Adelantada la fecha de las elecciones legislativas, y con la desinteresada colaboración de los multimedios asustados por el proyecto que les atañe, la dirigencia está una vez más compelida a tirar frases, anuncios y slogans. Por suerte para la ciudadanía, se nos ha acortado el período de recepción de “propuestas”.
Como lo del campo no tiene la adscripción inmediata que tuviera el año pasado, el tema inseguridad fue desempolvado por todo el arco opositor. Y si, en la era post-política sorprende ver a la derecha y a la izquierda unidas en el fondo de cuestiones tales como la seguridad, el reparto de riqueza, la institucionalidad…
Y de los hechos de violencia –reconozco que de ribetes inusitados – se habla tanto que, al cabo del día, parecen haber sido miles en vez de un par. Reitero para que no me tilden de negadora, que obviamente aunque se tratara de uno solo merecería ocupación plena por parte de las autoridades. Pero sucede que el machaque con el tema huele más a especulación política que a realidad insoslayable.
Y es que la prensa, tal vez ocupada en cubrir cada caso, olvida brindarnos informes estadísticos precisos. Esto hace que, por ejemplo, un matrimonio de clase media cuyos hijos salen de noche, se preocupe más por la exposición a maleantes de su hijo al volver a la casa, que por el alcohol que éste consume o si conduce un vehículo o se sube a uno conducido por alguien tan embriagado como él. Porque en los informes periodísticos no se nos recuerda muy claramente que es más probable que tenga algún problema a causa del alcoholismo que de la inseguridad.
Del mismo modo, tal vez los padres de una adolescente tendrán mucho más temor a un ataque a su hija en la vía pública que en un ámbito familiar, cuando ya se admite tímidamente que habitualmente las mujeres somos violentadas justamente en esos lugares que se dan como seguros.
De todos modos, instalado un tema todos salen a opinar al respecto, estén o no de acuerdo con el grado de importancia que se le asigna.
Y algunos salen a decir que “la seguridad se hace”, y “con inclusión social”. Increíble escuchar esto de boca de un empresario cuya preocupación por “lo social” no suena muy genuina.
Los “progresistas” de los `90, en cambio, proponen responsabilidad penal juvenil, y reforzar y modernizar las fuerzas de seguridad y las cárceles; además de controlar no sólo a los narcotraficantes, sino también a los adictos.
Y sí, uno recuerda a Discépolo con “en un mismo lodo, todos manoseaos”. Lástima que lo que en realidad se manosea es la política, única solución a nuestros males.
Prof. Delia Añón Suárez
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