Todas las mañanas tomo el mate con algún “ingeniero acribillado”, “empresario víctima de secuestro express”, o “jubilado golpeado para ser despojado de sus haberes”. El panóptico- sistema en el que unos pocos observaban a muchos- pasó. Hoy, las masas indefensas miramos por la tele lo que unos pocos hacen –sistema sinóptico- al que yo agrego que las mayorías observamos lo que nos quieren imponer que sucede y la medida en que sucede. También, lo que nos tapan o disfrazan forma parte de esta imposición de opinión a la que nos vemos expuestos.
Así las cosas, si me parara un encuestador siete y media, cuando salgo de mi casa, no dudaría en contestarle que el principal problema que tenemos es la inseguridad. Pero conmigo sonaron: a esa hora ya estoy despabilada.
No niego que la inseguridad y la violencia sean alarmantes y existan, pero el machaque periodístico que reciben me suena más a lograr el clamor por mano dura que a otra cosa. Si hubiera honestidad intelectual circulante, lo que los mega medios deberían estar cuestionando es la obscena desigualdad reinante gracias al neoliberalismo. Podrían mostrarnos qué índices delictivos tienen los países en los que el reparto de riqueza es más parejo.
Paradójicamente, otras cuestiones sociales que sí están teniendo visos de patrón, son presentadas por los medios en forma aislada, como para no tener que ver ciertas cosas que no conviene ver.
En la tele no. Pero si leemos cualquier diario, veremos al menos una noticia por día de alguna mujer muerta a manos de su pareja. La cantidad de mujeres que mueren en nuestro país a causa de la violencia contra nosotras, según advirtió Amnistía internacional a principios de año, reviste ya las características de femicidio. Pero de esto no se habla. Si se habla acerca de la vida privada de las muertas, cosa de disciplinar a todas las mujeres por un lado, y de encontrar “atenuantes” de la brutalidad que aplaquen a la opinión pública.
Ojalá nuestros dirigentes se despabilen. Ojalá dejen de dividir los hechos entre “públicos” y “privados”, y asuman que lo que pasa adentro de cada casa también debe ser cuestión de Estado.
Delia Añón Suárez.
Así las cosas, si me parara un encuestador siete y media, cuando salgo de mi casa, no dudaría en contestarle que el principal problema que tenemos es la inseguridad. Pero conmigo sonaron: a esa hora ya estoy despabilada.
No niego que la inseguridad y la violencia sean alarmantes y existan, pero el machaque periodístico que reciben me suena más a lograr el clamor por mano dura que a otra cosa. Si hubiera honestidad intelectual circulante, lo que los mega medios deberían estar cuestionando es la obscena desigualdad reinante gracias al neoliberalismo. Podrían mostrarnos qué índices delictivos tienen los países en los que el reparto de riqueza es más parejo.
Paradójicamente, otras cuestiones sociales que sí están teniendo visos de patrón, son presentadas por los medios en forma aislada, como para no tener que ver ciertas cosas que no conviene ver.
En la tele no. Pero si leemos cualquier diario, veremos al menos una noticia por día de alguna mujer muerta a manos de su pareja. La cantidad de mujeres que mueren en nuestro país a causa de la violencia contra nosotras, según advirtió Amnistía internacional a principios de año, reviste ya las características de femicidio. Pero de esto no se habla. Si se habla acerca de la vida privada de las muertas, cosa de disciplinar a todas las mujeres por un lado, y de encontrar “atenuantes” de la brutalidad que aplaquen a la opinión pública.
Ojalá nuestros dirigentes se despabilen. Ojalá dejen de dividir los hechos entre “públicos” y “privados”, y asuman que lo que pasa adentro de cada casa también debe ser cuestión de Estado.
Delia Añón Suárez.
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