jueves, 5 de mayo de 2016

La saga de las cincuenta sombras…

¿Sombras nada más?


Hace un par de años  una conocida de muchos años, muy querida, poco lectora en general, me comenta que estaba atrapada por la lectura de una tríada de libros que “vos- Delia- tenés- que- leer”.
La afirmación me causó intriga: siempre celebro que haya algún material que atrape a las mayorías poco lectoras. Así comenzó mi contacto con las Cincuenta Sombras de Grey.
Preguntando precios, decidí que mi voluntad no daba para tanto, así es que bajé los tres libros a mi e-book.
Desde el vamos algo llamó mi atención: muchas personas me preguntan con frecuencia qué estoy leyendo. Cuando respondía “Cincuenta Sombras de Grey”, si mi interlocutor era en realidad interlocutora, me respondía con un pequeño alarido de alegría que “está buenísimo”, agregando después “que suertuda”, “mirá el tipo que se consiguió”, “es como un sueño”…
A poco de empezar no entendía bien tanto entusiasmo. Al avanzar, menos. Promediando la lectura del tercer libro “Cincuenta sombras Liberadas” mi falta de comprensión se volvió terror. Terror al ideario que aún hoy persiste en nosotras las mujeres acerca de qué es/debe ser el “amor”.
El pibe es un guapísimo millonario/psicótico/neurótico/perversito. Y conoce a Anastasia. Una joven estudiante de Periodismo relajada/de poco arreglarse/sencilla. Sí, una cenicienta aggiornada. Hasta aquí.
El protagonista se inclina por prácticas sexuales extrañas para la joven, y que la hacen sentir miedo/vergüenza/humillación/incomodidad.
Cuando manifiesta su desconcierto, descontento o disgusto; él le regala cosas absolutamente por fuera de las posibilidades económicas de ella. Cosas que su amiga, su madre, o ella misma interpretan como señales inequívocas de “amor”. Se terminan casando, en una extraña revitalización del avenimiento.
En el devenir de la historia, ella va dejando todo por estar con él. Hasta termina trabajando bajo su supervisión.
Se va sintiendo una elegida, justifica todos sus defectos en el modo de relacionarse con los demás y con ella misma. Justifica también su visión de las mujeres en general, que es de una profunda misoginia. Acepta que todas las mujeres que lo han rodeado son locas, maléficas, perversas, siquiátricas.
Una belleza.
Ahora mi pregunta con desazón: ¿qué es lo que hace que millones de mujeres en el mundo suspiren con estas lecturas?
¿Qué resortes de algunas subjetividades femeninas se disparan ante una literatura – de pésimo nivel – que nos coloca a todas las mujeres en el lugar de sumisas/putas/prostituidas/violentadas/perseguidas?
¿Cómo se puede colegir de esta historia que Anastasia aceptaba desde la libertad más absoluta sus encuentros sexuales con el bello protagonista?
¿Por qué Anastasia se la pasa tratando de entender el porqué de sus reacciones buceando en sus traumas de la infancia, poniéndose más en el papel de acompañante terapéutica que en de compañera o pareja?
Miles de preguntas que no puedo responder, porque cuando las planteo ante las lectoras entusiastas me conminan a relajar y no darle tantas vueltas a una historia que “es sólo para divertirse”.
Lo que estas congéneres no perciben es que, en realidad, a muchas no nos resulta divertido dejar de intentar dar vuelta – no esta historia – sino todo el andamiaje discursivo del patriarcado.


domingo, 21 de junio de 2015

Mujeres después del “Ni una menos”

El pasado 3 de junio nuestro país vivió algo que las feministas nunca olvidaremos: multitudes salieron a las calles con el reclamo ni una menos. Se debatió mucho la convocatoria, hubo diferentes posturas, y un resultado contundente. El tema “mujeres” pareciera ser ya parte vital de las agendas políticas.

Ninguna fuerza que aspire a llegar al poder puede omitir hacer referencia a diversas cuestiones puestas en agenda por las históricas luchas feministas. Hoy se discute llevar la ley de cupo a una ley de paridad, se interpelan los estereotipos sexistas producidos y reproducidos discursivamente, se admite que la violencia contra las mujeres es una cuestión de estado, también que la legalización del aborto es una deuda de las democracias contemporáneas.

Sin embargo, a este “estar en agenda” de la cuestión lo considero riesgoso: obliga a toda persona pública a brindar pareceres respecto a las diversas aristas que presenta el tema “mujeres” que se pronuncian sin haberse puesto a profundizar, y producidos desde un “sentido común” lógicamente patriarcal-capitalista. La matriz conceptual de las muchas gentes que se expiden, aunque se esfuercen en que las palabras suenen neutras usando arrobas, equis o una barra que separe las “os” de las “as” lo demuestran.

A una semana de la “esperanzadora” marcha, y dejando de lado los femicidios que tuvieron lugar, me encontré con diferentes estímulos para la reflexión.

