jueves, 4 de marzo de 2010

Más sobre las palabras…

En busca de un encuadre ideológico.


Se hace imposible analizar las cuestiones de actualidad que nos involucran en tanto mujeres dejando de lado un contexto en el que todo se comenta y se analiza usando las palabras de un modo aparentemente serio a veces, aparentemente neutral otras, aparentemente inocente…
Y siempre he sostenido –en realidad creo que se trata de un vicio profesional- que las cosas pueden mejorar bastante si nos entrenamos en el ejercicio ciudadano de detenernos a pensar en el peso de lo que se dice. Y de lo que se calla.
Para nuestro mal, las noticias preponderantes para las mujeres en estos días han sido femicidios o coletazos de femicidios, y las frases que circularon ya las veremos para concluir.
Antes, nobleza obliga, debo decir que cuando me sentía espantada por lo que se decía y ya se lo atribuía al sistema patriarcal automáticamente, me puse a pensar que en realidad todos los temas se abordan con una nada inocente liviandad, con una aparente despolitización o toma de distancia de quien lo hace.
El “médico” que hizo profusas declaraciones acerca de la salud de Néstor Kirchner –avalado por la medicina cuyos discursos jamás se ponen en cuestión – terminó como en una mateada con amigos atribuyéndole su patología a todos los defectos que el galeno encuentra en la personalidad del ex-mandatario. Sus interlocutores no reaccionaron.
Magdalena Ruiz Guiñazú – quien supo integrar la Conadep y revivir los horrores de la dictadura – entrevista a Duhalde que se monta al discurso del “diálogo-con-todos” y menciona que él incluiría hasta aquellos a quienes les gusta Videla. Su interlocutora no reccionó.
Santos Biasatti se pone del perverso lado del “hombre común”, esgrimiendo que a los legisladores que no concurren a una sesión habría que descontarles el día. Haciéndose el ingenuo, no informa –como sería su deber hacerlo – que parte del trabajo que los ciudadanos delegamos en nuestros representantes es el de aplicar las estrategias necesarias para que su opinión respecto de un tema sea tomada en cuenta. No porque se trate de “su” opinión, sino porque representa la de los que lo votaron. Su interlocutora tampoco reaccionó.
La palabra “autoritario/a” tan gastada por estos días, parece que sólo pudiera pronunciarse para hacer referencia a Cristina Fernández o a Néstor Kirchner: no la escuché para hacer referencia a la “advertencia” que Bergoglio le hizo a Macri con referencia al fallo que autoriza en la Ciudad Autónoma la unión civil de personas del mismo sexo. Tampoco Morales Solá la usó cuando Carrió amenazó a los jueces expresando que una sentencia contraria a su pre-juicio daría lugar a un juicio político. Tampoco ente el hecho de que el “nuevo senado” - formado por “caras nuevas” como Chiche Duhalde, Reutemann, Menem, Rodríguez Saá - quiera imponerle al poder ejecutivo miembros para el gabinete Los diferentes interlocutores sin reacción.
En este caso, los analistas políticos que de ningún modo pueden avalar o dejar pasar los dichos de la diputada Carrió, sólo atinan a decir que “está loca”. Reacción hay, pero peligrosa por el uso otra vez de las palabras. Si es loca, es inimputable. No es responsable…y dudo que sea el caso. Sin reacción, o con reacción más riesgosa aún que el silencio.
Y viendo ya lo que pasa y nos afecta en tanto mujeres, las frases y palabras se tornan catástrofe. Muestran una negativa sistemática por parte del poder a hacerse cargo de revertir nuestra vulnerabilidad social.
Tanto en el caso del encargado de edificio que degolló a su mujer y luego se suicidó, como en el del integrante de Callejeros escuchamos perplejos repetirse los remanidos discursos justificativos del patriarcado.
Ambos casos comparten la característica de pasar a engrosar las cifras de “violencia familiar”, porque en ambos los varones salieron o sin vida o herido. En los dos ejemplos, el poder pudo sin culpas invisibilizar el hecho de que se trata de violencia contra las mujeres.
El cronista de América que estaba en el edificio refirió que el encargado, luego de matar a su mujer, había tomado la “dramática decisión” de suicidarse. Se ve que, a su entender, la previa carecía de dramatismo.
El comisario a cargo de la situación, que habló básicamente del grave estado de salud en que estaba uno de los dos policías que acompañaron a la mujer, dijo que el tema era que la policía se veía obligada a intervenir en “temas de familia”. La división del mundo en esferas pública y privada, indemne. Los periodistas, sin reacción.
También la nada inocente palabra “locura” circuló los primeros días para referirse al baterista de Callejeros, bajo el eufemismo de “stress post-traumático”. Ante esto, por suerte, la sociedad reaccionó.
Y, como en este último ejemplo, es de esperar que como sociedad empecemos a reaccionar ante cada una de las palabras. Que empecemos a exigir que, a las cosas, se las llame por su nombre.

lunes, 22 de febrero de 2010

Lo que esconde la Burka.

