Leyes para conmemorar.
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, un grupo de diputados nacionales decidió, y realmente lo festejamos, en vez de repartir flores o reconocimientos presentar la siempre postergada ley que nos permita a las mujeres tener control sobre nuestros propios cuerpos. Siempre, claro está, cuerpos normatizados, legislados.
La iniciativa cuenta con un enorme consenso en una sociedad que ya ha comprendido que se trata de un enorme problema de salud pública con consecuencias terribles en las capas sociales más vulnerables. Además de las consecuencias psicológicas que trae consigo el tomar una determinación tan dolorosa para las mujeres y de vernos obligadas a actuar en la clandestinidad, cual delincuentes. Además de las increíbles ganancias que su prohibición genera para toda una organización que vive de esta práctica que luego se niegan a realizar en hospitales públicos, ya todos sabemos que a las mujeres de los sectores con más recursos les cuesta en el peor de los casos esterilidad. A las pobres, en esto les va la vida.
El adversario no es sencillo: un viceministro de salud de la provincia fue separado de su cargo a poco de hacer públicas las cifras del horror en territorio bonaerense. Sobre las declaraciones a favor de la interrupción de un ministro de salud de la nación una voz de la iglesia católica salió a contestar que “había que arrojarlo al río como en otros tiempos”, desgraciadamente no “tan otros”.
Como réplica al proyecto presentado el 8 de marzo, que ya cuenta con el apoyo de más de treinta legisladores nacionales, el día 17 de marzo se le dio entrada a otro proyecto en la Cámara de Diputados de la Nación, que si no fuera por el temor de que prospere honestamente sólo podría causar gracia: se trata de “Declarar al útero de la mujer y sus órganos reproductivos ambiente protegido”.
No tiene demasiado texto que analizar la propuesta, ya sabemos todos a qué apunta. Se me ocurre que también podrían declarar esos pedazos de mujeres “ambientes libres de humo”, para ser consecuentes con la ley anti-tabaco.
Bromas aparte, como sociedad debemos estar atentos a lo que vaya sucediendo con ambos proyectos. Tal vez también debiéramos exigirles a los autores del proyecto de “área protegida” definiciones acerca de su accionar personal y político en defensa de los derechos de las mujeres, porque se me ocurre que son los mismos que se oponen a que se imparta educación sexual en las escuelas, a que haya planes de salud reproductiva y procreación responsable. Y tal vez no estén capacitados para comprender que si ese tipo de planes fueran llevados adelante como corresponde, seguramente habría muchísimas menos muertes por aborto clandestino.
Por lo pronto, se me ocurre sugerirles que, hasta que no tengan claro de qué están hablando, se sumen a la comisión de ecología y nos dejen a las mujeres en paz con nuestros históricos reclamos. O mejor no, porque todos sabemos que esos sectores no son capaces de defender nada. Que sigan declarando, nomás…
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, un grupo de diputados nacionales decidió, y realmente lo festejamos, en vez de repartir flores o reconocimientos presentar la siempre postergada ley que nos permita a las mujeres tener control sobre nuestros propios cuerpos. Siempre, claro está, cuerpos normatizados, legislados.
La iniciativa cuenta con un enorme consenso en una sociedad que ya ha comprendido que se trata de un enorme problema de salud pública con consecuencias terribles en las capas sociales más vulnerables. Además de las consecuencias psicológicas que trae consigo el tomar una determinación tan dolorosa para las mujeres y de vernos obligadas a actuar en la clandestinidad, cual delincuentes. Además de las increíbles ganancias que su prohibición genera para toda una organización que vive de esta práctica que luego se niegan a realizar en hospitales públicos, ya todos sabemos que a las mujeres de los sectores con más recursos les cuesta en el peor de los casos esterilidad. A las pobres, en esto les va la vida.
El adversario no es sencillo: un viceministro de salud de la provincia fue separado de su cargo a poco de hacer públicas las cifras del horror en territorio bonaerense. Sobre las declaraciones a favor de la interrupción de un ministro de salud de la nación una voz de la iglesia católica salió a contestar que “había que arrojarlo al río como en otros tiempos”, desgraciadamente no “tan otros”.
Como réplica al proyecto presentado el 8 de marzo, que ya cuenta con el apoyo de más de treinta legisladores nacionales, el día 17 de marzo se le dio entrada a otro proyecto en la Cámara de Diputados de la Nación, que si no fuera por el temor de que prospere honestamente sólo podría causar gracia: se trata de “Declarar al útero de la mujer y sus órganos reproductivos ambiente protegido”.
No tiene demasiado texto que analizar la propuesta, ya sabemos todos a qué apunta. Se me ocurre que también podrían declarar esos pedazos de mujeres “ambientes libres de humo”, para ser consecuentes con la ley anti-tabaco.
Bromas aparte, como sociedad debemos estar atentos a lo que vaya sucediendo con ambos proyectos. Tal vez también debiéramos exigirles a los autores del proyecto de “área protegida” definiciones acerca de su accionar personal y político en defensa de los derechos de las mujeres, porque se me ocurre que son los mismos que se oponen a que se imparta educación sexual en las escuelas, a que haya planes de salud reproductiva y procreación responsable. Y tal vez no estén capacitados para comprender que si ese tipo de planes fueran llevados adelante como corresponde, seguramente habría muchísimas menos muertes por aborto clandestino.
Por lo pronto, se me ocurre sugerirles que, hasta que no tengan claro de qué están hablando, se sumen a la comisión de ecología y nos dejen a las mujeres en paz con nuestros históricos reclamos. O mejor no, porque todos sabemos que esos sectores no son capaces de defender nada. Que sigan declarando, nomás…
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