martes, 30 de agosto de 2011

Pensándonos en clave de sexualidad

Cuando la animalización se entiende como libertad

Las mujeres tenemos muy claro que la normatización y disciplinamiento de nuestra sexualidad constituye una de las principales herramientas con las que cuenta el patriarcado para que nuestra opresión en tanto sexo perdure en los tiempos.
El terror a ser estigmatizadas por vivir una sexualidad plena ha venido siempre de la mano con un nulo debate acerca de qué significa para nosotras ser libres. Tan es así que –aún hoy- se aplican los términos “liberada” o “liberal” para referirse a las prácticas específicas de mujeres que reproducen sin objetar ni los estereotipos ni los lugares en que nos colocan los sistemas dominantes.
Por estos días aparece en televisión una vedette que parece haber tenido relación con un genocida argentino. El horror de todo lo que se opina al respecto tal vez lo aborde en otra ocasión. Para pensarnos las mujeres en clave de sexualidad, cito una frase de la vedette: “desde los 21 años me metí en la cama con quien quise”.
Fue pronunciada como una reivindicación de la libertad de la emisora. Como una oda a la decisión autónoma. Y sonaba tan irónica…
Ya en un ámbito bien doméstico, una mujer muy mayor comenta a una vecina con espanto que esa afirmación era producto de la “liberación femenina”. Y esa apreciación, intuyo, es bastante extendida y merece revisarse.
Porque lejos de resaltar la libertad en la toma de decisiones por parte de las mujeres marca claramente el sometimiento a los patrones dentro de los que se nos habilita a movernos.
La mayoría de las vedettes hasta hace algunas décadas eran mujeres que lucían espléndidas. Pero también bailaban, cantaban, actuaban. Eran artistas que obviamente ejercerían el derecho a una sexualidad plena conjuntamente con el derecho a ser respetadas. No recuerdo a Nélida Lobato, ni a las hermanas Rojo, ni a Zulma Faiad, ni a Norma o Mimí Pons dejándose bastardear por ningún cómico, iniciando discusiones estériles, o vociferando acerca de su vida sexual.
Hoy parece que asistimos a un retroceso, vemos a muchas mujeres colocándose solitas en el lugar que se reserva para las “malas”. Y eso poco tiene que ver con haber roto cadenas.
El “con quien quise” es válido para nosotras cuando no hay diferencias de jerarquía o de poder. Cuando se nos obliga a hacer algo para acceder al trabajo o a ciertos bienes ya poca libertad queda.
Cuando se nos reduce a seres que exhiben su cuerpo para ser ridiculizadas tampoco nos queda demasiado espacio para la libertad.
Tampoco se percibe libertad de elección de un estilo. Como salidas de una línea de producción de barbies miles de mujeres se transforman en rubias, se someten a operaciones para parecer eternamente jóvenes, evitan expresarse por miedo a que hacer oír sus voces les juegue una mala pasada.
Justamente, la llamada “liberación femenina” nos invita a todas a romper esos moldes.A poder decir que no. A cambiar esclavitud por libertad.

