Profética, Evita nos pidió que le prometiéramos defender a Perón de la oligarquía vendepatria. Tal vez por ese entonces fuera más fácil distinguir quiénes eran los oligarcas y los vendepatrias.
Tanto gorila rió con ese discurso de Evita que, sí, sonaba un tanto apocalíptico. Pero con la historia posterior a la vista, colijo que fue suave. Nada podía hacernos pensar que en el 2008 seguiríamos expuestos a las mismas amenazas, pero ya hoy con un enemigo más difuso, menos claro, infiltrado en todas las estructuras sociales, camuflado a veces hasta por el escudo de Perón y la bandera de la Patria.
El neoliberalismo nos descremó. Los medios de difusión blanquean personajes ante la opinión pública sin hacer jamás una pregunta indiscreta. Los que tienen prevendas por pertenecer a la dirigencia política, por miedo a perderlas, se esconden y no dicen lo que se impone decir, nuestro querido movimiento ha perdido el poder de llevar a sus cuadros a la dirigencia del partido. La pelea pueblo-campo, se transformó en un enorme debate nacional que nadie se atreve a dar. El gobierno no puede comunicar como debiera en un escenario en que la prensa juega mayoritariamente en contra; el pueblo ha perdido absolutamente conciencia de clase debido a la ficción de clase media en que viven vastos sectores de clase baja; y hemos ido perdiendo la posibilidad de discutir política.
Entonces, lo que se debate es politiquería, apariciones mediáticas breves sin espacio para la fundamentación concienzuda, personajes siniestros a los que no se les pregunta nada que los incomode y se los deja exponer su ignorancia, su incoherencia o su hijaputez. Eso sí, en dos minutos porque en los medios el tiempo es tirano.
Con el campo está Macri, Carrió, algún peronista despechado que cuando tuvo poder jodió a los compañeros que hoy detentan el poder. Sí, con la misma soberbia que los anteriores, con el mismo autismo.
Pero este tema no puede pasar a ser agenda de la interna peronista. Ya pagamos carísimo el error de trasladar nuestras divergencias a la escena nacional. No podemos juntarnos con el enemigo que nos quiere usar para destituir al gobierno y alzarse con el poder: nos pasó en el ´76, nos pasó con los que se fueron a la Alianza (muchos están hoy en el poder porque decidieron volver y no les pedimos explicaciones).
Macri juega a la política como jugó a presidir a Boca, o como juega a ser jefe de gobierno en la ciudad de Buenos Aires, en la que la prensa no detecta ningún problema más desde que él la conduce. Milagrosamente, los baches se taparon, la basura desapareció, el transporte público ya es del primer mundo: es evidente que este muchacho hace todo lo que emprende bien. Y no roba, porque ya tenía plata de antes.
Tal vez juegue a la política como jugó a presidir Boca: yéndose con todo lo de valor ya no como patrimonio del club sino de una sociedad de la que él es parte. Va a estar buena, Buenos Aires… Buena y Pro. No de “progre”: “pro” capital privado, “pro” que no se vean los pobres, “pro” destrucción de lo que queda de Estado.
Carrió, mística y apocalíptica. Progresista en los ´90 en qué el único hueco posible para cobrar de opositor era la izquierda, hablaba de ingreso solidario para redistribuir la riqueza. Hoy opina que la redistribución es autoritaria, y perjudica al pueblo que debe seguir con hambre mientras los terratenientes multiplican sus ganancias, mientras tienen empleados en situación de esclavitud a cambio de un rancho en sus tierras, mientras las mujeres de la peonada les trabajan gratis y también sus hijos, que cuando el trabajo en el campo se pone duro dejan la escuela “pa´ quel patroncito esté contento”. Un patroncito al que el Estado subsidia cuando pierde plata, pero al que el Estado no puede gravar cuando gana obscenamente.
Carrió los apoya con vehemencia, a ellos y a la iglesia. La cruz y la escarapela bastardeadas en nuestra Patria hasta el infinito.
Tanto gorila rió con ese discurso de Evita que, sí, sonaba un tanto apocalíptico. Pero con la historia posterior a la vista, colijo que fue suave. Nada podía hacernos pensar que en el 2008 seguiríamos expuestos a las mismas amenazas, pero ya hoy con un enemigo más difuso, menos claro, infiltrado en todas las estructuras sociales, camuflado a veces hasta por el escudo de Perón y la bandera de la Patria.
El neoliberalismo nos descremó. Los medios de difusión blanquean personajes ante la opinión pública sin hacer jamás una pregunta indiscreta. Los que tienen prevendas por pertenecer a la dirigencia política, por miedo a perderlas, se esconden y no dicen lo que se impone decir, nuestro querido movimiento ha perdido el poder de llevar a sus cuadros a la dirigencia del partido. La pelea pueblo-campo, se transformó en un enorme debate nacional que nadie se atreve a dar. El gobierno no puede comunicar como debiera en un escenario en que la prensa juega mayoritariamente en contra; el pueblo ha perdido absolutamente conciencia de clase debido a la ficción de clase media en que viven vastos sectores de clase baja; y hemos ido perdiendo la posibilidad de discutir política.
Entonces, lo que se debate es politiquería, apariciones mediáticas breves sin espacio para la fundamentación concienzuda, personajes siniestros a los que no se les pregunta nada que los incomode y se los deja exponer su ignorancia, su incoherencia o su hijaputez. Eso sí, en dos minutos porque en los medios el tiempo es tirano.
Con el campo está Macri, Carrió, algún peronista despechado que cuando tuvo poder jodió a los compañeros que hoy detentan el poder. Sí, con la misma soberbia que los anteriores, con el mismo autismo.
Pero este tema no puede pasar a ser agenda de la interna peronista. Ya pagamos carísimo el error de trasladar nuestras divergencias a la escena nacional. No podemos juntarnos con el enemigo que nos quiere usar para destituir al gobierno y alzarse con el poder: nos pasó en el ´76, nos pasó con los que se fueron a la Alianza (muchos están hoy en el poder porque decidieron volver y no les pedimos explicaciones).
Macri juega a la política como jugó a presidir a Boca, o como juega a ser jefe de gobierno en la ciudad de Buenos Aires, en la que la prensa no detecta ningún problema más desde que él la conduce. Milagrosamente, los baches se taparon, la basura desapareció, el transporte público ya es del primer mundo: es evidente que este muchacho hace todo lo que emprende bien. Y no roba, porque ya tenía plata de antes.
Tal vez juegue a la política como jugó a presidir Boca: yéndose con todo lo de valor ya no como patrimonio del club sino de una sociedad de la que él es parte. Va a estar buena, Buenos Aires… Buena y Pro. No de “progre”: “pro” capital privado, “pro” que no se vean los pobres, “pro” destrucción de lo que queda de Estado.
Carrió, mística y apocalíptica. Progresista en los ´90 en qué el único hueco posible para cobrar de opositor era la izquierda, hablaba de ingreso solidario para redistribuir la riqueza. Hoy opina que la redistribución es autoritaria, y perjudica al pueblo que debe seguir con hambre mientras los terratenientes multiplican sus ganancias, mientras tienen empleados en situación de esclavitud a cambio de un rancho en sus tierras, mientras las mujeres de la peonada les trabajan gratis y también sus hijos, que cuando el trabajo en el campo se pone duro dejan la escuela “pa´ quel patroncito esté contento”. Un patroncito al que el Estado subsidia cuando pierde plata, pero al que el Estado no puede gravar cuando gana obscenamente.
Carrió los apoya con vehemencia, a ellos y a la iglesia. La cruz y la escarapela bastardeadas en nuestra Patria hasta el infinito.
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