martes, 24 de mayo de 2011

Un llamado a la inconsciencia

Verdaderamente no entiendo mucho al derecho. Sabrán los estudiosos disculpar…
Tampoco creo tener sentido común, así es que no puedo exponer cubierta por ese ambiguo paraguas lo que entiendo está pasando.
Mejor dicho, lo que entiendo no está pasando.
El artículo 86 del código penal indica en qué casos puede un médico interrumpir el embarazo de una mujer sin que su práctica sea punible. Y queda clarísimo.
Deduzco que las mujeres comprendidas por esos dos incisos que incluye el artículo –o sus representantes legales - pueden entonces presentarse y reclamar que se les realice la práctica.
Entiendo entonces que el Estado debe garantizar que las mujeres tengamos acceso a la práctica si es que se encuentra contemplada por la letra de esos dos incisos de ese artículo.
Interpreto, pues, que el Estado debe asegurarse contar con agentes dispuestos a cumplir la ley, más allá de visiones personales. Es decir, contar con personal sanitario y judicial del tipo poseedor de conciencia objetora, pero también incluir en sus filas a algunos inconscientes capaces de cumplir y hacer cumplir la norma.
El Estado argentino fue recientemente condenado por el Comité de Derechos Humanos de la ONU por no tomar las medidas necesarias para que no se obstaculice el acceso a la práctica de abortos no punibles.
Muchos organismos internacionales de Derechos Humanos hicieron recomendaciones a nuestro país que van en el mismo sentido.
En consecuencia, el Ministerio de Salud lanzó una guía técnica para informar a los agentes sanitarios los pasos a seguir para poder dar cumplimiento a lo establecido por el Código.
Pero la Justicia tiene tiempos que la razón no comprende… Y – en estos casos – el tiempo apremia. Siempre me queda esa extraña sensación de que el Poder Judicial procede como si no fuera parte del Estado.
Se comienza la solicitud con la esperanza de que comprenderán la premura del caso. Muchas veces se inicia así una cadena de obstáculos en la que a cada eslabón se le asignan plazos para expedirse que atentan contra la posibilidad de que la práctica sea realizada. En su desesperación, las sin derechos hacen que el caso tome estado público y se pasa al estado de asamblea permanente en el que cualquiera opina, sugiere, manda y pretende legislar sobre nuestros cuerpos.
Y la historia se repite varias veces por año. Y naturalizamos la idea de que se trata de un tema “complejo” cuando si leemos el artículo 86 de complejo no tiene nada.
Sabemos que un fallo contundente de la Corte daría sólido respaldo a la normativa y también seguridad jurídica a los profesionales de la salud que desean poder cumplirla sin temores.
En lo personal, creo que esta Corte que hoy tenemos puede hacerlo: puede ayudarnos a recuperar orgullo y confianza en nuestro Estado.

martes, 17 de mayo de 2011

Los planes del FMI para países subdesarrollados

La noticia es revulsiva. Otro Señorón primermundista abusando de su poder ante una mujer migrante, seguramente merced a las fórmulas neoliberales que él predica por el mundo como si se tratara del evangelio.
Lo peor es la certeza de que nada cambia, por más que pataleemos. Si no, ver en qué estado se encuentra la causa Berlusconi. O la escasa trascendencia que le damos a que dirigentes políticos consuman prostitución. O visiten asiduamente páginas web en las que la diversión consiste en denigrar y cosificar mujeres, niñas y niños. Un asco que no viene de moralina aplicada a la sexualidad: viene de una ética de respeto por las personas.
Sabemos que el episodio podría tratarse de una “emboscada” a Strauss-Kahn, de Estados Unidos nada asombra demasiado. Se trata de un país ficcional, entre otras cosas obsesionado por demostrarle al mundo que no respeta ninguna autoridad excepto la propia.
De todos modos, no viene al caso. Inventado no, un relato se construye con hechos verosímiles. Acá cabría acotar que lo único que resulta realmente increíble en todo esto es que este hombre sea socialista. Paradoja fácil de constatar: es el candidato a presidente de Francia por ese partido.
Que las circunstancias que se enumeran sean verosímiles espanta porque demuestra que mansamente hemos internalizado y naturalizado tantas, tantas situaciones…
Vemos natural que personas –generalmente mujeres- emigren de sus países pobres para ser mano de obra barata de otros países. Que desprecian a ellas y a sus culturas. Que las ven como amenaza a su bienestar altamente inestable.
Vemos natural que varones poderosos tomen todo lo que los rodea como si les fuera propio. Los cuerpos de las mujeres o la vida de pueblos enteros. Da lo mismo.
Vemos natural, por esa terrible división público/privado, que esos varones se consideren con autoridad para recetar fórmulas probadamente catastróficas. Todavía se discute si conviene o no incomodarlos.
Vemos natural la especulación que hacen muchos medios de comunicación en torno a la víctima.
Vemos natural que alguien se plantee si Strauss-Kahn no es en verdad “la víctima”.
Vemos natural que se aluda a la mujer trabajadora involucrada como “la chica”. Después de todo es el modo que se utiliza con toda “naturalidad” para definir a las trabajadoras de hogares ajenos. O para insinuar el valor que pueden tener los dichos de alguien cuya entidad queda puesta en cuestión al así nombrarla.
Vemos natural que la esposa del abusador viaje con un maletín repleto de dinero para poder salvarlo de la cárcel, fianza mediante. Ni se nos cruza pensar que podría ser solidaria para con otra mujer. O respetuosa de sí misma.
Vemos natural que las voces de mujeres que protestan por el caso en Estados Unidos sean migrantes como la víctima, la mayoría latinas.
Vemos natural que haya en el mundo explotadores y explotados. Y que siempre el hilo se corte por lo más delgado.
Y de tanto ver como natural, se nos van yendo las ganas de luchar por un mundo menos injusto.
No dejemos que eso nos pase. Al menos las mujeres.