La implacable contundencia con que se encarnó en nuestra sociedad el temible slogan neoliberal globalizado que reza que las ideologías han muerto nos muestra hoy a los argentinos su faz más patética. El “tema del campo”, tratado como ha sido por los medios y los referentes sociales y políticos, nos revela como una sociedad escindida –como los individuos posmodernos que la conformamos- que no podemos visualizar ni siquiera que lugar ocupamos o qué intereses son nuestros y legítimos. Aparecen en la escena dantesca personajes como Pinky –ex conductora televisiva que ayudó a la dictadura a juntar fondos para la guerra de Malvinas, hoy devenida en Diputada Nacional- intimando a los legisladores nacionales a leer la Constitución de nuestra Patria. Campesinos exaltados reclamando que las medidas tomadas pasen por el Congreso, y advirtiendo a pocos días que si ese poder no se expide como pretenden volverán a cortar rutas. Los excluidos del sistema, organizados en movimientos piqueteros, divididos y parte de ellos luchando por la rentabilidad de una tierra que jamás poseyeron ni podrán. Los maoístas encantados porque consideran que la sociedad rural podrá ejercer el liderazgo revolucionario que se necesitaría para concretar la anhelada reforma agraria. La mística adalid de los reclamos de calidad institucional y redistribución de la riqueza desde los ´90 hasta hoy, almorzando con Mirtha y los ruralistas, anunciando el Apocalipsis para fines de junio. Ya pasó la fecha, otra vez le falló Nostradamus. La clase media acomodada, que pagó más por la carne a causa del conflicto, que hizo colas para cargar combustible, que no pudo moverse con tranquilidad por sus rutas; firmando un petitorio camino a Mar del Plata que no sabía bien que cifras enumeraba pero si estaba en contra de, seguramente valdría la pena firmar antes de hacer la batucada de ollas Essen. Para colmo, a estas alturas ya sabemos que el paro no fue tan paro, y que mientras algunos cortaban rutas, los esclavos seguían cosechando para que sus patrones pudieran exportar lo que el pueblo no encontraba en las góndolas de sus mercados.
Pero, en lo personal, hay hechos que duelen más que otros. El peronismo, dentro de sus veinte verdades, incluye la que sostiene que el capital debe estar al servicio de la economía, y ésta practicada en función social. El reparto de PBI que le correspondía a la clase trabajadora durante los gobiernos peronistas es, sin dudas, la razón por la que los humildes siguen apoyándonos mayoritariamente. En un nuevo escenario mundial, los movimientos piqueteros también constituyen nuestro movimiento porque son los neo-desposeídos: aquellos a los que este brutal capitalismo privó hasta de ser humildes trabajadores. Desgraciadamente, muchos dirigentes peronistas ya no ven la realidad desde este lado. Algunos, usan el malestar social imperante para dirimir una interna que tal vez no se atrevan a dar en las urnas. Otros, quizás, hayan comprado el discurso neoliberal del “natural derramamiento” de la riqueza, y crean que cuando estos grupos empresarios obtengan las excesivas ganancias que pretenden, se encargarán de repartirla.
Nos agrade o no el estilo de conducción de nuestra presidenta, no digo ya la sociedad toda, al menos los que tenemos el orgullo de ser compañeros, debemos estar firmes junto al pueblo. Un pueblo que –sin dudas- no vive de la soja.
Pero, en lo personal, hay hechos que duelen más que otros. El peronismo, dentro de sus veinte verdades, incluye la que sostiene que el capital debe estar al servicio de la economía, y ésta practicada en función social. El reparto de PBI que le correspondía a la clase trabajadora durante los gobiernos peronistas es, sin dudas, la razón por la que los humildes siguen apoyándonos mayoritariamente. En un nuevo escenario mundial, los movimientos piqueteros también constituyen nuestro movimiento porque son los neo-desposeídos: aquellos a los que este brutal capitalismo privó hasta de ser humildes trabajadores. Desgraciadamente, muchos dirigentes peronistas ya no ven la realidad desde este lado. Algunos, usan el malestar social imperante para dirimir una interna que tal vez no se atrevan a dar en las urnas. Otros, quizás, hayan comprado el discurso neoliberal del “natural derramamiento” de la riqueza, y crean que cuando estos grupos empresarios obtengan las excesivas ganancias que pretenden, se encargarán de repartirla.
Nos agrade o no el estilo de conducción de nuestra presidenta, no digo ya la sociedad toda, al menos los que tenemos el orgullo de ser compañeros, debemos estar firmes junto al pueblo. Un pueblo que –sin dudas- no vive de la soja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario