Del sabor amargo que me dejó el resultado del debate del Congreso sobre las retenciones tardé de reponerme: se me hace difícil comprender cómo es que los intereses de unos pocos puedan “copar” el sentir popular e imponerse siempre… inexorablemente.
Lejos de estar compenetrada de ideologías “pum para arriba”, creo sin embargo que hay algo muy rescatable en todo lo sucedido. Los legisladores se vieron obligados – de un lado y otro – a fundamentar su voto de modo tal que se viera sincero en algunos casos, de que su voz genuina fuera escuchada en otros.
Dejando algunas pocas intervenciones de lado, se vio un Congreso a la altura de las circunstancias. Y eso, para los que bregamos por cambios más profundos, por la bendita discusión acerca del modelo eternamente postergada, es promisorio.
Se vienen debates interesantes para el Congreso: la Ley de Radiodifusión, la reestatización de Aerolíneas, las retenciones que – muchos esperamos – se debatan no sólo para el campo sino también para otros sectores como por ejemplo el de la explotación minera. Todos estos temas obligarán a rever los dogmas neoliberales que se impusieron, también sin consenso mayoritario, a fuerza de desinformar al pueblo acerca de sus consecuencias.
Tal vez estos debates permitan a los legisladores dejar de lado la praxis legislativa que fue furor en los ´90, en que sólo se discutía lo que el ejecutivo tenía en agenda. Tal vez se abra el juego para que nuestros legisladores, que dieron muestras la semana pasada de estar a la altura de las circunstancias, puedan incluir en sus proyectos los temas por los que la sociedad reclama y en los que ha sido prolijamente desoída. La eutanasia, el aborto, el uso de nuevas tecnologías como internet, muchas cuestiones no se abordaron seriamente todavía. Hoy está la posibilidad: hay un pueblo un poco más politizado y dispuesto a salir a apoyar las consignas en las que cree, y muchos legisladores honrando sus bancas, tratando de reconstruir la imagen de la clase política como parásito. La sensación generalizada de alivio después de la derogación de “la 125” que puso fin al tema, si bien en lo personal me dejó el sabor amargo que puntualicé al empezar; también me deja la esperanza de que ese pueblo aliviado reconozca que la Política es parte fundante del bien común.
Delia Añón Suárez
Lejos de estar compenetrada de ideologías “pum para arriba”, creo sin embargo que hay algo muy rescatable en todo lo sucedido. Los legisladores se vieron obligados – de un lado y otro – a fundamentar su voto de modo tal que se viera sincero en algunos casos, de que su voz genuina fuera escuchada en otros.
Dejando algunas pocas intervenciones de lado, se vio un Congreso a la altura de las circunstancias. Y eso, para los que bregamos por cambios más profundos, por la bendita discusión acerca del modelo eternamente postergada, es promisorio.
Se vienen debates interesantes para el Congreso: la Ley de Radiodifusión, la reestatización de Aerolíneas, las retenciones que – muchos esperamos – se debatan no sólo para el campo sino también para otros sectores como por ejemplo el de la explotación minera. Todos estos temas obligarán a rever los dogmas neoliberales que se impusieron, también sin consenso mayoritario, a fuerza de desinformar al pueblo acerca de sus consecuencias.
Tal vez estos debates permitan a los legisladores dejar de lado la praxis legislativa que fue furor en los ´90, en que sólo se discutía lo que el ejecutivo tenía en agenda. Tal vez se abra el juego para que nuestros legisladores, que dieron muestras la semana pasada de estar a la altura de las circunstancias, puedan incluir en sus proyectos los temas por los que la sociedad reclama y en los que ha sido prolijamente desoída. La eutanasia, el aborto, el uso de nuevas tecnologías como internet, muchas cuestiones no se abordaron seriamente todavía. Hoy está la posibilidad: hay un pueblo un poco más politizado y dispuesto a salir a apoyar las consignas en las que cree, y muchos legisladores honrando sus bancas, tratando de reconstruir la imagen de la clase política como parásito. La sensación generalizada de alivio después de la derogación de “la 125” que puso fin al tema, si bien en lo personal me dejó el sabor amargo que puntualicé al empezar; también me deja la esperanza de que ese pueblo aliviado reconozca que la Política es parte fundante del bien común.
Delia Añón Suárez
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