La consigna, muy apropiada para los tiempos que corren en los que por fin podemos poner el tema en debate, es expresar qué cambia con el aborto legal.
El aborto legal cambia mucho las cosas en algunos aspectos. En otros sabemos que una ley, por sí misma, no impacta demasiado en los comportamientos sociales. Al menos en el corto plazo.
Pero antes de responder en forma concreta a la consigna planteada, quiero expresar que la “bandera” a favor de la despenalización del aborto no nos resulta a muchas feministas tan fácil de alzar como, por ejemplo, la de reclamo de igualdad salarial con los varones. No es tan sencilla de enarbolar porque al hacerlo queremos siempre respetar la experiencia de vida de cada mujer, sus deseos, sus sentimientos.
También porque, sobre todo las que somos más grandes, hemos asistido a proyectos colonialistas de control de la natalidad –para nosotras de control de nuestros cuerpos y subjetividades- que venían financiados por organismos internacionales con visiones Malthusianas e incluían la despenalización del aborto con el único fin de intentar controlar las tazas de natalidad en nuestros países, los periféricos.
Por estas razones fundamentalmente, es que digo que no es una “bandera” que nos quede cómoda, sobre todo en una sociedad formateada en el Boca-River. Siempre la pregunta rápida, para top de noticias es ¿Estás a favor o en contra?
Y yo dudo de esas simplificaciones extremas, reduccionistas.
Aún así, y pese a la sensación de vértigo que me produce en lo personal responder a las preguntas así planteadas, me declaro pública e indudablemente a favor.
Con matices, obvio. Como nos pasó frente al debate de Ley de Matrimonio Igualitario. Una puede plantearse muchas disquisiciones, pero siempre teniendo claro con quiénes quiere estar. O, más claramente, al lado de quiénes NO quiere estar. O no podría nunca estar.
La despenalización del aborto cambia mucho el estado de cosas: expande derechos y ciudadanía. Iguala. Podemos políticamente estar a favor o en contra de tener más derechos dentro de este sistema liberal; pero sin oponernos a expandir sus alcances en tanto otras realidades no se subsanen.
Dicho más claro: de aborto clandestino mueren las mujeres pobres. Esa sola razón basta para despenalizar su práctica existente y extendida.
Porque estoy harta de escuchar que “Bueno, en realidad hay que impartir educación sexual antes, no llegar a la situación”. Quienes así lo ven me indignan, porque invisibilizan la situación de vulnerabilidad de TODAS las mujeres al momento de tomar la decisión de cuidarnos.
Otra cosa que va a cambiar mucho con la legalidad va a ser la situación de las mujeres que lo practiquemos: por fin podremos decidir sobre nuestras vidas sin sentirnos delincuentes que se deben esconder. De estar sometidas a los malos tratos de quienes lo realizan en la clandestinidad. Ahora, el maltrato y la violencia del personal de salud que nos asista podrá denunciarse.
Y las cosas que la ley sola, rapidito, no podrá cambiar son varias de nuestras otras banderas como feministas. Siempre iremos por más, hasta lograr alcanzar nuestra utopía de se consideradas iguales.
Utopía que nos lleva a luchar por no se tratadas como objetos; contra las violencias que –entre otras cosas- nos pueden llevar a esos embarazos no deseados; contra la feminización de la pobreza; contra la precarización laboral; por nuestro derecho a tener una vida sexual que nos plazca sin temores; por una verdadera igualdad de oportunidades en nuestras vidas de laburantes o estudiantes… En fin, por todos esos anhelos que miles de veces interrumpe un embarazo.
Por eso, francamente a favor.
Educación sexual para decidir,
Anticonceptivos gratis para no abortar,
Aborto legal para no morir.
El aborto legal cambia mucho las cosas en algunos aspectos. En otros sabemos que una ley, por sí misma, no impacta demasiado en los comportamientos sociales. Al menos en el corto plazo.
Pero antes de responder en forma concreta a la consigna planteada, quiero expresar que la “bandera” a favor de la despenalización del aborto no nos resulta a muchas feministas tan fácil de alzar como, por ejemplo, la de reclamo de igualdad salarial con los varones. No es tan sencilla de enarbolar porque al hacerlo queremos siempre respetar la experiencia de vida de cada mujer, sus deseos, sus sentimientos.
También porque, sobre todo las que somos más grandes, hemos asistido a proyectos colonialistas de control de la natalidad –para nosotras de control de nuestros cuerpos y subjetividades- que venían financiados por organismos internacionales con visiones Malthusianas e incluían la despenalización del aborto con el único fin de intentar controlar las tazas de natalidad en nuestros países, los periféricos.
Por estas razones fundamentalmente, es que digo que no es una “bandera” que nos quede cómoda, sobre todo en una sociedad formateada en el Boca-River. Siempre la pregunta rápida, para top de noticias es ¿Estás a favor o en contra?
Y yo dudo de esas simplificaciones extremas, reduccionistas.
Aún así, y pese a la sensación de vértigo que me produce en lo personal responder a las preguntas así planteadas, me declaro pública e indudablemente a favor.
Con matices, obvio. Como nos pasó frente al debate de Ley de Matrimonio Igualitario. Una puede plantearse muchas disquisiciones, pero siempre teniendo claro con quiénes quiere estar. O, más claramente, al lado de quiénes NO quiere estar. O no podría nunca estar.
La despenalización del aborto cambia mucho el estado de cosas: expande derechos y ciudadanía. Iguala. Podemos políticamente estar a favor o en contra de tener más derechos dentro de este sistema liberal; pero sin oponernos a expandir sus alcances en tanto otras realidades no se subsanen.
Dicho más claro: de aborto clandestino mueren las mujeres pobres. Esa sola razón basta para despenalizar su práctica existente y extendida.
Porque estoy harta de escuchar que “Bueno, en realidad hay que impartir educación sexual antes, no llegar a la situación”. Quienes así lo ven me indignan, porque invisibilizan la situación de vulnerabilidad de TODAS las mujeres al momento de tomar la decisión de cuidarnos.
Otra cosa que va a cambiar mucho con la legalidad va a ser la situación de las mujeres que lo practiquemos: por fin podremos decidir sobre nuestras vidas sin sentirnos delincuentes que se deben esconder. De estar sometidas a los malos tratos de quienes lo realizan en la clandestinidad. Ahora, el maltrato y la violencia del personal de salud que nos asista podrá denunciarse.
Y las cosas que la ley sola, rapidito, no podrá cambiar son varias de nuestras otras banderas como feministas. Siempre iremos por más, hasta lograr alcanzar nuestra utopía de se consideradas iguales.
Utopía que nos lleva a luchar por no se tratadas como objetos; contra las violencias que –entre otras cosas- nos pueden llevar a esos embarazos no deseados; contra la feminización de la pobreza; contra la precarización laboral; por nuestro derecho a tener una vida sexual que nos plazca sin temores; por una verdadera igualdad de oportunidades en nuestras vidas de laburantes o estudiantes… En fin, por todos esos anhelos que miles de veces interrumpe un embarazo.
Por eso, francamente a favor.
Educación sexual para decidir,
Anticonceptivos gratis para no abortar,
Aborto legal para no morir.
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