jueves, 27 de agosto de 2009

De la naturaleza a su mesa.

Saberes populares contradictorios.


La naturaleza debe ser uno de los clichés con mayor ranking de aparición cuando se trata de explicar lo inexplicable. Todo lo absurdo, injusto, disparatado, se intenta justificar apelando a ella. O todo lo que conviene no pensar. O todo lo que se necesita no poner en tela de juicio.
El “pobres hubo siempre, es natural” viene manteniendo a la inmoralidad de la desigualdad y la injusticia intactas, a prueba de cualquier intento de subversión del orden establecido, sin ir más lejos.
Por ejemplo, se ha naturalizado por estos tiempos que los adolescentes de secundaria se lleven a examen muchas materias. “Ahora es así. A todos les pasa lo mismo” es la frase con que se elude el debate a fondo – con la consiguiente transformación de fondo – que debería tenernos desvelados desde hace rato: para qué educamos, cómo lo haremos. También puede resultar subversivo del orden, mejor acudir nuevamente a “la naturaleza”.
Una noticia de radio anuncia que un Prefecto disparó contra dos mujeres de la villa 31 porque “le dio la sensación de que le querían robar”, es “natural” tener esa sensación si se te acerca un pobre…
Tan “natural” como la indignación que proclama Jorge Rial por la sentencia del caso Cromagnon instando a la ciudadanía a ir a las casas de los empresarios que quieran contratar a Callejeros y hacer justicia por mano propia. “Naturalmente”, no se lo procesa por incitar a la violencia, porque practicar ese tipo de justicia tan particular quedó legitimado por los medios desde que el ingeniero Santos mató a dos hombres por un pasacassette, dos sacrificios “naturales” en honor del Dios propiedad privada.
Todos los dogmas que nos dominan se basan en la idea de un orden natural de las cosas fijo e inamovible, sólo posible de ser morigerado mediante acciones sin mayores consecuencias como la caridad, la atención personalizada, o el golpe de suerte que sirve como “excepción que confirma la regla”.
Cuando de mujeres se trata, la naturaleza se pone bastante áspera e irritante. Toda la desigualdad a que nos vemos expuestas por nuestro sexo, toda la opresión, toda la subordinación se acallan recurriendo al argumento de que lo que nos pasa “es natural porque somos mujeres”. Una pequeñísima diferencia anatómica – sí, en este caso natural - ha dado lugar a un andamiaje de connotaciones que ya nada tuvieron que ver con la pobre naturaleza, que no es para nada culpable.
“La prostitución es natural. Es el trabajo más viejo del mundo. Ya desde la Biblia…”; “La violaron, sí, pero ¿Qué hacía de noche, en la calle y en minifalda?”; “Si, bueno, dejó su profesión, pero porque tuvo hijos…”; “Bueno, el marido la mató, pero ella tenía un amante”.
También es “natural” que una mujer grande cuide a sus nietos, aunque no es “natural” que emita opinión acerca de cómo hacerlo.
Tan “natural” como que una hija mujer se haga cargo de los ancianos y enfermos de la familia.
¿No será natural, en los tiempos que corren, que repensemos el significado de las palabras?
Hasta que no lo hagamos, dejemos a la pobre naturaleza en paz.

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