Se suicidó la
“mamá-que-mató-a-su-hijo”. No una mujer: el rol desplaza al ser.
Episodio muy confuso, tal vez
“negligencia” por parte de quienes debían cuidarla. O clara comprensión del
mandato delegado por una sociedad -y un poder que de ella emana- poco
preocupada por preservar su vida, nuestras vidas de mujeres.
Poder que tiene encerrada a
Romina Tejerina pero no a su violador.
Poder que libera a los implicados
en el caso Candela.
Y a Don Barreda, cuya reacción se
naturaliza mediante la frase “le hinchaban las pelotas”.
Claramente, Romina no tiene
pelotas capaces de hincharse por tener que gestar un hijo no deseado producto
de la violación de un indeseable. Por no tener los resortes para acceder a que
en ella se cumpla con el artículo 86 del Código Penal que posibilita el aborto
en este tipo de casos. No tiene pelotas: tiene sólo un útero –dominante- que
debe irradiar luz a su existencia toda ante el hecho de convertirse en útero
gestante.
Cómo se llegó a esa situación no
importa: una vez producida, toda mujer “normal” debe proceder al tejido de
escarpines, a acariciarse la panza y a grabar compilados de canciones de cuna.
Adriana Cruz, más conocida como
“la-asesina-de-su-hijo”, tampoco tenía pelotas que justifiquen asesinato por
hinchazón.
Ni demasiadas voces que se
pregunten públicamente que pudo haberle estado pasando para que hiciera lo que
hizo.
Ambas son presentadas como
“monstruos”, mujeres anormales capaces de atentar contra un hijo en vez de
hacerlo depositario de mimos y cuidados como –por naturaleza humana y divina-
corresponde.
Y en este punto algo hace ruido:
la locura, que en los varones todo justifica tornándolos inimputables, en las
mujeres no opera como atenuante… Será que locas somos de arranque.
Locas de amor, de celos. Locas
menstruantes o en período ovulatorio.
Locas si frontales y sinceras.
Locas si reservadas y enigmáticas.
Locas las actrices, las
políticas, las maestras, las peluqueras.
Locas las que tienen muchos hijos
y las que deciden no tenerlos.
Locas cuando manejamos.
Obsesivas, neuróticas, y el
infaltable histéricas. Siempre.
Compulsivas, paranoicas,
angustiadas, hipocondríacas, depresivas, hiper-sensibles, bipolares.
Todo este consenso desplegado en
torno a nuestra locura.
Todas somos “locas como nuestras
madres”.
Pero es una locura que presenta
un quiebre: unos episodios lúcidos que nos debe dar la maternidad. En otras
palabras, si estás del moño, ante tus hijos-sagrados obrarás como si no lo
estuvieras. “Naturalmente”, la locura femenina se disipa en contacto con la
descendencia.
Por eso hermana, no te va a
salvar ningún perito. Ni ningún juez. A ningún verdugo siervo del patriarcado
le temblará el pulso. Tampoco a muchas verdugas.
El día de la detención de Adriana
Cruz, el juez interviniente adelantó a la prensa que le cabría perpetua, que no
era inimputable porque se “encontraba lúcida en tiempo y espacio”. También se
manifestó sorprendido por que la Sra. Cruz
hubiera hablado con los medios.
El día en que en La Plata hubo “un-padre-que-mató-a-sus-hijas”,
la cosa no se contó con estas palabras. El relato hegemónico hablaba del
odontólogo Barreda.
Esa lúgubre tarde no se
escucharon voces de miembros del poder judicial adelantando una perpetua: no
era cuestión de mancillar el buen nombre y honor de un profesional sin suficientes pruebas.
Tampoco se adelantó que se
encontrara tan lúcido en tiempo y espacio como para poder asesinar a cuatro
mujeres, conducir hasta la casa de su amante, llevarla a un albergue
transitorio y devolverla a su domicilio, para por fin volver a la escena del
crimen y denunciar lo acaecido.
Pese a lo descripto, hubo voces
desde la justicia que hablaron de emoción violenta. Otras trataron de marcar su
inimputabilidad. Trataron de que entendiéramos que un varón loco puede no tener
conciencia de estar matando a sus hijas.
En cambio, el manual del buen
sexismo indica que a una mujer ni la locura la exime de ser “buena madre”. Aún
padeciendo un brote psicótico, la maternidad debe ser más fuerte.
Si sos varón, la locura te
exculpa.
En cambio, si sos mujer, ni aún
loca dejás de ser mamá. Porque “mamá” sos por encima de ser persona.
Y una mamá no mata.
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