Poco y nada se comentó acerca del vigésimo cuarto encuentro de mujeres en Tucumán la semana pasada. Haciéndole justicia no sólo a este encuentro, sino a la historia de los encuentros, pocas noticias que emanan más de compañeras de militancia periodistas que de los medios para los que trabajan.
Salvando esos casos, sólo algunos comentarios en blogs o páginas web con poca difusión, alguna nota en medios gráficos nacionales haciendo hincapié sólo en el tema más álgido: aborto, y las discrepancias que generó entre la gran mayoría de las mujeres que asistieron y un grupo minoritario de mujeres enviadas por la iglesia a “defender” la vida. O la subsistencia de la institución para la que operan.
Parece increíble la disparidad de fuerzas que genera el poder: una mayoría queda sin voz, en manos de una minoría que tiene todo a su disposición para hacerse oír, ver y sentir. Hombres católicos esperando afuera a modo de patovicas, llamando a la policía para que interviniera dentro de los talleres. La mayoría de las mujeres, obviamente furiosas por las consignas de estos grupos provocadores, y un “mensaje” final que refuerza el estereotipo patriarcal de que las mujeres “somos todas locas”. Locas como una cabra…
Algunas militantes con la sensación de que no pudieron evitar lo previsible, y haciéndose críticas acerca del modo de organización que ven como incapaz de frenar estas situaciones. Con la sobreexigencia que todas las mujeres tenemos para con lo que emprendemos. Lo que hacemos, siempre, debe ser lindante con la perfección.
Y creo realmente que debemos estar orgullosas de lo sucedido. Los antagonismos existen siempre que hay una voluntad colectiva sólida y férrea. No tenemos que asumirlos como fallas de previsión, son parte de nuestra lucha.
También debemos mostrar con orgullo que hemos sido capaces – en todos estos años- de mantener un espíritu de los encuentros inalterable: desde su nombre “encuentro” en adelante, todo apunta a una manera de ver la realidad y de construir que es alternativa al patriarcado.
Mujeres que nos encontramos, y nuestras voces fluyen entre pares. Algo inédito. La diputada con la campesina, la de un movimiento de desocupados con la de un pueblo originario, la académica con la piquetera, la prostituta con la estudiante, la lesbiana con la artista, la política con la sindicalista. Todas juntas, construyendo un relato común de nuestras experiencias en tanto mujeres.
Todas por la causa de todas… díganme si no es suficiente para que los modelos de dominación se sientan interpelados o amenazados.
No se puede describir lo sucedido en Tucumán como una lucha entre mujeres que están a favor o en contra del aborto.
O titular, como lo hizo una página informativa “Tucumán dijo no al aborto”.
Muchos talleres trabajaron en muchos temas cuyas conclusiones no fueron publicadas. En realidad, ni siquiera los temas de los talleres tuvieron difusión.
Las mujeres que participamos del movimiento no vamos por un reformismo conformista de alguna que otra ley que nos conceda algún que otro derecho negociable. Reformismo que puede llegar a ser hasta conservador.
Vamos por la construcción de un mundo más justo.
Salvando esos casos, sólo algunos comentarios en blogs o páginas web con poca difusión, alguna nota en medios gráficos nacionales haciendo hincapié sólo en el tema más álgido: aborto, y las discrepancias que generó entre la gran mayoría de las mujeres que asistieron y un grupo minoritario de mujeres enviadas por la iglesia a “defender” la vida. O la subsistencia de la institución para la que operan.
Parece increíble la disparidad de fuerzas que genera el poder: una mayoría queda sin voz, en manos de una minoría que tiene todo a su disposición para hacerse oír, ver y sentir. Hombres católicos esperando afuera a modo de patovicas, llamando a la policía para que interviniera dentro de los talleres. La mayoría de las mujeres, obviamente furiosas por las consignas de estos grupos provocadores, y un “mensaje” final que refuerza el estereotipo patriarcal de que las mujeres “somos todas locas”. Locas como una cabra…
Algunas militantes con la sensación de que no pudieron evitar lo previsible, y haciéndose críticas acerca del modo de organización que ven como incapaz de frenar estas situaciones. Con la sobreexigencia que todas las mujeres tenemos para con lo que emprendemos. Lo que hacemos, siempre, debe ser lindante con la perfección.
Y creo realmente que debemos estar orgullosas de lo sucedido. Los antagonismos existen siempre que hay una voluntad colectiva sólida y férrea. No tenemos que asumirlos como fallas de previsión, son parte de nuestra lucha.
También debemos mostrar con orgullo que hemos sido capaces – en todos estos años- de mantener un espíritu de los encuentros inalterable: desde su nombre “encuentro” en adelante, todo apunta a una manera de ver la realidad y de construir que es alternativa al patriarcado.
Mujeres que nos encontramos, y nuestras voces fluyen entre pares. Algo inédito. La diputada con la campesina, la de un movimiento de desocupados con la de un pueblo originario, la académica con la piquetera, la prostituta con la estudiante, la lesbiana con la artista, la política con la sindicalista. Todas juntas, construyendo un relato común de nuestras experiencias en tanto mujeres.
Todas por la causa de todas… díganme si no es suficiente para que los modelos de dominación se sientan interpelados o amenazados.
No se puede describir lo sucedido en Tucumán como una lucha entre mujeres que están a favor o en contra del aborto.
O titular, como lo hizo una página informativa “Tucumán dijo no al aborto”.
Muchos talleres trabajaron en muchos temas cuyas conclusiones no fueron publicadas. En realidad, ni siquiera los temas de los talleres tuvieron difusión.
Las mujeres que participamos del movimiento no vamos por un reformismo conformista de alguna que otra ley que nos conceda algún que otro derecho negociable. Reformismo que puede llegar a ser hasta conservador.
Vamos por la construcción de un mundo más justo.
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