Algunos porqués de mi silencio.
Desde tempranito ya las radios nos gritaban “Feliz Día” Una se queda mirando, porque “feliz”, lo que se dice “feliz”… Igual, llega a su oficina corriendo, como siempre.
Allí se encuentra con un memorando en el que el jefe agradece la “colaboración” de “la mujer” en el devenir cotidiano de los asuntos. “Siempre listas”, pienso, en esto de ser el complemento. La media naranja necesaria en todo ámbito.
Salgo temprano, y sigo corriendo. Me choco con carpa alusiva al festejo en la que se proyectan películas y un par de funcionarias explican que ya está, que estamos llegando a la tierra prometida de la igualdad. En realidad, muchas hablan de “equidad”. Y no ven la diferencia…
Sigo caminando a paso vivo, esquivando a gentes que el Señor Intendente ha puesto para que obsequien flores a las féminas peatonas, a tres días de haber conmemorado ¿nuestro? día con un monseñor sentadito a su lado en el estrado.
En eso me topo con un grupo que también conmemora la fecha, diciendo por altavoces que sólo está dedicada a la mujer obrera, se ve que la que “sólo” es ama de casa no califica.
A un par de cuadras, otro grupo trata de visibilizar todo lo que oprime a nuestro sexo, pero el cronista de un diario refiere lo que allí sucede como un encuentro de arte alternativo.
Me doblo los tobillos reiteradamente, para llegar a tiempo a todos los actos del día que me puedan hacer sentir agasajada. En todos encuentro varones, muchos varones, enunciando que el tema de “la mujer” es “delicado”… Falta que acoten que es un tema soñador, coqueto y ardiente.
Llego a casa, me saco las destructoras de tobillos de encima y me tiro a hojear una revista de actualidad. Encuentro dos notas que se centran en nosotras.
Una anuncia que nos hablará sobre cómo retornar a la vida laboral después de las vacaciones. La abro ansiosa por consejos acerca de cómo llevar adelante nuestra triple jornada sin morir en el intento, pero no. Lo que nos prescribe es cómo debemos vestirnos para encarar el año laboral. Qué se usa, que ya no. La modelo de tapa de la nota parece un cadáver con minifalda y tacos altos. Primero que nada pienso en la incomodidad que nos proponen como modelo. Después descubro con terror que la modelo luce una delgadez preocupante, tal vez el modelo ya nos quiera a todas enfermas. O nos necesite a todas enfermas.
La dejo para pasar a la otra nota, cuyo título-homenaje decía “Lo que ellas quieren”. Según la socióloga de una consultora, todas queremos mayoritariamente casarnos y tener hijos. Seguramente, la que se apasiona con la geofísica y lee eso corre a un terapeuta, a que le arregle lo que tiene mal… O a un manosanta que le extirpe el demonio.
Dejo de lado la temática por un par de días, pero la tele me invita a seguir con el hilo de mi obsesión. Escucho, en un mismo flash informativo que la ex – presidenta de Chile deja el mandato ovacionada por su pueblo, que la ve como “la madre” de Chile. Se ve que el reportero no puede decir “como a una gran estadista”. La frase cuesta cuando se debe aplicar a una mujer.
Desde el Senado de la Nación, otro reportero dice que a los Señores Senadores les “faltó caballerosidad” para dialogar con la Presidenta del Banco Central, la destacada economista Mercedes Marcó del Pont. Ni se le ocurre decir, por suerte a los televidentes sí se nos ocurre pensar, que lo que tal vez les falto fue capacidad para discutir de igual a igual con alguien tan sólida en sus conceptos.
En última instancia, la “caballerosidad” no es algo que se pueda exigir si creemos en la igualdad de los sexos. Sí le podríamos exigir a los Senadores respeto por las instituciones.
Mejor apago la tele, y me tranquilizo porque ya pasó otro Día de la Mujer.