Develando mujeres.



A mi modesto entender, sólo esconde rostros de mujeres…todas diferentes. Algunas, supongo, la llevarán con gusto, otras no tanto.
La Unión Europea –con Francia a la cabeza- insiste en debatir si debe o no admitirse su uso por parte de las mujeres islámicas que viven allí. Las líneas argumentativas se cruzan de derecha a izquierda causando enorme asombro por parte de los periodistas que abordan la cuestión. Son incapaces de ver que el respeto reverencial por el patriarcado es el elemento de unión más fuerte que existe entre las diferentes ideologías.
El indudable tufillo xenófobo que el debate adquiere, y la eterna visión occidental y cristiana que considera que el único modo de vida posible son sus “repúblicas libres”, y que los únicos íconos respetables son los que ella impone quedan burdamente expuestos cuando los funcionarios encargados de llevar la medida adelante declaran a viva voz que el hecho de usar burka debe constituir un impedimento para la obtención de ciudadanía de aquellas mujeres que la tramitan, ya que su uso representa – según estos verdaderos fundamentalistas - un claro repudio a los ideales republicanos que los países miembro de la Unión Europea creen tener el honor de cristalizar mejor que cualquier otro país del mundo.
Pero no quiero detenerme en el tema de la jerarquización de pautas culturales, sino en el tema mujeres. En cómo quedamos las mujeres paradas en este debate. En el efecto propagandístico que tiene para con nosotras las occidentales.
En el rastreo nada pretencioso de tener valor estadístico que realicé acerca de las tomas de posición respecto al tema, me encontré con un predominio de voces de varones analizando la cuestión. Pero lo peor del caso, es que las pocas voces de mujeres también sonaban masculinas en esto de atribuirse “la postura” correcta y la representatividad de todas las mujeres que da lugar a que en nuestros tiempos se hable de “la mujer” como extracto concentrado único, con una esencia compartida por todas nosotras que hace posible que se nos aluda en singular. En este caso, “la mujer” de la que se habla es “la islámica”, también como si existiera una sola manera posible de ser mujer que practica ese culto.
El efecto disciplinador que tiene este debate para las mujeres occidentales no puede dejarse de lado: aparecen por Europa feministas que se oponen fervientemente a que se oculte el rostro de sus congéneres, esgrimiendo su postura con una especie de superioridad. Como si sobre nuestros cuerpos y nuestras caras no se impusieran mandatos tan terribles para nuestras subjetividades como los que se les imponen “a las otras”, las que “no son nosotras”.
Es de algún modo querer convencernos de que –después de todo- a nosotras no nos va tan mal…. Jamás nos encontramos con estadísticas acerca de cantidad de mujeres violadas en los países islámicos, ni con cifras que nos muestren la cantidad de femicidios anuales de cada uno de ellos. Si se nos envían cadenas por mail y alguna vez vemos por televisión o publicado en algún medio gráfico que alguna mujer islámica está por ser “apedreada por adúltera” como si ello constituyera en esos países una práctica habitual por un lado. Como si en nuestros países las mujeres sospechadas de adulterio no fueran ejecutadas también por sus parejas bajo el manto de una cultura que lo tolera por otro.


En toda esta discusión, ¿dónde se menciona que las mujeres somos seres pensantes, capaces de tener opinión propia y decidir sobre nuestros cuerpos y el modo de vestirlos?
Dónde queda –para estos países adalides de la democracia – el respeto por la voluntad y libre elección de todo aquello que constituye “lo otro”, “lo diferente”.
Indudablemente, el modo en que han asumido a través de los siglos su “misión” en el mundo indica que son los encargados de liberarlo de cualquier clase de tutela que no sea la tutela ejercida por ellos mismos: un claro intento por lograr que las mujeres pasen de cumplir los mandatos del Islam a cumplir con los de occidente.
Dejando siempre muy en claro, eso sí, que las mujeres somos incapaces de ejercer nuestra voluntad. O de hacer escuchar nuestras voces.
Constituimos algo así como la infancia de la humanidad. No por nada ante una catástrofe gritan “las mujeres y los niños primero”: somos el objeto incapaz de cuidarse por sí solo o de tomar decisiones.
En lo personal, ya no me cuiden más…