Una nueva propaganda de Mr Músculo, en la que un bebé varón, cansado de jugar solito porque su madre está limpiando, decide crear productos que le simplifiquen a su madre esa tarea, para que le quede más tiempo para la otra tarea. Jugar con él. Obviamente, presentado por los publicistas como tiempo libre para ella.

El 11 de junio la humorista y candidata del Pro Anita Martínez concede una entrevista radial en la que se la invita a evaluar lo sucedido en la marcha, y a contar a los oyentes sus propuestas. Comienza su respuesta diciendo no ser fundamentalista y – según su razonamiento – por eso incapaz de definirse feminista. Continúa explicando que los temas que la cuestión involucra son “muy delicados” (quizás porque son “de mujeres”), y que por lo tanto hay que abordarlos sin doctrinas, convocando a una mesa muy grande. Capaz que pensó en la de Mirtha Legrand…En esa mesa grande imagina deberían sentarse las ongs, las “distintas religiones”, las fundaciones, etc. Con el fin de “forjar consensos”. En la línea de lo manifestado por mi amiga La Karen, sólo faltaría convocar a futbolistas agremiados y defensores de las ballenas. Gran consenso gran.

Mientras tanto en ciudad Gótica…

Muchas agrupaciones y mujeres sueltas que participaron fervientemente del  “Ni una menos” difunden notas publicadas en una página siniestra – facemama.com – que en formato adecuadamente modernizado para despistar refuerza lo trascendente de la maternidad para las mujeres. Eso sí, tratando de aliviarles un poco la culpa del abandono que causa en los niños el hecho de trabajar para la subsistencia. Del capitalismo, claramente.

El 14 de junio se publica una encuesta en Tiempo Argentino, y reproducida por varios portales. Lo que se medía – la hizo la consultora Aurelio – era la imagen de las esposas de los candidatos a Presidente Scioli, Macri y Massa. El resultado era una alta imagen positiva de Karina Rabolini, un gran desconocimiento de Juliana Awada, y una alta imagen negativa de Malena Galmarini. Quedé pensando varias cuestiones…

¿Qué es lo que lleva a medir a las posibles primeras damas? ¿A alguien se le ocurriría hacer lo mismo con las parejas de Bulrich, Stolbitzer, Estenssoro, Vidal, Libertino, etc.? ¿Será que las mujeres somos atributos de los varones y no al revés? Un asco. Y una prueba de la inconsistencia de todos los sectores – aún los progres – al tratarnos. Ya el jueves previo había visto en televisión a los conductores de Código Político comentar que a Scioli los candidatos provinciales le pedían que “mandara a Karina” que “trae suerte”. Poniendo a una humana a la altura de un trébol de cuatro hojas. O de una pata de conejo. Lo mismo da.

Volviendo a la infame encuesta, también reflexiono acerca de los presuntos resultados. Siendo objetiva, veo tres mujeres muy seguras del rol que han elegido.

Awada abstenerse y perfil super bajo. Mayormente silenciosa.

Rabolini activa, acompañando desde un perfil más vale social, absteniéndose de hacer declaraciones acerca de temas  para los que con total honestidad dice no estar preparada por no provenir de la militancia política.

Galmarini también activa, pero política. Viene de la militancia, la ha mamado desde pequeña merced a la actuación de su padre y de su madre. Opina y se hace escuchar.

Si los resultados son los que dicen, entonces estamos ante una sociedad a la que le molestan nuestras voces, que nos prefiere ver como a meros adornos. Una sociedad a la que crispa que las mujeres seamos políticas… Basta observar el tratamiento que le han dado los medios de comunicación a la Presidenta durante sus dos mandatos.

Vuelvo al principio. La sociedad que masivamente se manifestó en contra de la violencia de género el 3, lejos, muy lejos está de mirarse/nos detenidamente para analizar nuestras perspectivas, puntos de partida analíticos y posicionamientos para erradicarla.

No se va a derrumbar lo construido por el amo usando sus propias herramientas. No digo nada nuevo, ya en 1873 María Elena Walsh escribía una “Carta a una Compatriota” que amerita relectura. Antes de que los feminismos plantearan la sororidad como meta, esbozaba el concepto con su claridad habitual. Nos instaba al pensamiento y a la acción. Ahora pareciera que estamos entrampadas en una acción poco pensada. Y, por lo tanto, con magros resultados.

Para este repensar que nos propongo, hay mucha producción de feministas jóvenes que aportan. Valeria Flores me llegó por estos días con su texto “Tropismos de la disidencia. Una fisiología excéntrica de la lengua sexual del presente”. Sólo a modo de ejemplo, un material impresionante que aporta riquezas a un debate que no se está dando tan masivamente como las acciones “en pos de las mujeres”.

Muchas personas involucradas en estas acciones argumentan que “hay que hacer” urgente por la magnitud de los hechos, y que detenerse en disquisiciones teóricas lleva a la inacción. Podría ser si nos llevara demasiado tiempo ver no sólo el qué, sino el para qué.


De lo que sí no caben dudas, es que por más impactantes que puedan ser nuestras acciones directas, si no existen metas previas, quedan sólo en el nivel de intervenciones testimoniales.