Las elecciones de junio se presentan embarradas como nunca, ya como clara expresión del triunfo de las sociedades –al decir de Chantal Mouffe- post-políticas.
Todos los candidatos se destemplan, tiran frases vaciadas de significado, contribuyen a crear un clima apocalíptico que parece delirante escuchar, ya que es coherente con el “estado de ánimo” popular reinante, pero no con datos concretos de la realidad. A decir verdad, quienes más se hacen eco de estos datos catástrofe son los sectores medios y medio altos, que paradójicamente siguen gozando las mieles de un modelo que aún poco sacrificio les exige.
La oposición, nada puede sorprendernos, no propone nada en concreto: se maneja con los “temas” que una prensa con protagonismo inusitado en una campaña electoral le va “tirando”: dengue, seguridad, gripe porcina, impugnaciones judiciales a diferentes candidatos. Lamentable escena, donde se puede sólo atinar a decir “este/a tiene cara de bueno”, ya que resulta imposible evaluar propuestas inexistentes. La misma oposición, ante algún tema más concreto en el que podría lucirse y demostrar su postura ideológica, se empecina en mezclar análisis de diferentes niveles. Para citar un ejemplo, se monta al circo desinformativo en el tema previsional haciéndose eco de los que trinan que “se esta tocando la plata de los jubilados” sin intentar explicar a la opinión pública en qué consiste el sistema previsional fehacientemente. Se colocan en una posición más papista que el papa al tratar de convencernos de que esos fondos deben estar quietitos e improductivos, bajo la excusa de que no saben cómo el Estado va a invertir esos fondos. Además de no haber pedido jamás explicaciones en ese sentido al sector privado, mezclan descaradamente dos ejes de análisis: los fondos deben ser administrados por el Estado. Nuestro rol como ciudadanos –y el de ellos como oposición- será el de controlar a través de los mecanismos habilitados el cómo. Ellos lo saben, pero callan otorgándole entidad a los poderosos.
Del mismo modo callan cuando no se expiden acerca de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales, con un miedo atroz de enfrentarse en plena campaña a los monopolios “informativos”. Dan bronca, dan asco y tal vez por eso miles de argentinos lo único que miran con referencia a la campaña sea el Gran Cuñado, otra acción proselitista directa de los poderes difusos que nos manejan sin presentarse abiertamente a elecciones.
Las múltiples expresiones de izquierda tampoco muestran coherencia respecto de los dos ejemplos citados y corren el riesgo, una vez más en nuestra historia, de quedar apoyando a la derecha más recalcitrante: muchos de estos partidos apoyaron los reclamos de la gauchocracia, se opusieron a la reestatización de las AFJPs, y no se manifiestan públicamente exigiendo el tratamiento de la ley en cuestión. Si no soy protagonista, que no se haga aunque sea justo. Lamentable.
Y hay una Presidenta que no está sola. Tiene atrás a un Partido que la apoya más allá de los muchos errores que comete, por ejemplo, cuando impide elecciones internas.
Tiene ella –y el partido- grandes logros que mostrar: una crisis de dimensiones sin precedentes cercanos que no desató en nuestro país la debacle que otras de menor magnitud desencadenaron. Estamos recuperando lo rematado en los ´90. Se están saldando las deudas con la justicia que continuaban impunes desde la dictadura. Tenemos hoy una Corte Suprema que no se dedica exclusivamente al golf. No se nos dan planes de acción desde afuera, proponiendo ajuste sobre ajuste a los ajustados de siempre. Tenemos ATC y canal Encuentro. Y paro la enumeración por falta de espacio, no de logros.
Entonces habría que no entrar en el juego de denuncias, impugnaciones, descalificaciones. Hay que seguir avanzando con acciones, dándole la certeza a la sociedad de que nada cambia por una elección legislativa ya que lo hecho está consolidado justamente porque estuvo “bien hecho”. Lograr transmitir y que quede claro que lo que suceda en algunos distritos puede no ser una objeción al modelo en sí sino a los referentes que se presentan como exponentes.
No me caben en lo personal dudas de que falta muchísimo para estar como desde jóvenes soñamos. Pero tampoco me caben dudas respecto a que este es el rumbo adecuado.
