El año pasado, no hace tanto, tuvimos campaña electoral “completa”, elección de intendente incluida. Muchos militantes salimos a la calle a expresar públicamente nuestra preferencia –participé del espacio que pugnaba por la reelección del entonces intendente Julio Alak.
En el marco de nuestro trabajo militante, realizamos por zonas un detallado relevamiento de las cuestiones que más preocupaban a nuestros vecinos. Personalmente, porque vivo en mi barrio desde siempre, realicé encuestas a más de cuatrocientas familias que viven en la zona comprendida entre las calles 32 y 38, desde calle 13 hasta la avenida 19.
Quiero aclarar antes de zambullirme en el tema de la nota, la atroz falta de conocimiento acerca de qué jurisdicción del Estado, o qué poder, son los encargados de resolver los diferentes temas: reclamaban seguridad al municipio, ordenanzas sin contemplar que éstas deben ser coherentes con la legislación provincial, y en última instancia, con la Constitución Nacional. Y uso el término “atroz” ya que la zona en la que trabajé es barrio residencial, con ciudadanos que tienen un nivel de instrucción alto en promedio y, se supone, estarían obligados a tener una sólida formación ciudadana.
Uno de los temas más acuciantes, planteaban, era el de “la basura”. Bajo ese ítem planteaban temas tan diversos como recolección, higiene de la vía pública, preocupación ante la presencia de “cartoneros” aludiendo al tema seguridad con unos preconceptos sociales alarmantes, e inquietud respecto del sitio de disposición final de residuos: rechazo generalizado por el basural a cielo abierto del camino a Punta Lara.
Siempre he tenido una clara idea acerca de la trascendencia de proteger los recursos naturales y minimizar el costo ambiental en lo cotidiano. Tal vez por eso, siempre bendije la existencia de “cartoneros” que han logrado con la clasificación y venta para reciclado, que la catástrofe que generamos los ciudadanos que vivimos en grandes centros urbanos fuera “no tan grave” como podría serlo de no existir esa actividad que el Estado no encaró por años.
Pero el actual intendente ha decidido comenzar con una política activa al respecto, que consiste en la clasificación de residuos domiciliarios para facilitar la clasificación de lo que puede reciclarse. Así, sabemos de acuerdo con la zona en que vivimos, en qué días y horarios debemos sacar “la bolsa verde”, conteniendo los residuos secos.
Cuando supe de la puesta en práctica del proyecto me alegré sobremanera: sabía de los excelentes resultados obtenidos en ciudades como Laprida y Trenquelauquen en nuestra provincia.
Pero resulta que recorro mi barrio todas las mañanas y encuentro no más de 5 bolsas verdes por cuadra. Y me indigno. Algunos argumentan que no pueden comprar la bolsa, como si tuviera un precio mayor por su color. Otros argumentan falta de tiempo para clasificar. La mayoría demuestra una falta de compromiso ciudadano alarmante: reclamo, pero no puedo hacer lo mínimo para garantizar que mi preocupación desaparezca. Me quejo por la basura en la calle, pero tiro a la rambla de calle 19 todo lo que me molesta.
El espacio público en La Plata parece que sus ciudadanos lo ven como ajeno. Tal vez, pese a nuestras declaraciones en contrario, necesitemos ser ciudadanos “tutelados” y “asistidos” hasta para tirar la basura.
Prof. Delia Añón Suárez.
En el marco de nuestro trabajo militante, realizamos por zonas un detallado relevamiento de las cuestiones que más preocupaban a nuestros vecinos. Personalmente, porque vivo en mi barrio desde siempre, realicé encuestas a más de cuatrocientas familias que viven en la zona comprendida entre las calles 32 y 38, desde calle 13 hasta la avenida 19.
Quiero aclarar antes de zambullirme en el tema de la nota, la atroz falta de conocimiento acerca de qué jurisdicción del Estado, o qué poder, son los encargados de resolver los diferentes temas: reclamaban seguridad al municipio, ordenanzas sin contemplar que éstas deben ser coherentes con la legislación provincial, y en última instancia, con la Constitución Nacional. Y uso el término “atroz” ya que la zona en la que trabajé es barrio residencial, con ciudadanos que tienen un nivel de instrucción alto en promedio y, se supone, estarían obligados a tener una sólida formación ciudadana.
Uno de los temas más acuciantes, planteaban, era el de “la basura”. Bajo ese ítem planteaban temas tan diversos como recolección, higiene de la vía pública, preocupación ante la presencia de “cartoneros” aludiendo al tema seguridad con unos preconceptos sociales alarmantes, e inquietud respecto del sitio de disposición final de residuos: rechazo generalizado por el basural a cielo abierto del camino a Punta Lara.
Siempre he tenido una clara idea acerca de la trascendencia de proteger los recursos naturales y minimizar el costo ambiental en lo cotidiano. Tal vez por eso, siempre bendije la existencia de “cartoneros” que han logrado con la clasificación y venta para reciclado, que la catástrofe que generamos los ciudadanos que vivimos en grandes centros urbanos fuera “no tan grave” como podría serlo de no existir esa actividad que el Estado no encaró por años.
Pero el actual intendente ha decidido comenzar con una política activa al respecto, que consiste en la clasificación de residuos domiciliarios para facilitar la clasificación de lo que puede reciclarse. Así, sabemos de acuerdo con la zona en que vivimos, en qué días y horarios debemos sacar “la bolsa verde”, conteniendo los residuos secos.
Cuando supe de la puesta en práctica del proyecto me alegré sobremanera: sabía de los excelentes resultados obtenidos en ciudades como Laprida y Trenquelauquen en nuestra provincia.
Pero resulta que recorro mi barrio todas las mañanas y encuentro no más de 5 bolsas verdes por cuadra. Y me indigno. Algunos argumentan que no pueden comprar la bolsa, como si tuviera un precio mayor por su color. Otros argumentan falta de tiempo para clasificar. La mayoría demuestra una falta de compromiso ciudadano alarmante: reclamo, pero no puedo hacer lo mínimo para garantizar que mi preocupación desaparezca. Me quejo por la basura en la calle, pero tiro a la rambla de calle 19 todo lo que me molesta.
El espacio público en La Plata parece que sus ciudadanos lo ven como ajeno. Tal vez, pese a nuestras declaraciones en contrario, necesitemos ser ciudadanos “tutelados” y “asistidos” hasta para tirar la basura.
Prof. Delia Añón Suárez.
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