martes, 19 de mayo de 2009

La ley de cupos.

El tiempo pasa, y nos vamos poniendo viejas…



Parece mentira ver que han pasado tantos años desde la entrada en vigencia de esta ley “de discriminación o de acción positiva” como la llamamos las feministas, y que todo siga funcionando sin que nada cambie.

Lejos, muy lejos estamos las mujeres de lograr la ansiada paridad en las listas electorales –y en la conformación de los cuerpos con posterioridad a los comicios- en un país que no puede cumplir ni siquiera con que un tercio de las listas nos representen genuinamente.

En efecto, los proyectos tendientes a que las mujeres ocupemos un 50% de las listas para cargos electivos duermen el sueño de los nada-justos en las cámaras nacional y provincial. Como les decía, extraño en realidad resultaría que se tratara el tema cuando aún no logramos cumplir con el espíritu de la norma de 1995.

Catorce años pasaron desde su entrada en vigencia y todavía quedamos atónitas cuando leemos en los diarios que “el tercer lugar se lo darían a tal o cual señor, representante de tal o cual sector”, señores que luego personal y arbitrariamente le “dan” el espacio a alguna mujer de su entorno que les garantice ser “ellos con pollera” en la toma de cualquier decisión, aunque ésta nos involucre en forma directa a las mujeres.

Mujeres que para concurrir a un encuentro con sus congéneres, deberán pedir autorización a su “señor referente”. Mujeres que deberán votar –si así lo requieren sus gremios o partidos- proyectos en ¿favor? de “la mujer”, frase de pavoroso reduccionismo biológico con que encabezan todos los proyectos que tienden a “protegernos”, porque en realidad siguen teniendo en mente que somos inferiores y débiles víctimas necesitadas de tutela.

Sé de algunas guerras que las mujeres con su accionar lograron detener haciendo huelga de piernas cruzadas. Tal vez haya llegado el momento de plantearnos las argentinas un acto de rebeldía cívica que consista, por ejemplo, en no concurrir a votar hasta que tengamos no sólo la presencia de alguna militante o referente representativa en las listas, sino también la seguridad de que la dejarán trabajar por los derechos y los intereses de todas.

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