lunes, 13 de abril de 2009

Por cada muro, un lamento.

Cuando cayó el Muro de Berlín, el mundo exaltado festejaba que, con la muerte de las grandes ideologías se acababan las divisiones entre la humanidad, y se venían las mieles de la libre circulación. Nadie aclaró que, como no habían “muerto las ideologías”, sino que simplemente una de las dos hegemónicas en occidente era derrotada, la única libre circulación que quedaba garantizada era la de bienes, servicios, y lo que se dio en llamar flujo de capitales. A decir verdad, las pobres gentes poco nos hemos visto beneficiados desde entonces.

Increíble la cantidad de artistas, intelectuales y medios que se dedicaron meses a mostrar y celebrar con mega recitales y cosas por el estilo el avance en los derechos humanos que creían ver detrás de esa puesta en escena del derrumbe. Se vendían a modo de souvenir cascotes que, sin dudas, tenían un valor simbólico que quienes anestesiados los compraban, no alcanzaban a entender. O sí…

Ganó el capitalismo, que prometía a la humanidad toda la libertad que “los rojos” habían amenazado con quitarnos. Algunos nos dábamos cuenta de la catástrofe que implica el que una ideología no tenga a la vista oposición posible, y no podíamos dar crédito a la algarabía generalizada. O no tanto…

Me gustaría escuchar que opinan hoy los que festejaron de los muros que construye el capitalismo: el que divide Méjico de Estados Unidos, el Israel-Palestina (financiado por el Banco Mundial), o el autóctono que intentó levantar Gustavo Posse entre San Isidro y San Fernando. Los argumentos que se esgrimen en todos los casos son francamente insostenibles, sencillamente porque el capitalismo no puede reconocer a viva voz que genera excedentes humanos. No es políticamente correcto decirlo. Por eso, veamos los atajos discursivos que usó Posse hijo para pronunciar lo impronunciable.

Manifestó que no era para tomarlo tan a la tremenda, ya que sólo impedían en sectores el tránsito “de una villa a un lugar”. Alude a “la villa” como no-lugar que nada tiene que ver con los no-lugares de Marc Augé, a quien no le vendría mal leer…Habló también de “circulación no directa”, ¿eufemismo por derecho de admisión?

Con respecto a la composición social del territorio que gobierna, expresa tener una claridad meridiana: el pueblo bajo su férula se divide entre “delincuentes y vecinos” u “honestos e irregulares”. La primer genialidad la dijo haciendo referencia a las movilizaciones: dijo “si bien hoy se movilizaron los delincuentes, mañana seguro lo harán los vecinos”, aclarando que “los honestos no tendrían que pagarles más peaje a los irregulares”.

Aunque por suerte no estamos tan dormidos los argentinos y este disparate se solucionó con premura y un contundente apoyo a la destrucción del muro, nos queda pendiente seguir debatiendo y mostrando las caras ocultas y perversas del modelo económico que, sin dudas, debe tener alguna alternativa posible.

Prof. Delia Añón Suárez

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