Desde tempranito ya las radios nos gritaban “Feliz Día” Una se queda mirando, porque “feliz”, lo que se dice “feliz”… Igual, llega a su oficina corriendo, como siempre.
Allí se encuentra con un memorando en el que el jefe agradece la “colaboración” de “la mujer” en el devenir cotidiano de los asuntos. “Siempre listas”, pienso, en esto de ser el complemento. La media naranja necesaria en todo ámbito.
Salgo temprano, y sigo corriendo. Me choco con carpa alusiva al festejo en la que se proyectan películas y un par de funcionarias explican que ya está, que estamos llegando a la tierra prometida de la igualdad. En realidad, muchas hablan de “equidad”. Y no ven la diferencia…
Sigo caminando a paso vivo, esquivando a gentes que el Señor Intendente ha puesto para que obsequien flores a las féminas peatonas, a tres días de haber conmemorado ¿nuestro? día con un monseñor sentadito a su lado en el estrado.
En eso me topo con un grupo que también conmemora la fecha, diciendo por altavoces que sólo está dedicada a la mujer obrera, se ve que la que “sólo” es ama de casa no califica.
A un par de cuadras, otro grupo trata de visibilizar todo lo que oprime a nuestro sexo, pero el cronista de un diario refiere lo que allí sucede como un encuentro de arte alternativo.
Me doblo los tobillos reiteradamente, para llegar a tiempo a todos los actos del día que me puedan hacer sentir agasajada. En todos encuentro varones, muchos varones, enunciando que el tema de “la mujer” es “delicado”… Falta que acoten que es un tema soñador, coqueto y ardiente.
Llego a casa, me saco las destructoras de tobillos de encima y me tiro a hojear una revista de actualidad. Encuentro dos notas que se centran en nosotras.
Una anuncia que nos hablará sobre cómo retornar a la vida laboral después de las vacaciones. La abro ansiosa por consejos acerca de cómo llevar adelante nuestra triple jornada sin morir en el intento, pero no. Lo que nos prescribe es cómo debemos vestirnos para encarar el año laboral. Qué se usa, que ya no. La modelo de tapa de la nota parece un cadáver con minifalda y tacos altos. Primero que nada pienso en la incomodidad que nos proponen como modelo. Después descubro con terror que la modelo luce una delgadez preocupante, tal vez el modelo ya nos quiera a todas enfermas. O nos necesite a todas enfermas.
La dejo para pasar a la otra nota, cuyo título-homenaje decía “Lo que ellas quieren”. Según la socióloga de una consultora, todas queremos mayoritariamente casarnos y tener hijos. Seguramente, la que se apasiona con la geofísica y lee eso corre a un terapeuta, a que le arregle lo que tiene mal… O a un manosanta que le extirpe el demonio.
Dejo de lado la temática por un par de días, pero la tele me invita a seguir con el hilo de mi obsesión. Escucho, en un mismo flash informativo que la ex – presidenta de Chile deja el mandato ovacionada por su pueblo, que la ve como “la madre” de Chile. Se ve que el reportero no puede decir “como a una gran estadista”. La frase cuesta cuando se debe aplicar a una mujer.
Desde el Senado de la Nación, otro reportero dice que a los Señores Senadores les “faltó caballerosidad” para dialogar con la Presidenta del Banco Central, la destacada economista Mercedes Marcó del Pont. Ni se le ocurre decir, por suerte a los televidentes sí se nos ocurre pensar, que lo que tal vez les falto fue capacidad para discutir de igual a igual con alguien tan sólida en sus conceptos.
En última instancia, la “caballerosidad” no es algo que se pueda exigir si creemos en la igualdad de los sexos. Sí le podríamos exigir a los Senadores respeto por las instituciones.
Mejor apago la tele, y me tranquilizo porque ya pasó otro Día de la Mujer.
1 comentario:
Orgullo de tener ESAS madres y ESAS abuelas... Han sido las luchadoras desde los tiempos más difíciles, y son las custodios de la memoria. Y eso no es poco...
Saludos
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