Acerca de estas democracias de mercado contemporáneas.
Hace años, en el ’92 para ser más exactos, un gran número de dirigentes consideraba que Bush padre ya tenía ganadas las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Basta revisar la posición oficial del gobierno argentino en esa instancia para ver que los dirigentes, muchas veces inmersos en una burbuja, no visualizan las situaciones en forma más amplia y contextualizada. Aún cuando están inmersos en estas democracias de mercado, y tienen prácticas acordes con esta lógica.
A las democracias contemporáneas yo las llamo “de mercado” porque funcionan con la ley de la oferta y la demanda: se “sondea opinión pública” mientras se “genera opinión pública” instalando en el pueblo una agenda de preocupaciones. Del análisis de esos datos luego de encuestados se arma un menú de oferta que plazca al electorado que “agranda su combo” con una “buena imagen”. El punto es que la dirigencia en este esquema se diluye ideológicamente: no puede sostener sus principios militantes que la llevaron a ocupar puestos de poder porque esta obligada por los ánimos del pueblo a decir lo que se quiere escuchar, más allá de lo que considere correcto y viable.
Estas puestas en escena de democracias necesitan de la ficción de alteridad para sostenerse: por eso es que no me cabe duda que ganará Barack Obama en los comicios de Estados Unidos mañana. De no ser así, se pone en riesgo el sistema todo. El tema es asumir que, así las cosas, cambiará algo para que nada cambie. No es casual que su cliché de campaña sea la palabra CAMBIO, así de ambigua y sin explicar cambio de qué. Pero tranquilizadora para un pueblo que no la está pasando nada bien. Desde lo simbólico, que el que accede sea negro refuerza las ideas de “tierra de oportunidades” y “de iguales”, fundacional e instituyente para los norteamericanos.
En Argentina estamos viviendo algo parecido. Me cansa escuchar que la presidenta y su marido son “de izquierda”. A ver: con el tema del campo planteaban una redistribución de riqueza, no la reforma agraria. En ningún momento escuché que se reestatizaran los ferrocarriles, ni el petróleo, ni la explotación minera, ni las tierras que vienen adquiriendo extranjeros desde hace ya años. Seguimos subsidiando a los sectores privados para que nuestro pueblo goce de beneficios muy básicos y de bajísima calidad. Eso no atenta contra el capital en modo alguno: trata tibiamente de mitigar su crueldad.
Pese a estos puntos y muchos otros que no se pueden debatir extensivamente en una nota, al gobierno le ha quedado el mote de “izquierdista”, tal vez por sus políticas en el área de derechos humanos. Y, justamente por esas políticas, se lo acusa de no accionar contra la inseguridad. Cientos de ciudadanos gritan que “los derechos humanos son para los delincuentes”, sin ver siquiera que los delincuentes SON seres humanos. Exigen políticas descabelladas como la baja en la edad de imputabilidad de los menores, pero sin atreverse a cuestionar un modelo económico y social que se sustenta con exclusión y que lógicamente produce aumento en los índices delictivos.
Y la prensa preparando el terreno para que algún iluminado se postule para las próximas presidenciales como el “salvador por derecha”. Que nada hará porque no vendrá con un claro programa de gobierno. Sólo estará un par de años garantizando el statu quo: cambiarán caras y discursos, pero el neoliberalismo chupasangre estará a buen resguardo.
Prof. Delia Añón Suárez
A las democracias contemporáneas yo las llamo “de mercado” porque funcionan con la ley de la oferta y la demanda: se “sondea opinión pública” mientras se “genera opinión pública” instalando en el pueblo una agenda de preocupaciones. Del análisis de esos datos luego de encuestados se arma un menú de oferta que plazca al electorado que “agranda su combo” con una “buena imagen”. El punto es que la dirigencia en este esquema se diluye ideológicamente: no puede sostener sus principios militantes que la llevaron a ocupar puestos de poder porque esta obligada por los ánimos del pueblo a decir lo que se quiere escuchar, más allá de lo que considere correcto y viable.
Estas puestas en escena de democracias necesitan de la ficción de alteridad para sostenerse: por eso es que no me cabe duda que ganará Barack Obama en los comicios de Estados Unidos mañana. De no ser así, se pone en riesgo el sistema todo. El tema es asumir que, así las cosas, cambiará algo para que nada cambie. No es casual que su cliché de campaña sea la palabra CAMBIO, así de ambigua y sin explicar cambio de qué. Pero tranquilizadora para un pueblo que no la está pasando nada bien. Desde lo simbólico, que el que accede sea negro refuerza las ideas de “tierra de oportunidades” y “de iguales”, fundacional e instituyente para los norteamericanos.
En Argentina estamos viviendo algo parecido. Me cansa escuchar que la presidenta y su marido son “de izquierda”. A ver: con el tema del campo planteaban una redistribución de riqueza, no la reforma agraria. En ningún momento escuché que se reestatizaran los ferrocarriles, ni el petróleo, ni la explotación minera, ni las tierras que vienen adquiriendo extranjeros desde hace ya años. Seguimos subsidiando a los sectores privados para que nuestro pueblo goce de beneficios muy básicos y de bajísima calidad. Eso no atenta contra el capital en modo alguno: trata tibiamente de mitigar su crueldad.
Pese a estos puntos y muchos otros que no se pueden debatir extensivamente en una nota, al gobierno le ha quedado el mote de “izquierdista”, tal vez por sus políticas en el área de derechos humanos. Y, justamente por esas políticas, se lo acusa de no accionar contra la inseguridad. Cientos de ciudadanos gritan que “los derechos humanos son para los delincuentes”, sin ver siquiera que los delincuentes SON seres humanos. Exigen políticas descabelladas como la baja en la edad de imputabilidad de los menores, pero sin atreverse a cuestionar un modelo económico y social que se sustenta con exclusión y que lógicamente produce aumento en los índices delictivos.
Y la prensa preparando el terreno para que algún iluminado se postule para las próximas presidenciales como el “salvador por derecha”. Que nada hará porque no vendrá con un claro programa de gobierno. Sólo estará un par de años garantizando el statu quo: cambiarán caras y discursos, pero el neoliberalismo chupasangre estará a buen resguardo.
Prof. Delia Añón Suárez
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