sábado, 10 de marzo de 2012

Tranquila, muchacha… el masculino te incluye

Amén


Permanentemente a través desde mis escritos trato de que consideremos la posibilidad de que “las ciencias” –con sus correspondientes cuerpos discursivos- no son neutrales. Sus discursos responden a intereses políticos y están imbuidos de ideología, de una concepción del mundo.
“¡Vaya novedad lo que plantea esta mujer!”, estarán pensando muchos lectores. Pero algo que para muchos es evidente y constituye una verdad de Perogrullo no creo que sea así interpretado mayoritariamente.
Cuando decimos que el discurso médico, o el jurídico responden a saberes y concepciones que revisten status de creencia, se nos mira como si hubiéramos enloquecido. Sólo por mencionar algunas de las ciencias con mayor prestigio asignado por la sociedad.
El informe de la RAE “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, entonces, puede generar varios tipos de discusión y reacción.
Aquellos que temen la “degradación de la lengua” y - más aún - los asusta, saldrán vehemente del paso en cualquier debate que surja acerca de lo apropiado o no de decir “los y las participantes”, por ejemplo, blandiendo como arma contundente por lo incuestionable este documento. Pondrán “desde la ciencia que corresponde” punto final al debate. Como en las gramáticas prescriptivas que el Dr. Bosque cita, el mundo todo quedará dividido en dos áreas: las pasibles de nominarse y las que no. Fundamento básico: el “buen gusto”.
Aquellos que consideramos a la lengua patrimonio de los pueblos que las utilizan y practican diariamente, y que por lo tanto es muy bello observar cómo se va modificando merced a usos y prácticas ideológicas, podemos leer este líbelo al menos de dos modos.
Habrá quienes lo interpreten como de enorme ingenuidad, producido por un señor que sentado tras un escritorio-trono, cree que sus estudios académicos bastan para prescribir. Y proscribir.
Así, lo leerán como quien lee una obra de ciencia ficción a cuyo autor, Bosque, un árbol le obstruye la posibilidad de una perspectiva más amplia.
Fundamenta sesudamente que siempre se ha usado el masculino como genérico. En realidad, él habla “más mejor”, dice que “el uso del masculino como genérico está muy asentado en el sistema gramatical”. Del Español, of course.
Otros vemos atrás de este documento una burda maniobra política. De poca monta. Basta con observar que una reseña de su mediocre contenido salió publicada en la ¡primera plana! del diario La Nación. Venía como anillo al dedo para demonizar modelos políticos que consideran urgente derrocar. El diario aludido sostiene que el documento daba ejemplos de cómo en Venezuela y Argentina sus primeros mandatarios incurrían en este “horror gramatical”. El documento no menciona ni a la Argentina ni a su Presidenta, mentira que pasa porque pocos se tomarán el trabajo de leerlo. Con las zonzas traspolaciones que esos medios están habituados a hacer, seguramente concluyan que no se nos respeta en el mundo por tal desatino. De premisa falsa, conclusión desopilante.
Básicamente, lo que este académico repudia es el cuestionamiento feminista del uso del masculino como genérico.
Para luego repudiar a los modelos políticos que se hacen eco de nuestra lucha, que la comprenden y comparten, y dan muestra de ello usando estas otras gramáticas disruptivas, interpeladoras.
Esgrimiendo una postura esencialista y temerosa de los cambios, omite cuidadosamente expresar que comparte la visión del mundo que dio lugar a que en la lengua española “siempre haya sido así”. Visión que no duda de la inferioridad de las mujeres respecto de los varones, de lo subalterno de los lugares que ocupamos, y considera inapropiado sacarnos a la luz. Nominarnos. Decirnos de otras maneras.
De hecho, se nota crispado por el uso de las palabras “visible”, “visibilización” e “invisibilización” usadas por todos los feminismos.
Y no se trata de que “esté bien o mal dicho”, de que “me guste o no me guste”: se trata de reconocer que sea o no de nuestro agrado, constituye una apropiación de la lengua por parte de varios sectores de la sociedad que entienden que las causas de las mujeres son legítimas y justas, y obran en consecuencia produciendo en varias esferas un acuso de recibo. Entre ellas la discursiva.
Incapaz de ver esto, ejemplifica sosteniendo que “varias mujeres feministas lo usan” (al masculino como genérico), incurriendo en otro esencialismo barato: el que reza que todas las mujeres en lucha somos exactamente iguales. Se equivoca, Don. Nos unen las luchas y los objetivos, a veces recurrimos a diversas estrategias. Todas válidas. Somos amplias.
También expresa como dogma soporte de su postura que todos los hablantes de la lengua sabemos que el masculino incluye a varones y mujeres. Que no hay quién lo ponga en duda. Desde esta afirmación, no entiendo cómo interpreta la frase “los ingleses prefieren el té al café. Y las mujeres rubias a las morenas”, que él mismo cita en su extenso e inútil documento.
Absolutamente inútil. Porque no debatimos gramáticas ni usos de la lengua. Debatimos política. E ideología.

1 comentario:

Liberenla dijo...

Me gusta siempre agarrar una palabra y darle vueltas. Ayer justo estaba pensando en como cambia el sentido de la palabra CAPITAL según el género. No es lo mismo La capital que El capital.
Una vez más, muchas gracias, compañera.