martes, 9 de junio de 2009

La república, las instituciones, el consenso, el populismo, el género, la inseguridad.

Los significantes vacíos.


Cuando lo ideológico se empieza a esfumar, las campañas políticas pasan a perder interés y los discursos reiterados adquieren dimensión lúdica…o no tan lúdica si pensamos por un segundo lo que podría hacer cierta gente teniendo la responsabilidad de gobernar.

Como ya nadie puede obviar el carácter democrático y legítimo de quienes nos gobiernan, le han encontrado un giro discursivo a la cosa para intentar deslegitimizar a los gobiernos populares: no respetan a la república ni a sus instituciones, dicen.
Más allá de que quienes lo dicen han apoyado dictaduras o participado de procesos electorales en que el partido mayoritario estaba proscripto, la falta de memoria generalizada hace que esas frasecitas pasen casi inadvertidas. Que no hay división de poderes, que la justicia no es independiente… Lo que resulta alarmante es que esta vez, han salido a meter miedo a la población con la posibilidad de fraude. Intentan instalar una paranoia que supongo derivará en que algunos ciudadanos que le creen a los medios se aferren a la urna y no la dejen hasta constatar que su voto si está adentro, y es de la opción que él tomó.
Y no lo dice cualquiera: lo dicen quienes ya han sido electos por el voto popular. Un legislador actual, candidato por la provincia, dice en un spot publicitario que “los votos los contarán los mismos de siempre”. ¿Se refiere a los que los contaron cuando él fue electo? ¿Insinúa que su propia elección fue fraudulenta? Ni se dan cuenta de lo que dicen y lo que sugieren, porque se han subido todos a la calesita de las palabras huecas. No se dan cuenta de la violencia que pueden desencadenar sus dichos, cuando después, con caras de nada, repudian por ejemplo el ataque al gobernador. El riego de hablar citando frases vaciadas de significado radica justamente en no detenerse ni siquiera quien las emite a pensar en que podrían generar sus dichos.

La “apertura al diálogo y la búsqueda de consensos” ya son parte del folklore popular, y pocos logran ver lo grave que sería poder consensuar todo ya que ello demostraría a las claras la falta de rumbo político. Si “charlando todo se arregla”, supongo que Ghandi hubiera abandonado su lucha, o tal vez Luther King habría negociado que los negros no estudien pero sí viajen en transportes públicos. El tan alabado consenso del que hoy se habla, la mayoría de las veces huele a transa, y no a favor del pueblo sino de los que “consensúan”. Otra vez, ir al fondo de lo que se panfletea para ver qué se dice no estaría de más.

La inseguridad también quedó así, despojadita de cualquier posibilidad seria de entender de qué se está hablando cuando se la nombra; lo mismo que “el género” y “los populismos”. Con los asesores de campaña recomendando hablar de “políticas de género” hemos logrado legitimizar e institucionalizar la subordinación de las mujeres en una gama de acciones y políticas públicas que de habérsenos ocurrido, hubieran hecho que desistiéramos antes de proponer el uso del término. El espíritu de la ley de cupos bastardeado, asociaciones de varones por la equidad que ya tienen más apoyo que las mujeres, travestis ocupando en listas electorales el espacio mísero asignado a las mujeres. Y sí, vaciar de sentido trae riesgos a unas, beneficios a otros.
Y la última que acuñaron, a modo de cuco, es el “populismo”. Intento desesperado para que nadie ose criticar al neoliberalismo, cualquier gobernante que atine hacer algo que cuestione la libertad de acción de los mercados merecerá ese mote. Y el término en sí, no se debate, dando por sentado que tiene connotaciones negativas. Y punto.
Tal vez respirar hondo y tomarnos un tiempo para rever el sentido de las palabras, nos haría avanzar con más claridad.

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