Fue maravilloso poder ver cómo la Suprema Corte de Justicia aclaraba de modo contundente a la sociedad – y a los propios miembros del poder del que son máximo referente – los alcances del artículo 86 del Código Penal.
El fallo tiene para mí un plus de trascendencia: pone en valor la palabra de las mujeres, que con sólo decir que han sido violadas podrán acceder al derecho que contempla el artículo aludido, sin someterse a ser “investigadas”. Se evita la revictimización a que las revisaciones y denuncias nos someten.
Pero a poco del festejo Salta, Mendoza y La Pampa comenzaron a marcar la cancha con sus gobernadores en dos casos y ministro de salud en otro, operando de muñecos de ventrílocuo del poder patriarcal. El argumento –infantil si los hay – es que un fallo de la Corte no es una Ley que estén mandados a hacer efectiva.
Desalienta ver que no podemos acceder a derechos porque tal vez no hayamos saldado las discusiones previas imprescindibles para hacerlo.
Las mujeres, en medio de una lucha discursiva de poderes que nos tiene generalmente como mudas espectadoras. Y en caso de que nos desactiven el “mute” caemos en la trampa de tener que debatir el tema de a una -y en un mano a mano- con otra que esté en contra… mesas de debate generalmente televisadas en las que lo que se transmite es que la sociedad está dividida en mitades frente al problema, desoyendo a las mayorías que claramente apoyan la legalización del aborto. Y que también transmiten que en principio es un tema “de mujeres” en las que los varones no se ensucian discutiendo: comúnmente aparecen entrevistados solos exponiendo sus posturas sin enfrentarse a opiniones adversas que –en el mejor de los casos- sólo provienen del entrevistador. Las mujeres, en cambio, expuestas a manejar con coherencia un diálogo con una Cynthia Hotton o similar… un horror.
Y también en el medio de la sospecha de que nos embarazamos para ser subsidiadas. Pese al fallo contra Clarín por haber publicado esa visión en formato titular y como dato “duro”, a los pocos días el Ministro de Salud de Corrientes sale a decir la misma barbaridad, que en realidad ya tenía la autoría del cómico Del Sel en ocasión de presentarse como candidato a gobernador por la provincia de Santa Fé. Otro caso que nos enfrenta a la cruel realidad de saber que aunque tengamos leyes y fallos que nos protegen, la misoginia manda a la hora de ser tratadas con respeto y en forma igualitaria.
Una vez más convidadas de piedra a una discusión que nos compete.
Tal vez haya llegado el momento de que como sociedad analicemos por qué en una democracia igualitaria e inclusiva como la que estamos viviendo, en la que tenemos políticas sexuales tan progresistas como el matrimonio igualitario, el aborto sigue siendo ilegal y la maternidad en la pobreza estigmatizada.
Tal vez seamos una sociedad que está aún lejos de superar la etapa de lucha por los derechos individuales que huelen siempre a liberalismo.
Tal vez las mujeres debamos seguir reclamando consideración en tanto sujetas políticas y sociales.
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