tenía procesada la campaña electoral en curso, junto con el lugar que ocupamos las mujeres. Dos por uno.
Me causó gracia comenzar por la teoría de que todos tenemos los mismos derechos, todas también. Contarle la Ley de Cupos, que sentía sería ante sus oídos como un cuento de hadas más. Porque ella, claramente, no está viendo los avances en nuestra situación en tanto mujeres de los que nos quieren convencer.
Nunca me gustó mentirles a los niños, por eso terminé diciéndole que en estas democracias de iguales, algunos son más iguales que otros. Todos se rieron, ella me miró seria porque ya lo sabía, y se ve que la preocupa.
Estoy feliz de que Juanita esté en el mundo. Y voy por más: por un mundo lleno de niñas Juanitas.

martes, 3 de mayo de 2011

La casa de Barreda


Con estridentes voces masculinas el pasado martes se realizó un acto en la puerta de la casa del homicida Barreda para repudiar la “violencia de género”. Violencia que para nosotras es violencia contra las mujeres. Fue bastante difundido por los mismos medios de comunicación que jamás cubrieron las marchas de los movimientos feministas y de mujeres que terminaban o pasaban por el lugar.
La invisibilización y el silenciamiento- tradicionales formas que adquiere la violencia contra nuestro sexo- dieron el presente. Podrán aducir que era porque de la foto debían ser parte sólo varones, pero intuyo que se debió a que la mayoría de los que participaron no tienen contacto con el movimiento de mujeres, al que nunca acompañaron. Por eso, las mujeres en movimiento consideramos que nuestra presencia sobraba. Tampoco acompañaron los Varones Antipatriarcales, eso que hace tiempo trabajan en sintonía y cooperación con todas nuestras expresiones.
¿Qué estará pasando que quienes permanentemente militamos estas cuestiones decidiéramos no estar presentes?
Sencillamente una vez más sentimos que algunos se quieren apropiar de luchas que no les son propias –y no me refiero al hecho de la diferencia biológica claro está.
Sucede que lo que está en juego es altamente político, y como siempre se considera que no puede quedar en manos de gentes que puedan interpelar seriamente al patriarcado. Algo así como “hay que hacer algo con el creciente número de muertas por estas causas, pero dentro de ciertos parámetros”.
Claros parámetros: lo que hay que hacer debe hacerlo el poder a través de todos sus estamentos y sin convocar a la militancia involucrada. Y las mujeres ser beneficiarias de lo que se hace en función de su condición de víctimas. Y de tuteladas. Patético.
Por las declaraciones que circularon durante el acto, nos enteramos de que ya pidió una ONG la expropiación de la casa para utilizarla para su obra dado el alto valor simbólico que la propiedad ha adquirido. Ahí comenzamos a entender el porqué de la exclusión de las mujeres organizadas que tal vez desearían discutir con qué fines se utilizaría el lugar. Nosotras no queremos que se transforme en un sitio donde las “víctimas” reciben “asistencia”. Lo soñamos como un lugar en el que las mujeres adquieren conciencia y emprenden su lucha por la igualdad de derechos. Altamente político, ya lo dije. Tal vez hasta subversivo les resulte.
Lo curioso es que pese a la gran cantidad de representantes de los diferentes poderes del estado, ni siquiera se esbozó la idea de que pase a ser gestionado por el sector público. Serán coletazos del neoliberalismo de los `90 con su fe puesta en el “tercer sector”.
Lo cierto es que las autoridades que se hicieron presentes están a tiempo de recapacitar si es que la invitación los tomó desprevenidos, y lo puntualizado producto de la casualidad. Están a tiempo de hacer una convocatoria seria a todas las agrupaciones que trabajan el tema y ofrecerles el lugar para que puedan desarrollar todas las estrategias que ya se han puesto en marcha hace mucho tiempo para lograr un verdadero cambio social.
Todavía están a tiempo de demostrar si su condena a la violencia machista es legítima o solamente se peinaron para la foto.