Mujeres: la esperada caída de la “tinellización” de la cultura.
…Lástima las causas…
La semana pasada, analizando otro tema, decía que a veces somos lentos en la reacción, pero que a la larga el pueblo hace tronar el escarmiento.
Debo confesar que durante años quedé excluida de conversaciones por no ser espectadora de los programas de Tinelli. Fui acusada por amigos y familiares de “amargada”, de no poder “pasarla bien un ratito, sin pensar”. Y tenían razón…nunca he podido dejar de pensar acerca de lo que veo.
No recuerdo en qué año fue que ese símbolo de lo más execrable de la posmodernidad y el éxito sin méritos arrancó: sí recuerdo que me daba asco tener que soportarlo comiéndose un alfajor entero con la boca abierta y produciendo risotadas a su alrededor; o ver cómo se burlaba de filmaciones en las que se mostraban personas golpeándose o cayéndose; o cómo sus chicos de exteriores hacían alusión a la gordura, pelada, o cualquier otra característica física de sus víctimas.
Azorada, contemplé durante la década del `90 cómo sus opiniones marcaban tendencia en la política, y si un dirigente quería “existir”, debía someterse a ser violentado por una de sus cámaras ocultas. Recuerdo cómo marcó una suba en la intención de voto a Carlos Mnem en el `95, año en el que este conductor manifestara públicamente que iba a votarlo. Con un tono de “y siga el baile, siga el baile”, bajaba línea a una sociedad narcotizada. También recuerdo la horrible sensación que me causó que se burlara de la torpeza de un Presidente Constitucional que, también narcotizado, cometió el error de asistir a su programa.
Ni que hablar de lo que me produce como mujer el ver cómo nos representa y nos maltrata en cámara. Durante los últimos años se ha dedicado a bastardearnos, a reducirnos a la categoría de “cosas a mostrar”. Ha hecho un culto de los discursos patriarcales que tanto nos inferiorizan haciendo pasar por taradas a todas las modelos, por distraídas a las mujeres mayores, por putas a todas. Las ha violentado en cámara cortándoles las polleras sin el consentimiento de ellas, amparado por el principio prostituyente de “si pago, hago lo que quiero”.
A cada chancho le llega su San Martín. Tinelli no es la excepción a la regla. Lástima que los reiterados llamados de atención del INADI, o las sanciones del COMFER no bastaron. O qué las mujeres que manifestaron su ofensa no fueron escuchadas.
A la Sra. de Noble le hizo falta que una advertencia del Episcopado se sumara a una brusca caída de audiencia…Si siguiera facturando como hasta no hace mucho, a nadie le agarraría un ataque de preocupación repentina por el contenido de la TV.
Pero igualmente me invade una hermosa sensación de tranquilidad: la de saber que, control remoto en mano, el pueblo tiene el poder; es soberano.
Prof. Delia Añón Suárez
…Lástima las causas…
La semana pasada, analizando otro tema, decía que a veces somos lentos en la reacción, pero que a la larga el pueblo hace tronar el escarmiento.
Debo confesar que durante años quedé excluida de conversaciones por no ser espectadora de los programas de Tinelli. Fui acusada por amigos y familiares de “amargada”, de no poder “pasarla bien un ratito, sin pensar”. Y tenían razón…nunca he podido dejar de pensar acerca de lo que veo.
No recuerdo en qué año fue que ese símbolo de lo más execrable de la posmodernidad y el éxito sin méritos arrancó: sí recuerdo que me daba asco tener que soportarlo comiéndose un alfajor entero con la boca abierta y produciendo risotadas a su alrededor; o ver cómo se burlaba de filmaciones en las que se mostraban personas golpeándose o cayéndose; o cómo sus chicos de exteriores hacían alusión a la gordura, pelada, o cualquier otra característica física de sus víctimas.
Azorada, contemplé durante la década del `90 cómo sus opiniones marcaban tendencia en la política, y si un dirigente quería “existir”, debía someterse a ser violentado por una de sus cámaras ocultas. Recuerdo cómo marcó una suba en la intención de voto a Carlos Mnem en el `95, año en el que este conductor manifestara públicamente que iba a votarlo. Con un tono de “y siga el baile, siga el baile”, bajaba línea a una sociedad narcotizada. También recuerdo la horrible sensación que me causó que se burlara de la torpeza de un Presidente Constitucional que, también narcotizado, cometió el error de asistir a su programa.
Ni que hablar de lo que me produce como mujer el ver cómo nos representa y nos maltrata en cámara. Durante los últimos años se ha dedicado a bastardearnos, a reducirnos a la categoría de “cosas a mostrar”. Ha hecho un culto de los discursos patriarcales que tanto nos inferiorizan haciendo pasar por taradas a todas las modelos, por distraídas a las mujeres mayores, por putas a todas. Las ha violentado en cámara cortándoles las polleras sin el consentimiento de ellas, amparado por el principio prostituyente de “si pago, hago lo que quiero”.
A cada chancho le llega su San Martín. Tinelli no es la excepción a la regla. Lástima que los reiterados llamados de atención del INADI, o las sanciones del COMFER no bastaron. O qué las mujeres que manifestaron su ofensa no fueron escuchadas.
A la Sra. de Noble le hizo falta que una advertencia del Episcopado se sumara a una brusca caída de audiencia…Si siguiera facturando como hasta no hace mucho, a nadie le agarraría un ataque de preocupación repentina por el contenido de la TV.
Pero igualmente me invade una hermosa sensación de tranquilidad: la de saber que, control remoto en mano, el pueblo tiene el poder; es soberano.
Prof. Delia Añón Suárez
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