Alfonsín, un buen hombre.
No hace mucho leía a la politóloga Chantal Mouffe. Sus disquisiciones teóricas me resultan, como las de muchos otros intelectuales, interesantísimas. Sin embargo, no dejo jamás de asombrarme cuando veo en la realidad cotidiana tantos ejemplos de que las cosas van por el camino que señalan.
Al explayarse sobre su concepto de “sociedades post-políticas”, dice que todo parece enmarañarse porque hoy hasta los dirigentes consideran mayoritariamente que la política ya no es cosa de derecha versus izquierda, sino de “buena política” versus “mala política”.
De este modo, algunas posturas que fueron en principio progresistas se indignan hoy ante el populismo y vicios institucionales, ignorando la catástrofe de la pobreza hasta llegar a parecerse a los sectores más reaccionarios.
Durante el año pasado vimos claros ejemplos de lo expuesto, cuando sectores progresistas y de izquierda apoyaban –en una actitud sin precedentes- a los sectores del campo que no deseaban intromisión del estado en sus ganancias extraordinarias. Con su actitud, parecían estar viviendo en Disneylandia, un sitio donde ya no existían intereses antagónicos entre el capital y los trabajadores; entre los grandes terratenientes y los pequeños y castigados productores que tienen unas pocas hectáreas.
Hasta llegamos a escuchar hace unas semanas cuando se volvió a debatir en el Congreso el tema retenciones, a uno de los sectores “progresistas” de los `90 pedir que queden sin efecto y volver a endeudarnos con el FMI si hiciera falta. Surrealista…
Lo de “buena versus mala política” también fue ejemplificado recientemente por nuestra querida dirigencia. La primera alusión a esta nueva manera poco convencional de analizar alianzas, fue manifestada por Carrió, quien ante la posibilidad de competir electoralmente con Michetti en la ciudad autónoma de Buenos Aires, dijo que prefería no hacerlo porque “era su amiga y buena persona”. Todos sabemos las diferencias ideológicas que se supone existen entre el espacio de Macri y el de Carrió, pero parece que eso pasa a ser un dato de menor importancia. “Síganme los buenos”, decía el Chapulín Colorado…
Pero ya la semana pasada, ante la muerte de Alfonsín, no pude creer el comentario de que había sido “una buena persona”. Al respecto, se dijo y se escuchó de todo. Pero poco de análisis político serio. Poco de evaluación seria acerca de su accionar durante su presidencia y, lo que daría más tela para un debate ideológico, su accionar en los `90.
Se podrá decir mucho, sin dudas, a favor o en contra de sus posturas. Decir sólo que fue “un buen hombre” es negar la política. Y así estamos…
Prof. Delia Añón Suárez
No hace mucho leía a la politóloga Chantal Mouffe. Sus disquisiciones teóricas me resultan, como las de muchos otros intelectuales, interesantísimas. Sin embargo, no dejo jamás de asombrarme cuando veo en la realidad cotidiana tantos ejemplos de que las cosas van por el camino que señalan.
Al explayarse sobre su concepto de “sociedades post-políticas”, dice que todo parece enmarañarse porque hoy hasta los dirigentes consideran mayoritariamente que la política ya no es cosa de derecha versus izquierda, sino de “buena política” versus “mala política”.
De este modo, algunas posturas que fueron en principio progresistas se indignan hoy ante el populismo y vicios institucionales, ignorando la catástrofe de la pobreza hasta llegar a parecerse a los sectores más reaccionarios.
Durante el año pasado vimos claros ejemplos de lo expuesto, cuando sectores progresistas y de izquierda apoyaban –en una actitud sin precedentes- a los sectores del campo que no deseaban intromisión del estado en sus ganancias extraordinarias. Con su actitud, parecían estar viviendo en Disneylandia, un sitio donde ya no existían intereses antagónicos entre el capital y los trabajadores; entre los grandes terratenientes y los pequeños y castigados productores que tienen unas pocas hectáreas.
Hasta llegamos a escuchar hace unas semanas cuando se volvió a debatir en el Congreso el tema retenciones, a uno de los sectores “progresistas” de los `90 pedir que queden sin efecto y volver a endeudarnos con el FMI si hiciera falta. Surrealista…
Lo de “buena versus mala política” también fue ejemplificado recientemente por nuestra querida dirigencia. La primera alusión a esta nueva manera poco convencional de analizar alianzas, fue manifestada por Carrió, quien ante la posibilidad de competir electoralmente con Michetti en la ciudad autónoma de Buenos Aires, dijo que prefería no hacerlo porque “era su amiga y buena persona”. Todos sabemos las diferencias ideológicas que se supone existen entre el espacio de Macri y el de Carrió, pero parece que eso pasa a ser un dato de menor importancia. “Síganme los buenos”, decía el Chapulín Colorado…
Pero ya la semana pasada, ante la muerte de Alfonsín, no pude creer el comentario de que había sido “una buena persona”. Al respecto, se dijo y se escuchó de todo. Pero poco de análisis político serio. Poco de evaluación seria acerca de su accionar durante su presidencia y, lo que daría más tela para un debate ideológico, su accionar en los `90.
Se podrá decir mucho, sin dudas, a favor o en contra de sus posturas. Decir sólo que fue “un buen hombre” es negar la política. Y así estamos…
Prof. Delia Añón Suárez
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