Todos los candidatos se destemplan, tiran frases vaciadas de significado, contribuyen a crear un clima apocalíptico que parece delirante escuchar, ya que es coherente con el “estado de ánimo” popular reinante, pero no con datos concretos de la realidad. A decir verdad, quienes más se hacen eco de estos datos catástrofe son los sectores medios y medio altos, que paradójicamente siguen gozando las mieles de un modelo que aún poco sacrificio les exige.
La oposición, nada puede sorprendernos, no propone nada en concreto: se maneja con los “temas” que una prensa con protagonismo inusitado en una campaña electoral le va “tirando”: dengue, seguridad, gripe porcina, impugnaciones judiciales a diferentes candidatos. Lamentable escena, donde se puede sólo atinar a decir “este/a tiene cara de bueno”, ya que resulta imposible evaluar propuestas inexistentes. La misma oposición, ante algún tema más concreto en el que podría lucirse y demostrar su postura ideológica, se empecina en mezclar análisis de diferentes niveles. Para citar un ejemplo, se monta al circo desinformativo en el tema previsional haciéndose eco de los que trinan que “se esta tocando la plata de los jubilados” sin intentar explicar a la opinión pública en qué consiste el sistema previsional fehacientemente. Se colocan en una posición más papista que el papa al tratar de convencernos de que esos fondos deben estar quietitos e improductivos, bajo la excusa de que no saben cómo el Estado va a invertir esos fondos. Además de no haber pedido jamás explicaciones en ese sentido al sector privado, mezclan descaradamente dos ejes de análisis: los fondos deben ser administrados por el Estado. Nuestro rol como ciudadanos –y el de ellos como oposición- será el de controlar a través de los mecanismos habilitados el cómo. Ellos lo saben, pero callan otorgándole entidad a los poderosos.
Del mismo modo callan cuando no se expiden acerca de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales, con un miedo atroz de enfrentarse en plena campaña a los monopolios “informativos”. Dan bronca, dan asco y tal vez por eso miles de argentinos lo único que miran con referencia a la campaña sea el Gran Cuñado, otra acción proselitista directa de los poderes difusos que nos manejan sin presentarse abiertamente a elecciones.
Las múltiples expresiones de izquierda tampoco muestran coherencia respecto de los dos ejemplos citados y corren el riesgo, una vez más en nuestra historia, de quedar apoyando a la derecha más recalcitrante: muchos de estos partidos apoyaron los reclamos de la gauchocracia, se opusieron a la reestatización de las AFJPs, y no se manifiestan públicamente exigiendo el tratamiento de la ley en cuestión. Si no soy protagonista, que no se haga aunque sea justo. Lamentable.
Y hay una Presidenta que no está sola. Tiene atrás a un Partido que la apoya más allá de los muchos errores que comete, por ejemplo, cuando impide elecciones internas.
Tiene ella –y el partido- grandes logros que mostrar: una crisis de dimensiones sin precedentes cercanos que no desató en nuestro país la debacle que otras de menor magnitud desencadenaron. Estamos recuperando lo rematado en los ´90. Se están saldando las deudas con la justicia que continuaban impunes desde la dictadura. Tenemos hoy una Corte Suprema que no se dedica exclusivamente al golf. No se nos dan planes de acción desde afuera, proponiendo ajuste sobre ajuste a los ajustados de siempre. Tenemos ATC y canal Encuentro. Y paro la enumeración por falta de espacio, no de logros.
Entonces habría que no entrar en el juego de denuncias, impugnaciones, descalificaciones. Hay que seguir avanzando con acciones, dándole la certeza a la sociedad de que nada cambia por una elección legislativa ya que lo hecho está consolidado justamente porque estuvo “bien hecho”. Lograr transmitir y que quede claro que lo que suceda en algunos distritos puede no ser una objeción al modelo en sí sino a los referentes que se presentan como exponentes.
No me caben en lo personal dudas de que falta muchísimo para estar como desde jóvenes soñamos. Pero tampoco me caben dudas respecto a que este es el rumbo adecuado.
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