martes, 23 de agosto de 2011

Educación, sexo, géneros…

Aquello que ni se discute

Creo que como sociedad estamos obligados a revisar permanentemente aquellos debates que parecen ya saldados. Esas “verdades reveladas” que hemos hecho carne y hasta nos da temor poner en cuestión por llegar a ser mal interpretados. O tildados de retrógrados.
Durante la especialización en estudios de mujeres y género presté particular atención a la naturalización de estereotipos de comportamientos, actitudes y capacidades atribuidos “naturalmente” a los sexos en el ámbito educativo.
Lo que surge de la observación no es nada que no hayamos visto o escuchado todos, pero sí dogmas que nunca discutimos.
Al entrar a una escuela cualquiera, por ejemplo, durante el recreo vemos un “natural” uso del espacio: los niños el central en un porcentaje abrumadoramente mayor al de las niñas. Ellas quedan contra las paredes, charlando en grupo o reducidas a juegos o actividades que exijan de escaso o nulo desplazamiento, debido al riesgo de ser llevadas por delante por corredores amateur desbordados.
El personal dirá, sonriente, que los varones salen a los recreos llenos de vitalidad, que necesitan descargar y moverse. Que son “de naturaleza” inquieta.
Automáticamente, dos por uno, estarán naturalizando la concepción del sexo femenino como “quietito, calmo, pacífico”.
Mediante estas naturalizaciones asumirán que nada deben hacer para propender a un uso del espacio más igualitario, ya que las cosas son como deben ser.
Esto transportado al campo de la sexualidad nos da como resultado la tenaz dicotomía activo-pasivo de la que cuesta tanto escapar.
Ya dentro de un aula, podremos ver cómo se distribuye el uso de la palabra. Qué espacio concreto recibe cada uno de los sexos, y cómo se toman las intervenciones de los alumnos según su sexo. Los ejemplos, que siempre terminan en un “tenés razón, nunca lo había pensado” son demasiado extensos para esta ocasión.
A todo esto le podemos sumar el decálogo de características académicas que se asignan automáticamente por sexo: las niñas son más prolijas, los niños más inteligentes. Las niñas más aplicadas, los niños más revoltosos. Las niñas más expresivas, los niños más reservados.
Así las cosas, no veo con tanta claridad los beneficios que tiene la educación mixta.
Cuándo lo pregunto en voz alta, saltan a responderme que soy anacrónica, que eso ya constituyó un enorme avance.
Me responden que la escuela constituye una preparación para la vida. Y que la vida se desarrolla entre personas de distintos sexos. No tan claro como obvio…
Porque de no haber una escuela comprometida con vivir la igualdad, en realidad para lo que te prepara es para reproducir hasta el infinito las diferencias de jerarquías sin objetarlas, por naturales nomás.

martes, 2 de agosto de 2011

PRO machismo

Duhalde, en un spot publicitario, sostiene que “tiene lo que hay que tener para ser presidente”. Lo contundente de su afirmación consideré que sin dudas sería lo más misógino que podría escuchar durante la campaña. La sola presencia de una mujer en la contienda hace que no se esfuercen demasiado en la sutileza de sus dichos: basta con una descalificación biologicista y parece que ya está. Algo así como el “andá a lavar los platos” del que podemos ser víctimas al manejar un auto.
Yo lo llamaría la genitalidad habilitante: capacidades de hacer algo bien o mal ligadas en forma directa e irreversible al “equipamiento” con que vinimos de fábrica.
Pero me quedé corta. Corta y perpleja.
Aparece en la tele Macri, recién triunfante en el ballotaje, brindando una conferencia de prensa.
Alguien de los presentes le pregunta por el llamado de la Presidenta de la Nación para felicitarlo, y comienza con un relato escalofriante: cuenta que estaba en el comedor de su casa en calzoncillos y remera, cuando la hija de su mujer le avisó que sonaba su teléfono. Y lo escalofriante no radica sólo en imaginarlo en calzoncillos…
Quedé largas horas tratando de ver qué era lo que me resultaba repugnante de la anécdota. Pensé que cómo podía estar en ropa interior ante una niña que no es su hija…
Advertí que seguramente le aconsejarían mostrarse como “un ciudadano común” y que eligió describir una escena poco feliz sin darse cuenta…
Pero ni aún así.
Empecé a preguntarme si hubiera sucedido algo similar con un presidente varón llamándolo. Algo así como “me estaba sacando un moco y sonó el teléfono”.
Pero me di cuenta automáticamente que jamás se hubiera atrevido. O que hubiera sido severamente juzgado por hacerlo.
En este caso no. Porque llamó Cristina. Que es mujer y, por tanto, fácil de incorporar a una escena doméstica. Del más privado de los ámbitos posibles.
Su relato es, por un lado, irrespetuoso. No hace falta puntualizar que se encontraba en calzoncillos para marcar lo cotidiano del asunto. Pensemos en una Ministra admitiendo que recibió un expediente en bombacha y corpiño…Absurdo. Impensable.
Pero por otro lado no tiene nada de ingenuo o descuidado. Parece guionado, como todo lo que este hombre dice públicamente.
Deja clara sensación de poner a la Presidenta en una posición no acorde con las jerarquías. Como un personaje más de los que circulan por su cotidianidad.
Aclarando que tuvo que buscar el teléfono porque no lo tenía encima, cosa obvia pues no hay calzoncillos con bolsillos, marca que ni siquiera estaba ansioso por la posibilidad de que el llamado existiera.
Como suele decir Macri, “está bueno” tomarnos un tiempito para pensar. Para ver si estas cosas que pasan en campaña serían así de tratarse de una puja sólo entre frates. Entre varones. Entre “iguales”.
Y “no está bueno” ser machistas. Es agresivo. ¿No es PRO?