Las
concepciones estatales sobre las mujeres en situación de prostitución.
El Ministerio
de Salud bonaerense lanzó una campaña de vacunación con la que busca frenar el
contagio de Hepatitis B, una de las enfermedades caracterizada como de
“trasmisión sexual”.
Esta campaña
de vacunación que comenzó la semana pasada en nuestra ciudad fue dirigida a un
grupo de mujeres, las putas, que ellos llaman meretrices, en pos de suavizarlas.
La justificación de esta decisión de vacunar a las putas de parte de Director Provincial
de Atención Primaria de la Salud
fue que se había elegido a las “trabajadoras sexuales” porque “su actividad las
ubica en un grupo de alto riesgo de contraer enfermedades de transmisión
sexual, como el caso de la hepatitis B”. Para concretar esta campaña y reclutar
putas se recurrió a las ONG que, según el funcionario, las nuclean. El
sindicato de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) se presta funcionalmente a
cumplir este reclutamiento. Cual ratones de laboratorio las putas son siempre
el blanco de experimentos, de campañas de prevención de la salud sexual, como
fueron el blanco de las campañas que introdujeron los capitales transnacionales
contra el VIH, para lo cual les exigieron autodenominarse “trabajadoras sexuales”,
ahora son la población “de riesgo” elegida por el Ministerio de Salud con el
mismo objetivo. Desde esta perspectiva que se encarna en políticas públicas,
las putas son responsables del cuidado
de la salud de la población. Son responsables, en última instancia, de la transmisión
de enfermedades.
Las putas que no gozan de
ningún tipo de derecho, que no tienen ni un trabajo, ni una vivienda, ni acceso
digno a la salud, ni a la educación y están sometidas a todo tipo de
violencias, son sometidas además, en función de una política de prevención de
una enfermedad, a una vacunación masiva. No tienen derechos pero si
obligaciones: cuidar la salud de los clientes. La nota periodística que refleja
este hecho aclara que aprovechando esta campaña van a hacerle a cada
trabajadora sexual una encuesta para terminar entregándole una libreta
sanitaria donde se demuestre que la vacunación fue completada en sus tres dosis.
Además aclara que el programa tiene otros beneficios: “incluye a otros grupos
de riesgo, como travestis y transexuales, que también se dedican al trabajo
sexual”. Si este es el criterio: ¿por qué no definen directamente a los
clientes prostituyentes como grupo de riesgo? Así se evitaría estigmatizar a
estos grupos que ya de por sí viven en una situación de vulnerabilidad. La
prostitución no sólo expone a las personas prostituídas a ETS sino también al
hambre y la violencia: realidades inseparables de la prostitución, para las cuales
no hay políticas públicas efectivas.
Según el funcionario antes
mencionado, promover la aplicación de la vacuna en la población de las
trabajadoras sexuales es también “un vehículo de protección a toda la
sociedad.” Queda claro qué concepción sobre las mujeres en situación de
prostitución subyace en estas políticas: las putas como trasmisoras de
enfermedades hacia toda la sociedad.
Cierro con una
pregunta: si el objetivo de esta campaña es prevenir las ETS y las putas son
una población de riesgo: ¿por qué no definen vacunar a los clientes para que no
contagien a las putas, a sus esposas y a sus amantes?
Magali Batiz
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